285 - Noviembre 2008

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Los Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
El nombre, el proyecto…

(María en el anuncio misionero ayer y hoy,
en los Misioneros Oblatos de María Inmaculada)
Por Michel Courvoisier, OMI

La Sociedad francesa de Estudios marianos organiza cada año una Sesión sobre un tema de su competencia. Por ejemplo, en 1999 en La Salette fue: “La Virgen en la catequesis, ayer y hoy”, y en 2001 en Lourdes “el lugar del Virgen en la enseñanza de la teología y la catequesis de los adultos”. El tema propuesto, que actualmente ocupa dos sesiones (2006 y 2007), es “María en el anuncio misionero, ayer y hoy”. Se pidió algunas intervenciones a las distintas familias misioneras: Espirituanos, Padres Blancos, La Salette, Hermanas del p. Kolbe, Montfortianos, Javerianos, OMI… Habiendo sido encargado de representar a los Oblatos, redacté dos documentos. La SFEM publicará el documento simplificado y otros agregados, que se ajustan al marco pedido para el Congreso. Aquí se encontrará un texto un poco más desarrollado, con numerosas y más largas citas. Se trata por supuesto de una prueba, sin pretensión doctrinal, sujeta a la crítica, y también queriendo contribuir a la formulación de nuestra identidad de Misioneros Oblatos de María Inmaculada.

Introducción


La cuestión planteada fue: María en el anuncio misionero ayer y hoy, en los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, lo que me apareció como un desafío.

Porque evidentemente, es presuntuoso pretender resumir en algunas páginas lo que fue y se vive desde esta perspectiva en los escasos dos siglos de existencia de una congregación muy internacional, discretamente descentralizada.

Pero sobre todo porque nuestro nombre de Oblatos de María Inmaculada puede suscitar, con relación al tema de nuestro Congreso, esperas que corran el riesgo de decepcionar. Seamos claros. A pesar de nuestro nombre, no parece que la Inmaculada Concepción, ni incluso María nunca hayan estado entre nosotros en el centro del anuncio misionero o de la espiritualidad. Los Oblatos han conocido bastante, durante un largo período, al Sagrado Corazón de Jesús, más de un cuarto siglo de su existencia. La misión que se les había confiado en Montmartre tuvo una profunda repercusión sobre todo el instituto. Por el contrario, no hubo un período dedicado a María Inmaculada, ni después de la definición dogmática de 1854, ni tampoco, después de la asunción del santuario de Pontmain.

De ahí el título un tanto enigmático que di a esta exposición: “Los Misioneros OMI, el nombre, el proyecto”. Por supuesto que me coloqué en la perspectiva de nuestro Congreso.

Período de fundación


El período de fundación de los Oblatos es, por lo que se refiere a María, bastante paradójico.

En la primavera 1813, Eugenio de Mazenod, joven sacerdote, de reciente regreso en Aix-en-Provence, fundó una congregación para la juventud cristiana, “establecida bajo la invocación de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen”. Es su primera obra. Los jóvenes “se consagran a la Virgen”, deben rezar a María, con el Oficio Parvo, con el Rosario semanal y la Salve, celebrar sus fiestas y hacer “cortas jaculatorias” a María. No se encuentra sin embargo ni en los estatutos, ni en las actas de las actividades, los elementos de lo que sería una espiritualidad mariana. Se pide un Acto de consagración a los jóvenes pertenecientes a la congregación, pero se trata de una consagración a la Santísima Trinidad “por las manos de la Santísima Virgen, María Inmaculada nuestra madre y patrona”. Hay que recordar esto.

1816. Eugenio de Mazenod agrupa a algunos sacerdotes con el fin de predicar misiones parroquiales en provenzal. Se dan el nombre de Misioneros de Provenza. Ni en los primeros documentos oficiales (estatutos, autorización de la diócesis), ni en las actas de las primeras misiones, se menciona a la Virgen María. La misión de Marignane, en noviembre-diciembre de 1816, es la primera de la que se guarda una larga acta, redactada por él mismo Eugenio de Mazenod. “Ninguna mención de una consagración a la Virgen, aunque la fiesta de la Inmaculada Concepción haya tenido lugar el cuarto domingo de la misión”, observa Leflon (volumen 2, p. 109).

La gran misión de Marsella en 1820 fue predicada junto con los Misioneros de Francia fundados por Rauzan y Forbin-Janson y por los Misioneros de Provence. Se organiza una procesión al Fuerte de Nuestra Señora de la Guardia, donde la capilla estaba entonces en muy mal estado. Estamos en el 2 de febrero y es Forbin-Janson que predica sobre María “que llora al pie de la cruz la muerte de su Hijo adorable”. Ese día, Eugenio de Mazenod, en una carta a Marius Suzanne entonces escolástico (EO 6,68), destaca solamente la bendición del Santísimo sacramento. “Presentamos el cuerpo de Jesucristo a la adoración de cincuenta mil personas prosternadas, que cubrían la montaña.” No se dice nada de María. Algunos días más tarde, Eugenio predica en el cierre de la Misión delante de una muchedumbre aún más numerosa, pero es en el Calvario que se acaba de construir, para la veneración de la Cruz.

Habrá a continuación, en las misiones, una celebración de consagración a la Virgen, que formará parte del programa habitual. No se sabe bien a partir de cuando, ni cómo se presentaba y celebraba.

En 1818, los Misioneros de Provenza se hacen cargo del santuario de Nuestra Señora de Laus, en los Altos Alpes y en consecuencia fuera de Provenza. Los documentos de fundación de esta segunda comunidad indican apenas, que se trata de un santuario mariano. Ninguna alusión ni en la solicitud formulada por el vicario general de la diócesis, ni en la respuesta de Eugenio de Mazenod. Se ve sobre todo un lugar, a partir del cual, los misioneros podrán predicar misiones en toda la diócesis, donde también podrá proseguirse el trabajo misionero, en especial, el sacramento de la reconciliación. Eugenio escribe al p. Mye en octubre (EO 6,51): “Nos convertimos en los encargados de uno de los más famosos santuarios de la Virgen donde al buen Dios le gusta manifestar el poder que ha dado a esta querida Madre de la Misión… De allí después de haber predicado la penitencia a estos buenos fieles y haberles exaltado la grandeza y las glorias de María, nos extenderemos en las montañas para anunciar la palabra de Dios…”

Se sabe que la aceptación de esta segunda fundación implicó la redacción de las Constituciones y la institución de la vida religiosa para los Misioneros de Provenza. Naturalmente, los textos dicen que los misioneros ponen su existencia y sus actividades bajo la protección de María, que “la miraran siempre como su madre”. Deben fomentar en los fieles la mortificación, la frecuencia en los sacramentos, la devoción a la Virgen… Todo se pone sobre el mismo plano. Las Reglas adoptadas entonces piden que los misioneros hagan una visita diaria al Santísimo Sacramento y a la Virgen, “a quien harán todos una profesión de tener una devoción especial y una gran ternura…” San Alfonso de Ligorio ya lo pedía en términos muy parecidos. No se puede decir que María esté en el centro… El centro, explícitamente, es Jesús, y Jesús Salvador de los hombres en la Cruz. “Es urgente enseñar a los cristianos extraviados quien es Jesucristo… y extender el imperio del Salvador…”

En su carta del 15 de agosto de 1822 al P. Tempier (EO 6,98ss), Eugenio de Mazenod hace algunas confidencias que dejan entrever el contenido de su pensamiento profundo y en consecuencia de su predicación sobre María. Pero se trata de una carta privada, casi íntima, expresando el fondo de su corazón a su amigo el más íntimo, una carta que sus otros hermanos no conocerán, al menos en principio. Algunas horas antes había sido bendita la estatua de la Inmaculada, en la Iglesia de la Misión en Aix. “Contento de los homenajes que acabamos de dirigir a nuestra buena Madre, al pie de la bonita estatua que erigimos en su memoria en medio de nuestra iglesia… ¡Que no te puedo comunicar todo lo que he probado de consolación en este hermoso día consagrado a propósito a nuestra Reina! No había sentido desde hace tiempo tanta felicidad de hablar de sus grandezas e incitar a los cristianos a que pusieran en ella toda su confianza, como esta mañana en la instrucción a la congregación. Tengo la esperanza de haber sido comprendido, y esta tarde he creído percibir que todos los fieles que frecuentan nuestra iglesia compartieron el entusiasmo que nos inspiraba la vista de la imagen de la Virgen, y más aún, las gracias que nos dispensaría a través de su divino Hijo, mientras que le invocábamos con tanto afecto, me atrevo a decir, puesto que es nuestra Madre. Creo deberle también un sentimiento especial que he probado hoy, no digo precisamente más que nunca, pero ciertamente más de lo común No lo definiré bien porque contiene varias cosas relativas con todo a un único objeto, nuestra querida Sociedad…”

En 1825, después de una fundación en Nimes, el nombre de Misioneros de Provenza ya de verdad no se adecua. Durante algunos meses, se llamará oficialmente Oblatos de San Carlos… Sin embargo problemas con los obispos conducen a Eugenio de Mazenod a ir en Roma a buscar una aprobación del Vaticano. A su iniciativa, el nombre de la pequeña sociedad se convierte en Misioneros Oblatos de María Inmaculada, nombre bajo el cual fue aprobada por el papa en 1826. La primera alusión a la nueva denominación se encuentra en su carta a Tempier del 22 de diciembre de 1825 (EO 6,226ss), a los dos días de la audiencia con el papa León XII. “Había escrito cuatro cuestiones sobre las cuales quería que el Jefe de la Iglesia me respondiera categóricamente.” La cuarta es ésta: ¿”Su santidad aprueba que la Sociedad tome el nombre de Oblatos de la Santísima Inmaculada Virgen María en vez de el de Oblatos de San Carlos que había tomado anteriormente? El Papa no me dijo ni sí ni no; yo creí comprender que decía que se lo pusiera en el informe. No insistí para que lo explicara mejor, porque la cosa no era tan importante, y se podía esperar sin inconvenientes. Este cambio me pareció necesario, no confundirse con un infinito número de comunidades que llevan este mismo nombre. “

Eugenio nunca ha explicado cuando y cómo le vino la idea. Pero es el 8 de diciembre de 1825, después de haber participado en novena preparatoria a la fiesta de la Inmaculada Concepción, que terminó de redactar, para luego firmar la Petición al Papa pidiendo la aprobación. En esta petición, ya expresa el deseo: “Le suplico a su Santidad tenga a bien, en el breve de aprobación, que los misioneros solicitan, se le de el nombre de Oblatos de la Santísima e Inmaculada Virgen María en vez de Oblatos de San Carlos, para evitar toda confusión de nombre con otras congregaciones…” (Texto en Misiones OMI 1952, p. 461). Sólo a continuación, parece, que toma conciencia que el cambio de nombre, “cosa dada por lo menos importante”, puede ser más significativa de lo antes no se había pensado.

Dos días después de la carta ya citada, simple resumen de la audiencia concedida por el papa, en una segunda carta con fecha del 24 de diciembre (EO 6,234), es que el Fundador destaca con entusiasmo el cambio de nombre. “Que se renueven sobre todo en la devoción a la Santísima Virgen, para llegar a ser dignos Oblatos de María Inmaculada. ¡Pero si es un pasaporte para el cielo! ¿Cómo no haberlo pensado antes? Reconocer que será tan glorioso como consolador para nosotros ser consagrados de una manera especial y de llevar su nombre. ¡Oblatos de María! Este nombre satisface el corazón y el oído. Es necesario que lo reconozca aquí, que estaba muy asombrado, cuando se decidió tomar el nombre que creí deber quitar, de ser así poco sensible, de encontrar tan poco placer, diría casi una especie de repugnancia llevar el nombre de un santo que es mi protector personal, a quien tengo tanta devoción. Ahora, me lo explico: le fallábamos a nuestra Madre, a nuestra Reina, a la que nos protege y que debe obtenernos todas las gracias de su Hijo, de la que se ha hecho su dispensadora. Alegrémonos pues llevar su nombre y su divisa. “

Se sabe que la aprobación pontificia fue concedida el 17 de febrero de 1826. El Breve oficial es con fecha del 21 de marzo. Se lee:“Esperamos que los miembros de esta santa familia que se han entregado al ministerio de la predicación y reconocen para patrona a la Madre de Dios, la Virgen Inmaculada, se aplicarán, en la medida de sus fuerzas, a acompañar al seno de la misericordia de María, a los hombres a quienes Jesucristo, desde lo alto de la cruz, quiso darle como hijos.” Desde luego y es necesario destacarlo, es el primer texto por el que se da a los Oblatos de María Inmaculada una misión mariana. Es el párrafo que incluso concluye el breve pontificio. Se puede pensar que a Eugenio de Mazenod no le es extraño. Desde entonces se introduce en la Regla, en la sección “de la oración y los otros ejercicios religiosos”, un pequeño complemento significativo. Se retoma el antiguo artículo: “Dirán cada día el rosario”, y se añade: “Trabajarán con calor (omnem navabunt operam) para que en el pueblo se honre con más entusiasmo y confianza a la Inmaculada y Santísima Madre de Dios”.

Eugenio de Mazenod anuncia el éxito de estas gestiones en una carta con fecha del 20 de marzo (EO 7,65), expresando de nuevo su entusiasmo. ¡”Podemos comprender bien lo que somos! Espero que el Señor nos dé la gracia, con la asistencia y la protección de nuestra santa Madre, María Inmaculada, para quien es necesario que tengamos una gran devoción en nuestra Congregación. ¿No les parece que es una señal de predestinación el de llevar el nombre de Oblatos de María, es decir, consagrados a Dios bajo los auspicios de María, cuyo nombre lleva la Congregación, como un apellido que le es común con la Santísima e Inmaculada Madre de Dios? Hay motivo para estar orgullosos; porque es la Iglesia que nos dio este bonito título, nosotros lo recibimos con respeto, amor y reconocimiento, orgullosos de nuestra dignidad y los derechos que nos da la protección de la Todo Poderosa ante Dios…” se puede tener en cuenta que no se destaca especialmente el misterio de la Inmaculada Concepción, Eugenio de Mazenod no piensa que sea necesario. Por el contrario, a la invocación habitual que encabeza sus cartas: “L.J.C. = Laudetur Jesus Christus”, añade por primera vez: “et M.I. = y Maria Immaculata”. Esta invocación: “L.J.C et M.I.” se convierte en adelante en la regla. Se puede tener en cuenta que san Alfonso de Ligorio hacia 1745 encabezaba sus cartas con: “Alabado sea el Santísimo Sacramento y María Inmaculada”.

El Capítulo general, reunido en el Calvario a su vez, se concluye con una alocución del Fundador, que resume así el registro de las Actas del Capítulo: “En adelante combatiremos a los enemigos del Cielo bajo un estandarte que nos será propio y que la Iglesia nos dio. Sobre este estandarte brilla el nombre glorioso de la Santísima Virgen Inmaculada.” Reproduce otro eco de la misión mariana. Esperaríamos mucho más. En realidad aún se hace menos caso en el Capítulo general siguiente (1831). Si menciona a María, es para precisar la lista de las fiestas marianas que deben ir precedidas de un día de ayuno. No se subraya nada más.

Lo que está formulado, durante los primeros quince años del Instituto, y en textos oficiales, y por las exhortaciones del Fundador, no cesan de hacer reflexionar. A continuación algunas observaciones.

 

  • A María, se la tiene sobre todo como Madre, Madre protectora, todo poderosa ante Dios, Madre de la Misión, Distribuidora de gracias para todos, pero sobre todo para los Oblatos, en particular, en sus trabajos misioneros.
  • Las insistencias van pues de la devoción y a la confianza filial.
  • A la manera de la época, no se hace ningún desarrollo de tipo teológico espiritual. Las afirmaciones son evidentes, no se tiene nada que explicar, ni fundamentar teológicamente. No se hace ninguna reflexión sobre la Inmaculada Concepción. Se habla indistintamente de María, de María Inmaculada, de la Virgen, de la Madre de Dios. Nunca se cita a los Evangelios como punto de apoyo o referencia.
  • Quizá se el lugar para recordar que en ninguna parte en los escritos que nos quedan de San Eugenio, se hace explícitamente referencia a los textos del Evangelio relativos a María, ni al Evangelio de la infancia, ni incluso al texto evangélico de la Anunciación, ni a Caná, ni al corto relato del Calvario en el Evangelio de Juan. El P. René Motte, que ha recogido los textos de Escritura citados, no encontró nada sobre este punto. Sería interesante compararlo con sus contemporáneos. Consultados algunos documentos de la época, ponen de manifiesto que apenas se pensaba en ello. Eso sorprende.
  • La predicación de las misiones parroquiales no recalca nada de específicamente mariano. Se tiene en cuenta sin embargo una preocupación por mantener y desarrollar la devoción a María.
  • Se debería hacer un trabajo, por ejemplo, sobre los cantos utilizados en la época. Los Archivos OMI de Marsella poseen una “Recopilación de Cánticos y Rezos de los Misioneros Oblatos de María llamados de Provence”, fechados en 1826. Mons. Fortunato de Mazenod con fecha del 20 de marzo de 1826 les dio su aprobación. Sobre ciento trece cánticos en francés (No hay nada en provenzal en este libro), hay nueve cánticos a María. He aquí algunas líneas del cántico titulado “para la Concepción de la Santísima Virgen”: “De tus hijos recibe el homenaje/presta oído a sus llamados/Señor, es tu más noble obra/que van a celebrar en sus cantos… /David de su tronco muriente /ve germinar la más bonita flor.” Y David no es el solo a extasiarse. Aquí va el principio de la cuarta copla: “Cruzando el celestial llano/los ángeles, ricos de esplendor/para contemplar a su soberana/la dejan en el descanso de la felicidad…” El conjunto es del mismo estilo. Nos detenemos acá, referente a los cantos.

Los santuarios de María, a partir de 1818


Afortunadamente los textos no dicen todo… La pastoral, la misión, es todo un solo acto. Las elecciones apostólicas de Eugenio de Mazenod y sus hijos nos hablan también, y en forma muy concreta. El santuario de Nuestra Señora de Laus fue nuestra segunda casa (1818). A continuación fue Nuestra Señora de l’Osier, en la diócesis de Grenoble (1834), luego vino nuestra Señora de Lumières, en Aviñón (1837), a la espera de de otros lugares de peregrinación.

Un texto de 1835 hace hincapié en los santuarios de María como lugares de reconciliación de los pecadores. Se trata del Acta de visita Nuestra Señora de Laus. El Fundador habla de la “ayuda siempre creciente a los fieles que recurren a los pies de Nuestra Buena Madre, seguros que se encontraran en camino al trono terrestre de la Reina del Cielo con ministros llenos del celo por su Hijo, especialmente encargados de reconciliar a los pecadores, con los cuales esta Madre misericordiosa llama, por su poderosa protección, al perdón y la paz.” El lazo se consolida bastante entre la devoción a María y la conversión del corazón, reconciliación y perdón, gracias a la mediación de la Madre misericordiosa y al ministerio sacerdotal.

La experiencia pastoral vivida permite formular más claramente una nueva idea sobre la tarea de los Oblatos en los santuarios de María. A los Oblatos de l’Osier, Eugenio de Mazenod escribe el 3 de septiembre de 1835 (EO 8,172): “Acuérdense que la Providencia los puso al servicio de este santuario, para dar una nueva dirección a la devoción del pueblo. Que sus votos a la Virgen los conduzcan a la conversión por su ministerio.” Los peregrinos vienen a rogar a María. Su ministerio debe dar una nueva dirección a su devoción y conducirlos a la conversión. Este es el propósito de Lumières, después de haber colocado esta casa “especialmente bajo la protección de nuestro soberano Maestro y Salvador”, el Fundador añade: “El Salvador es nuestro guía que nos entrega estos santuarios y que nos sitúa como en una ciudadela, desde ahí nuestros misioneros deben extenderse a las distintas diócesis para predicar la penitencia…” (Diario, 2 de junio de 1837, EO 18,177s).

En su Diario, con fecha del 9 de junio de 1837 (EO 18,187), Eugenio de Mazenod transcribió el Acta de fundación de la comunidad de Lumières, firmada por el arzobispo de Aviñón, pero que fue redactada por el Fundador: “… Constituimos canónicamente en la casa de Nuestra Señora de Lumières una comunidad de la antedicha congregación de los misioneros, confiándoles especialmente: 1 - ser los encargados del santuario para perpetuar y allí propagar aún más la devoción a la Santísima Madre de Dios, y desde ahí dar a una buena dirección a la piedad del fieles que concurren a este santo lugar de todas las partes de nuestra diócesis y de más lejos aún; 2 - evangelizar todas las parroquias de nuestra diócesis por misiones, o por medio de retiros espirituales… ; 3 - dar retiros espirituales a los sacerdotes que estarán satisfechos de ir a recogerse algunos días en la soledad, a la sombra del santuario de la Virgen…” El horizonte permanece misionero, se contempla la conversión a Jesucristo Salvador, por la penitencia y la reconciliación. Los santuarios de María son lugares privilegiados; los peregrinos están abiertos a esta llamada. Con respecto al santuario de Lumières durante los meses de verano, el superior, el P. Bise, escribe que “los padres hacen casi una misión continua” (Informe al Capítulo de 1850).

Lo mismo ocurre en Marsella en Nuestra Señora de la Guardia, que los Oblatos atienden probablemente desde 1831 (la fecha es vaga), y donde pronto garantizaran una presencia de acogida a los peregrinos, en la espera de las autorizaciones (ya que se está sobre un terreno militar), para empezar los trabajos de construcción de la actual basílica. “Nuestra Señora de la Guardia nació del corazón de Mons. de Mazenod”, dirá su sucesor en la consagración de la basílica en 1864. Una carta a Casimir Aubert, escrita en Lumières el 3 de junio de 1837 (EO 9,33), aclara el pensamiento del Fundador: “Es una cosa admirable el vernos encargados así de los santuarios más famosos de la Virgen. Parece que Dios nos proporciona el medio de realizar las intenciones de su Providencia y de pagarnos el deber que nos ha sido impuesto por el Jefe de la Iglesia cuando instituyó nuestra Congregación.”

El 20 de agosto de 1837, domingo en la octava de la Asunción, Mons. de Mazenod, nombrado obispo de Marsella, va a decir la misa a Nuestra Señora de la Guardia “para ponerme yo, los nuestros y toda la diócesis bajo la protección Virgen”. Su Diario (EO 18,242) precisa que antes de la misa hizo “una prédica a los fieles que llenaban la santa capilla” y que dio la comunión a un gran número de personas. Más tarde, Mons. de Mazenod escribirá que los santuarios de María, debido a la devoción y la confianza de los fieles, son “los lugares privilegiados de su misericordia maternal hacia los hombres” (Circular a los párrocos de la diócesis de Marsella, 21 de septiembre de 1843). En su edicto para la reconstrucción de Nuestra Señora de la Guardia, con fecha del 1 de noviembre de 1852, escribe: “Por nuestra parte, resolvemos no descuidar nada para hacer crecer aún más este tesoro inagotable de gracias que el Señor ha colocado abierto a todas las almas, bajo los auspicios de su Santa Madre en el santuario tan amado de la piedad de nuestra grey.”

Un informe del p. Dassy (véase Misiones OMI 1864, pp. 244s), entonces superior de la comunidad de la Guardia, merece ser citado: “Nuestra obra esencial en este lugar, es el ejercicio del santo ministerio en Nuestra Señora de la Guardia. Se nos confiere una segunda misión: la continuación del apostolado de la Congregación hacia los pobres y almas más abandonadas… Está fuera de duda que Mons. de Mazenod prestó un servicio eminente a la diócesis, cuando ligó al santuario de Nuestra Señora de la Guardia a una serie de sus hijos, servidores de María Inmaculada, para ser los encargados o más bien los Misioneros. “ El vínculo entre santuario y misión queda explícito.

Varias veces, como obispo, Eugenio de Mazenod reprochó a los sacerdotes haber dado demasiada importancia a las decoraciones, iluminaciones, etc. del altar de la Virgen, en detrimento del Santísimo Sacramento, en especial, para el mes de María. “Sería necesario abstenerse de apegarse a simples imágenes de la Madre de Dios, en una veneración, cuyas señales exteriores parecieran eclipsar las que reclama la presencia incluso de la persona de Jesucristo.” (Edicto de 1859). Como se ha dicho: en Eugenio de Mazenod, “la primacía de la misión salvadora del Cristo siempre ha dominado y ha situado el papel de la Virgen. Nunca se le ha pasado por la cabeza considerar a María fuera del misterio de Cristo y la Iglesia. “ (Véase Maurice Gilbert, Vida Oblata 1976, p. 90).

Es necesario también destacar otros aspectos de la teología de los santuarios, sin ser vividos, sin embargo, en forma explícita. Al venir en peregrinación, el pueblo cristiano se muestra en primer lugar protagonista. Es él que toma la iniciativa, que sale del marco diario y que se mueve. El gesto del desplazamiento, de la marcha y a menudo de la subida (pensemos en Nuestra Señora de la Guardia) es una puesta en movimiento, personal y frecuentemente colectiva (peregrinaciones de parroquias), una primera respuesta pública a una llamada de la gracia, que los capellanes saben reconocer, luego los acompañan para orientarlas, darles una mejor dirección y hacerlas madurar. Los peregrinos son Iglesia en marcha, en movimiento, sobre la vía de conversión.

Otra expresión de Eugenio de Mazenod también lleva a meditar. Los santuarios de María “ofrecen aquí abajo una figura de la estadía celestial” (Circular a los párrocos de Marsella, 21 de septiembre de 1843). Ha escrito: “El santuario es un lugar santo, un terreno privilegiado de encuentro entre Dios y los hombres, entre la Virgen María y los hombres. Por el mismo hecho, es como una anticipación del cielo, un punto de contacto entre la Iglesia militante y la Iglesia triunfante.” (Véase Estudios oblatos 1962, p. 45, en dónde E. Lamirande se inspira en L. Lochet).

Llega 1854 y todo lo que rodea a la declaración dogmática de la Inmaculada Concepción. Los textos, edictos, predicaciones, están llenos de entusiasmo haciendo hincapié en la gloria de María y, circunstancialmente (?), a la del Papado. Lo mismo ocurre con las celebraciones conmemorativas y los monumentos. ¿Se incorporan a la fe del pueblo cristiano? ¿Contribuyen a rehacerlo? Releer 150 años más tarde lo que se ha escrito entonces, pensar en la Columna de la Inmaculada en Marsella, hace renacer la pregunta. Afortunadamente, se aparecerá la Virgen en Lourdes a Bernardita. Para los Oblatos y otros en Pontmain, más que para el clero, será una ayuda para la fe de los cristianos comunes. Los Oblatos no permanecerán impasibles.

Quisiera destacar un último acontecimiento importante para la Congregación el primer envío misionero a Canadá en 1841. Aquí tenemos un extracto de la carta de misión, firmada por el Fundador (EO 1, p. 11): “Emprenden pues un viaje con un corazón alegre, presuroso y lleno de buena voluntad, que el ángel del Señor les acompañe, y que sea su guía y por patrona a la bienaventurada Virgen María concebida sin mancha, de la que ustedes saben que es un deber especial de su vocación propagar el culto por todas partes.” Se recuerda aquí explícitamente la misión mariana. No parece sin embargo que en el Canadá, los Oblatos hayan vivido esta misión de una manera distinta que en Europa.

El Fundador publica en 1850 una “Instrucción relativa a las misiones en el extranjero”, de las cuales es difícil precisar el régimen y la difusión. Se dan algunas indicaciones para las reuniones de la tarde, en la visita que los misioneros hacen en los pueblos. Especialmente son contempladas las poblaciones amerindias seminómadas. Conciben estas reuniones de la tarde de la misma manera de los ejercicios de las misiones parroquiales en Francia. El documento precisa el contenido de las instrucciones (el fin del hombre, la malicia del pecado, los cuatro últimos fines, la vida y la pasión del Cristo, etc.). Y se añade: “Tampoco se olvidará inspirar a los neófitos una devoción suave a la Bienaventurada Virgen María e iniciarlos en las prácticas piadosas, en el honor de la Inmaculada Madre, más allegadas a su situación.” Se habla a continuación de comunión general, de renovación de las promesas del bautismo y bendición con el Santísimo Sacramento.

Concluimos esta primera etapa, la del tiempo de San Eugenio.
  • Los Oblatos tienen esencialmente que pedir en la misión a los hombres que se conviertan a Jesucristo. Su primer trabajo es la misión parroquial, a la cual viene a añadirse la misión “ad gentes”.
  • Si desarrollará la devoción a María, es una de las prácticas que acompañan y apoyan esta conversión, con un carácter similar a la mortificación y a la frecuencia en los sacramentos.
    No se encuentra en ellos ni espiritualidad mariana específica, ni teología particular. En cualquier caso, el misterio de la Inmaculada Concepción no recibe relieve particular.
  • Para los Oblatos, los santuarios a María se convierten muy rápidamente en lugares importantes, ya que su trabajo misionero puede ejercerse con mucho fruto, en especial, instruyendo y reconciliando a través del sacramento de la penitencia.
  • Se puede ver allí una señal de la atención especial al pueblo cristiano, a quien vuelve a menudo la iniciativa de los santuarios y peregrinaciones. Los Oblatos tienen que guiar, orientar y lograr este movimiento. Los santuarios no se aíslan nunca de una pastoral de conjunto.
  • María es esencialmente la madre, la protectora, la madre misericordiosa, la distribuidora de las gracias de su Hijo…
  • Conviene, para no ser demasiado incompleto, citar también un texto (único?) que hoy nos parece muy sorprendente, que lo era menos seguramente en el Siglo XIX. Este es en una carta del 24 de julio de 1831 al p. Mille, entonces encargado de los escolásticos en Billens en Suiza (EO 8,29): “No olvidemos a la Virgen nuestra patrona; yo la creo destinada a aplacar la ira del cielo por su poderosa mediación ante su divino Hijo, cuyos hombres despreciaron la redención. Es necesario obtener por medio de ella, que Jesucristo ruegue por los que se han convertido en multitud, por los cuales dijo que no rogaba. “Non pro mundo rogo”. Este pensamiento me es familiar…” yo no conozco otro texto que va en el mismo sentido.

    De 1861 a 1962 (de la muerte del Fundador al Vaticano II)


    ¿Cómo presentar el centenar de años que separa la muerte de San Eugenio del Concilio Vaticano II? Aquí también, el riesgo es grande de caricaturizar sólo lo reteniendo en algunos aspectos del trabajo misionero de millares de Oblatos en los distintos continentes, del Gran Norte canadiense a Sri Lanka; de Laos a Sudáfrica, etc., o también, lo siento profundamente, asignar a los Oblatos un trabajo que se realizó en colaboración con las diócesis, con otros institutos masculinos y femeninos, con agrupaciones de laicos… lo mismo que el período en que el Sagrado Corazón ocupó por mucho tiempo…

    Conservaré el esquema ya utilizado: espiritualidad, teología y misión.

    Desde el punto de vista de la espiritualidad en nuestro Instituto, se pueden destacar algunas tentativas para acentuar el carácter mariano de nuestra Congregación, incluso, por parte, de tal o cual superior general. La Congregación no siempre ha seguido. Fue necesario esperar el Capítulo general de 1926, revisando las Constituciones tras el nuevo código de derecho canónico, para que se permitiera añadir al texto que proviene del Fundador un artículo, que introdujese por primera vez a María en el capítulo sobre las finalidades del instituto. “Se coloca a nuestra Congregación bajo la advocación y el patrocinio de la Santísima e Inmaculada Virgen María. En consecuencia todos debemos cultivar en nuestro propio corazón y promover entre los fieles la devoción hacia esta celestial Madre y patrona.”

    El 15 de agosto de 1951, el P. Léo Deschâtelets, Superior general, publica una Circular llevando el título “Nuestra vocación y nuestra vida de unión íntima con María Inmaculada”. Citemos algunos brevísimos extractos: “El objetivo exacto de esta Circular es prever bajo su ángulo mariano toda nuestra vocación de religiosos, sacerdotes y misioneros…” si queremos vivir nuestra vocación plenamente como Oblatos de María Inmaculada, eso no significa sólo que debemos ser consagrados a Dios, sino y completamente, por una vida mariana y llevar un apostolado mariano a la altura de las exigencias y necesidades actuales del Reino de Dios en un mundo moderno.” ¿”Por qué y cómo vivir marianamente esta vida Oblata, en nuestra actividad apostólica, ya sea personalmente en nuestra vida interior, o como misionero?”

    Las noventa páginas de esta Circular contienen fuertes afirmaciones: “Somos Oblatos de María Inmaculada. No es sólo una etiqueta. El nombre nos define. Es por María Inmaculada que seremos Oblatos de las almas, Oblatos de Jesucristo, Oblatos de la caridad divina. No podemos ser verdaderos Misioneros Oblatos de María Inmaculada sin vivir plenamente con ella (toda nuestra vida). No se trata de tener a María Inmaculada una devoción ordinaria. Se trata de una clase de definición por María Inmaculada, se trata de una donación de nosotros mismos a Dios por ella y como ella…” Muchos Oblatos han dicho entonces no haber encontrado en esta orientación mariana la tradición oblata recibida del Fundador y en ciento treinticinco años de vida religiosa misionera. La Congregación, podemos decir, no recibió este documento, en el sentido donde se habla como de la recepción de un Concilio. De hecho, encuentra bastante poco eco, especialmente en Francia.

    Estrictamente hablando, apenas se avanza en el terreno de la Inmaculada Concepción. Tematizado este privilegio se afirma con fuerza, pero no tanto más en la predicación que en la espiritualidad. El trabajo teológico de los Oblatos, en un plano universitario, aparece hoy muy decepcionante, apenas puede apoyar un impulso espiritual y pastoral renovado. ¿Será mejor que en otros? Se recuerda un tema que a veces, habría podido ser aún más ahondado y compartirlo: “María Madre de misericordia”. Podría estar en el centro de la misión, a condición de que Dios también sea el Padre de las misericordias y no solamente un juez severo. La predicación, quizá a veces, ha carecido de medida sobre este punto.

    Por el contrario, en estos cien años, 1860-1960, son el gran período de extensión misionera, en el cual María ocupa un amplio lugar. Ya se trate de los países de antigua cristiandad, como en los países de misión, María está presente por todas partes en la actividad misionera de los Oblatos.

    En Francia, hasta la expulsión, y de nuevo después de 1930, allí donde es posible, la predicación de las misiones ha dado su lugar a María. Es sobre todo en torno a los santuarios que se les confían, que los Oblatos anuncian a María y desarrollan su devoción. Algunos lugares, entre otros: Nuestra Señora de Sión, cerca de Nancy, la Colina inspirada de Barrès, en la alta Lorena dividida después de 1871, luego refundida en 1918 y 1945. Los peregrinos se cuentan por decenas de millares. El Comité francés de los Congresos marianos organizó el de 1933. La misa del congreso, celebrada por el nuncio, reunió a cuarenta mil personas. Nuestra Señora de la Guardia, que los Oblatos siguen atendiendo en Marsella hasta la expulsión. Nuestra Señora de Pontmain, confiada a los Oblatos por el obispo de Laval inmediatamente después de las apariciones de 1871 (uno los videntes, José Barbedette [1860-1930], llegó a ser un oblato). Y una serie de otros: Bon Secours, Talence, Cléry, Arcachon, Neunkirch, Peyragude, Cotignac, Benoîte-Vaux, Neuvizy… sin olvidar la gruta de Lourdes en Mons-en-Baroeul. Muchos de estos lugares son de iniciativa popular. Con los Oblatos allí completamente comprometidos. Como en el tiempo del Fundador, son lugares donde se rinde un culto a María, o se anuncia de la Buena Noticia de la salvación y donde esta salvación se celebra, en un gran lugar dado a la reconciliación sacramental… En varios casos, Sión a la cabeza, se organizan algunos retiros espirituales en los santuarios.

    También es significativa, la parte tomada por los Oblatos inmediatamente en la posguerra en la predicación del Gran Regreso, que se pudo llamar a “la mayor aventura mariana del siglo”.

    Se debería hacer algunas investigaciones sobre el papel desempeñado por las ediciones del Chalet. Varios cantos de Jean Servel forman parte del fondo común de las asambleas cristianas de Francia. Así pues, entre otras cosas, “Oh cruz plantada sobre el mundo”, o “Gloria a Cristo, palabra eterna del Dios vivo”. De los que se han conservado, hay un único cántico a María: “Toda la familia humana se reúne cerca ti” (cuota V 11).

    El mismo trabajo mariano se realiza en otros países cristianos. Mencionaría algunos ejemplos. Los Oblatos son la causa de las primeras peregrinaciones anglo irlandesas a Lourdes, a partir de 1883. En el Canadá, recibieron en 1902 el encargo del santuario nacional de Nuestra Señora del Cabo. En los Estados Unidos, Nuestra Señora de las Nieves, en Illinois, que hace poco funciona como santuario nacional, lo que se debe a una iniciativa oblata. En Italia, es el santuario del Corazón Inmaculado de María en Pescara…

    Este movimiento se presenta en forma un poco diferente en los países llamados de misión. Cuántas misiones han sido colocadas bajo el patrocinio de María, en el Gran Norte canadiense, en Sri Lanka, en Sudáfrica, a menudo también para tomar distancias, con relación a la evangelización conducida por los protestantes. ¿Cuánto santuarios locales, peregrinaciones, novenas…? ¿Cuánto “grutas de Lourdes” construidas en las cuatro esquinas del mundo?

    Nuestra Señora de Lourdes, Nuestra Señora de Sión o Nuestra Señora de Pontmain tienen sus filiales en los países de misión. La Costa norte de Canadá, hacia el Océano glacial y el Mackenzie, en los años 30, se esparce la Inmaculada Concepción en Aklavik, Nuestra Señora de la Merced en Tuktuyaktuk, Nuestra Señora de los Ángeles en Stanton, Nuestra Señora de Lourdes en Paulaturk, Nuestra Señora de las Luces en Coppermine, Nuestra Señora de Sión a Burnside, y por fin Cristo-Rey en Minto Inlet. Con una determinada reciprocidad entre país de misión y país cristiano. Para la coronación de Nuestra Señora de Sión (en Lorena) en 1873, los Zulúes de Sudáfrica ofrecieron un diamante que se engasta con otro en la corona del Virgen. Sería necesario hacer la teología de estos intercambios en la devoción a María, de esta comunión en la Iglesia…

    Son muy numerosos los textos de oración que expresan cómo María es la madre de los misioneros, la madre de los Oblatos. ¿Es necesario recordar la importancia de Nuestra Señora de la Guardia, para los misioneros, hombres y mujeres, de todos institutos que se despiden del puerto de Marsella? Uno de los cantos tradicionales, en las celebraciones de los comienzos misioneros oblatos, es éste: “O buena madre del misionero/sé su apoyo, vela por él/sobre tierra él no tiene ya una patria/le queda la cruz y tu María”. Todo hace pensar que es de origen oblato.

    Recuerdo una primera anécdota, contada en Los hielos polares del p. Duchaussois, p. 57. La protagonizara el futuro Mons. Grandin. Después de una instrucción que lo había impactado, un aborigen del Lago Athabaska en el Canadá vino a encontrar al misionero: “Padre, ahora comprendo que las mujeres tengan un alma igual que nosotros. Salvo que hasta la fecha no había hablado de ello. ¡Oh! Padre, cuando nos dices que el Hijo de Dios había tomado a una madre entre las mujeres de la tierra, comprendí que también las mujeres tienen un alma y un cielo, como los hombres”. ¿Es necesario decir que María y la promoción femenina, al mismo tiempo que María atestiguan de la encarnación?

    En Basutolandia, ahora Lesoto, al sur de África, el bienaventurado José Gérard (1831-1914), considerado como el fundador de la Iglesia en este país, llama “Pueblo de la Madre de Jesús, Motse oa ‘m’ a Jesu”. El terreno que le regalaron para la primera misión, aquí también tiene un contexto de competencia con la misión protestante. Anteriormente, la misión que fundaba en medio de los Zulúes (los Cafres, como se decía entonces), estaba no sin razón, confiada a Nuestra Señora de los Siete Dolores, y el primer rezo a María fue el Stabat Mater. En la misión Santa Mónica, se construye una pequeña gruta de Lourdes, donde los niños de la escuela vienen a rezar brevemente cada día a la Madre del Cielo. Leamos el testimonio de una mujer de Lesoto, en proceso de beatificación: “Su amor por Virgen aparecía en el respeto con el cual hablaba ella. En sus sermones nos enseñaba a amar a la Virgen, nuestro rosario todos los días lo ponernos bajo su protección. Cuando iba a caballo, tenía las riendas de la mano izquierda y su rosario de la mano derecha, mientras el caballo caminaba tranquilamente.”

    Finalmente tenemos el proyecto de Mons. Bonjean, entonces vicario apostólico de Jaffna en Ceilán. Estamos en 1872. El santuario de Madhu que databa del período de la persecución protestante de los siglos XVII y XVIII, había sido más o menos olvidado.¡”Qué tristeza sitió mi alma cuando viví por primera vez este famoso y miserable santuario! Y afirmé que no sucediera que un obispo Oblato de María dejara el santuario de su Madre Inmaculada en este estado vergonzoso. Tome la Resolución de elevar con estas maderas salvajes un bonito templo a María, que sería una predicación muda para los numerosos peregrinos mahometanos, hindúes y budistas. “ (Cf. Jonquet, Mgr Bonjean, I, p. 241). Y lanzó la construcción de un nuevo santuario. Ciento treinta y cinco años después, en una isla rasgada y dañada por la guerra civil, Madhu desempeña, bien o mal, este papel de refugio, de oasis de oración, para los cristianos y los no cristianos de los distintos partidos. En La Croix del 3 de Abril de 2007 se halla un largo artículo. “Allá, en el recinto de este santuario católico, once mil Tamules se refugiaron… Ya que Nuestra Señora de Nadhu, la basílica de azul y blanco en medio de la selva, es venerada por todas las religiones desde hace cuatro siglos.” En “Iglesias de Asia” del 16 de junio de 2007 opina también, sobre todo en las grandes fiestas como el 15 de agosto o la de Nuestra Señora de Madhu el 2 de julio. “No es raro que muchedumbres de doscientas mil personas se reúnan en estas ocasiones, y vengan ya sea e las regiones tamules como cingalesas del país y un conjunto religiones cristianos, musulmanes, hindúes y budistas.” “Predicación muda a los numerosos peregrinos…” agrega Mons. Bonjean.

    Algunas notas para el después concilio


    ¿Teología mariana por parte de los Oblatos? algunas cosas. Hay un único teólogo oblato que hizo, desgraciadamente hablar demasiado de si mismo, excomulgado en 1997 por Juan-Pablo II debido a su libro a “María y la liberación humana”. Se puede ver una serie dolorosa de faltas de juicio y de comportamiento… La Inmaculada Concepción, Madre de misericordia, apenas se asoma en estas controversias… Al año siguiente, la excomulgación se rescindió. No se podía pasar este hecho en silencio. Prefiero destacar que con toda la Iglesia, los Oblatos vienen por fin, una teología mariana arraigada en la Sagrada Escritura y especialmente en los evangelios de la infancia. Es necesario indicar en este sentido a Marius Bobichon y los dos volúmenes de “María en la nueva liturgia de la palabra”, de las ediciones del Chalet en 1971 y 1975.

    Espiritualidad. Las Constituciones oblatas, redactadas después del Concilio, (la edición definitiva es de 1980-1982), dan mucho más lugar a María Inmaculada… Se llega por fin a formulaciones que traducen la experiencia espiritual y misionera del los Oblatos. Por ejemplo está el artículo 10, en el capítulo: Misión de la Congregación. “María Inmaculada es la patrona de la Congregación. Dócil al Espíritu, se consagró enteramente, como sierva humilde, a la persona y a la obra del Salvador. En la Virgen que recibe a Cristo para darlo al mundo del que es la esperanza, los Oblatos reconocen el modelo de la fe de la Iglesia y de la suya propia.”

    La verán siempre como su Madre. En una gran intimidad con ella, Madre de misericordia, será que viven sus sufrimientos y sus alegrías de misioneros. Por todas partes donde los conducirá su ministerio, buscarán promover una devoción auténtica hacia la Virgen Inmaculada, prefiguración de la victoria final de Dios sobre todo mal.”

    El artículo 46, sobre la formación del Oblato “hombre apostólico”, precisa: “un hombre que, inspirándose en el ejemplo de María, vive con fidelidad siempre creadora su compromiso Jesucristo y se pone totalmente al servicio de Iglesia y del Reino.”

    A principios de 2007, nuestro Superior general, el p. Guillermo Steckling, escribía en el mismo sentido una carta a todos los Oblatos: “Habríamos podido llamarnos Salvatorianos”. Recibimos el nombre de Oblatos de María Inmaculada. “Este nombre, leído en una perspectiva salvatoriana, confiere una nueva profundidad a nuestra espiritualidad, ya que María, más que nadie, nos revela la plenitud de un ser humano al cual puede conducir la salvación. La santidad elevada a su cima en María sin mancha, ni arruga, ni nada de similar, nos dice que con ello es posible superar la falta y el pecado, la miseria y la muerte. Un Misionero Oblato o un Asociado, habiendo encontrado al Salvador como Eugenio lo encontró el viernes santo, no duda que todo pueda ser cambiado. Así estos misioneros no aspiraran a la salvación a medias, sino a la santidad, para si mismos y para los demás y en particular para los más olvidados, María Inmaculada nos muestra que la plenitud de la salvación es posible. María complementa muy bien nuestro nombre de Oblatos… Estamos animados por la santidad luminosa de María. Quien nos guiará, a nosotros y a muchos otros, hacia un encuentro con aquel que solo puede salvar, Cristo crucificado…”

    ¿En cuanto a la manera en que María es anunciada por los Oblatos hoy, cómo elegir algunos hechos, y silenciar muchos otros?

    Me han dado la lista de las parroquias bajo el patrocinio de María en la diócesis de Durban, en Sudáfrica. Se mencionan dieciséis, precisando que prácticamente todas son de fundación oblata: Nuestra Señora Estrella del mar, Nuestra Señora de Fátima, Nuestra Señora del Sagrado Corazón… Lo mismo ocurre con establecimientos católicos de enseñanza… Así como un santuario con fiestas el último fin de semana de mayo. La Inmaculada Concepción es por otra parte la patrona de la diócesis, también de fundación oblata.

    Las escuelas católicas del sur de las Filipinas, en un país islámico, frecuentadas también por numerosos musulmanes, son escuelas dedicadas a Nuestra Señora y de fundación oblata. Entre los santuarios recientemente fundados, menciono a Kaliori, en la isla de Java en Indonesia, Temento en Casamance (Senegal), Figuil en el Norte de Camerún… El 1 de enero este año, fiesta de Santa María Madre de Dios, en Figuil se habrían reunido entre doce a quince mil fieles, incluidos más de doscientos enfermos. Los peregrinos llegan a partir de la víspera, por grupos desde veinte hasta cien, recorriendo a pie a veces treinta kilómetros y otros hasta cincuenta.… El tema del peregrinaje este año es: “María Madre de Dios, ternura de los enfermos”.

    Es significativo, el tema del Año pastoral 2005 Nuestra Señora del Cabo, en Quebec: “Jesús, nuestro camino”. También es notorio que a petición del obispo de Tarbes y Lourdes, se haya fundado una comunidad oblata internacional, multilingüe, en ese lugar. Desde hace más de veinte años, que asume la tarea del Servicio a los Jóvenes y el Servicio internacional. Al presentar su trabajo, nuestros hermanos hablan de una “Misión popular permanente”…

    Al final tres reflexiones, que siguen estando obviamente abiertas, y para completar cada una.

    Madeleine Delbrêl tenía en cuenta: “La Iglesia no es un manual de conocimientos técnicos. Todo en ella es vida en hombres vivos. “ (Ciudad marxista, tierra de misión, p. 93 o p. 63, según las ediciones). Es a la luz de esta observación que invitamos a leer todo trabajo misionero, es lo vivido, toda lapraxis mariana de los Oblatos que se transforma en anuncio misionero.

    Con respecto a las JMJ de Colonia, el cardenal Danneels decía: “Enciendan el fuego y los jóvenes vendrán a calentarse.” (Entrevista en la Croix, 5.8.2005). En Marsella, San Eugenio de Mazenod, con otros, avivó el fuego en Nuestra Señora de la Guardia. ¡Cuánta gente, cristianos o no cristianos, vienen a calentarse! Mons. Bonjean, en Ceilán, hacía la misma observación. “Tomo la resolución de edificar con estas maderas salvajes un bonito templo a María, que sería una predicación muda a los numerosos peregrinos mahometanos, hindúes y budistas.” Y avivó el fuego mariano a Madhu, hogar siempre encendido desde hace ciento treinticinco años.

    En el documento final de la Asamblea del CELAM en Puebla en 1979, los obispos escribían: “María debe más que nunca servir de pedagogía para anunciar el Evangelio a los hombres de hoy.” Esta reflexión se retoma en el libro “Conversación sobre la fe” (p. 123) de un determinado Joseph Ratzinger… María, pedagogía del anuncio del Evangelio, camino hacia Jesús… Allí está el lugar que pretendemos darle en el anuncio misionero.

     

    Marsella, mayo de 2007
    Michel Courvoisier O.M.I.

    Bibliografía


    EO : Ecrits Oblats, 1ère série, Rome 1977-2003, 22 volumes d’Ecrits d’Eugène de Mazenod
    J. LEFLON : Eugène de Mazenod, 3 tomes, Paris 1957-1965
    E. LAMIRANDE : La Desserte des sanctuaires de la T.S. Vierge, Ottawa, Etudes oblates 1958, pp. 97-118
    E. LAMIRANDE : L’Apostolat des pèlerinages et Mgr de Mazenod, Ottawa, Etudes oblates 1962, pp. 41-56
    P. DUCHAUSSOIS : Aux glaces polaires, Paris 1922
    E. JONQUET : Mgr Bonjean, Nîmes 1910
    El Bienaventurado José GERARD, Ecrits divers, Collection Ecrits oblats, 2ème série, vol. 4, Rome 1988

     

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