COMUNIDAD APOSTÓLICA
Carta a la Congregación
del Padre Wilhelm Steckling, OMI, Superior General
Marzo 2008
Introducción
Recientemente visité una comunidad cuyo superior llama al Provincial de vez en cuando para decirle “..sólo quería saludarte. No tenemos problemas y todo va normalmente”. El superior local me comentó que lo hace, pues al ser miembro del consejo provincial desea animar a su provincial, en vez de darle más dificultades. Además, dicho superior local está a cargo de su comunidad de aproximadamente 10 miembros y visitantes frecuentes. Por supuesto, también hay algunos problemas, pero según su comentario, al conocer a todos tan bien y de forma que nada se pueda ocultar, la aceptación es mutua. Han elegido una rica vida comunitaria con eventos sociales frecuentes, oración en común diariamente y reuniones formales periódicas, en las que comparten respecto a sus múltiples trabajos apostólicos. En mi opinión, éste es un buen ejemplo de una comunidad apostólica.
No encuentro una mejor forma de definir nuestro tema, la comunidad apostólica, que citar el artículo 37 de nuestras CC & RR. La C. 37 hace una conexión entre la comunidad y la misión, transportándola hasta el testamento de nuestro Fundador:
Cumplimos nuestra misión en y por la comunidad a la que pertenecemos. Nuestras comunidades tienen, por tanto, carácter apostólico.
La caridad fraterna debe sostener el celo de cada miembro, en conformidad con el testamento del Fundador: «Practicad bien entre vosotros la caridad, la caridad, la caridad, y fuera, el celo por la salvación de las almas».
A medida que va creciendo nuestra comunión de espíritu y de corazón, damos testimonio ante los hombres de que Jesús vive en medio de nosotros y nos mantiene unidos para enviarnos a anunciar su Reino.
La comunidad apostólica nos une en la caridad, no sólo para
mantener el celo misionero, sino para al mismo tiempo
dar testimonio de Jesús. Como Oblatos, vivimos en comunidad por el bien de la misión. Como los apóstoles, nos reunimos en comunión alrededor de Jesús, fuente de nuestra inmensa esperanza y comprendemos igualmente la comunión como parte integral de la meta de la misión de traer esta esperanza al mundo.
Intentaré enfocar el tema con base en nuestro carisma, por lo que a continuación comenzaré por:
(I) describir la declaración de nuestra misión como Oblatos.
(II) presentar la realidad de la comunidad apostólica Oblata, como es hoy en día
(III) haré entonces una reflexión de esta realidad, basada en nuestro carisma
(IV) concluiré con algunas características de la comunidad Oblata
(V) propondré pasos prácticos.
Básicamente, haré uso del esquema clásico
ver – juzgar – actuar.
I. Quiénes somos
A menudo los sitios web contienen una sección “quiénes somos.”. Las personas quieren saber quién está detrás de la actividad, pidiendo se identifiquen. Es por ello que en los negocios, la marca es tan importante, pues familiariza el nombre y genera confianza en los clientes. En un grupo como el nuestro, creo es también crucial tener una identidad clara y es en especial necesaria en una sociedad secularizada, donde hay tantas opciones disponibles en el mercado religioso. Es preciso tener definida nuestra identidad y misión en todos los contextos.
Nuestra labor está relacionada muy de cerca a nuestra fundación, involucrando a San Eugenio, el P. Tempier y los primeros Oblatos. A través del evento de nuestra fundación, llena del Espíritu, nos vinculamos al misterio mismo de Cristo. No podemos tratar de definir “quiénes.somos” en forma detallada, pero sí podemos declarar con seguridad que la identidad de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada incluye la vida en común. Justo al inicio del directorio de nuestras Reglas, la C. 1 menciona a la comunidad entre lo esencial, al decir que “el llamamiento de Jesucristo … nos congrega,” que “reúne en comunidades apostólicas a sacerdotes y Hermanos” y que “cooperando con Cristo Salvador…se consagran principalmente a la evangelización de los pobres.”
Nuestra identidad Misionera Oblata específica está unida fundamentalmente a la comunidad y si la perdiéramos, dejaríamos de ser Oblatos. Lo que nos diferencia, nos hace Oblatos, no es sólo nuestro llamado individual, sino el haber sido “congregados” (C. 1). Es por ello que considero de suma importacia abordar el tema de la comunidad apostólica, un elemento no-negociable, del cual depende nuestro futuro como Oblatos.
II. La comunidad apostólica Oblata hoy en día
Demostramos aún que hemos sido “congregados”? La gente lo nota? Existen dos respuestas. Sí, aún mostramos quiénes somos – a menudo la gente nota nuestro famoso espíritu de familia como algo único. Nuestro lazo fraternal ha permanecido fuerte; los Oblatos generalmente están felices y orgullosos de llevar ese nombre y aún algunos de aquéllos que dejan la Congregación dicen: “en mi corazón siempre seguiré siendo Oblato”.
Pero igualmente la respuesta es: No, no demostramos lo suficiente que fuimos congregados como comunidad. Existen situaciones en las que no encontramos realmente una vida comunitaria plena, más allá de las reuniones sociales en días de fiesta. Donde la gente vive reunida, también ahí necesitamos hacer un examen de conciencia. San Eugenio escribe a la comunidad de Notre Dame de L’Osier: “si sólo encontráramos en su casa un grupo de sacerdotes viviendo bajo el mismo techo, como harían los pastores del vecindario alrededor, serán culpables ante mí, ante la Congregación y ante Dios; y la gente cuyo bienestar y para la cual entregaron su forma de vida Oblata se irá poco edificada y ciertamente decepcionada en sus expectativas.”
[1]Las buenas nuevas son que estamos tomando conciencia de esta situación y se están realizando cambios. Permítanme describir nuestra situación actual, yendo no más allá del Capítulo del 2004. Tal vez ésta sea una de las últimas oportunidades de mirar atrás al último Capítulo, antes de que inicie la preparación del próximo.
A. Capítulo General 2004
1. Reporte del Superior General
Para describir la situación de nuestra vida comunitaria previa al último Capítulo General, el reporte del Superior General nos ofrece tres observaciones:
a. Existe un movimiento de vuelta a la vida comunitaria efectiva
Nuevamente reconocemos que no somos sacerdotes diocesanos ni solamente sacerdotes; que nuestra identidad se expresa en la comunidad apostólica de sacerdotes y Hermanos (C.1). En años anteriores, menos Oblatos habrían estado de acuerdo en ello que en la actualidad. Es mayor la convicción de que sin una vida comunitaria efectiva que ofrezca apoyo constante a nuestras vidas personales y a nuestra misión, nuestro futuro sería sombrío.
b. A menudo la calidad de la vida comunitaria es una inquietud
En el Reporte de las Regiones y sus Unidades, se hace mención a la “fragilidad de la vida comunitaria y la necesidad de un mayor trabajo en equipo en el campo misionero”. En las respuestas al cuestionario del Capítulo, los Oblatos en sus primeros años de ministerio valoran el “apoyo fraterno de la comunidad (material y espiritual)” como una experiencia positiva, mientras que algunos también comentan haber experimentado sentimientos de “desesperanza en situaciones difíciles, debido a la ausencia de un compañero con experiencia que funja como guía y sea competente al respecto”. Durante mis visitas, he oído a menudo comentarios similares. Es una buena señal de que esta fragilidad es al menos ampliamente reconocida y necesita solución.
c. Aún es remoto finalizar el cambio en las estructuras que permitan la vida común
En varios sectores de la Congregación, aún cuando se encuentra un movimiento para volver a la vida en común, los cambios estructurales a su favor toman largo tiempo en llegar.
Mientras que la mayoría de los Oblatos se benefician de la vida en común, existen algunas excepciones. Un estudio del 2004 mostró que 837 vivían solos, representando el 22% de aquéllos que habían terminado la primera formación. En siete Provincias, esta cifra fue mayor al 30% – lo que significa que de cada 100 Oblatos, 30, en ocasiones 40, permanecían solos en sus rectorías y departamentos. Por otro lado, encontramos algunas Unidades mayores, donde la cifra fue cero; en ellas, todos vivían bajo el mismo techo con otros Oblatos. Me impresionó la determinación de varias Unidades jóvenes de utilizar la riqueza de las vocaciones para antes que nada, crear una sólida vida comunitaria, como la base de su misión.
2. Resoluciones del Capítulo en el 2004
La “comunidad Oblata y vida religiosa” se ha convertido en uno de los seis temas principales del documento del Capítulo del 2004 “
Testigos de la Esperanza”, y por lo tanto, se reconoce como prioritaria. El Capítulo, interpretando nuestro carisma, insiste en la misión comunitaria (grupos de predicación, comunidades piloto), calidad de la vida comunitaria, la formación de todos los Oblatos para la comunidad y la formación de los superiores locales, así como la participación de los laicos, quienes pueden enriquecer nuestra vida en común.
En varias áreas, el Espíritu ha llevado a los Oblatos a dar respuesta al llamado del Capítulo.
B. Después del último Capítulo General
1. Esfuerzos en las Provincias, Regiones y la Administración General
Un recurso importante para abordar el tema de la comunidad es la continuación del proyecto Inmensa Esperanza, “un proceso a través del cual se solicitó a todas las unidades de la Congregación evaluar y analizar su vida comunitaria y su ministerio” (TE, p.8). El Capítulo nos pidió “continuar” este Proyecto, que se encuentra en proceso en toda la Congregación. En él, se plantean importantes preguntas respecto a nuestro carisma y se planean los cambios, incluyendo el de las estructuras amigables hacia la comunidad.
De igual forma, la solicitud de comunidades piloto está generando una nueva energía y el movimiento está avanzando. Se han preparado sesiones para los superiores locales de las comunidades actuales. Además, los Asociados Laicos reflexionaron sobre su vínculo con el carisma de los Oblatos en la sesión constitutiva del comité a nivel Congregación, en junio del 2007 (donde su propuesta fue llevar el nuevo nombre de “
Socios oblatos en Misión“).
Finalmente, la comunidad es de alta prioridad, según los documentos de planeación del Gobierno de la Congregación. Lo que he denominado nuestra “Agenda Central”, al dar respuesta al último Capítulo General, luce así:
2. Reportes Regionales para la Inter-Capitular 2007
El panorama más reciente de los sucesos se encuentra en los reportes para la Inter-Capitular 2007 de las cinco Regiones de la Congregación, los cuales fueron resumidos para la ocasión. La Sección 2, “Comunidad Oblata y vida religiosa” nos presenta lo siguiente:
2.1 África-Madagascar:
Se hacen esfuerzos para no permitir que ninguno de los miembros viva solo.
2.2 América Latina: Las Unidades de la Región se esfuerzan en crear comunidades reales. En ocasiones hace falta tacto y consideración personal al tratar los problemas entre los Oblatos jóvenes. En algunos lugares los Oblatos tratan de unirse para tomar vacaciones. No desean establecer nuevas misiones en lugares apartados, y así mantener el ritmo de las reuniones comunitarias. Se efectúan reuniones de distrito.
2.3 Canadá-EU: Las Unidades de la Región reconocen la importancia de la comunidad apostólica, tanto para el apostolado como para los apóstoles – en especial al planear las asignaciones para los recién ordenados. Se ha trabajado un poco en desarrollar una terminología común, así como los requisitos para establecer las estructuras necesarias para quienes deseen asociarse al carisma Oblato. Como resultado de las “mesas redondas para consulta”, se ha mejorado notablemente la vida comunitaria en algunos lugares. El reagrupar las reuniones comunitarias por sectores ha sido de utilidad. Se realizan varias reuniones durante el año.
2.4 Asia-Oceanía: Todas las Unidades Oblatas reconocen la necesidad de revitalizar la vida comunitaria y religiosa, siendo crítica para la renovación de la misión y evangelización. El carácter internacional de muchas de nuestras comunidades presenta un reto real. A menudo se percibe la necesidad de realizar un diálogo inter-cultural en primera instancia entre los Oblatos jóvenes que viven en comunidad. Algunas unidades han tenido éxito en la periodicidad de las oraciones, reuniones y retiros mensuales. El desarrollo de las relaciones comunitarias es evidente en muchas de las estrategias de las Unidades Oblatas en la región. La calidad de los programas de formación continúa percibiéndose como crucial para la efectividad de la misión. Algunas de las metas importantes en la animación de la comunidad son lograr en cada quien un sentido de pertenencia, hacer que todos contribuyan con sus atributos para enriquecer la misión de la unidad y permitir el trabajo de los grupos como equipo.
2.5 Europa: En todas las unidades Europeas parecía importante identificar los valores centrales de la vida religiosa, a la luz de la realidad actual. Las diferentes Unidades indicaron los siguientes retos, válidos para la vida comunitara en cada Unidad: Madurez Humana, Disponibilidad, Compasión, Dignidad, Perdón y Colaboración. Existe el reto de proporcionar un superior calificado a las comunidades locales. En todas las Provincias de Europa Occidental el cuidado de los Oblatos enfermos y ancianos se vuelve cada vez más una prioridad. En las Unidades jóvenes en desarrollo, hay una necesidad de reforzar la vida comunitaria al asegurar la presencia de al menos tres miembros en cada comunidad. La presencia de los Hermanos es más y más importante y profética.
III. Reflexión sobre la Comunidad Apostólica
Cómo podemos comprender mejor la situación de la comunidad, con sus pros y sus contras? Reconozcamos que el término comunidad no siempre tiene el mismo significado. Puede aplicarse a diferentes realidades concretas como casas, residencias y distritos e incluye distintos elementos como “la vida común”, ser “solidarios” o “el ritmo de vida y de oración (C. 38)”. Sin embargo, todas las formas de comunidad pueden y deben ser evaluadas. Demos un vistazo a nuestro pasado reciente y al contexto cultural actual y luego tratemos de interpretarlo a la luz de nuestro carisma y nuestra fe.
A. Crisis y lento retorno a vivir en comunidad en nuestra historia Oblata reciente
Si miramos atrás unos cuantos años en la historia, podemos afirmar que la vida en comunidad ha sufrido una crisis, que aún nos estamos esforzando por superar. Se trata de una crisis que ha afectado la vida religiosa en muchas de sus expresiones, en especial en las órdenes apostólicas. Después de los años 60, nos encontrábamos desechando algunas tradiciones en la vida comunitaria que sentíamos obsoletas y en la mayoría de los casos con razón: la cabecera de la mesa para el superior, la “culpa”, la necesidad de pedir permiso para todo, la separación de sacerdotes, Hermanos y estudiantes y muchas más. Nos podríamos preguntar, cuál era el bien que dichas prácticas intentaban inculcar? En el lado positivo, en 1966 las Reglas de los Oblatos incluyeron por primera vez una sección explícita sobre la comunidad, la cual daba énfasis a las relaciones interpersonales.
[2] Con todo, aún no hemos podido reemplazar lo anterior con lo nuevo y algo se ha perdido. La crisis de la comunidad ha tenido diferentes formas de expresión, de acuerdo a la cultura. Hay países donde la estructura externa de la vida religiosa ha permanecido intacta en gran parte.
En otras, muchas mujeres y hombres religiosos y de igual forma entre los Oblatos, se acostumbraron a vivir solos. Igualmente, cuando los religiosos siguieron viviendo en un mismo lugar, en ocasiones la vida comunitaria se deterioró. El P. Zago ilustró la situación resultante en su reporte a la Reunión Inter-Capitular de 1995 en Bangkok, con palabras que describen en parte nuestra realidad, aún hoy en día:
A menudo los hombres se ocupan totalmente de su trabajo y temen perder tiempo y esfuerzo en conocer y dar respuesta a los retos de la comunidad. Algunos están temerosos de volver al pasado o de perder su independencia. Otros ignoran persistentemente el significado de la vida comunitaria… No hay programación ni toma de decisiones para promover la renovación… Hay quienes creen que es suficiente vivir bajo el mismo techo para establecer una comunidad. (p. 4).
Se han realizado esfuerzos para superar la crisis y volver a la vida comunitaria de calidad, dándole un nuevo rostro, que corresponda a la cultura actual. Algunas de nuestras Unidades más pequeñas consiguieron crear un nuevo estilo de vida común. En la Inter-Capitular de 1990, se podía sentir un interés renovado, en especial entre los Oblatos jóvenes, como también lo mencionaba el P Zago en su reporte de 1995:
El Capítulo General de 1992 (“Testigos en Comunidad Apostólica”) enfatizaba que debíamos vivir intensamente en comunidad. Los maestros de novicios Europeos comentaron en 1994: “El futuro de nuestra vida religiosa depende de si podremos vivir en una comunidad apostólica”. En un discurso del Papa Juan Pablo II a la Congregación para Religiosos en 1992, encontramos una declaración similar: “la efectividad de la vida religiosa depende de la calidad de la vida fraterna en común.”
[3] En 1994, apareció el documento de la Congregación para Religiosos,
La Vida fraterna en Comunidad[4], que aún vale la pena leer.
Haciendo un resumen del desarrollo, hoy en día podemos hablar de una tendencia, de un volver a la vida comunitaria, aunque aún no hemos encontrado la fórmula correcta y seguimos en el intento. Hay todavía renuencia, o al menos algo de timidez a intensificar la vida en común. Sentimos que debemos respetar a los demás, su privacidad, su individualidad. Existe cierta pena al presentar las exigencias de vivir juntos, no queriendo imponer a los demás la oración común, reuniones o recreación.
Por qué es así y cómo podemos prosperar? Si queremos seguir avanzando y volver a la vida comunitaria, como primer paso, necesitaremos comprender más profundamente el contexto cultural vigente.
B. El contexto cultural actual – cuáles son los signos de los tiempos?
La cultura occidental actual ha sido descrita a menudo como individualista. Este rasgo tiene efecto en nosotros como religiosos y puede también ser cierto en las dificultades que encuentran los matrimonios. El individualismo no significa no tener relaciones – lo cual también sería imposible – sino representa que las relaciones se establecen cada vez menos, ya sea con vecinos, la familia o la congregación religiosa en este caso. Hoy en día somos libres en gran medida, para crear nuestra propia red de relaciones. Igual pertenecemos a grupos variados. Como resultado,
no siempre es verdad que una comunidad religiosa sea el grupo principal y más importante con el que nos relacionamos; al menos esto no es evidente a menudo a los demás miembros de la comunidad. De los hallazgos en dos sesiones (Otoño del 2005 y Primavera del 2006) de la Unión de Superiores Generales en
Fidelidad y Abandono, me quedo con que la pertenencia múltiple, o más precisamente, las prioridades inadecuadas en el caso de pertenecer a varios grupos, frecuentemente explica las crisis vocacionales en los religiosos. Es un tema a considerar igualmente en la formación inicial.
Por otro lado, la gente joven, en la actualidad más que en las generaciones anteriores, siente la necesidad de la comunidad. Incluso se crean nuevas formas de vida religiosa para responder a ese deseo. Dentro de la Congregación, es alentador ver que en el ministerio de los jóvenes Oblatos, la dimensión de la comunidad tiene gran importancia.
Cómo podemos interpretar adecuadamente todos estos signos de los tiempos? El individualismo y las variadas redes de relaciones coexisten con un anhelo de mayor comunión y por lo tanto, aún encontramos dificultades para crear dominios en donde vivir tal comunión.
Para encontrar alguna orientación y obtener nuevo ímpetu, debemos volver al carisma de nuestra fundación, así como la necesidad de una reflexión teológica
C. La Comunidad Apostólica de acuerdo al carisma Oblato
1. San Eugenio de Mazenod
San Eugenio constituyó en Aix a los Misioneros de Provenza como una comunidad apostólica, aún antes de llevar a su grupo inicial a la vida religiosa. Fue posteriormente que el grupo eligió además la vida religiosa. La regla se escribió cuando debía fundarse la segunda casa.
El Fundador se sintió inspirado por la comunidad de los Apóstoles con Jesús (C.3) y la comunidad en Actos 1 de los apóstoles después de la resurrección (CC. 21 y 37). Nuestro Fundador no buscó personas muy calificadas, como su amigo Forbin Janson, sino más bien hombres que se entregaran por completo a la misión y estuvieran dispuestos a convertir a la nueva comunidad en su familia. Esta vida común tuvo un toque personal, un espíritu de familia que ha perdurado hasta el día de hoy. De Mazenod añadió al texto modelo de su primera regla, la expresión: “Unidos por los lazos de la familiaridad y el amor”.
El P. Yvon Beaudoin ha publicado un artículo interesante. En su estudio, encontramos que el Fundador expresó lo que pensaba de la comunidad en tres formas:
(1) a través de su estrategia en la creación de las casas: siempre realizaba lo que era viable, para hacer que las comunidades verdaderas fueran una realidad;
(2) por su política en relación a los despidos de la Congregación: hacia 1840 la Congregación contaba con cerca de 50 miembros; otros 23 habían sido despedidos por el Fundador, siendo aproximadamente 15 por falta de adecuación a la vida comunitaria. Algunos de ellos siguieron siendo buenos amigos de De Mazenod.
(3) Por su legado espiritual (“caridad, caridad, caridad y celo”).
[5]Del artículo de Frank Santucci sobre la comunidad en el
Diccionario de los Valores Oblatos, tomo un punto en particular de la visión de San Eugenio a la fundación, a saber: “La vida comunitaria no debe ser sacrificada a la misión”. San Eugenio escribe en una carta en 1835: “tengan cuidado de conducirse como si fuera un reto. En el nombre de Dios, vuelvan al seno de la comunidad para renovarse en el espíritu de su vocación…. De otra forma, todo termina para nuestros misioneros… pronto serán nada más que el sonido de címbalos”.
[6] El Fundador insiste en varias ocasiones en que un Oblato no debe vivir solo, al decir cosas como “Vivir en comunidad es esencial a su estilo de vida.” y “Es esencial que sigan exigiendo permanecer en pares. Si sólo hubiera suficiente para uno, deben compartir lo que haya, pero nunca podré estar de acuerdo en que un individuo esté solo, sin al menos un compañero.”
[7] Como obispo de Marsella, San Eugenio, incluso introdujo la vida en común entre sus sacerdotes diocesanos y lo consideró como la piedra angular de su ministerio episcopal hacia el final de su vida.
[8]Una y otra vez, necesitamos volver a la visión de San Eugenio al momento de la fundación. La existencia y desarrollo del Centro Internacional de Mazenod in Aix puede entenderse como un signo de la importancia del carisma para nosotros. Ha sido sin duda una de las prioridades de la Congregación, a través de la Experiencia de Mazenod y varios otros programas para los Oblatos en primera formación, para los asociados laicos, etc. En los próximos tres años, la sesión de enero a marzo se enfocará en especial a la vida en comunidad apostólica. Aix es un lugar especial de gracia para nosotros y tiene el potencial de inspirar a la Congregación por entero.
2. Constituciones y Reglas
La Regla de nuestro Fundador y las ediciones sucesivas no contenían un capítulo sobre la comunidad. Fue sólo hasta 1966 que se incluyó, enriqueciéndose en 1980. Viendo el resumen de nuestras CC y RR actuales, notamos que la “misión” y “vida apostólica religiosa” se encuentran bajo un mismo título, “el carisma Oblato”; que señala la unidad en nuestra vida. En la Regla actual, el espíritu de comunidad permea hacia la descripción completa de nuestra familia Oblata – su misión, los esfuerzos en la formación y su organización. Inicia con la C. 11: “cumplimos esta misión en comunidad, que es un signo” al mundo. La C. 3 añade que “La comunidad de los Apóstoles con Jesús es el modelo de su vida;” hemos sido llamados juntos “en la caridad y la obediencia.” Más adelante, la sección sobre “La Comunidad Apostólica” consta de ocho páginas!
Da comienzo con la C. 37, mencionada en la introducción. La formación también toca el tema, pues se trata de “un proceso comunitario” (antes de la C 46). Encontramos el tema nuevamente en la última parte, al mencionar la organización, estamos “unidos como hermanos en una misma comunidad apostólica” (C. 72) y todos debemos “participar lo más posible en la toma de decisiones y colaborar en su ejecución.” (C. 74). Poco después, siguen otras seis páginas bajo el título de “comunidad local,” comenzando con la C. 91: “Las comunidades locales son las células vivas de la Congregación.” Por lo tanto, podemos afirmar que nuestras Constituciones y Reglas nos ofrecen una guía abundante. Sin embargo, será una cuestión de actitud interna permitir que la comunidad Oblata moldee nuestras vidas individuales en forma sustancial, al igual que la manera de realizar nuestra misión.
3. Capítulos Generales
El tema principal del Capítulo General de 1992 fue la Comunidad (“Testigos en Comunidad Apostólica”). Parte del documento fue escrito en un lenguaje casi poético.
“Sólo llegaremos a ser evangelizadores eficaces en la medida en que nuestra compasión sea compartida, en que nos ofrezcamos al mundo, no como una coalición de francotiradores, sino como un solo cuerpo misionero.” (TCA 7). La comunidad apostólica “es carne para la vida del mundo. La comunidad que formamos juntos en torno a Cristo es la mesa del banquete al que invitamos a la humanidad.” (TCA 8).
El tema de la comunidad nunca fue olvidado en los siguientes Capítulos, aunque en 1998 y 2004 nos enfocamos a la misión. A continuación hay algunas citas que lo evidencian:
El Capítulo de 1998 menciona:
- “La evangelización no es la obra de francotiradores sino de toda la comunidad…” (en EPM 12).
- “Nuestra vida fraterna vivida en comunidad es prueba de que la vida de comunión es posible. Dios es Trinidad, es amor: esta Buena noticia que anunciamos es creible.” (EPM 30)
Este Capítulo identificó a la vida comunitaria como
- una forma de misión (EPM 27),
- un gran valor, integral al crecimiento religioso (28),
- una declaración profética (30),
- una muestra del cielo, de la vida de Dios (30).
En 2004, el énfasis fue hacia lo siguiente:
- “Hemos discernido que nuestra tarea debía ser práctica, con el fin de proponer desafíos concretos para mejorar nuestra vida comunitaria y apostólica.” (TE p.10)
Uno de los esfuerzos en la animación, como parte de la formación contínua, tendría la dimensión de “Alimentar la vida oblata comunitaria y religiosa” e incluir dichos elementos, entre otros, como:
- “La integridad personal y comunitaria”
- La viabilidad y tamaño de las comunidades locales (casas y distritos);
- La posible inclusión de laicos y otros asociados en la comunidad y su misión;
- La cuestión de Oblatos que viven solos.” (TE p.28)
D. Elementos de una teología sobre la comunidad
Hay alguna razón más profunda en el hecho de dar tanta importancia a la comunidad? Es sólo una forma de trabajo más eficiente como equipo o más práctica al tener dinero en común, o sólo damos una concesión a los Oblatos más jóvenes al enfatizar en forma particular el carácter de nuestra comunidad hoy en día? Será tal vez que
communio, se relaciona en una forma especial a la Cristiandad?
Al vivir junto a otros felizmente, los humanos expresan la imagen de Dios en un sentido más pleno que como individuos. Nuestras comunidades religiosas existen en la Iglesia para poder dar un mayor testimonio de Dios, mucho más grande de lo que cada uno de nosotros puede hacerlo por sí solo. Los Oblatos somos “testigos” de la Trinidad, no tanto como individuos, sino como “comunidades apostólicas”.
La comunión es la meta primordial de la misión de Dios y de nuestro trabajo misionero. El documento
La Vida fraterna en Comunidad declara: “El sentido del apostolado es llevar a los hombres a la unión con Dios y a la unidad entre sí mediante la caridad divina. . . . La comunión fraterna está, en efecto, en el principio y en el fin del apostolado.”(2d)
El documento del Capítulo de 1992 toma la misma dirección: “Siendo ‘un solo corazón y una sola alma’ (Hch 4,32), nuestras comunidades serán cada vez más apostólicas por la calidad de su testimonio, dando así un ‘fruto que permanece’” (Jn 15,16). (TCA 13). Al vivir de acuerdo a dichos estándares, nuestra vida comunitaria “da a este mundo razones para esperar, en su esfuerzo por salir de su disgregación y dispersión.” (TCA 8).
Considerando este antecedente, las comunidades piloto internacionales propuestas por el Capítulo del 2004, se presentan como un modelo concreto de misión de forma muy oportuna. Dan testimonio de la comunión y tienen también el potencial de mostrar nuevas formas de vida en la Iglesia, como las Comunidades Eclesiales Básicas o las iglesias locales, que enriquecen enormemente a las iglesias nacionales. Puesto que como Oblatos, aún luchamos por la dimensión de la comunidad en nuestras vidas, las comunidades piloto no serán fáciles de establecer, pero podemos confiar en que algún día se realizará el gran paso de avance.
IV. Cualidades de la comunidad Oblata en la actualidad
Después de las reflexiones teológicas, consideremos ahora que la comunidad no sólo requiere un alma, sino también un cuerpo: debe haber un buen funcionamiento en las relaciones interpersonales, al igual que un cierto nivel de organización. Analicemos estas relaciones de acuerdo a sus diferentes niveles y discutamos entonces cómo se expresan en varios tipos de comunidad.
1. Relaciones al vivir en comunidad
El énfasis del testamento espiritual del Fundador es sobre la comunidad – “caridad”, que se repite tres veces y sólo entonces en la misión
ad extra, - el “celo por la salvación de las almas”. El mismo énfasis es evidente en su correspondencia con los Oblatos; los expertos
[9] han notado que le dedica aproximadamente tres veces más espacio a los temas referentes a la comunidad que a las cuestiones pastorales. Cómo personificamos la vida en comunidad en nuestros días? Cómo la hacemos completamente humana, cristiana y acorde a los valores de la vida religiosa?
a) Haciendo nuestras comunidades completamente humanas
El Capítulo General de 1966 tenía razón al subrayar la dimension humana de la vida común. Permítanme mencionar tres temas que requieren estar integrados y balanceados: el preocuparse unos por otros, la aceptación de las limitaciones y una cierta estructura.
En primer lugar, el preocuparse unos por otros: puede ser en forma individual, pero de igual forma, debe realizarlo la comunidad como tal. En ocasiones, el pequeño grupo local de Oblatos puede enriquecerse al unirse a una base más grande, a la comunidad de distrito, con asociados laicos o invitados especiales.
En segundo término, debemos estar conscientes de que la comunidad no cubrirá todas nuestras necesidades de intimidad y nunca será ideal. No nos hemos elegido unos a otros, no estamos casados entre nosotros y por lo mismo no podemos compensar una familia natural o el modelo de vida de una pareja. Mientras que algunas amistades darán el tono humano a nuestra vida, cierta soledad en relación a nuestro voto de celibato seguirá ahí. Además, en nuestras fraternidades, siempre encontraremos problemas de disfuncionalidad, al igual que en cualquier familia.
En tercer sitio, hay una necesidad de cierta forma, reglas y estructura. Todo grupo humano necesita un líder, y una comunidad sin él no tendría dirección. También requerimos límites que nos digan quién está invitado a nuestra casa y cuándo; debemos establecer qué tan a menudo se supone que estemos presentes; tenemos que elaborar agendas y calendarios. No significa que volvamos a un estilo de vida “monástico” antiguo o vivamos como en un gran seminario. Algunos pueden temer revivir traumas de autoritarismo que hayan experimentado. El estar de acuerdo con cierta estructura representa nuestro intento real de ser “miembros” de la comunidad.
Los retos humanos de vivir en grupo se vuelven aún mayores con la creciente diversidad cultural y la internacionalidad en nuestras comunidades. Al ya no poder encontrar un terreno común en las historias sobre los tiempos pasados en el noviciado, etc., sólo podremos tenerlo con la ayuda de nuestro carisma, nuestras Constituciones y Reglas. Necesitaremos que estas referencias sean cada vez más explícitas en nuestras comunidades locales y nos unan como congregación.
b) La vida en unión, como cristianos y religiosos
El centro de la primer comunidad de apóstoles fue Jesucristo, quien debe seguir siendo el centro de cualquier comunidad apostólica verdadera, aún hoy en día. San Eugenio exhorta a los Oblatos a “unirse estrechamente alrededor del Salvador, que ha establecido Su morada entre ustedes.”
[10] En el momento de separación de los Oblatos, les hace saber de su recuerdo durante la Misa y añade: “debemos reunirnos a menudo de esta forma en Jesucristo, nuestro centro común, donde todos nuestros corazones se vuelven uno y nuestros afectos son realizados.”. Esta relación debe hacerse explícita frecuentemente a través de la oración, de compartir la Biblia, la Eucaristía, etc.
Cómo podemos liberar el poder de la palabra de Dios y de la liturgia al construir nuestras comunidades apostólicas? Todos conocemos la importancia que San Eugenio daba a la
oraison, que es un medio de unión con Cristo Resucitado y de ampliar nuestra vida comunitaria más allá de los muros que nos rodean. Durante la
oraison, los Oblatos están unidos con Cristo y entre ellos, a pesar de la distancia que los separe: “Es la única forma de reducir las distancias, estar al mismo tiempo en la presencia de nuestro Señor, por así decirlo, estar lado a lado. No nos vemos físicamente, pero somos capaces de sentir la presencia de cada uno, escuchar a cada uno y perdernos en uno y el mismo punto central.”
[11] Aún en la actualidad, sigue siendo un importante medio para cristianizar nuestras comunidades. La liturgia común y la
oraison son por lo tanto, un mandato de nuestra Regla (C. 33).
2. Tipos de comunidad
Nuestras Constituciones y Reglas reconocen diferentes tipos de comunidad. “Cada Provincia es, a su manera, una verdadera comunidad apostólica,” según leemos en la C. 96. Pero el término tiene aplicación más directa a la comunidad local: “La vitalidad y eficacia de la Congregación se fundan, en gran parte, en la comunidad local.” (C. 76). A este nivel, las dos formas principales son las comunidades en las casas y las comunidades de distrito (C. 77). La segunda puede estar conformada de pequeñas Unidades de residencias u Oblatos viviendo solos (R. 77a). Recordemos que “la situación de un Oblato que vive solo debe considerarse siempre temporal.” [R. 92d]). Otros tipos de comunidad mencionados son los dedicados a la formación.
Además de la tipología que mencionan nuestras CC y RR, algunas de las provincias mayores han formado estructuras intermedias de animación entre los niveles locales y provinciales, conocidos comúnmente como áreas o sectores.
Aunque estas formas de vida en común ostentan buenas razones para su existencia, éste es el momento para discutir qué tipo de comunidad apostólica es el más adecuado a nuestras necesidades y al servicio de la misión.
La experiencia parece decirnos que las casas comunitarias no debieran ser demasiado pequeñas; debemos buscar tener al menos cuatro o cinco miembros viviendo juntos?
[12] Las comunidades de distrito no deben tener la intención de ocupar el lugar de las casas comunitarias; su propósito es enriquecer la vida comunitaria cuando las casas o residencias son más bien pequeñas y algunos de los Oblatos viven solos. En respeto a nuestro carisma, debemos evitar a toda costa que los jóvenes Oblatos comiencen y se acostumbren a vivir solos.
Las estructuras de animación como en el caso de las áreas o sectores, al igual que las comunidades de distrito, son de mucha utilidad. Aún las casas comunitarias de tamaño medio deben ser incluidas dentro de una estructura mayor, sea cual sea el nombre (distrito, sector o área) y permitir una interacción más enriquecedora, varias veces al año.
Por varias razones teológicas y misioneras, es importante atender la calidad de nuestra vida común, según se comenta anteriormente. Una razón más en especial, es que la comunidad puede atraer vocaciones y es el lugar adonde invitar personas que sientan el llamado de “venir y ver”.
[13] Lo anterior puede aplicarse a todo tipo de vocaciones, al Sacerdocio o como Hermanos, a nuestras Asociaciones Laicas u otras formas de vida cristiana. En este sentido, cualquiera de nuestras casas debiera ser un espacio listo para dar la bienvenida a las vocaciones. A excepción de las áreas privadas, debieran ser casas abiertas; la hospitalidad es uno de los signos a los que el mundo secularizado es más sensible. Me atrevo a decir que no habrá vocaciones Oblatas sin comunidades apostólicas que las acojan.
V. Conclusiones prácticas
De todo lo anterior puede quedar claro que no restamos de la misión la energía que utilizamos en nuestra comunidad. Por el contrario, la calidad de la misión Oblata dependerá de la solidez de su vida comunitaria. Encontramos algún llamado de acción en todo lo que hemos escuchado respecto a la Comunidad Apostólica Oblata en sus inicios, en la actualidad y en el futuro? Al tratarse de la acción, podemos distinguir entre medidas “políticas”, que a mediano plazo favorezcan la vitalidad de la comunidad apostólica y otras que podemos adoptar personalmente en este momento.
Como preámbulo a las conclusiones prácticas, a continuación se encuentra un listado combinado de propuestas de los Capítulos de 1992 y 2004 (cf. TCA 12, 15, 16, 23 y TE 28), así como la R 91a; todas son citas textuales. El orden de las palabras clave y el subrayado son de mi autoría. Considero importante lo siguiente:
* “descubrir a
Jesucristo a través de la oración personal y comunitaria”
* “
acoger al otro en su libertad y su diferencia”
* “reconocer los ministerios de las personas y apropiarse de ellos”
* “el compartir la vida, la oración, la misión y los bienes materiales”
* “el cuidado de sus miembros, ayudando a cada uno a desarrollar sus fuerzas y sus talentos”
* “Apoyo mutuo en circunstancias difíciles de la vida que disminuyen la esperanza”
* “originar la curación y la reconciliación”
* “La
integridad personal y comunitaria
”* “madurar nuestra responsabilidad mutua”
* “hacernos más transparentes unos a otros, hasta el punto de saber compartir a fondo nuestra historia personal, los proyectos misioneros y nuestra vida de fe”
* “promover la transparencia y el rendimiento de cuentas en todos los niveles”
* “dar cuenta a la comunidad del uso del dinero y de los bienes”
* “el examen de
estructuras que dan vida a la comunidad”
* “un ritmo regular de encuentros y retiros”
* investigar “la viabilidad y el tamaño de comunidades locales (casas y distritos) y la cuestión de Oblatos que viven solos”
* “el compromiso con la
Iglesia local”
* “la hospitalidad como expresión de nuestro espíritu de familia”
* “La retroalimentación reflexiva de personas fuera de la comunidad”
* “La posible inclusión de laicos y otros asociados en la comunidad y su misión”
A. Medidas estratégicas
Existen muchas formas de alcanzar la renovación comunitaria. Se me ocurre la siguiente estrategia para una provincia.
1. Profundizar en forma conjunta el conocimiento de nuestro carisma
Lo primero sería convencernos del valor de la vida comunitaria como algo esencial para nuestra Congregación. Mientras más conocimiento tengamos y mayor conciencia de nuestra herencia como hijos de de Mazenod, mas fuerte será nuestra convicción.
2. Preparación de los superiores locales
El desarrollo del espíritu de una comunidad toma tiempo y ocurre en su mayor parte a través del cuidado pastoral que el superior local de a cada miembro. “Es el pastor de sus hermanos. Reúne a la comunidad… La calidad de los superiores locales es determinante para la vida de la Congregación.” (TAC 23,6). Los líderes locales merecen todo el apoyo y la ayuda que necesiten y su animación debe ser una prioridad para el superior mayor.
3. Creación de estructuras amigables con la comunidad
En ocasiones, una provincia puede tener una estructura y tipos de compromiso misionero que no promueven la vida comunitaria; por ejemplo debido a las distancias o puestos únicos. Esto puede deberse a razones misioneras históricas o simplemente a que los Oblatos, por su propio celo, tienden a estar demasiado forzados. Los cambios estructurales y geográficos pueden ser previstos al vivir en comunidad; se trata nuevamente de un proceso que tomará tiempo.
4. Promover la vocación como Hermano
Los Capítulos recientes mencionan a los Hermanos Oblatos en el contexto de nuestro llamado como religiosos.
[14] Qué pueden decirnos los Hermanos respecto a nuestro carisma, tanto en su aspecto misionero como comunitario? Cómo podemos dar mayor promoción a esta vocación? Recientemente se estableció el “Comité Permanente para los Hermanos Oblatos”, para ayudarnos a apreciar nuestra identidad Oblata a través de la visión de los Hermanos.
5. De vuelta al erario común
Finalmente, pero no menos importante, deseo mencionar el papel que tienen las normas financieras en nuestra vida en conjunto. Una de las palabras clave es la responsabilidad. En cuanto a los temas más importantes, se debe dar cuenta y hacer llegar un presupuesto a la comunidad, no sólo al tesorero y/o superior. Somos todos responsables, como grupo, de vivir nuestro voto de pobreza, respetar la justicia y la compasión, considerar la situación de los pobres y nuestra responsabilidad hacia el medio ambiente. Al realizar esta co-participación, el erario común es el medio utilizado en la vida religiosa.
Si el compartir no es suficientemente vasto en las provincias, deberemos realizar un proceso bien elaborado y cimentar una mayor confianza para compartir las finanzas más abiertamente. Justo desde la primera formación, es necesaria una reflexión enfocada hacia la parte financiera y su uso en la sociedad moderna. Requerimos cuidar no sólo nuestros egresos, sino también atraer ingresos como una contribución al erario común. En la Congregación queda bastante claro que es necesario un mayor esfuerzo hacia nuestro ideal de compartir, para que ya no haya Oblatos pobres y ricos dentro de una Provincia y que nuestro estilo de vida siga siendo modesto.
Tomará algún tiempo para ver el cambio en una provincia o delegación respecto a la calidad de la vida común. Mientras tanto, cada uno de nosotros podemos dar pasos prácticos en una iniciativa propia.
B. Dos resoluciones para un compromiso personal
1. Permítanme tomar la vida fraterna seriamente, como un elemento esencial de mi trabajo misionero.
El Capítulo de 1992 hizo una declaración sorprendente: “Perseguir activamente la calidad de nuestra comunidad … he ahí nuestra primera tarea de evangelización.” (TAC 7). Es cuestión de ver a la comunidad como prioritaria. Necesitamos hacer un esfuerzo consciente, pues nada ocurrirá por sí mismo. “La comunidad no se improvisa.”
[15] “Guarda tu dinero donde está tu boca”, dice la gente en cuestiones financieras, al tratarse de gastos presupuestales. Estoy listo para presupuestar mi tiempo y esfuerzo por mi comunidad?
2. Permítanme aceptar la necesidad de ascetismo.
“La comunidad sin mística no tiene alma, pero sin ascesis no tiene cuerpo.” dice
La Vida fraterna en Comunidad (23). Al entregar su cuerpo a la comunidad, todos necesitarán disciplina, algo de ascetismo. Los ejemplos de esta disciplina necesaria son muchos: oración común en horas en las que pueden no ser mi preferencia personal, incluyendo la
oraison, reuniones periódicas, aún si ya hay demasiadas, pedir permiso y dar cuenta, recibir a las visitas y tal vez jóvenes que desean venir a ver. Para dar una imagen del ascetismo, pienso en el Fundador en sus últimos años. A la edad de 75, aún escribía en forma regular a cerca de 200 Oblatos diseminados en lugares cercanos y remotos, aún fuera. Se conservan cerca de 2000 de sus cartas. Menciona en su correspondencia con San J. Gerard, el enorme archivo lleno de correspondencia “familiar”, esperando respuesta. Esta fue una ardua forma de disciplina que se impuso a sí mismo, para hacer realidad la comunidad!
* * * *
Para concluir, me dirijo a nuestra madre común por su intercesión en esta cuestión vital. “María Inmaculada es la Madre de nuestra comunidad apostólica”, expresó el Capítulo en 1992. Ella se hizo nuestra madre bajo la cruz al adoptar a Juan y con él a todos los discípulos como sus hijos. Desde entonces Ella vive entre nosotros.
Ella es nuestro modelo de fe, y siguiendo su ejemplo, seguiremos a la altura de nuestro compromiso como apóstoles. “María es nuestro modelo en su consagración a los valores del Reino y su testimonio único en medio de la primera comunidad de su Hijo.”
[16] Con su presencia, la comunidad apostólica Oblata podrá imitar a las primeras comunidades en la época de nuestro Fundador y en última instancia la comunidad de Jesús. Podremos “revivir la unidad de los Apóstoles con Él, y la común misión de su Espíritu.” (C. 3)
24 Marzo 2008
Wilhelm Steckling, OMI
Superior General
[1] Octubre 8, 1835 carta al P. Eugenio Bruno Guigues en
Oblate Writings I, vol. 8, no. 547, pág. 178.
[2]Diccionario de los Valores Oblatos, Roma 2000, artículo sobre la COMUNIDAD por Frank Santucci, pág. 180.
[3] Plenaria de CIVCSVA – 20-11-1992.
[4] CIVCSVA,
La Vida fraterna en Comunidad, 1994.
[5] Y. Beaudoin, « La communauté apostolique selon le fondateur »,
Vie-Oblate-Life 1995, pág. 136.
[6] Dict. Valores OMI, pág. 174.
[7] ibid., 175.
[8] Leflon escribe: “En la opinión del Obispo de Mazenod, la vida común era la piedra angular de su labor por entero; coronaba éste en el ápice, asegurando por lo tanto la soliddez de toda la reconstrucción religiosa a la que había consagrado su episcopado”. Cita en
Oblate Writings XII, Roma 1989, pág. XXXVII.
[9] Ver Y. Beaudoin, « La communauté apostolique selon le fondateur »,
Vie-Oblate-Life 1995, según la cita anterior : Les « exhortations aux Oblats, au cours de sa vie, [de St-Eugène, sont] au moins trois fois plus nombreuses au sujet de la communauté régulière et charitable que celles invitant au zèle apostolique qui a rarement fait défaut chez les Oblats ».
[10] Cf.
Diccionario, pág. 173.
[11] ibid.
[12] La C. 92 menciona “un mínimo de tres Oblatos”.
[13] “Nuestras casas acogerán de buen grado a aquellos que desean venir a ver, y experimentar nuestra vida. Los ayudaremos fraternalmente a discernir …C. 53.
[14] Leemos en EPM: “Se ha hablado mucho, en este capitulo, de los oblatos hermanos. Vivida de forma muy variada en la congregación, la vocación del hermano recuerda a todos los oblatos su consagración religiosa.” (25)
[15] La Vida fraterna en Comunidad, 21.
[16] Testigos en Comunidad Apostólica, #45.
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