EL LLAMAMIENTO DEL CAPÍTULO A LA CONVERSIÓN
Queridos hermanos y padres oblatos, oblatos honorarios, asociados oblatos, amigos de los oblatos y todas las personas de buena voluntad:
¡Alabado sea Jesucristo y María Inmaculada! ¡Alabado sea también nuestro amado Fundador, San Eugenio de Mazenod!
El 35º Capítulo General de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada recién acaba de concluir y, como los primeros discípulos de Jesús corriendo desde la sala de Pentecostés, queremos proclamar en muchas lenguas lo que hemos experimentado aquí.
Comenzamos nuestro encuentro con una Misa del Espíritu Santo, el 8 de septiembre, fiesta mariana en la que muchos de nosotros hicimos nuestros votos como oblatos, y terminamos un mes después, con una misa de acción de gracias. Ochenta y nueve oblatos tomaron parte en el Capítulo, y participaron más de otros veinte oblatos, ya fuera como personas recurso o comjo personal auxiliar. Asimismo, cinco laicos asociados oblatos, representando las distintas regiones oblatas, se nos unieron en la primera semana del Capítulo. Nuestro lugar de reunión fue de nuevo la “Casa La Salle” de los Hermanos Cristianos, donde han tenido lugar todos nuestros capítulos recientes. Tres jóvenes oblatos de talento, Filadelfo Estrella, Adriano Titone e Hipólito Olea, nos sirvieron como moderadores. En el Encuentro Intercapitular de 2007, los provinciales oblatos habían fijado ya como tema del Capítulo “Conversión: un nuevo corazón, un nuevo espíritu, una nueva misión”. El Hermano Paul Michalenko ST fue nuestro facilitador general y, en línea con nuestro tema, nos retó durante todo el Capítulo a vaciar nuestras mentes de juicios, nuestros corazones de cinismo y nuestras voluntades de temores.
Tras la Misa del Espíritu Santo, pasamos varios días conociéndonos unos a otros por medio de intercambios en pequeños grupos. El Cardenal Francis George OMI se nos unió durante parte de este tiempo y nos dio una inspiradora charla. Entramos después en la primera de las fases principales del Capítulo, recibir y procesar la información. Esto tuvo lugar por medio de una serie de informes: primero cada región oblata dio un informe sobre la vida en su región, mencionando tanto las fortalezas como las debilidades de la vida oblata allí.
A ello siguió un informe del Comité Permanente para los Hermanos Oblatos. Los Laicos Asociados fueron los siguientes en presentar el informe y nos retaron a trabajar más estrechamente con ellos. Los siguientes dos días los pasamos recibiendo y procesando el informe de nuestro Ecónomo General, Rufus Whitley. Entre otras cosas, él nos retó a ser conscientes del vasto cambio demográfico que se está dando en nuestra congregación y de lo que ello significa en términos de recursos económicos. Esta fase inicial de nuestro Capítulo concluyó con un informe de nuestro Superior General actual, Guillermo Steckling, sobre el estado de la Congregación. Terminaba su informe sugiriéndonos las cuatro cosas que constituyen ahora los imperativos más urgentes para la congregación: i) que construyamos comunidades centradas en Cristo, ii) que amemos verdaderamente a los pobres y vayamos a ellos, iii) que hagamos frente a los vastos cambios demográficos que están reconfigurando el rostro de la congregación y, iv) que nos volvamos a comprometer en nuestro amor por la Iglesia. Tras cierto diálogo con él sobre su informe, entramos en las discusiones preliminares acerca del tema del Capítulo, la conversión.
Se pasó luego cerca de toda una semana en la siguiente fase de nuestro Capítulo, examinando y debatiendo una serie de propuestas que nos habían sido presentadas por parte de una Comisión Precapitular establecida por el Consejo General, con el fin de reexaminar nuestras estructuras de Gobierno. Tras muchos debates apasionados, el Capítulo votó, respecto a la mayor parte, mantener nuestras estructuras actuales. La mayoría sentía que en este momento es más importante cambiar nuestras actitudes que cambiar nuestras estructuras. Pero hubo también un disgusto palpable entre muchos de los delegados capitulares respecto a esta decisión.
Entramos luego en una tercera, y muy importante, fase de nuestro Capítulo: las elecciones. De nuevo, comenzamos este proceso con una Misa del Espíritu Santo y pasamos medio día de reflexión silenciosa y en “murmuratio” vis a vis. Y el Espíritu Santo nos envió un mensaje muy claro: el P. Louis Lougen fue elegido, casi por unanimidad, en la primera votación. Cuando el P. Louis se puso de pie y aceptó humildemente el llamamiento a servir, los delegados capitulares, a una, se pusieron de pie y un aplauso atronador se prolongó varios minutos. Había lágrimas en muchos de los delegados y el sentimiento de la sala en aquél momento – la unanimidad de corazón, el sentido de acierto en la elección, el calor de la energía – quedará para siempre como el momento cumbre del Capítulo. La energía que brotó de aquél momento nos guió en la elección posterior del Vicario General, Paulo Archiati, los dos Asistentes Generales, Cornelius Ngoka y Gilberto Piñón, y los cinco Consejeros Generales para las Regiones, Miguel Fritz, Clement Waidyasekara, Warren Brown, Luis Ignacio Rois Alonso y Evans Chinyemba.
Entramos después en la cuarta y última fase de nuestro Capítulo: la aprobación de las distintas propuestas presentadas al Capítulo y la elaboración de un mensaje a enviar al mundo oblato. Una vez más, el debate fue caluroso, pero el Capítulo finalmente precisó y aprobó cierto número de propuestas sobre las cuestiones del ministerio, finanzas, estudios superiores y justicia. Los últimos días del Capítulo los pasamos debatiendo qué retos concretos desea lanzar este Capítulo al mundo oblato.
Éste no fue un debate fácil. Un sentimiento generalizado entre los delegados es que los mensajes enviados por los últimos cuatro Capítulos Generales contienen ya los retos principales que necesitamos hacer frente como Congregación, y que añadir otro documento en este momento no nos servirá para nada positivo. Lo que se necesitaba, tal como se percibía, era algo breve, que sea más concretamente directriz, centrado en nuestro tema de la conversión y que subrayara los campos muy concretos de conversión a los que nos sentimos llamados en este momento. Nuestro documento, El llamamiento del Capítulo a la conversión, se basa en estas premisas. Afirmamos, casi apologéticamente, que no necesitamos proponer nuevos retos o unos retos más allá de aquellos a los que nos llaman nuestras Constituciones y Reglas y los anteriores Capítulos Generales, sino que más bien necesitamos ofrecer algunos retos importantes que necesitan ser destacados en nuestro mundo oblato en este momento de nuestra historia. Les dejamos a ustedes estos retos, invitándoles, del mismo modo que nosotros fuimos una y otra vez invitados en este Capítulo, a vaciar nuestras mentes de juicios, nuestros corazones de cinismo y nuestras voluntades de temor.
Para terminar, una palabra acerca del ambiente de este Capítulo: a pesar de nuestros agitados intercambios en la sala capitular, la atmósfera de este Capítulo ha sido maravillosamente cálida, profundamente fraterna, libre prácticamente de toda política y profundamente orante. Entre otras cosas, los delegados pasaron media hora al día en común “oraison” ante el Santísimo Sacramento. Un delegado que asistía a su tercer Capítulo General, comentó: “Este Capítulo ha sido el más fraterno de todos. Nunca había experimentado antes nada de esto en reuniones internacionales”. Otro delegado, que asistía a su primer Capítulo General, destacó: “Este es mi primer Capítulo y ha sido una gran experiencia. Una de las cosas que me han impactado ha sido ver tantos oblatos de tantas partes. Es un una experiencia de la gran riqueza de nuestra familia religiosa. Veo un buen ambiente de mutua preocupación”. Verdaderamente fue una experiencia de la comunidad oblata y de cálida fraternidad.
A lo largo del Capítulo, los delegados permanecieron en la escucha, aguardando a que se nos ofreciera alguna escena bíblica en particular que fuera la clave que nos ayudara a comprender más profundamente tanto nuestra experiencia en este Capítulo como la realidad oblata y eclesial en que vivimos ahora. Una y otra vez, la imagen que acudía espontáneamente a nosotros en nuestras conversaciones era la que se nos ofrece en el Evangelio de Lucas, capítulo 24, cuando los discípulos, desanimados y descorazonados porque su mundo religioso había sido crucificado, encontraron a Cristo resucitado en el camino de Emaús, sintieron que sus corazones ardían en ellos cuando Él les hablaba, finalmente lo reconocieron a Él y a la nueva realidad que estaban viviendo y volvieron a sus vidas religiosas con una visión, esperanza y energías renovadas.
Este Capítulo General ha sido un camino de Emaús. Hemos experimentado nuestros mundos crucificados, hemos encontrado a Cristo resucitado en el camino y hemos partido de aquí con nuestros corazones ardiendo en una nueva visión, nueva esperanza y nueva energía. ¡Nuestro deseo es compartirlo con ustedes!
Alabado sea Jesucristo y María Inmaculada.
El Capítulo General de 2010.
6 de octubre de 2010
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