284 - Septiembre 2008

Testigos del Mundo
Padre Guillermo Steckling, OMI
Superior General
ENCUENTRO INTERNACIONAL DE JÓVENES OBLATOS 2008
Discurso principal en el Festival del Carisma


Declaración final del Congreso Internacional Oblato
sobre la Misión con Jóvenes


Testigos del Mundo

Padre Guillermo Steckling, OMI
Superior General
ENCUENTRO INTERNACIONAL DE JÓVENES OBLATOS 2008
Discurso principal en el Festival del Carisma


En los grandes eventos deportivos, a menudo la televisión transmite entrevistas con algún atleta justo después del encuentro. ¿Por qué lo hacen? El campeón está transpirando o recuperando el aliento – por qué no esperar hasta después de que se haya duchado? A los reporteros parece no interesarles – lo que los medios desean es mostrar la emoción del juego y la pasión encontrada. En otras palabras, no buscan un reportaje a distancia ni muy objetivo – quieren la entrevista con un testigo con impresiones frescas.

El tema de este Encuentro Internacional de Jóvenes Oblatos es acerca de dar testimonio. En forma más precisa, de ser “Testigos del Mundo”. El mundo realmente tiene representación aquí, justo en este grupo, y aún más en los grandes eventos de la Jornada Mundial Juvenil. La realidad es que: el mundo entero desea vernos, no así ver personas distantes y reservadas, esperan testigos. ¿Nos emociona o apasiona algo? ¡Esta es la oportunidad de mostrarlo! El Papa Juan Pablo dijo en su encíclica sobre la misión: “La gente hoy en día confía más en los testimonios que en los maestros; en la experiencia más que en la enseñanza y en la vida y la acción más que en las teorías. El testimonio de una vida cristiana es la primer e irremplazable forma de la misión”[1].

Ahora, puede ocurrírsenos una pregunta: ¿Cómo puedo ser testigo? Ya soy cristiano y tengo mis convicciones – ¿pero soy testigo? ¿Es siquiera posible que pueda llegar a serlo? Creo que la respuesta es “sí” pues el tema de la Jornada Mundial Juvenil en Sydney conlleva una promesa: “sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo; que vendrá sobre vosotros” (Hechos 1:8). Considerémoslo como primer punto de este discurso principal.

Como segundo tema, nos dirigiremos al mundo que nos rodea. Testigos del mundo – ¿pero cómo es este mundo, en especial visto desde el punto de vista del carisma Oblato?

Más adelante, como tercer y último paso, podemos hacernos una pregunta más: ¿de qué daré testimonio? ¿Qué es lo que se espera de mí para transmitir al mundo, en cuanto al contenido?

Comentaré sobre todo ello desde una perspectiva de los Oblatos y con vista a la Congregación por entero, presente en 67 países, pues estamos en el Encuentro Internacional de Jóvenes Oblatos 2008, en el Festival del Carisma Oblato.

I. ¿Podría convertirme en testigo?


Un cristiano sólo podrá ser testigo si ha tenido una experiencia de Cristo en su vida. Un testigo habla sobre cosas que le sucedieron realmente y de las cuáles él o ella está convencido. Por ejemplo, los apóstoles y María habían visto a Cristo Resucitado, por lo que no podían mantenerlo en secreto. Este es el primer paso en la conversión a ser testigos, una experiencia de Dios en Cristo.

Nuestro carisma Oblato tuvo su inicio cuando San Eugenio, a la edad de 25 años experimentó a Cristo el Viernes Santo. Lloró amargamente por sus pecados y al mismo tiempo derramó lágrimas de alegría por el amor que sintió. Antes de ello, había vivido muchas otras cosas: ser refugiado cuando niño, sentir aburrimiento en el exilio siendo un adolescente solitario, participar en fiestas organizadas por sus amigos en Sicilia, hacer planes de matrimonio de vuelta en Francia, el divorcio de sus padres, la dificultad de encontrar el sentido en todo ello. Todo esto le sucedió a San Eugenio.

Existe una diferencia entre los simples sucesos y una experiencia verdadera. Para algunas personas sólo les suceden cosas y no obtienen ningún aprendizaje, no reflexionan en ellas y pueden llegar a destrozarlas. Las experiencias necesitan ser procesadas, digeridas y finalmente expuestas a la vista de Dios. Lo que los demás me hayan hecho puede ser malo y puedo no tener una reacción inteligente. Sin embargo, puedo hacer que la experiencia valga la pena y quizá hasta pueda ser una experiencia en Dios si se la muestro a El. Esto es con lo que Eugenio de Mazenod había estado luchando varias veces antes de aquel Viernes Santo. Entonces súbitamente la liturgia le habló y se dio el cambio. Confesó sus pecados y los eventos de su vida surgieron en un encuentro mucho más fuerte con Cristo Salvador.

En base a ello, pudo convertirse en testigo de lo que había visto y escuchado. Leemos lo mismo en la Biblia, en la Primer Epístola de Juan:… “… lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos… pues la Vida se manifestó y nosotros la hemos visto y daremos testimonio (1 Jn 1:1-3).

Hay un segundo paso después de la experiencia de Dios en Cristo. Los apóstoles, María y los otros discípulos habían visto a Cristo Resucitado el Domingo de Pascua, pero no se convirtieron en testigos activos de inmediato. Primero debieron recibir el poder por completo, les llevó 50 días. “Recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga a ustedes; y ustedes serán mis testigos” es el tema de la Jornada Mundial Juvenil. Necesitamos un don especial del Espíritu Santo para convertirnos en testigos.

Este don especial también se conoce como “carisma” y existen muchos diferentes carismas del Espíritu Santo. Ustedes se encuentran aquí como Jóvenes Oblatos, atraídos por uno de los dones del Espíritu, que es el carisma de los Oblatos. Una realidad que gradualmente tomó forma después de la experiencia de Dios de San Eugenio ese Viernes Santo, que tardó algún tiempo en desarrollarse. Más y más se sintió con poder para trabajar con los pobres, los sirvientes domésticos, los prisioneros. Comenzó un movimiento juvenil con cientos de miembros, gente muy comprometida. Finalmente pudo transmitir dicho poder, este carisma, a un grupo de compañeros, cuando en 1816 fundó la Congregación de los Oblatos.

Podría yo recibir ese poder? Por supuesto que sí – en nuestra vida cristiana sucede a través del Sacramento de la Confirmación. Sí, es posible – el Espíritu Santo también es para mí y todos deben escuchar su llamado, todos tienen una vocación de dar testimonio, a su propio modo.

En el centro de la Congregación de los Oblatos, encontramos un tercer elemento en el proceso de convertirnos en testigos, y es una hermosa sorpresa: como testigo, nunca estaré solo. Al permanecer solo, no duraría mucho, pero el Espíritu siempre crea una comunidad que me apoye y rete. El Papa Benedicto dice en su mensaje a esta Jornada Juvenil Mundial: “La capacidad fructífera apostólica y misionera no se debe principalmente a los programas ni métodos pastorales que se elaboran inteligente y ´eficientemente´, sino es el resultado de la constante oración de la comunidad.” Este fue el caso en el Cuarto Superior en Pentecostés; eso fue lo que sucedió cuando el carisma Oblato cobró vida y se repite siempre que la Iglesia celebra la Eucaristía. La promesa de Cristo no dice: serás mi testigo, sino “serán mis testigos”, en plural.

En forma personal, a mí Wilhelm Steckling, me habría sido difícil convertirme en misionero sin el apoyo y el reto de la comunidad, y en el caso de los Oblatos, esta comunidad se siente como una buena familia que me anima y en ocasiones me empuja.

Así que ahora ya sabemos cómo convertirnos en testigos: experimentando a Dios en nuestra vida, recibiendo el poder del Espíritu Santo y con el apoyo de un grupo, una comunidad. Aunque esto es sólo la etapa inicial del viaje, sería ya una razón suficiente para formar parte de la juventud Oblata. Pero no podemos detenernos ahí, el Espíritu Santo, Espíritu de Fortaleza y Testimonio, nos anima a ir más allá. El Papa Benedicto nos dice en su mensaje a la JMJ: “Nunca olviden que la Iglesia, de hecho la humanidad misma, toda la gente a su alrededor ahora y aquéllos que les esperan en el futuro, esperan mucho de los jóvenes, pues tienen en su interior el don supremo del Padre, el Espíritu de Jesús”. ¿Qué más puede esperar el mundo de nosotros?

El mundo actual es muy crítico y exigente. Nuestro testimonio deberá tomar una forma especial, de acuerdo al contexto en el que vivimos. Reflexionemos en ello, como siguiente paso.

II. “Testigos del mundo” – ¿qué mundo?


Una vez que hayamos despertado a convertirnos en testigos, miraremos el mundo que nos rodea con nuevos ojos. Antes que nada, veremos su belleza, su enorme riqueza y potencial. Muchos de ustedes han hecho un largo, largo viaje para llegar aquí; han volado sobre países de los que sólo habían oído. En este encuentro juvenil tenemos la representación de muchos países. Apreciemos las diferentes culturas, disfrutémoslas y demos gracias a Dios por ellas. Somos diferentes en tantas formas – por ejemplo, al saludarnos: con las manos, sólo con un gesto o sólo un saludo. También somos diferentes en muchos otros aspectos: una familia africana no es igual a una de América del Norte o de Europa y en Asia se cocina diferente comida que en Latinoamérica. La música también, las canciones y bailes en este grupo deben contener una gran variedad. Hay tanta bondad en ello, tanta belleza y potencial para un futuro brillante para este planeta.

Hemos estado igualmente en contacto con los problemas en otros países y la injusticia en el mundo y tal vez aquí mismo encuentren jóvenes de algún país en el que tengan interés especial y quieran saber cómo se sienten y piensan. Somos un grupo sumamente privilegiado al poder estar en Australia como punto de encuentro y creo que esto en sí conlleva una gran responsabilidad.

Al distinguir los problemas, hagámoslo en el espíritu del carisma Oblato. El Directorio de la Congregación nos dice que veamos al mundo a través de los ojos del Salvador crucificado. Se encuentra en la cruz, pero nuestras creencias nos dicen que también nos salva.

Las estadísticas en relación a los problemas en el mundo son bien conocidas y sólo menciono algunas de ellas.

 

  • Para 2050, según las Naciones Unidas, puede haber 3.5 billones de habitantes en barrios pobres de un total de población urbana de cerca de 6 billones. Más de la mitad de nuestras ciudades estarán formadas de barrios pobres.
  • El número de naciones descritas como menos desarrolladas se ha incrementado de 25 en 1970 a 49 actualmente. El número de naciones pobres se ha duplicado desde 1970!
  • De nuevo, la mitad del mundo – cerca de tres billones de personas – viven con menos de dos dólares al día.
  • La mitad de los niños del mundo viven en la pobreza.
  • Finalmente, sólo en Europa, se estima que más de 200,000 mujeres y niñas son llevadas de contrabando de Europa Central y del Este y de las antiguas repúblicas soviéticas cada año, a formas modernas de esclavitud, en especial la prostitución.

¿Cómo lo manejamos? Mi reacción siempre es darme cuenta de que vivo en una pequeña isla de prosperidad. Soy afortunado, pero creo firmemente que me debo a la gente alrededor que no vive en la isla. Nos debemos a los pobres; “ellos son nuestros amos”, diría San Vicente de Paul. Se ha dicho que “¡Nadie llega al cielo sin una carta de recomendación de los pobres!”. Este postulado se atribuye al Rev. James Forbes, pastor protestante de la Iglesia Riverside en Nueva York.

La tentación es por supuesto darnos por vencidos al encarar la magnitud de dichos problemas. El Papa Benedicto escribe en el mensaje ya mencionado: “Muchos jóvenes ven sus vidas con aprehensión y hacen muchas preguntas sobre su futuro. Con ansiedad preguntan: ¿Cómo podemos encajar en un mundo marcado por tan grandes injusticias y tanto sufrimiento? ¿Cómo debemos reaccionar ante el egoísmo y la violencia, que a menudo parecen prevalecer? ¿Cómo podemos dar un significado verdadero a la vida?”

Algo es verdad: con sus bondades y problemas, éste es el mundo en que nacimos y es aquí y no en ningún otro lugar donde somos llamados a dar testimonio.

III. Testigos del mundo – a través de la fe, la esperanza y el amor


Llegamos ahora a la tercer pregunta: ¿en el mundo, de qué voy a dar testimonio? ¿Qué voy a decir? ¿Qué es lo que se supone debo transmitir a la gente?

Para decirlo sencillamente, propongo que usemos las tres virtudes cristianas, fe, esperanza y amor. Sin embargo, invertiremos el orden. En nuestro viaje personal, probablemente iniciemos con la fe, sigamos hacia la esperanza y finalmente nos convirtamos en personas amorosas. Para dar testimonio en el mundo podemos querer empezar con el amor, por ser el idioma que todos entendemos: luego trataremos de traer esperanza y en tercer lugar compartiremos la fe que nos inspira. En todo ello, la tradición cristiana nos dice que la fe, la esperanza y el amor vienen directamente de Dios; si están presentes en nosotros, significa que el Espíritu Santo de Dios habita en nosotros.



1. Testigos del Amor


El amor y la amistad son lenguajes universales; este testimonio como mencioné, es fácilmente aceptado y comprendido. Tiene dos ángulos: que somos buenos amigos entre nosotros como cristianos en nuestro grupo, y que tenemos caridad para los que están fuera. En ambos aspectos el carisma Oblato parece tener algo especial; entre nosotros existe un espíritu de familia, una sencillez que heredamos de San Eugenio – así era su estilo. Y hacia los que están fuera, tenemos una clara tendencia: la preferencia por los más abandonados y por los pobres.

En primer lugar comentemos sobre el amor a los pobres. Eugenio fue un hombre compasivo. Por ejemplo, en la prisión de Aix, pasaba la noche con los condenados a muerte. También arriesgaba su vida por los soldados australianos en el campo de prisión en Aix, donde contrajo el tifo y estuvo a punto de morir. Sus grupos de jóvenes pidieron por él intensamente y obtuvo la curación. Existen muchos ejemplos de su preferencia por los más abandonados a lo largo de la historia de la misión de los Oblatos, el alcance en el norte de Canadá nada menos. Algunos misioneros dedicaron su vida entera a algunos cientos de nativos, indios y esquimales, como se les conoce.

Hay una pequeña historia que describe bien las preferencias del carisma Oblato, aunque se refiere a alguien más. La oí del P. Ron Rolheiser y se trata del fundador del Ejército de Salvación, William Booth. Durante una guerra mucha gente no tenía suficiente que comer y un grupo de ministros de las iglesias, muchos de ellos sufriendo hambre también, se reunieron para discutir cómo distribuir las pequeñas cantidades de comida que tenían. Se entendía que cada iglesia debía cuidar a los propios. El rector Episcopal local se levantó y dijo: “¡Iglesia mía, síganme!” El ministro Presbiteriano se levantó y dijo: “¡Síganme los míos!” y las demás denominaciones hicieron lo mismo. Pero aún quedaban muchos. Fue entonces que William Booth se levantó y dijo: “¡Todos ustedes que no pertenecen a ninguno, síganme!”. ¡De igual forma pudo haber sido San Eugenio!

Se dice y con justa razón, que podemos tener alguna duda sobre la compasión por los pobres y los más abandonados; que no es suficiente dar de comer a un pobre, sino que sería mejor enseñarles a pescar e incluso ayudarles a recuperar la propiedad del río. Será importante reconocer que el amor cristiano se preocupa también por cambiar el mundo y la injusticia de sus estructuras. Tocaremos el tema cuando hablemos de la esperanza. Pero para que se den los cambios en las estructuras, de inicio debe haber compasión y amor genuinos. Hay otro dicho que cuenta: piensa a nivel global, actúa localmente. Así es, pensemos en forma global sobre el 50% de la humanidad que vive con $2 al día, pero también actuemos en forma local con aquéllos que no pueden esperar a que podamos cambiar las estructuras.

El amor por las personas puede parecer incapaz de cambiar al mundo – ¿pero quién sabe? El amor cristiano da testimonio del respeto que Dios nos tiene y del perdón y misericordia que hemos experimentado en Cristo – y este respeto y compasión ayuda a que la gente reconozca su propio valor y los encumbra. La baja auto-estima, el odio por uno mismo es a menudo la razón por la que los pobres no levantan la cabeza- hay quienes los llama parias, los trata como esclavos y los pobres terminan exactamente pareciendo eso, gente indigna. Necesitan el ánimo que nuestro amor les da. ¿Nos parece conocido a aquéllos de nosotros que conocemos el sermón que San Eugenio una vez predicó a los pobres? “Los pobres de Jesucristo, los afligidos y desdichados, los enfermos, los que sufren y los que están llenos de dolor, etc., a quienes abruma la miseria, hermanos míos, mis queridos hermanos, mis queridos respetables hermanos, escúchenme. Ustedes son los hijos de Dios, los hermanos y hermanas de Jesucristo, los co-herederos de Su reino eterno…”.

Ustedes sabrán mejor que yo cómo aplicarlo a su trabajo con los jóvenes, al que se encuentran comprometidos; cómo la amistad puede mostrarse en forma especial a quienes más la necesitan. Habrá oportunidad de reflexionar en ello en grupos.

Tengo la convicción firme de que este primer tipo de testimonio al mundo, un testimonio de amor compasivo es altamente efectivo, aunque de inicio sólo marque la diferencia a nivel microcosmo. Empieza justo con nuestro vecino – como en la historia del Buen Samaritano. En primer lugar lo que cuenta es la calidad, no la cantidad de logros – la cantidad vendrá después.

Además, el testimonio del amor tiene que pasar por una prueba, que es la comunidad. La compasión para los de fuera sólo será auténtica si también somos capaces de ser buenos amigos entre nosotros. Los apóstoles de Cristo hoy en día deben someterse a esta prueba, al igual que los apóstoles a menudo tuvieron que superar sus desacuerdos. El microcosmo se reduce aún más, ya que tratamos con un pequeño mundo de personas a quienes conocemos muy bien. En sus cartas, San Eugenio insiste a menudo en la calidad de las relaciones en los grupos, en las comunidades. El amor vivido también en comunidad, habla en tono alto a la gente. La gente dirá de nosotros lo que se comentaba sobre los primeros cristianos: vean cómo se aman unos a otros.

Dar testimonio al mundo empieza en estos dos lugares: en el amor compasivo por los necesitados y en la amistad entre los compañeros de Cristo.

2. Testigos de la esperanza


La esperanza da al amor una dimensión mayor en nuestro testimonio al mundo; podríamos decir que nos lleva del microcosmo al nivel macro. Con el tiempo, el amor enciende una nueva esperanza en la gente – comienzan a creer que las cosas pueden ser diferentes.

De dónde viene nuestra esperanza? El gran horizonte de la esperanza, del que los primeros cristianos no tenían temor de hablar, es el nuevo cielo y la nueva tierra, es el Reino de Dios que ha de venir. Ya no será en formas ocultas como el nacimiento de Cristo, sino abiertamente, como el rayo que destella de un lado al otro del cielo. Los cristianos viven con la esperanza de la segunda llegada de Cristo y por lo tanto, no hay problema en esperar cambios, aun ahora en una pequeña escala. Es por ello que trabajan por ejemplo, tratando de lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas (ODMs): reducir la pobreza, dar educación, dar poder a las mujeres, vencer la malaria y el SIDA, etc. Nuestro testimonio de esperanza debe ser dar a otros la impresión de que nosotros los cristianos, de alguna forma “sabemos” y tenemos la seguridad de que las cosas van a cambiar.

En la vida de San Eugenio encontramos esta virtud reflejada en el espíritu de atreverse. “Nada hay que dejar sin atreverse” solía decir. En 1840 contaba con cerca de 40 Oblatos y se encontraban ya con demasiado esfuerzo, pero se atrevió a enviarlos a Canadá, Irlanda, Sri Lanka y Sudáfrica – y sucedió que 20 años después, como por obra de un milagro, habían aumentado a 400. Ciertamente él y los primeros Oblatos fueron hombres de esperanza y se atrevieron a cruzar fronteras para difundir la esperanza en todas partes.

Cómo podemos vivir de acuerdo a esta esperanza hoy en día? Una forma especial de expresión de la esperanza actualmente es la solidaridad, que significa que nuestra compasión espontánea hacia la gente, nuestros sentimientos de amistad trasciendan las emociones efímeras. Permítanme dar un ejemplo. En las grandes ciudades, a menudo se encuentran jóvenes en los semáforos, ansiosos de limpiar los parabrisas o de vender algo. Lo primero que les debemos es nuestra compasión; no seamos groseros con ellos al no poder aceptar sus servicios cada vez; ocasionalmente podemos permitirles ganar unas monedas. La solidaridad va más allá de este primer gesto de compasión. Para desarrollar la solidaridad, deberíamos volver otro día con suficiente tiempo y preguntar a esas personas en los semáforos dónde y cómo viven. Más adelante podríamos encontrarnos luchando con ellos por sus derechos como inmigrantes y humanos.

En Australia existe una organización de los Oblatos llamada ‘Rosies’; sus miembros salen a la calle muchas noches durante el año para conocer a la gente con problemas, ofrecerles algo de té y además a ofrecerles su solidaridad en muchas formas. Alrededor del mundo los Oblatos y gente inspirada por San Eugenio tienen actividades en justicia, reconciliación, paz e integridad de la creación (JPIC), por ejemplo, enfrentando la guerra en Sri Lanka o defendiendo los derechos de las tribus en Bangladesh. Su solidaridad los lleva hasta las Naciones Unidas en Nueva York, donde su presencia es habitual.

La solidaridad es una excelente expresión de nuestra esperanza. Les doy tres razones de ello:

  • La solidaridad da testimonio del hecho de que creemos en los cambios – no sólo al final de los tiempos, sino aún ahora. “Un mundo diferente es posible” ha sido el estribillo en los recientes Foros Sociales Mundiales.
  • La solidaridad representa un compromiso a largo plazo, que es lo que necesita la gente.
  • La solidaridad imita la actitud de Cristo, quien siendo Dios, se hizo humano y voluntariamente padeció pobreza hasta Su muerte en la cruz.

No es de extrañar que podamos no encontrar fácil el dar testimonio de la esperanza a través de la solidaridad. ¿Realmente creemos en los cambios, si por el contrario la pobreza se incrementa y la violencia se disemina? ¿Estamos listos para los compromisos a largo plazo? ¿Estamos dispuestos a la pobreza voluntaria como la de Cristo y a arriesgar nuestras vidas? No olvidemos que la palabra ´testigo´ es una palabra griega del Nuevo Testamento que significa ´mártir´. Tenemos ante nosotros el ejemplo de muchos Oblatos que murieron violentamente ejerciendo su misión: el Bendito Jozef Cebula de Polonia, el Obispo Benjamín de Jesús y los Padres Benjamín, Inocencio y Rey Roda de Filipinas, Mauricio Levebvre en Bolivia, Mario Borzaga en Laos, el Obispo Yves Plumey y el P. Allard Mmako en África y muchos más, casi 65 en total.

Utilizando el lenguaje de la espiritualidad de los Oblatos, diríamos que la solidaridad requiere un espíritu de oblación, que significa “ofrecimiento”. Además de Cristo, el mayor ejemplo es María Inmaculada. Ella hizo un total ofrecimiento de su ser al decir “sí” al plan de Dios para ella. En nuestra espiritualidad, la oblación significa por consiguiente: entregar la vida de uno por completo a los planes de Dios. La oblación significa atreverse, soñar el sueño imposible de la solidaridad. También significa aceptar las consecuencias, que es el martirio en casos extremos, pero que normalmente consiste de pobreza apostólica. No me refiero al voto que los Oblatos hacen, sino a la espiritualidad de pobreza que proviene del ejemplo de Cristo. La Biblia dice de Cristo que “siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza.” (2 Cor 8:9). Por lo tanto, los testigos también comparten su tiempo y recursos con los pobres, comparten sus preocupaciones y parte de su pobreza.

¿Es esta nuestra reunión del “Encuentro Internacional de Jóvenes Oblatos” un acto de solidaridad? Sí lo es, pues han dejado sus zonas de confort haciendo grandes esfuerzos y sacrificios para venir y conocer a jóvenes de todo el orbe y tomar conciencia de todos los retos que enfrenta el mundo. Esta solidaridad resultará en esperanza para el mundo. Pero no debe quedarse así, la solidaridad debe continuar después del evento, debe llevar de la educación a la acción, como alguien ha dicho. “El primer acto de solidaridad es la disposición de aprender, aún cuando la información lo incomode a uno. La segunda tarea del reto es buscar formas de hacer algo con el conocimiento adquirido.”[2]

3. Testigos de la Fe


El dar testimonio de la fe puede ser difícil, al menos en ciertas circunstancias. Todo mundo comprende el amor, la esperanza es también fácilmente aceptada por muchos – pero dar testimonio de fe? Pensemos en aquéllos de ustedes que viven en ciertos países donde la conversión a la cristiandad se considera un crimen. Pensemos en las culturas secularizadas donde la Iglesia no cuenta en absoluto con buena prensa. Encontramos a quienes dicen que no debemos forzar nuestras convicciones en otros. El Papa Benedicto afirma en su mensaje de preparación para la jornada juvenil mundial del 2008: “Hay quienes piensan que presentar el precioso tesoro de la fe a la gente que no lo comparte, significa ser intolerantes hacia ellos, pero no es el caso, pues presentar a Cristo no es imponerlo.” El Papa hace una importante declaración: presentar a Cristo no es imponerlo. Podemos estar seguros de que Cristo sigue llamando y enviando apóstoles hoy en día, porque desea que todos sepamos que El se encuentra vivo y no muerto. Nuestro testimonio al mundo es finalmente hacia una persona viva y no sólo hacia una doctrina o un grupo de valores altos, pero impersonales.

Debemos tener claro que: en ocasiones debemos también compartir la razón de nuestra esperanza y amor y mostrar la semblanza que Dios reveló en Jesucristo y la poderosa participación del Espíritu Santo. Debemos proclamar el nombre de Jesucristo abiertamente. Sin embargo, el momento debe ser el oportuno. Es una cuestión de tiempo. ¿Cuándo se supone debemos dar el testimonio de fe? El momento oportuno será cuando la gente nos pregunte: “¿por qué lo haces?” En algunas circunstancias deberemos esperar casi toda nuestra vida antes de que nos hagan la pregunta y se nos permita hablar. San Pedro dice: “..siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza”. (1 Pe 3:15).

Pero al hacernos la pregunta, nuestra respuesta será: podemos amarnos y ser amigos entre nosotros pues sabemos que Dios nos amó antes; podemos derrochar esperanza pues ya esperamos el momento en que Cristo regrese a la tierra y renueve todas las cosas. A través de nuestro testimonio de amor y esperanza, llegará el momento en que demos testimonio de fe, que será el clímax de nuestra misión. Hemos recibido el poder del Espíritu Santo, el Espíritu de Fortaleza y Sabiduría. Una vez que iniciemos nuestro testimonio de fe, los dones del Espíritu pueden multiplicarse. No deseamos guardar egoístamente el poder de Dios para nosotros; queremos compartirlo con la gente, incluso el manantial del poder.

IV. Conclusión

Testimonio al mundo – al inicio nos preguntamos si somos capaces de convertirnos en cristianos que den testimonio y dijimos que sí. Así lo haremos, paso a paso: Dios nos habla a cada uno de nosotros personalmente y en formas únicas; sólo necesitamos escuchar. Dios entonces nos dará el poder del Espíritu Santo y en tercer lugar, habrá un grupo de otros testigos a nuestro alrededor. Después nos preguntamos en qué consistiría nuestro testimonio y lo descubrimos: se trata del amor, la esperanza y la fe. El amor porque nuestro testimonio se dará a partir de un corazón compasivo hacia quienes necesiten y el grupo de nuestros amigos deberá acompañarnos en armonía; esperanza, que tiene que ver con una mente decidida y valiente, que tiende a mostrar solidaridad a largo plazo, como lo hizo Cristo con nosotros hasta el final; y finalmente la fe, pues un testimonio ideal concluiría al entregar el manantial de nuestra fe.

Se me pidió tratar el tema de “Testigos del Mundo” desde la perspectiva de la Congregación de los Oblatos. Dentro de poco escucharán a cinco jóvenes que nos comentarán sobre el Testimonio al Mundo en su Región del continente y finalmente reflexionarán en grupos sobre su visión personal, que es la parte más importante. Todo ello fluirá al Congreso del Ministerio Oblato hacia los Jóvenes, programado al terminar la Jornada Juvenil Mundial, aquí mismo en Australia. Es el primero de su tipo, por lo que esperamos mucho de ustedes, al mostrarnos cómo llevar a la gente joven la plenitud de la vida.

Más adelante, al haber regresado a casa, comenzará realmente nuestro testimonio al mundo.
Gracias

P. Guillermo Steckling, OMI
Superior General

Declaración final del Congreso Internacional Oblato
sobre la Misión con Jóvenes


En Sydney, Australia, del 21 al 25 de Julio de 2008, unos 50 Misioneros Oblatos de María Inmaculada, Compañeros Laicos y Jóvenes representantes, junto con miembros de la Administración General, reunidos para enfatizar la importancia del ministerio con los jóvenes en el primer Congreso Internacional Oblato sobre la Misión con Jóvenes.

Las palabras de San Eugenio en las Reglas de 1818, “la dirección de la juventud debe ser considerada como un deber esencial en nuestro Instituto”, nos deja claro que este ministerio pertenece al carisma de nuestra Congregación. Recientemente, el Capítulo de 2004 declaró una vez más que es una auténtica misión oblata incorporándola a la Regla 7b.

Estamos agradecidos a los responsables de la Congregación por la oportunidad que nos dan de venir juntos para avanzar en el trabajo realizado por el 34º Capítulo General y el Encuentro Intercapitular de 2007. Bendecidos por la participación de representantes de toda la Congregación, este Congreso nos dio una oportunidad de reflexionar cómo compartimos nuestro carisma y misión con la juventud.

La Misión con los Jóvenes se ha convertido actualmente en algo crucial. Testigos de Esperanza menciona “la pobreza generalizada de los jóvenes de hoy”. De hecho, los jóvenes se enfrentan al secularismo, individualismo y consumismo de la actual cultura de globalización. Con el Capítulo de 2004 también nosotros expresamos la confianza en que la juventud tiene una “enorme capacidad para transformar la situación” (TE 17). Ellos no son meramente el futuro de la humanidad y la Iglesia, son también el presente. Leyendo los signos de los tiempos y respondiendo a las necesidades de nuestra misión, como oblatos, queremos intentarlo todo y asumir el desafío de caminar con los jóvenes.

Ellos nos desafían de diversas maneras. Escuchando sus expectativas, sentimos un fuerte llamado a ser personalmente fieles para vivir nuestra vida de tal manera que verdaderamente encarnemos nuestros valores oblatos; también nos sentimos llamados a abrir nuestras comunidades (y no sólo nuestros edificios) a la juventud. Tenemos que invitarles a participar en la misión a la cual Jesucristo nos ha llamado.

Esta declaración sobre nuestra Misión con los jóvenes como una prioridad se debe traducir en programas, personal y finanzas. Hemos discernido algunas áreas de misión con jóvenes que reclaman nuestra atención como miembros de la Familia Oblata:

  • Hemos escuchado especialmente el desafío de renovar nuestra misión en las parroquias, escuelas y centros de educación. Queremos estar especialmente al servicio de la juventud marginada y abandonada. En todos estos lugares queremos ver nuevas formas de evangelización, usando métodos a través de los cuales podamos compartir nuestras responsabilidades con los mismos jóvenes.
  • Tenemos que estar atentos a aquellos jóvenes que desean compartir nuestro carisma de una manera más profunda. Por lo tanto, debemos hacer disponibles los medios adecuados para compartir con ellos el carisma de San Eugenio, creando programas para la formación y asociación de aquellos jóvenes que pudieran sentirse especialmente llamados a trabajar con nosotros.
  • Colaboración con todo el mundo es una prioridad y debería acontecer a todos los niveles (local, provincial, regional y congregacional). Creemos que el nivel local debería ser el primero y principal, y adicionalmente también proponemos una mejor coordinación de los esfuerzos a los niveles interprovincial y regional.
  • Finalmente, hemos sentido la necesidad de prepararnos nosotros mismos de una forma adecuada para responder a esos desafíos como misioneros Oblatos. Creemos que cada Oblato, durante su formación primera, debería ser iniciado en esta misión y aprender cómo ser un compañero personal de los jóvenes en su camino hacia la madurez. Aquellos que han sido específicamente asignados a la Misión con los jóvenes deberían ayudar en este campo dando a los escolásticos y hermanos una adecuada y minuciosa formación.

Teniendo en cuenta la influencia de las nuevas tecnologías en la cultura juvenil, hemos intentado dar un primer paso comprometiéndonos nosotros mismos a colaborar en un nuevo sitio web dedicado a nuestra misión con los jóvenes en nuestra familia Oblata. Se puede encontrar en www.omiyouth.org. Allí publicaremos todos los documentos oficiales de este Congreso y, en el futuro, allí compartiremos nuestras experiencias, nuestros sueños y nuestras preocupaciones.

Esperamos que el Espíritu Santo nos inspire para que podamos hacer una reflexión orante de los deseos y propuestas del Congreso y encontremos caminos para que cobren vida en nuestras comunidades locales y Unidades así como en la Congregación en su conjunto. Ha llegado la hora de pasar de la palabra escrita a la acción concreta.

Que los jóvenes continúen inspirándonos como lo han hecho en Australia durante el Encuentro Internacional de la Juventud Oblata, la Jornada Mundial de la Juventud y el Primer Congreso Internacional Oblato de la Misión con los Jóvenes. Que aprendamos a escuchar a las jóvenes generaciones y acompañarlas como lo hizo San Eugenio de Mazenod. Y que aprendamos de María Inmaculada, la siempre joven, cómo dar una adecuada respuesta evangelizando los jóvenes, especialmente a los que de entre ellos están más abandonados.

Les saludamos en el nombre del Señor,

Los participantes del Primer Congreso Oblato de la Misión con los Jóvenes.

 

 


[1] Redemptoris Missio 42.
[2] Catholic Update, What Catholics should know about solidarity, June 2007.

DOCUMENTACIÓN OMI es una publicación no oficial
de la Administración general de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada
C.P. 9061, 00100 ROMA-AURELIO, Italia
Fax (39) 06 39 37 53 22 E-mail: information@omigen.org


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