Servicio de la palabra hecha carne
Reflexiones sobre la vocación del Hermano Oblato
Preámbulo: Historia del Comité Permanente de los Hermanos Oblatos
Durante el Capítulo de 2004, los hermanos presentes enviaron una carta a los capitulares en la cual “propusieron la creación de un Comité permanente de los Hermanos que representara a las distintas Regiones, para la animación de la vida y la misión de los Hermanos”. En sus recomendaciones finales, el Capítulo General “otorgó autoridad al Superior general en consejo, para establecer un Comité permanente de Oblatos (R149f), que promoviera la vocación de los Hermanos en la Congregación”. El Capítulo también determinó que “este Comité funcionara según estatutos aprobados por el Superior general en consejo”, y resumió a grandes rasgos algunos elementos que podrían contener dichos estatutos.
En su sesión plenaria de abril-mayo de 2005, el Consejo General cumplió el mandato recibido del Capítulo, constituyendo el Comité Permanente de los Hermanos y decidió colocar el expediente de los Hermanos bajo la responsabilidad de la cartera de la Misión del Consejo general. En cada Región uno de ellos debía representar a los Hermanos en el Comité permanente.
Durante la sesión plenaria de mayo de 2006, el Superior general en consejo constituyó oficialmente el Comité permanente de los Hermanos, formado por un representante de cada una de las Regiones de la Congregación y otro hermano nombrado directamente por el Superior general. Este último también designó como huésped al padre Frank Santucci para participar en la primera reunión del Comité de los Hermanos. El responsable de la cartera de la Misión convocó a un encuentro en Roma al Comité recién constituido, así la primera reunión fue del 16 al 20 de octubre de 2006; estaban presentes los siguientes hermanos:
• Hermano Charles GILBERT (Canadá-Estados Unidos)
• Hermano Edgar FRANCKEN (América Latina)
• Hermano Anton FERNANDOPULLE (Asia-Oceanía)
• Hermano Rex HARRISON (África-Madagascar)
• Hermano Benoît DOSQUET (Europa)
• Hermano Andrzej RUP, (Polonia), nombrado por el Superior General
El Consejo General de este modo, había hecho la parte que le correspondía, con la puesta en marcha del mandato del Capítulo de 2004 relativo a la creación del Comité permanente de los Hermanos.
Desde entonces el Comité Permanente de los Hermanos Oblatos se ha reunido tres veces en la Casa general. Después de nuestros dos primeros encuentros, habíamos redactado una carta que pueden encontrar en
Información OMI N° 460 de diciembre de 2006 y N°471 de diciembre de 2007.
En nuestra sesión en octubre de 2008, con la ayuda del Padre Roberto SARTOR elaboramos un proyecto de estatuto para nuestro Comité; en colaboración con el Padre Adriano TITONE y el Padre Paolo ARCHIATI aportamos nuestra opinión sobre la formación de los Hermanos Oblatos, y, con el Hermano Dominique DESSOLIN, proseguimos nuestra reflexión sobre la identidad del Hermano Oblato.
Antes de reunirnos en Aix-en-Provence para nuestro cuarto encuentro, en marzo de 2010, deseamos compartir con todos los Oblatos y el conjunto de la familia mazenodiana, nuestra reflexión sobre el Hermano Oblato en la Congregación de los Misioneros Oblatos de M.I.
Se encontrará a continuación algunos datos de la presencia de los Hermanos en la Congregación, dos reflexiones de fondo: “El Hermano Oblato en la Misión de la Congregación” y “La Identidad del Hermano Oblato”; luego daremos la palabra a dos testigos y terminaremos con algunas indicaciones bibliográficas para seguir nuestra reflexión.
Estadísticas de los Hermanos Oblatos a lo largo de los años
El primer Hermano habría podido ser el Hermano Mauro que vivió con nuestro Fundador de 1812 a 1815. La historia decidió lo contrario. Después de la caída de Napoleón, el Hermano Mauro pudo volver a entrar en su Orden y dejó Aix el 18 de septiembre de 1815, algunas semanas antes que Eugenio de Mazenod escribiera al sacerdote Henri Tempier.
Hacia 1820, el primer novicio para hermano entra a Notre-Dame del Laus. Pero no es sino en 1828, dos años después de la aprobación de la Regla, que se reciben los primeros votos de un hermano, Jean-Bernard Ferrand, el primero también en hacer los votos perpetuos en 1834, cerca de veinte años después de la fundación de la Congregación. (Véase
Diccionario de Valores Oblatos).
La entrada de los Hermanos Oblatos se hizo con cuentagotas antes de 1841, más tarde tomó un ritmo y un porcentaje que siguió siendo estable durante ciento cincuenta años. Por ello a la muerte del Fundador, los Hermanos Oblatos eran alrededor un 20% del personal oblato.
1899: 18%
1933: 25%
1964: se da el porcentaje máximo de los Oblatos, es decir 7526, había 1309 hermanos, lo que representa alrededor del 17%.
1987: ya no eran más que 14%, es decir, 728 sobre 5431 Oblatos.
1998: 530 sobre 4713 Oblatos 11%
2000: 565 sobre 4664 Oblatos 12%
2008: 424 sobre 4300 Oblatos 10%
2009: 407 sobre 4244 Oblatos 9%
¡En la línea del Padre Fernand JETTÉ, decimos que una Provincia que no tiene entre sus Oblatos en formación primera candidatos a Hermanos Oblatos, de cinco a diez años, estará en peligro!
“Somos los cooperadores de Dios” (1 Cor. 3:9)
El Hermano Oblato y la Misión de la Congregación
por el P. Oswald Firth, OMI, Asistente General
El Hermano en la Iglesia
La tentativa de establecer y determinar el lugar del Hermano Oblato en la Misión de la Congregación será más eficaz si regresamos a nuestras raíces, especialmente al tiempo de nuestro Fundador. Quien enunció claramente el papel y la función del Hermano en la Congregación cuando dice categóricamente:
“En nuestra Sociedad, los Hermanos no deben ser considerados como empleados domésticos.” (Artículo 11).
[1] El Superior general Fernand Jetté reiteró estos mismos sentimientos hablando a los Hermanos en 1986, en estos términos:
“Desde los inicios de la Congregación, consideraba al Hermano como un colega, un camarada y no como un doméstico”.
[2] En un lenguaje contemporáneo, hablaríamos quizá del Hermano Oblato como uno “Cooperador” de la Misión.
El Papa Juan Pablo II, el 2 de febrero de 1995, en una audiencia, que se transformó de hecho en una catequesis, puso en claro la esencia del Sínodo de los Obispos de 1994 sobre la
Vida Consagrada. Precisó el término “Hermano” vivido en los Institutos religiosos que agrupaban a Sacerdotes y a Hermanos. Su lectura es, que en una orden religiosa, todos son “Hermanos”, pero algunos son ordenados sacerdotes mientras que otros no. Lo que cuenta es que todos participan en la Misión de evangelización de la Iglesia, con tareas misioneras diferentes pero complementarias.
Los Hermanos, dice Juan Pablo II, son “
Puntos de conexión”, porque conectan las realidades humanas y eclesiales, ellos son puentes entre el ‘
Reino de los hombres’ y el
‘Reino de Dios’. Además, el Vaticano II llamó la atención sobre el papel de la Iglesia en el mundo como
“misionera”. Que haya ‘Sacerdotes’ o ‘Hermanos’, lo primero que está en juego es a lo que el Oblato debe responder: convertirse en
‘misionero’. Pero
‘misionero’ es un término de amplio significado, que llama a cada bautizado, tanto laico como religioso, a encargarse de la misión ejerciendo ministerios específicos en el estado concreto de cada uno. Esta manera de pensar trae implicaciones teológicas muy exigentes (Rom.12: 4-8).
[3] Para un Oblato, la llamada a ser
‘misionero’ se combina con el compartir la misión, viviendo la comunión fraternal, sin ninguna de distinción de clase.
[4]
El Hermano en la Congregación
El P. Fernand Jetté habló con gran aprecio del Hermano Oblato como elemento constitutivo de la Congregación, en el sentido que sin los Hermanos, ésta se empobrecería, hasta cierto punto, en sus esfuerzos misioneros. “
Para mi, decía,
la Congregación no está completa sin los Hermanos”.
[5] Con este recordatorio elocuente, se daba el tono para recordar, en beneficio de todos los Oblatos, la corresponsabilidad en el impulso misionero
“Nos reunimos en comunidades apostólicas sacerdotes y Hermanos que… se consagran principalmente a evangelizar a los pobres” (C. 1), que encontramos con sus múltiples aspectos (C.C. 5). Aquí, se aclaran todas las ambigüedades. La misión es la herencia común que se nos transmite como comunidad.
Es la misma misión, aunque las responsabilidades sean complementarias y pasen por una variedad de ‘de testimonios y ministerios’, tanto por la celebración de los sacramentos como por el servicio (C.C. 7). Como si el Capítulo de 1986 hubiera querido destacar que los Hermanos son misioneros en el mismo nivel que los Padres, modificó el 2º párrafo de la R. 7c: “Los Hermanos participan en el trabajo de construir la Iglesia en el mundo”.
[6]
Los documentos ponen en relieve que los Hermanos ya florecían mientras vivía el Fundador cuando conducía la Congregación con gran energía y entusiasmo. Entre los años 1850-1853 se vio a los Hermanos que enseñaban en Canadá e Inglaterra. Entre 1841 y 1861, hubo al menos veinticinco Hermanos comprometidos en la enseñanza del catecismo en Francia. Los archivos muestran que Mons. de Mazenod ponía siempre a un Hermano en todos los equipos misioneros. Los Hermanos estaban siempre dispuestos a responder a todas las dificultades en el camino, por amor a la misión.
Las Misiones en el extranjero, las aventuras riesgosas en lo desconocido, para llevar la Buena Nueva a los pobres, en los países alejados, las múltiples aptitudes de las que disponían, todo eso atrajo a muchos jóvenes a la llamada de la vida de Hermano. Construían el Reino de Dios gracias a sus talentos. A la muerte del Fundador, de los cuatrocientos catorce Oblatos, ochenta y siete eran Hermanos, un quinto de la Congregación.
Las economías que resultaban del trabajo de los Hermanos, pioneros como arquitectos e ingenieros de las construcciones de las misiones, que comprenden escuelas, iglesias, hospitales… dan aún prueba de su espíritu de pobreza. Entre los Hermanos, algunos eran hojalateros, otros sastres, agricultores y cocineros. Algunos dirigían imprentas y centros de reparación de máquinas. Otros eran conocidos por sus aptitudes para hacer instalaciones eléctricas, pistas de aterrizaje y escuelas de comercio. Entre ellos, también había quienes eran versados en bellas artes y música, pintura, teatro y métodos de meditación. Su compromiso hacia la misión y la calidad de su trabajo eran legendarios y dejaron una impresión duradera entre los cristianos y también en los no cristianos, para los cuales se sacrificaron con devoción.
[7]
La Misión de los Hermanos hoy
Los tiempos han cambiado. En la actualidad, es necesario un mayor profesionalismo en el servicio que prestamos a los más pobres. Los Hermanos respondieron vigorosamente a esta llamada. Contamos así, entre nuestros Hermanos, con médicos, abogados de los Derechos humanos, consejeros psicológicos, expertos en informática, trabajadores sociales bien formados, directores de centros de formación y retiro, y contadores calificados. En realidad la lista es ilimitada. Los Hermanos se atreven a cruzar las barreras socioculturales para hacerse solidarios y útiles a los más necesitados.
El 33º Capítulo general de 1998 reconoció la misión del Hermano en el siguiente texto:
“Por su actividad apostólica, recuerda la prioridad de la misión, por la vida profesional, asegura una presencia en el mundo. Participa así plenamente en el proceso de evangelización que desemboca y se realiza en la celebración, en la Iglesia, de los sacramentos. Se comprende así que tiene un lugar propio y no se define solamente en función del sacerdote”.[8]
El P. Wilhelm Steckling, Superior general, ha hecho un análisis emocionante del mundo de hoy en su discurso a la Intercapitular de septiembre de 2007, en Johannesburgo.
El mundo, ha dicho, ya no funciona como antes. Las antiguas fronteras se hunden al mismo tiempo que se alzan nuevas… vivimos en un mundo que tiene la impresión de no ser más que una misma nación global. La facilidad de las comunicaciones y viajes así como la circulación de los bienes y del dinero crearon una nueva situación y una nueva conciencia”.[9] El mundo de hoy y las ‘nuevas fronteras emergentes’ a las cuales el P. General se refiere, abren la puerta a nuevos riesgos, al mismo tiempo, que a nuevas oportunidades para la evangelización, lo que no debiera ser extraño para los Hermanos, que mantienen, incluso más que los sacerdotes, vínculos más estrechos con el mundo secular.
La C.133 nos impulsa
“a abrir nuevos cauces al servicio de la evangelización.” Esta llamada se incorpora muy bien en el espíritu de audacia, si tomamos seriamente el hecho
“de ser enviados” para buscar nuevos medios
“con el fin de allegarse a las necesidades de los pobres y de los más abandonados”.[10] Es a la luz de esta búsqueda de nuevas maneras de evangelizar, que debemos comprender la existencia del
Comité Permanente de los Hermanos, nacido tras el Capítulo general de 2004.
[11] Su tarea es buscar cómo los Hermanos pueden contribuir hoy a la Misión de la Congregación.
El P. General, habló a toda la Congregación en su texto
“La Misión oblata hoy” de noviembre de 2006, en el que invita a toda la familia oblata a reconocer la presencia de un ‘elefante en el jardín’, es la presencia, un poco inquietante, de los ‘nuevos pobres’ que nos miran fijamente. ¿Cómo los Hermanos pueden responder a esta invitación? Entre los caminos que se hicieron y los que quedan por recorrer, tengamos en cuenta lo que sigue:
La Misión en una cultura secular: ‘secular’ no es sinónimo de ‘material’. Para un mundo donde lo ‘secular’ domina, Dios no entra en la ecuación. No hay lugar para la transcendencia, sino solamente para la ciencia y la tecnología. El espíritu de la secularidad defiende una libertad casi absoluta del individuo, respetando al mismo tiempo el valor intrínseco del ser humano. Hermanos y Padres formaron comunidades piloto para responder a la misión en el contexto de un humanismo secular, que deja a muchos profesionales, estudiantes universitarios, intelectuales, mundo del comercio, etc. vacíos de una espiritualidad, que observa más allá. Birmingham e Indianápolis fueron pruebas positivas en esta dirección.
[12] Misión y migración: con el aumento de los emigrantes en Occidente, una de las tareas de la misión es contribuir a que estos sean tratados decentemente y con justicia, los que fueron desarraigados por razones políticas y/o económicas; y también velar para que sean reinstalados en su nuevo medio ambiente, respetando al mismo tiempo, lo que es aceptable de sus prácticas culturales.
Trabajar por la Reconciliación y la transformación de los conflictos: Los conflictos en torno al mundo, sobre todo allí donde están presentes Oblatos, piden que nos formemos y comprometamos en las técnicas de transformación de los conflictos, en la reconciliación y la consejería. Este tipo de trabajo humanitario es más necesario que nunca.
La preocupación del Medio ambiente y la Ecología: El agotamiento de los recursos naturales, el recalentamiento climático, la desaparición de las especies raras y el uso de los abonos químicos contribuyen a los cambios climáticos que dañan el planeta tierra.
Muchas cosas pueden hacerse en los programas de formación para salvaguardar el medio ambiente al servicio de todos los seres vivos de la tierra.
Hacer presente el Evangelio en las Culturas tribales: La espiritualidad, la teología y las culturas de las minorías tribales son canales por los cuales pueden pasar el Evangelio y los valores del Reino. Los derechos a sus territorios y su cultura de las minorías tribales es lo que está en juego, para la defensa de lo cual es necesario elevar la voz en cada país y en el plano internacional.
Diálogo interreligioso e intercultural: El Diálogo fue reconocido por la Iglesia como un medio de evangelización hoy. Al comenzar por el diálogo de la vida, se puede llegar hasta niveles más profundo, junto al diálogo doctrinal.
Ministerio con la Juventud: Es un ministerio prioritario en la Congregación, remontándose al tiempo del Fundador. Los jóvenes están en búsqueda de sentido y espiritualidad para su vida, y cuando no lo encuentran, el vacío, las drogas, la violencia y la desesperación toman su lugar.
Trabajar con los enfermos del SIDA: Más aún que la enfermedad física, es el rechazo social y la etiqueta que acompaña a esta enfermedad lo que hace sufrir tanto. Algunos Oblatos están directamente en terreno, en el ámbito médico o el acompañamiento, consolando a los que sufren de esta enfermedad; otros trabajan en campañas para hacer disminuir los precios de los medicamentos y hacerlos accesibles a las víctimas.
He aquí los ámbitos posibles que están abiertos a todos los Oblatos que aceptan cruzar las fronteras para comprometerse en la evangelización. Estos campos misioneros con los nuevos pobres, están abiertos a los Hermanos; nos recuerdan las palabras del Fundador:
‘No dejar nada por explorar’. “No es que nos arriesgamos porque las cosas son difíciles, sino porque las tomamos por lo que ellas son.” (Séneca). Tales ministerios no están solo reservados a los sacerdotes, sino que también interpelan a los Hermanos, ya que debido a su naturaleza propia, nos desafían a ser sobre todo ‘misioneros’.
Identidad del Hermano Oblato.
En la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada
por el Hno. Benoît DOSQUET omi
Presidente del Comité Permanente de los Hermanos Oblatos
“No tengan sino que un único Padre y ustedes todos son hermanos” (Mateo 23,9)
Prólogo
Vivir como hermanos, entre nosotros, con los que nos rodean y más ampliamente con todo ser humano, creado como nosotros, a imagen de Dios, es el objetivo de él que camina en seguimiento Cristo.
La incidencia de Cristo en la vida religiosa no es un “más” con relación a la vida bautismal sino que es un ministerio (es decir, una función para animar a la comunidad que cree…), es un puro testimonio de gratuidad para todos los hombres, es “algo distinto, compartido con los demás”.
La identidad de la vida religiosa reside en lo que somos, en nuestra marcha tras Jesucristo. Qué más da, que seamos numerosos o pocos, la dimensión esencial de la vida religiosa es la comunión con Cristo, que es una potencia vital. El religioso es un hombre que se caracteriza por las corrientes y las cuestiones que atraviesan a la sociedad y que dejan traslucir a Cristo que está en él.
La reflexión sobre la vocación y el lugar de los Hermanos se refiere a todas las comunidades oblatas, Padres y Hermanos, ya que afecta incluso a la identidad de nuestro Instituto
[13].
La vida religiosa es vital para nosotros los Oblatos y la presencia de los Hermanos en la Congregación recuerda toda la dimensión fraternal o según la expresión Juan Pablo II: “el ‘Hermano laico’ recuerda que la vida religiosa tiene una dimensión comunitaria”
[14].
Año tras año, el Comité de los Hermanos descubrió cuán fundamental era partir de la vida religiosa, del Sacerdote Oblato y del Hermano Oblato. En la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, algunos deben entrar como Hermanos, otros experimentan una llamada al Ministerio presbiteral. Sin embargo,
todos los Oblatos, sacerdotes y hermanos, tienen responsabilidades complementarias en la obra de evangelización[15].
“Eugenio de Mazenod, ante la inmensidad de la tarea, reúne en torno a si algunos sacerdotes animados del mismo celo ardiente hacia los mas olvidados”.
Los convocó a vivir juntos como hermanos…. Les incitó a continuación a comprometerse definitivamente en la obra de las misiones vinculándose por los votos de religión. Poco después, acogió también a los Hermanos, como verdaderos hijos, de su familia. Tales fueron los orígenes de la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
[16]“
Identidad
La vocación oblata forma una unidad: el Hermano Oblato, como el Sacerdote Oblato, son hombres que oyeron
la llamada de Jesucristo, percibida en la Iglesia a través de las necesidades de salvación de los hombres[17]. Por su oblación, se ofrecen completamente, dando lo mejor de sí mismo, a través de los dones recibidos de Dios.
Si partimos de lo que nos anima y no de lo que hacemos, comprendemos que el Hermano Oblato no debe definirse por un oficio o una función. La primera y la más importante contribución del Hermano es el don de su persona, ofrecida libremente para el servicio del Señor. Está pues en la transparencia de la vida religiosa que da un testimonio profético, en el interior de la Iglesia y de la Congregación, en el mundo de hoy.
Nuestro fundador siempre hizo hincapié en la dignidad de la persona “…
conozcan su dignidad – sepan quienes son… “, Eugenio de Mazenod deseaba que los Hermanos estuvieran ocupados según sus talentos. Juan Pablo II en 1995 decía que los “Hermanos laicos” debían tener un papel conveniente para que puedan cooperar activamente en la vida y el apostolado del Instituto
[18]. Decimos que la vocación de cada uno es construir el Reino con su identidad propia. Eso quiere decir que es necesario valorizar los dones de Dios en la persona, para convertirse uno mismo en hijo, revelar su único carácter e ir por un camino de confianza, para atreverse y hacerse capaz de tener un diálogo frente a frente. Así la persona se convierte en un hombre realizado, un hombre feliz que no espera mucho del Superior sino que aporta su grano de arena al bien común; un hombre que participa activamente en hacer visible el Reino de Dios aplicando, los dones recibidos, al servicio de su comunidad.
El Hermano Oblato ha respondido a la llamada del Señor. Después de haber distinguido esta llamada, en combinación con sus Superiores, se especializa en un ámbito u otro, con el fin de valorizar sus talentos y ponerlos al servicio de la comunidad y la misión.
SER, ES SER UNO MISMO
El verdadero valor de la vocación de los hermanos
El Vaticano II reconoce la participación de todo cristiano en el sacerdocio del Cristo y no solamente en el sacerdocio ministerial
[19].
Después del Vaticano II, las órdenes religiosas debieron revisitar el carisma de sus orígenes, algunas Órdenes desearon formar “fraternidades” y llamarse “Hermanos”. Por nuestra parte, los Oblatos, con nuestro fundador, comenzaron por crear una sociedad de Sacerdotes (incluso si hubiera querido agregarse el Hermano Mauro antes de regresar a la Trapa y que Eugenio fundara la Congregación)
[20]. En cuanto asoció Hermanos a la Congregación, quiso que un espíritu de familia reinara en las relaciones entre Padres y Hermanos.
En la historia, el Capítulo de 1966 transformó la identidad del Hermano Oblato: Las CC& RR de 1966 centraban el verdadero valor de la vocación de los Hermanos mas allá de las tareas que realizaban. Estas tareas se veían más, bajo la óptica apostólica. Los Hermanos, en efecto, explicaba el padre Gilbert, son misioneros:
1.
por el testimonio de su vida (R 18). Se destacaba bastante que su trabajo los pone a menudo en estrecha relación con la vida diaria de la gente. Así tienen que dar un testimonio especial de vida evangélica y pueden ejercer un apostolado muy fértil complementario al de los sacerdotes;
2.
por la oración, en particular por el hecho que en adelante los Hermanos pudieran recitar el Oficio en la lengua hablada con los Padres, y por su participación más intensa en la misa comunitaria concelebrada;
3.
por las actividades profesionales, cada vez más especializadas, debido a la instrucción más avanzada;
4.
por las tareas pastorales directas.[21] En 1985, el Padre Fernand JETTÉ describía cuáles condiciones de los Hermanos eran una riqueza para la Congregación:
- Que sean hombres que poseen una verdadera consistencia y madurez humana.
- Que sean hombres de fe y de entera generosidad.
- Que sean hombres animados de un verdadero espíritu misionero.
- Que estos hombres tomen a pecho desarrollar su idoneidad en el servicio que se les confía.
Y concluía: ustedes son religiosos…. Son hombres apostólicos… ustedes participan en el único sacerdocio de Cristo…. Cooperan a su manera, como colaboradores del sacerdote, en la reconciliación de todas las cosas en Cristo.
[22] El Capítulo de 1998 define al Hermano Oblato del siguiente modo:
“…la vocación del hermano recuerda a todos los Oblatos su consagración religiosa…. Por la actividad apostólica, recuerda la prioridad de la misión; por la vida profesional, asegura una presencia del mundo. Participa así plenamente en el proceso de evangelización, que desemboca y se realiza en la celebración, en Iglesia, de los sacramentos. Se comprende así que tiene un lugar propio y no se define solamente en función del sacerdote. La presencia de los Hermanos enriquece la vida de nuestras comunidades y las mantiene cerca de la vida diaria de la gente”.[23]
Esto completa la Regla 7c:
“Los Hermanos Oblatos participan en el único sacerdocio de Cristo. Deben colaborar a su manera en la reconciliación de todas las cosas en él (Col. 1,20). Por su consagración religiosa, dan prueba de una vida inspirada en el Evangelio. Por todas partes los Hermanos participan en la obra misionera de la construcción de la Iglesia, especialmente en los territorios donde la Palabra se proclama por primera vez. Siendo enviados por la Iglesia, su servicio técnico, profesional y pastoral, igual que el testimonio de su vida, constituyen su ministerio de Evangelización”.
[24]
La vocación Mazenodiana
A imagen de nuestro Fundador, el Hermano Oblato, igual que la persona que vive del carisma Mazenodiano, tiene que vivir la experiencia de Cristo Salvador, ser levadura en la masa, que después de haber experimentado el amor total y la liberación del Salvador por él, lleva a otros a hacer la misma experiencia.
La vida religiosa nos recuerda la importancia de recibirla gratuitamente de Dios, el Hermano Oblato destaca la absoluta necesidad de la vida religiosa para todo Oblato. Como todo religioso, elige dejarse penetrar por la Palabra hasta en la profundidad de su Ser, lo que le permite vivir en la confianza, de descubrir con Dios el futuro y una “fuerza” para la misión.
La fraternidad en misión
La misión se confía a la comunidad. Es una tarea comunitaria antes que, ser personal. Esto quiere decir que realizamos nuestra misión no solamente por palabras y trabajos, sino también y sobre todo, por la calidad de nuestra vida. En la actualidad, en nuestro mundo individualista, la capacidad de vivir la fraternidad en comunidad es verdaderamente señal de la presencia de Dios.
La fraternidad es un camino, es una dimensión esencial del ser cristiano. El Fundador nos dio el ejemplo a partir de su sermón de Cuaresma 1813:
“mis hermanos, mis queridos hermanos, mis respetables hermanos… “. Hasta en su testamento espiritual:
“practiquen entre ustedes, la caridad, la caridad, la caridad…”[25]
Testigo de la caridad
Con motivo de una catequesis tras el Sínodo de los Obispos de 1994, Juan Pablo II destaca la contribución específica de la vocación de los Hermanos en estos términos: “Estos religiosos deben ser
hermanos de Cristo, profundamente unidos con él, el mayor de una multitud de hermanos (Rm 8,29);
hermanos el uno con el otro, en el amor recíproco y en cooperación con el mismo servicio para el bien de la Iglesia;
hermanos de cada hombre, por el testimonio de la caridad de Cristo hacia todos, especialmente los más abandonados, más necesitados;
hermanos para una mayor fraternidad en la Iglesia”.[26] En otras palabras, recuerda que somos todos hermanos en Cristo.
Enviado
El Hermano vive su vocación religiosa como enviado. Es esencialmente un hombre que recibe su misión de Cristo a través de sus Superiores. Realiza esta misión como miembro de una
comunidad apostólica de Sacerdotes y Hermanos que se vinculan con Dios por los votos de religión.
En conjunto, cooperando con Cristo Salvador e imitando su ejemplo, se consagran principalmente a la evangelización de los pobres.
[27] A lo largo de la historia, los Hermanos se revelaron misioneros por su manera ser en el mundo.
Servicio de la palabra hecha carne
Si una de las dimensiones del servicio presbiteral puede traducirse en el “servicio de la Palabra”, el servicio del Hermano es también servicio de la Palabra hecha carne. Tal es el servicio de la Palabra realizado por María en la sombra. Es en ella, que de una determinada manera, la Palabra se hizo hombre: las manos que trabajaron en Nazaret…; los pies que caminaron por el polvo de Galilea a Jerusalén. El testimonio de este joven Hermano traduce esto:
“Mi vocación me dio el sentido de una especie de ‘realización física’ de la llamada recibida: poner mi cabeza, mis manos, mis pies enteramente al servicio de una única tarea, que era responder a las múltiples llamadas de la comunidad y la misión”.[28] Algunos Hermanos hacen su contribución por su trabajo con la gente, penetran la mentalidad de las personas. En nuestro mundo caracterizado por el materialismo, son numerosos los Hermanos que dan un testimonio vivo de la dignidad del trabajador, que domina su trabajo más bien que ser dominado por él, y que no puede convertirse en un robot al servicio de la productividad.
Al tomar a María como modelo, que guardaba todo eso en su corazón (Luc 2,52), el Hermano tiene un papel de confidente. Cuántos jóvenes Oblatos hablan del Hermano cocinero o del Hermano mecánico como su confidente durante sus estudios: “I
ba a él para hablarle de lo que vivía…”.[29] No se trata de relegar el Hermano a un papel de trabajador o criado oculto, sino se trata de la proximidad con la gente, ese vivir juntos, es una manera profética de dejarse descubrir en forma diferente. Este servicio de la Palabra hecha carne permite vivir una pastoral en el límite máximo.
Punto de conexión
Al retomar el documento de Normand Provencher que citaba a Juan Pablo II, en la audiencia del 12 de enero de 1980, podemos decir que las actividades de los Hermanos pueden considerarse como un
“punto de conexiónentre las realidades humanas y las realidades eclesiales, entre el reino del hombre y el Reino de Dios”.[30] El padre Santiago Rebordinos ve en el término “conexión” un campo de acción para el Hermano Oblato, que no puede dar el sacramento de la reconciliación, sino que puede ser una levadura de reconciliación de muchas maneras
[31].
Podríamos decir que el Hermano es el puente entre los ‘laicos’ y el mundo administrativo, aquí tenemos cómo un joven Hermano Oblato describe su experiencia:
“lo que vivo desde hace cinco años con todos los jóvenes con quienes me cruzo, me confirma la importancia que tiene como testimonio de vida para los jóvenes una comunidad ‘mezclada’ entre Sacerdotes y Hermanos… Sucedió en muchas ocasiones que tal o tal me confíara ‘me es más fácil hablarte porque precisamente no eres sacerdote…”[32]
La Congregación no está completa si le faltan los Hermanos
El Padre Fernand JETTE afirmaba
“para mi, la Congregación no está completa si le faltan los Hermanos”, recordando al mismo tiempo que nuestras Constituciones indican claramente que la Congregación agrupa en comunidades apostólicas a sacerdotes y hermanos con responsabilidades complementarias en la obra de la evangelización
[33]. En la actualidad, diría: una Provincia que no tiene en su formación primera candidatos a la vocación de Hermanos Oblatos de cinco a diez años, estará en peligro. Numerosas son las Unidades que hoy en nuestra Congregación no tienen Hermanos en formación primera. Esta ausencia puede plantearnos, a fondo, la pregunta: ¿cuál es la Iglesia que anunciamos?
Las misiones específicas que pueden confiarse a los Hermanos incluyen un gran número de funciones y ministerios variados según la cultura, las necesidades…
Los Hermanos están íntimamente comprometidos en todas las tareas apostólicas de la Congregación, en las que se realiza esta misión: tanto en los innumerables trabajos (materiales y técnicos, al servicio del apostolado y los servicios generales de la Congregación) como en el anuncio explícito de Cristo. Como sus hermanos sacerdotes, están disponibles para ser enviados a los que son víctimas de discriminaciones, a los que están privados de dignidad, a los sin voz y a los sin poder, aquellos en que la fe ha sido borrada y a los que quieren oír el anuncio de la Buena Nueva de Jesús, así como a las comunidades y a las obras que necesitan su ayuda para la realización de la misión de la Congregación.
Es así que encontramos a determinados Hermanos Oblatos que ponen sus talentos profesionales como secretarios, mecánicos, agricultores, médicos, directores de Centros de formación, etc., al servicio de la misión que se les confía en tal o cual lugar. La rica historia de los Hermanos y la multiplicidad de trabajos y ministerios realizados por los Hermanos en todo el mundo, muestran muy bien la diversidad y la complementariedad de la misión apostólica del Hermano en la Congregación. Conservando muy vivo el espíritu y la identidad del Hermano Oblato no debe separarse de la identidad Oblata, que agrupa en comunidades apostólicas, a Sacerdotes y Hermanos, hombres que han dejado todo para responder a la llamada que Jesucristo les ha hecho.
Testimonio de dos Hermanos Oblatos
Extracto del testimonio del hermano Hervé GIVELET, en sus 50 años de vida religiosa, el 11 de diciembre de 2004 en Yaundé
Para comenzar ante tantas señales de afecto, ¿qué he dado? ¡Santo Dios no ha sido mucho! ¿Hablar de mi vida como Hermano Oblato? Me conocen y, como pueden constatar lo que soy en medio ustedes, más o menos durante mis cincuenta años de vida religiosa. Por supuesto, los lugares, los empleos y sobre todo las caras han cambiado a medida de mis obediencias, pero los hombres, todos los hombres, dondequiera que estén, viven, trabajan y sufren.
Pues bien, es el trabajo lo que más me ha marcado durante el noviciado y los diez años pasados en Francia. Antes, en Francia, cada casa de formación tenía al menos una decena de Hermanos, que cubrían todos los servicios de la casa; en talleres, jardines o el campo, reinaba una gran paz justo en el ruido de las máquinas, como en la carpintería; los Hermanos trabajaban en silencio, entregados a su trabajo. Era necesario producir, hacer funcionar la casa.
Por mi parte, estuve en Notre Dame de Sion, lugar de peregrinaje, santuario consagrado a la Virgen María. Allí conocí una actividad desbordante en una comunidad viva y alegre compuesta de padres, hermanos, laicos (todo el personal de las casas de huéspedes) y trabajadores. Era necesario, de todos modos, modernizar la hospederías un poco anticuadas.
Esta exuberante actividad yo la encontré más tarde, en Laos donde éramos dos Hermanos, el hermano Gaudin y yo. Con nuestros propios obreros, una quincena, teníamos la responsabilidad de la marcha material del Seminario menor: plantaciones de arroz, huerto, mantenimiento del grupo electrógeno, vehículos, etc. todo esto, hasta la expulsión en 1976.
A continuación fui al Chad; a la gestión del garaje diocesano y excavación de pozos, esto último me llevaba a los pueblos y me permitía acercarme a los campesinos. Y, para terminar, fue el ministerio de la formación de nuestros jóvenes oblatos, dónde estoy desde hace dieciséis años y en la que uno se pregunta a veces quien es el formador, y quien está en formación… Pero lo seguro es que en lo referente a nuestra formación humana de criaturas a imagen de Dios, hay jóvenes y mayores, gracias a la fraternidad que se crea en la comunidad de formación, sea en el noviciado como en la Casa Yves Plumey.
Testimonio del hermano Jacques LANGLET, de Fontenay-sous-Bois 2008
Entré a los Oblatos al principio teniendo el deseo de ser sacerdote… Digamos que en ese tiempo, las cosas eran así, es de ese modo, como me había representado el compromiso con Cristo, al servicio del Evangelio. Pero, como he dicho a menudo, nunca yo hubiera entrado en una Congregación de Hermanos, por ejemplo, los Hermanos de San Gabriel…
Es durante los estudios en el escolasticado y sobre todo en mi año de prácticas en Australia que me planteé la pregunta: ¿Oblato, de acuerdo, pero como Hermano o como Padre?
Y luego, lo que fue verdaderamente la orden de la llamada, algo muy claro en mi fue el hecho de pedir mi primera obediencia como Hermano… Pues recibí mi obediencia para Fontenay-sous-Bois con una misión específica, la reactivación de la acogida a los jóvenes en la Ile de France.
Desde hace cinco años, soy el único Hermano en la comunidad; los otros son todos los sacerdotes. Soy testigo no solamente de la fraternidad oblata sino de que lo nos une en la diversidad de los ministerios,
pero sobre todo, en la complementariedad de las aptitudes, de los carismas.
Lo que vivo desde hace cinco años con todos los jóvenes con quienes me cruzo
me confirma la importancia de una comunidad “mezclada” compuesta por sacerdotes y hermanos como testimonio de vida para los jóvenes… Sucedió en algunas ocasiones que tal o cual me confiara “me es más fácil hablarte porque precisamente no eres sacerdote…”
Complemento del ensayo de bibliografía sobre los Oblatos Hermanos en la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada
Encontrarán el principio del ensayo de bibliografía sobre los Hermanos en “Vie Oblate Life” N° 50 por Yvon BEAUDOUIN, en 1991.
1991 |
BEAUDOIN, Yvon, o.m.i., “Les Frères dans la congrégation des Missionnaires Oblats de M.I. Survol historique. » Vie Oblate Life, 50 (1991), p. 3-26.
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1991 |
BEAUDOIN, Yvon, o.m.i., «Essai de bibliographie sur les Frères dans la cong. des O.M.I ». Vie Oblate Life, 50 (1991), p. 27-38.
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1991 |
TRÜMPER, Hajo, o.m.i., «La vocation de l’Oblat frère : conception et spiritualité. Réflexions à partir des CC. et RR. et des normes générales de la formation. » Vie Oblate Life, vol. 50 (1991), 357-383.
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1991 |
ZAGO, Marcello, o.m.i., « El Carácter sacerdotal de la congregación » Documentación O.M.I., n. 185. abril 1992, 19 pages. (p. 11-12 : « Carisma compartido por los sacerdotes y los Hermanos »).
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1998 |
REBORDINOS, Santiago, o.m.i., “Hermanos” en el Diccionario de los Valores Oblatos (1998), pp. 160-189, bajo la dirección de Fabio Ciardi.
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2003 |
GASPAR, Karl, cssr., « Hermanos en comunión con los pobres » Ponencia presentada en la convención nacional de religiosos Hermanos de Filipinas. Universidad de St. La Salle, ciudad de Bacolod, 18-20 de octubre de 2002, Documentación O.M.I., n. 250. enero 2003, 15 pages.
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2004 |
PROVENCHER, Normand, o.m.i., « Reflexión teológica sobre el lugar de los Hermanos en la Congregación de los Oblatos de María Inmaculada ». Documentación O.M.I., n. 259. mayo 2004, p. 5-16.
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2004 |
COMITÉ DE HERMANOS, « El Hermano oblato en una congregación clerical » Documentación O.M.I., n. 259. mayo 2004. p. 3-4. |
[1] Dictionnaire des Valeurs Oblates, Frères, p.48
[2] Vie Oblate Life, 1986, p.279.
[3] Christifidelis Laici, 1988, no.23;
Lumen Gentium, 35, 36)
[4] Fernand Jetté:
Vie Oblate Life, Vol.45, 1986, p.279; Normand Provencher,
Documentation, 259, p. 9
[5] Fernand Jetté, op.cit. p.283
[6] Dictionnaire des Valeurs Oblates, op.cit. 65.
[7] Ver Fernand Jetté,
Vie Oblate Life, p.278.
[8] 33° Capítulo General:
Evangelizar a los Pobres en el Umbral del Tercer milenio, 1998, no. 25.
[9] Wilhelm Steckling,
Atreverse a atravesar las Fronteras, Septiembre 2007, p.3, 4.
[10] Wilhelm Steckling,
La Misión Oblata Hoy, Noviembre 2006, p. 3.
[11] Ver Actas del 34º Capítulo General,
Testigos de la Esperanza, p.66-69 (texto inglés).
[12] Muchos de los ministerios mencionados se escuentran en la carta a la Congregación sobre la Misión hoy. Noviembre 2006.
[13] Normand Provencher,
Documentación OMI de mayo 2004.
[14] Documentación OMI de mayo 2004.
[15] CC & RR N° 7.
[16] Prólogo de las CC & RR
[17] CC & RR N°1
[18] Documentación OMI de mayo 2004.
[19] Lumen Gentium N°10 [el sacerdocio común].
[20] Carta de 28 octubre 1814
[21] Síntesis de la historia de los hermanos en
Vie Oblate Life N° 50, 1991.
[22] Circular del Père Fernand Jetté, N° 293 de 1985.
[23] Actas del 33
º Capítulo General,
Evangelizar a los Pobres en el umbral del tercer Milenio N°25.
[24] Regla N° 7c.
[25] Nota del sermón de Cuaresma de 1813 y testamento espiritual de Eugenio de Mazenod.
[26] Documentación OMI de mayo 2004.
[27] CC & RR N°1.
[28] Dictionnaire des Valeurs Oblates, Frères page 436.
[29] Testimonio de un escolástico de Camerún en 2008.
[30] Documentación OMI de mayo 2004.
[31] Dictionnaire des Valeurs Oblates, Frères page 436.
[32] Hermano Jacques LANGLET 2008.
[33] Fernand Jetté, «La vocación del Hermano Oblato ayer y hoy », en
Vie Oblate Life, 45, 1986.
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