290 - Diciembre 2009

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Prólogo


El P. Oswald Firth, OMI, Asistente general, titular de la Cartera de la Misión del Gobierno central, pidió a varios Oblatos que escribieran artículos breves sobre el tema de la “Misión” a partir de sus propias experiencias y especialización. Este número de Documentación O.M.I, es el segundo de una serie que aparecerán en los próximos meses.

P. Jarosław Róźański, OMI, nació en 1961 en Biłgoraj, Polonia; es Oblato, sacerdote, misionólogo y africanista. Estudió en el Escolasticado oblato de Obra, en Polonia de 1981 a 1987. En 1991, terminó estudios en lengua y literatura polaca en la Universidad Adam Mickiewicz en Poznań. De 1991 a 1993 trabajó en el Norte de Camerún. En 1995-96, pasó algunos meses en la costa Este de Madagascar. En 1996, terminó sus estudios de misionología en la Academia de Teología católica (hoy: Universidad Cardinal Stefan Wyszyński) en Varsovia, donde en 1998, defendió su tesis de doctorado. En 2004, recibió el doctorado de Estado (habilitación). Es autor y editor de una docena de libros y muchos artículos. Entre sus libros (todos en polaco) se encuentra: Misión y promoción (Varsovia 2001), Inculturación de la Iglesia entre los pueblos del Centro del Sudán (Poznań, 2004). Sobre el concepto de inculturación (Varsovia 2008). De 1987 a 2004, fue miembro del consejo de Misyjne Drogi (revista de la Provincia polaca). Desde octubre de 1999, es miembro de la Facultad de Teología de la Universidad Stefan Wyszyński en Varsovia, donde es director del departamento de Misionología y profesor de Historia de las Misiones. En 2005-2008, fue vicedecano de la facultad de teología (tiene dos mil estudiantes). De 2001 a 2008, fue miembro de la Oficina europea de la Misión; desde 1998, ha sido miembro del Comité del Episcopado polaco para el diálogo con las religiones no cristianas, y desde 2002, es también Vicepresidente de la Sociedad africanista polaca.

El autor de este ensayo es el P. David N. Power, OMI, nacido en Dublín, Irlanda, en 1932, profesor emérito de la Facultad de Teología y Estudios religiosos de la Universidad Católica de América, donde enseñó desde 1977 al 2000. Antes, enseñó en el escolasticado oblato de Piltown de 1957 a 1971; así como en el Instituto Milltown de Filosofía y Teología en Dublín y en el seminario mayor de Maynouth. Durante estos años, era superior del escolasticado oblato; fue a continuación superior del Escolasticado Internacional de Roma. Estando en Roma, enseñó en la Universidad Gregoriana y en la Universidad Santo Tomás de Aquino. Fue profesor invitado en la Universidad San Pablo de Ottawa, en la Facultad de Teología de San Antonio (EE.UU.), en la Universidad San Juan de Collegeville (EE.UU.) y en los seminarios mayores de Tahití y Sudáfrica (Cedara). Dos veces, fue profesor invitado por el Instituto Asiático de Pastoral de Manila, Filipinas. También enseñó en Australia, en Pakistán, y en Sri Lanka. Es el autor de doce libros y predicó retiros en Sri Lanka, Pakistán, Filipinas, Estados Unidos, Japón, Sudáfrica y en la Provincia anglo irlandesa.


La Misión oblata hoy ante los problemas de Europa del Este

P. Jarosław Róźański OMI

Tal cual como se formula, el tema orienta la reflexión en tres direcciones: hace referencia a la tradición de la Congregación y la herencia de San Eugenio de Mazenod en particular; tiene en cuenta la situación actual de la misión y por fin ve el contexto en el cual la misión se sitúa. Comenzaré mis reflexiones por el tercer punto: los cambios ocurridos en Europa del Este; podría del mismo modo destacar lo que siempre ha estado en el centro del carisma oblato: la importancia del lugar y los problemas locales donde se ubica la evangelización. Y nos hacemos la pregunta clave: ¿Cómo Jesús él mismo Cristo reaccionaría aquí, hoy? ¿Cómo se comportaría su discípulo, San Eugenio?

Cambios políticos en Europa del Este después de 1989


Después de la Segunda Guerra Mundial, el término “Europa del Este” cubría los países que formaban parte de la Unión Soviética o estaban claramente bajo la soberanía del Bloque del Este, por ejemplo los Países Bálticos, Polonia, Alemania del Este, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria.

Estos países eran controlados por los partidos comunistas e imperaba el sistema socialista en economía. La ideología de estos partidos estaba impregnaba de ateísmo y luchaban contra la religión.

Los Gobiernos comunistas demostraban una animosidad abierta hacia la Iglesia Católica y todas las organizaciones religiosas; sólo el miedo de una rebelión social abierta les impedía utilizar formas más drásticas de represión. Las luchas más duras contra la religión tuvieron lugar durante los años sesenta; después, fueron algo disimuladas, mientras que subsistía una evidente discriminación.

Bajo la influencia de la presión social y gracias a la cohesión de las autoridades religiosas y del clero, la Iglesia en Polonia, adquirió una gran libertad y se convirtió en el apoyo de la oposición y los cambios democráticos. En Polonia, la Iglesia y los movimientos de oposición fueron sin duda alguna reforzados por la elección a la Sede de Pedro en Roma del obispo de Cracovia, Karol Wojtyla que tomó el nombre de Juan Pablo II. Después de su peregrinación a Polonia, el movimiento de oposición se afirmó y en particular el de los trabajadores. Luego de las protestas masivas de los años 80, se formó el primer sindicato independiente, en Europa del Este: “Solidarnosc” que contó con varios millones de miembros. Entre las primeras reivindicaciones de los trabajadores, un determinado número pedían la libertad religiosa. Aunque el Sindicato “Solidarnosc” fue declarado ilegal y durante la ley marcial promulgada en 1981, se intentó obstruir sus actividades, el Sindicato siguió trabajando en la clandestinidad, sostenido en gran parte por la Iglesia Católica. En 1989, se concluyó un entendimiento entre el Gobierno y “Solidarnosc”, conduciendo a elecciones parlamentarias parcialmente libres, en que el partido comunista decididamente fue vencido, no conservando sino los puestos que le habían sido reservados por el acuerdo anterior. Con este acontecimiento, comenzó una avalancha de cambios radicales en Polonia y también en otras partes. El símbolo de estos cambios fue la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania. En los años que siguieron, la Unión Soviética también conoció cambios, como la “perestroika”, que permitió a muchos Estados, que formaban parte de la Unión Soviética, proclamar su independencia, por ejemplo, los Estados Bálticos, Bielorrusia, Ucrania y Moldavia.

La situación de la sociedad y la religión en Europa del Este hoy


Hoy, según las divisiones utilizadas por las Naciones Unidas, Europa del Este incluye los siguientes países: Bielorrusia, Bulgaria, la República Checa, Moldavia, Polonia, Rumania, Eslovaquia, Ucrania y Hungría.

El 1º de mayo de 2004, se amplió la Unión Europea a diez nuevos países, incluso algunos países de Europa del Este. En ese momento, la República Checa, Polonia, Eslovaquia y Hungría se integraron a la Unión. El 1º de enero de 2007, Bulgaria y Rumania también se incorporaron a la Unión Europea. Los nuevos países en la Unión Europea pasan por una transformación rápida en el plano económico y político, adaptando su economía de sistemas sociales y políticos, para hacerlos similares a los de los otros países de la Unión. Esta transformación no es súbita; va a la par con las condiciones económicas más débiles de estos países y una tasa relativamente elevada de desempleo. Sin embargo, emerge una amplia clase media, con diferencias significativas de niveles sociales y económicos.

Los países del Este que tienen la población más numerosa son Polonia (38.2m) y Rumania (21.6m). Por lo que se refiere a la religión, estos nuevos miembros de la Unión Europea del Este son sensiblemente diferentes. Algunos salieron del comunismo en bastante buen estado en relación a las estructuras de Iglesia, de las prácticas religiosas y en cuanto al reconocimiento del papel de la fe en la vida privada y de su necesidad en la vida social. Los países líderes son aquellos que ciertamente tienen una fuerte tradición católica como Polonia y Eslovaquia. En Polonia, la Iglesia Católica romana desempeña un papel muy importante (más de 90%) con relación a las minorías religiosas: griegos católicos, ortodoxos, protestantes y judíos. En Eslovaquia, los católicos son la mayoría (alrededor del 70%) y los grupos minoritarios son protestantes y ortodoxos. En estos dos países, pocos se declaran ateos.

Si nos atenemos a las cifras oficiales, las últimas llegadas a la Unión Europea, los “Ortodoxos”, salen bien parados: Bulgaria (más del 80% de ortodoxos, 0,6% de católicos), Rumania (ortodoxos, 87%, católicos, 5.6%). Estas estadísticas sin embargo no dan cuenta del compromiso actual de los fieles en la vida religiosa y la Iglesia, ya que declarándose cristianos, sobre todo en Rumania y Bulgaria son las raíces culturales y nacionales que se afirman, más que una participación efectiva en una comunidad religiosa.

Entre los países que no pertenecen a la Unión Europea, se encuentra Moldavia con una población de cuatro millones, en que 98% de la cual se dice ortodoxa, Bielorrusia, menos de diez millones, el 60% de los cuales se dice ortodoxos y un 8% de católicos; En Ucrania, 47 millones, en gran parte ortodoxos, y Rusia que tiene un componente europeo y otro asiático con ciento cuarentiun millones, 60% de los cuales son ortodoxos y un 1% de católicos. Las economías de Moldavia, Ucrania y Bielorrusia son en gran parte dependientes de Rusia, que es la potencia política y económica en la región, por no decir en el mundo. Tiene muchos recursos naturales y conoce diferencias sociales enormes: una oligarquía muy rica y la gran mayoría de la población, muy pobre. La clase media prácticamente no se ha desarrollado. En Bielorrusia hay un sistema económico un tanto diferente donde el Presidente-dictador intenta mantener un estado de economía controlada.

Los Oblatos en Polonia


Los polacos comenzaron a unirse a la Congregación a finales del siglo XIX. Al principio trabajaron en el marco de las Provincias canadienses y alemanas. A continuación Polonia proclamó su independencia y los Oblatos llegaron a Polonia, donde establecieron un juniorado, un noviciado y más tarde un escolasticado. En 1925, fue creada la Provincia polaca como la sexta Provincia oblata de Europa. Desde este tiempo, los Oblatos polacos se han desarrollado rápidamente. En 1939, eran doscientos setenticinco con catorce casas y tenían misioneros en el Canadá y Ceilán (Sri Lanka). El desarrollo de la Provincia polaca se detuvo durante los cinco años de la Segunda Guerra Mundial y el régimen comunista que siguió. Los Oblatos han compartido este período difícil con toda la nación, suspendiendo toda actividad misionera.

En 1945, el Gobierno comunista, impuesto a Polonia, rompió el Concordato con la Santa Sede. En 1949, publicó un decreto suprimiendo todas las organizaciones religiosas del país. En 1950, la obra católica “Caritas” fue cerrada. En 1952, el Gobierno comenzó una guerra abierta contra la Iglesia. La cooperación de Polonia con el movimiento misionero se redujo únicamente al hecho de rezar por las misiones. En 1956, las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia se aflojaron un poco, pero no al punto de permitir el envío a territorios de misión.

En 1970, después de nuevas protestas de los trabajadores, donde hubo muertes, las autoridades comunistas cambiaron su política y la Iglesia en Polonia ganó más libertad. Se autorizó a los misioneros para viajar, lo que era totalmente excepcional hasta entonces. En ese año, los Oblatos polacos comenzaron la misión en Camerún. La Iglesia pudo ser aún más libre después de la creación de ‘Solidarnosc’ que se ha descrito más arriba y recuperó su plena libertad rápidamente después de los cambios políticos en 1989. Se restablecieron las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. La elección del Cardenal Karol Wojtyla, Juan Pablo II, al Sillón de san Pedro en Roma representó un enorme empuje para la vida de la Iglesia en Polonia. Desde entonces, la Iglesia en Polonia conoce un aumento sin precedentes de las vocaciones sacerdotales.

En general, se dice que la Iglesia en Polonia salió de la era comunista más fortalecida. Las estadísticas mostraban la existencia de un gran número de católicos que practicaban y la permanencia de una fuerte conciencia religiosa. De hecho, la situación de la Iglesia era más bien compleja. Es así, se habían destruido muchas estructuras y casi todas sus organizaciones. En gran parte, estaba paralizado todo el trabajo de publicaciones, no había ni radio ni televisión católicas. El laicado que sostenía en gran parte a la Iglesia, se encontraba al margen y mal organizado. En los tiempos del comunismo, la Iglesia no era una comunidad de evangelización, sino un lugar de defensa de la nación contra un Estado agresivo, totalitario y ateo. Incluso los grandes cambios en la Iglesia que nacían del Concilio Vaticano II se desarrollaron muy lentamente, debido al aislamiento en el cual el Estado tenía la Iglesia. Lo que fue seguramente un éxito fue el mantenimiento de las parroquias. Era el lugar de la vida comunitaria y religiosa.

Después de 1989, se permitió de nuevo la enseñanza de la religión en las escuelas. La Iglesia comenzó a reconstruir sus antiguas estructuras. Pero encontró también muchas críticas y una corriente que la desacreditaba a los ojos de la sociedad. Además, parece que la Iglesia no estuvo a la altura de los desafíos resultantes de una sociedad pluralista en la que ya no existía un ‘enemigo evidente’ sino un gran ‘mercado de ideas’ en el cual, el cristianismo sólo era una de las numerosas propuestas.

Como en el período anterior, así después de 1989, la gran autoridad de la Iglesia en Polonia es el Papa. Es cierto que Juan Pablo II contribuyó a reforzar esta autoridad. Esta es la razón por la que el proverbio: ‘Roma locuta, causa finita’ tiene tal fuerza hoy en Polonia. El clero y los teólogos sienten una predilección por fundamentar todo en los textos del Papa y otros documentos oficiales de la Iglesia.

La vida religiosa en Polonia sigue floreciendo; sin embargo, no escapa a una paradoja, ya que se comporta bastante libremente en frente a los artículos de la fe y a los principios de la moral. En comparación con el resto de Europa, hay siempre un porcentaje sorprendente de personas que practican regularmente su fe. Es tan sorprendente que haya aún un gran número de vocaciones las cuales alcanzaron su máximo, en 1987, con nueve mil seminaristas. Ahora, el dinamismo de las vocaciones disminuye, parcialmente debido a la crisis demográfica, pero no solamente. Hay un abandono sensible de la religiosidad entre los jóvenes y hay también un gran número de familias rotas, algo que no augura nada de bueno para el despertar de las vocaciones sacerdotales y religiosas.

Incluso si no hay falta de sacerdotes, hay un desarrollo rápido de movimientos de laicos, consustanciales al país y de organismos existentes en la Iglesia del Oeste. Este esfuerzo del laicado se centra en la profundización de la vida religiosa, de las obras de caridad y educación más bien que de sustitución del sacerdote en sus funciones sacerdotales.

Esta descripción sumaria de la Iglesia en Polonia explica mucho el tipo de enfoque y acción del los Oblatos polacos en la Iglesia. Viven en lo alto y en las partes bajas de la Iglesia, igual que el clero y la nación. Participaron en las glorias y en las debilidades de la Iglesia. Esta es la razón por la que la característica del pensamiento y la formación de los Oblatos polacos pueden verse como algo que nace de ‘la experiencia de la historia’.

Esta ‘experiencia histórica’ puso de manifiesto claramente que toda gran amenaza para la fe y la Iglesia, puede ser superada por la fidelidad a la tradición de la Iglesia expresada por la Santa Sede. Era muy importante estar próximos a la gente, a los pobres y a los obreros en particular, puesto que su apoyo salvó a la Iglesia, lo que le permitió vivir también materialmente. Cuando la Iglesia fue excluía de la vida social, su actividad principal era la parroquia, en la que cualquier otra actividad espiritual estaba vinculada a la iglesia parroquial. Tal era el modelo de un “sacerdocio defensivo”. La formación en los seminarios era centrada en el respeto, se hacía hincapié en la santidad personal y las actividades parroquiales, confinada a los terrenos de la iglesia parroquial y a la casa cural. Así se desarrolló una oferta clara de los servicios en dirección de las personas que venían al presbiterio. Había una falta de iniciativas y pocos ejemplos de “salida” “de ir al mundo”. Las ideas que venían de la Iglesia del Oeste que tuvieron curso después de 1989, no eran suficientemente atractivas, ya que se ve el período después de Vaticano II en Polonia, como un período de decadencia de estas Iglesias. Sus ideas carecen de convicción porque no son apoyadas por ‘la experiencia histórica’ dónde la Iglesia estaba muy cercana a los más pobres. Estas ideas parecían completamente sordas a las solicitudes de la Santa Sede y el Papa; predicaban el abandono de los símbolos religiosos (por ej. el hábito), un menosprecio de las normas litúrgicas en los sacramentos, la Misa privada; con vistas de izquierda, etc. por eso las ideas de la Iglesia del Oeste se vio más bien como nuevos “peligros”.

Recientemente, la actitud de los sacerdotes polacos, incluso de los Oblatos, es menos unánime; hay más comprensión hacia la Iglesia del Oeste. Sin embargo, la antigua actitud persiste y parece así que se desarrolla una tendencia a cerrarse en su ‘propio mundo individual’ o ‘mundo local oblato’, perdiendo el contacto fuerte de antes, con el pueblo y en particular con los trabajadores y las comunidades rurales, así como con la Iglesia local. La esperanza reside en el trabajo sólido de los Oblatos más ancianos y las iniciativas de algunos más jóvenes.

Las estadísticas actuales de la Provincia polaca son impresionantes. En 2006, había cuatrocientos setenta y siete Oblatos cuya edad media era de 43,85 años, de los cuales trescientos treinta y seis vivían en Polonia y ciento cuarentiuno en misión. En Polonia, hay veintiún comunidades, incluidas dieciséis parroquias. Algunos Oblatos son capellanes de hospital, capellanes militares, o de religiosas; otros trabajan como profesores de Universidad. La Provincia tiene Delegaciones, en Francia, Bélgica y Luxemburgo que cuentan con cuarenta y tres Oblatos, otra en Madagascar con cincuenticinco Oblatos, una en Ucrania con veintiocho Oblatos, la Misión en Bielorrusia cuenta con siete y la Misión en Turkmenistán, con dos. A estos números debemos añadir ciento veintiún Oblatos de origen polaco que trabajan en Austria, la República Checa, en el Canadá, en Suecia, Noruega, los EE.UU., Argentina, Camerún, Paraguay, Tailandia, Hong Kong, Alemania, España, Dinamarca, Brasil, Francia, Chile, Pakistán y en la Casa general en Roma.

Los recursos humanos son considerables a pesar de las numerosas tareas en Polonia y el gran número de Oblatos enfermos. Sin embargo debemos tener en cuenta, lo que parece inevitable, una disminución drástica de las vocaciones, debido a la crisis demográfica que durará al menos los veinte próximos años. Quizá si la Provincia emprende una misión completamente nueva e ‘independiente’ puede despertar un nuevo entusiasmo más bien que las trayectorias ‘dispersas’ de Oblatos individuales, sobre todo que la idea de una misión adjunta a una Provincia, forma parte de la tradición de nuestra Congregación.

Los Oblatos en la República Checa


Los primeros contactos con los checos se remontan a 1911 cuando unos Oblatos checos de Viena predicaron una misión en este país. Sin embargo, los contactos más amplios comenzaron después de la Primera Guerra Mundial, tras la creación de la Provincia de Checoslovaquia, en 1927. En aquella época estaban unidas la República Checa y Eslovaquia. La Segunda Guerra Mundial y el Gobierno comunista pusieron fin a la presencia oblata en este país. El último oblato murió en 1970. En 1989, Checoslovaquia logró su independencia. En 1993, el país se dividió de manera pacífica en dos Repúblicas: Checa y Eslovaca. Hoy estos dos países forman parte de la Unión Europea y la economía checa aparece como una del la más estables de todas los Países del Este.

En 1990, el P. Zdenek Cizkowsky volvió a la República Checa después de haber trabajado en África desde 1948. Se unió rápidamente a los Oblatos de Polonia y Austria y muy rápidamente hubo Oblatos checos que se incorporaron. En 2007, los Oblatos de la República Checa se unieron a la Provincia de la Europa Central; son actualmente siete.

Los Checos figuran actualmente entre la población más atea del mundo, según la gente ellos mismos se declaran ateos, aunque, debido a su historia, son cristianos. Esta situación es seguramente uno de los mayores desafíos de esta Iglesia, y de los Oblatos. En teoría, una gran mayoría de los Checos fueron educados en la tradición católica que agrupa hoy a los más practicantes (5%), y con todo la actitud de los Checos hacia la Iglesia Católica romana es bastante negativa, en particular debido al vínculo entre el catolicismo y la soberanía alemana. En la actualidad hay necesidad de una nueva evangelización con el fin de atizar la fe y el compromiso de los cristianos y frenar el proceso de descristianización que condujo al ateísmo. Parece que se tienen más cosas que decir sobre el diálogo entre la Iglesia y la sociedad laica, en República Checa, que en la Europa del Oeste o en América del Norte. Hay un extenso ámbito ofrecido al diálogo ecuménico con las iglesias protestantes, que sufren más aún de la crisis de identidad y están pues más abiertas al diálogo ecuménico.

Los Oblatos en Rumania


Rumania se encontró bajo la soberanía del comunismo ruso después de la Segunda Guerra Mundial. En 1965, Nicolae Ceausescu llegó al poder y rompió estos vínculos. Con todo no pretendió establecer lazos con el Oeste, pero introdujo una dictadura sangrienta, en nombre del comunismo. En diciembre de 1989, Ceausescu fue derrocado tras una revolución sangrienta. Los demócratas sustituyeron a representantes de un ala moderada del partido comunista y llegaron al poder en 1996. En 2007, Rumania se incorporó a la Unión Europea.

Ochenta y siete por ciento de los rumanos se declaran ortodoxos y 5.6%, católicos. Desde el año 2000, los Oblatos italianos emprendieron un trabajo pastoral; actualmente son siete. Hay una respuesta positiva por parte de los jóvenes que quieren unirse a la Congregación. La gran pregunta que espera a los Oblatos y al Clero local es la necesidad ciertamente de una nueva evangelización y el desarrollo del diálogo ecuménico con la mayoría ortodoxa y la minoría protestante. Este diálogo es favorecido por la apertura, por parte del clero ortodoxo hacia las iniciativas de la Iglesia Católica. Resulta una posibilidad para ayudar a estos ‘grandes bolsones’ de pobreza que caracterizan aún a la sociedad rumana actual.

Los Oblatos en Ucrania


Ucrania declaró su independencia el 24 de agosto de 1991. Es uno de los países más grande de Europa. Un 78% de los habitantes se declaran poseedores de la nacionalidad ucraniana, solamente 67% dicen hablar el ucraniano. Entre los creyentes (alrededor del 50% de la población), la mayoría es ortodoxa y pertenece a tres grupos separados. El mayor grupo es el de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del patriarcado de Kiev, que tiene su base sobre todo en el centro del país. El patriarcado de Moscú estaba contra la creación de esta Iglesia, ya que Moscú sólo reconoce la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Moscú, presente en todo el Este del país. Estas Iglesias luchan entre sí. El tercer grupo más pequeño, pertenece a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana autocéfala, importada a Ucrania desde los EE.UU. y Europa del Oeste.

Un pequeño, pero vigoroso grupo es el de la Iglesia Ucraniana greco católica que se encuentra principalmente al Oeste del país. Es una Iglesia Católica que pertenece a la tradición bizantina ucraniana, conocida también como ‘Uniatas’. Después de la Segunda Guerra Mundial, esta Iglesia sufrió la persecución y más tarde, se incorporó de oficio a la Iglesia Ortodoxa.

La Iglesia Católica romana en Ucrania es pequeña y se identificó tradicionalmente con los polacos. Destruida en el tiempo de la represión comunista, renació después de la independencia del país.

Los Oblatos comenzaron a trabajar en Ucrania en 1990, exactamente antes de la declaración de la independencia. Los Oblatos polacos comenzaron en el centro del país y a continuación en el Este. El 14 de septiembre de 1997, Ucrania se estableció como Delegación de la Provincia polaca. En 2006, la Delegación de Ucrania contaba veintiocho Oblatos: diecinueve sacerdotes, dos Hermanos y siete escolásticos. Trabajan en ocho lugares. La labor de los Oblatos en Ucrania se centra sobre todo, como en Polonia, en el trabajo pastoral, en el marco de las parroquias. Algunos Oblatos también predican retiros y uno ellos trabaja en los medios de comunicación católicos.

El problema que los Oblatos encuentran en Ucrania es sobre todo el de hacer que exista la Iglesia Católica romana en el plano local. Por eso desde el principio, fue su preocupación y propusieron el ucraniano, como lengua litúrgica en lugar del polaco. Son conscientes que en su posición, necesitan una comunidad internacional con el fin de destacar que la Iglesia Católica romana no es una “iglesia polaca”, lo que fue la norma durante varios siglos. A parte de esto, sienten la necesidad de abrir nuevas actividades fuera de las parroquias, rompiendo con el modelo polaco de ministerio y evangelización, puesto que un 50% de la sociedad ucraniana no se reconoce de ninguna religión.

Como el trabajo de los Oblatos se realiza en el Centro y al Este del país, en consecuencia, en regiones donde se encuentran los ortodoxos, divididos entre ellos, tienen dificultad para iniciar el diálogo con dicha Iglesia. Este diálogo normalmente tiene lugar en encuentros y en el trabajo social conjunto. Deberían también tener contactos en el plano teológico, lo que requeriría una preparación por parte de los Oblatos individuales, que con estudios universitarios se formaran en el diálogo. Es difícil decir si en el futuro, ¿Se podrá hacer referencia en el trabajo de los Oblatos de antes de la guerra que practicaban el bi-ritualismo y trabajaban con la Iglesia greco católica?

Queda claro que los Oblatos también se han propuesto el desafío de trabajar con los más pobres. Se puede hacer algo desarrollando proyectos de caridad. Ucrania ha sido sacudida por una gran crisis económica en el momento de la independencia. La situación mejoró extraordinariamente después de 2000; sin embargo, en estos últimos años, la economía ucraniana se encuentra averiada, afectando negativamente el nivel de vida de mucha gente.

Los Oblatos en Bielorrusia


La vía hacia la independencia de Bielorrusia se asoció al hundimiento de la Unión Soviética. La declaración de independencia fue aprobada por el Gran Consejo el 27 de julio de 1990. El sistema político de Bielorrusia se transformó en República presidencial, con los atributos evidentes de un Estado autoritario. Al Presidente Aleksander Lukaszenko se le acusa de violación de los derechos humanos y sigue siendo inamovible. Algunos grupos de oposición impugnan el poder de Lukaszeneko y a sus partidarios. Hay muchas regiones en el país que sufren de gran pobreza.

Los Oblatos de Polonia han trabajado en Bielorrusia antes de la guerra. Después de ella, el único que permaneció fue el P. Wojciech Nowaczyk que fue prisionero de los ‘gulag’ soviéticos. La vuelta de los Oblatos se remonta a finales de los años ochenta y se asocia en el trabajo esporádico del P. Kazimierz Jedrzejczak. En 1992, se quedó de manera permanente, trabaja en una parroquia en el campo y enseña en el seminario mayor. Actualmente hay siete Oblatos en la Misión bielorrusa: cinco padres, un hermano y dos escolásticos.

La gran dificultad para la Iglesia y para los Oblatos reside en la re-evangelización y la recristianización de la gente. Es necesario realizar este trabajo en un espíritu de diálogo con la Iglesia Ortodoxa la que atraviesa también por un tiempo de renovación. Una gran pregunta y también una esperanza, es el trabajo con la juventud donde nacen los seminaristas y los primeros sacerdotes de Bielorrusia. Otro gran desafío es la respuesta que se va a dar a la gran pobreza. Y un problema aún mayor es el apoyo a los derechos humanos que puede ser arriesgado y hacerse acreedor a la deportación inmediata, sin esperanza de vuelta. Parece que una preparación completa de los laicos pueda desempeñar un papel vital en la re-evangelización del país.

* * *

La Iglesia en los Países del Este conoció un pasado común: la lucha contra el sistema comunista inhumano. Sin embargo esta lucha era muy diferente en los distintos países. La lección común es la necesidad ciertamente de arraigar la Iglesia en las comunidades obreras. Fueron la roca de la Iglesia y es gracias a ellos que sobrevivió a las persecuciones. Los Oblatos tienen una gran experiencia en el trabajo con las comunidades simples y pobres. Esta experiencia continúa hoy en los distintos países.

Sin embargo, la reconstrucción de la Iglesia también se asocia con la necesidad de formación del laicado, la creación de Facultades de teología, seminarios y otros centros de enseñanza. Parece que se descuidó el compromiso en este ámbito, así como en muchos otros lugares en el mundo. A menudo no damos bastante peso al alto nivel de la formación de los cuadros académicos o a la creación de centros académicos, a las publicaciones en la prensa local, etc. esto es más necesario desde que los países se liberaron del comunismo y que pueden fácilmente caer bajo el encanto de los sistemas liberales. Éstos, según la enseñanza social de la Iglesia, tienen sus propias trampas y maneras de deteriorar al ser humano. En este ámbito, los fieles necesitan el camino profético indicado por la Iglesia.

En los países del Este, la Iglesia necesita tener un compromiso ecuménico, incluso teológico, lo que exige necesariamente desarrollar la formación para un espíritu de apertura. Parece también que la Congregación podría estar más comprometida en la re-evangelización de Europa del Este, no dejando esta tarea solamente a la Provincia polaca; existe una verdadera necesidad de comunidades internacionales, mostrando una dimensión de la vida, que supera las diferencias culturales y la acción de la Iglesia. Este compromiso internacional es más necesario puesto que hay extensas regiones en esta parte de Europa, en las cuales los Oblatos no están presentes y que tienen un gran potencial, por ejemplo la Eslovaquia católica o la Rusia ortodoxa que ya tiene y tendrá un gran papel en la política y la economía del mundo. El desarrollo de los Oblatos en los países circundantes ha sido siempre una tradición en la Congregación.

Estas no son sino algunas de las obras y perspectivas posibles en Europa del Este donde viven tantos pueblos y ricas culturas. Estar abierto a estas llamadas mostrará evidentemente el valor y el espíritu de la Congregación en su compromiso hacia la Iglesia, lo que es una herencia de San Eugenio de Mazenod.


Sagrada Escritura y Misión

David N. Power, OMI

Como es esencial en el carisma oblato evangelizar, predicar el Evangelio, es justo que nos preguntemos cuan versados somos en el conocimiento de la Sagrada Escritura y qué lugar tiene ella en nuestro trabajo misionero. Los pensamientos que encontrarán aquí retoman algunos puntos del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra, celebrado en Roma en 2008 y que podrán ser útiles para nuestra renovación oblata. Encontrarán a continuación algunas tentativas para situarla en el contexto actual del apostolado oblato.

El Sínodo sobre la Palabra de Dios


Quisiéramos creer que el próximo Capítulo general podrá ayudar a la Congregación a recoger algunos frutos de este Sínodo, para su renovación interior y su misión apostólica. Se puede pensar que en aquel momento, la exhortación apostólica se habrá publicado, desde ya podemos espigar algo del mensaje final y las propuestas. Todas las propuestas del Sínodo sobre la Palabra de Dios están disponibles en el sitio web del Vaticano, extraemos algunos puntos debido a lo conveniente para la renovación de la misión oblata y de su método de vida evangélico.

Esta llamada a conocer mejor a Cristo como Palabra Viva de Dios, a través de las Escrituras ha estado presente en la vida y la enseñanza de la Iglesia, en el período de renacimiento de su misión y la vida que siguió al Vaticano II, que había mostrado la importancia en la Constitución sobre la Revelación. Pablo VI reanudó esta enseñanza en el documento post sinodal sobre la Evangelización, donde afirma que las Escrituras, como Palabra Viva de Dios está, atenta a los signos de los tiempos y a las culturas de los pueblos, en el centro de la “nueva evangelización”. Juan Pablo II retomó este punto cuando ha convocado el jubileo del año 2000; tuvo la audacia de decir que “ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo” puesto que es por ellas, en relación con los signos de su presencia entre nosotros, que podemos contemplar el rostro de Cristo.

En el mensaje final en el cual los obispos que participaron en el Sínodo de 2008 se dirigen a la Iglesia, destacan la importancia fundamental del conocimiento de las Escrituras, para encontrarse con Jesucristo como Palabra viva de Dios en la Iglesia. Las Escrituras son una Palabra o una Voz que Dios nos envía, por la que nos permite ver el rostro de Cristo, Palabra Viva. Se las recibe e interpreta comprendidas de manera práctica, bajo el alero de la Iglesia. Los obispos también destacaron su papel para propagar la buena nueva de Jesucristo, siguiendo los caminos y las vías del mundo. En el trabajo con la Sagrada Escritura, Cristo toma una nueva vida a través del mundo, cuando la Palabra de Dios va por las vías del mundo, en medio de todos los pueblos. Hay otros dos puntos que los Obispos destacaron: el papel que las Escrituras desempeñan en el diálogo con las otras religiones y sus libros santos, por una parte y por otra parte, la manera según la cual nos invitan a escuchar mejor la voz de los pobres y el compasión de Dios ante la miseria de los que sufren. Lo que es especial en la presencia del Cristo vivo como Palabra de Dios es lo más universal y lo que es lo más universal es también lo más particular.

Las propuestas hechas a Benedicto XVI para incluirlas en el documento post sinodal, mencionan el conocimiento de las Escrituras, que sería necesario dar a todos los cristianos; no es un ámbito reservado a los especialistas o a los sacerdotes. Es una tarea del liderazgo pastoral proponer las Escrituras a todos los miembros de la Iglesia, para que se conviertan en una fuerza viva en la vida de las comunidades eclesiales. En efecto, tratando al mismo tiempo el lugar de las Escrituras en la liturgia, las propuestas prestan una especial atención al lugar que tienen en la vida de las pequeñas comunidades, incluso las que raramente tienen la oportunidad de tener una celebración de la Eucaristía, pero que releen a pesar de todo bajo la mirada de los responsables de la pastoral diocesana. La Biblia tiene un papel que desempeñar en toda la renovación eclesial, así mismo, las propuestas destacan la necesidad de escuchar, estudiar y rezar con las Escrituras en estas comunidades que encuentran a Cristo, como Palabra viva de Dios, en una oración frecuente de la Palabra de Dios, fundada sobre un buen conocimiento.

Los Pastores, por lo tanto deben estar atentos a esta realidad y hacer todo lo que puedan, para aportar a estas comunidades la ayuda necesaria para desarrollar su estudio y su oración con la Biblia. Esto es coherente con el Decreto de Vaticano II sobre el Ministerio y la vida del sacerdote; dice en efecto, que la predicación de la Palabra es la función constitutiva del ministerio; pide pues que los propios sacerdotes sean muy versados en el conocimiento de las Escrituras y que pongan especial atención para extender el conocimiento entre los fieles.

Algunas propuestas hablan del lugar que tiene en la vida espiritual una lectura orante de las Escrituras. Los obispos recuerdan la antigua tradición de la Iglesia de la Lectio divina. Esta comienza por un estudio que logra el sentido literal de un paso. Basado en este sentido sólido, el lector se pregunta lo que este texto revela de Cristo y cómo incide en su propia vida. De allí, nacen en el corazón distintas formas de oración, conduciendo a menudo a momentos contemplativos de simple mirada silenciosa del rostro de Cristo. Se destaca la importancia de esta práctica en el resurgir de las comunidades consagradas, que aprenden así el estilo de vida evangélico del que pueden dar prueba. En los religiosos, la combinación de la escucha de la Palabra y la práctica de los consejos evangélicos les permite leerlos con el “corazón del pobre” y comprometerse con mayor fuerza al servicio de justicia, paz e integridad de la creación.

En un tiempo en que la Iglesia y las comunidades de vida apostólica están aún más comprometidas en el diálogo con las culturas y la fe viva de las otras confesiones, la Iglesia debe también hablar de su fe en la Palabra viva de Jesucristo, lo que habla de una fe alimentada por las Escrituras. No se trata de imponer la fe en Cristo, sino estar convencido de que el diálogo con otros no puede hacerse debidamente, sino sobre la base de su propia fe en Cristo, alimentada por las Escrituras, teniendo al mismo tiempo cuidado con el conocimiento de los libros sagrados de las otras religiones.

Teniendo todo eso en el espíritu, se puede desear que el próximo Capítulo esté atento al lugar de las Escrituras en la vida evangélica y en el apostolado de los miembros de la Congregación y que haga la lista de los puntos fuertes y los débiles en este campo. Que no se satisfaga con simples exhortaciones, sino que adopte algunos planes específicos para favorecer la realización. El Capítulo debe irse adelantado a un tiempo de la vida de la Iglesia que llama a encontrar a Cristo vivo, alimentado por una escucha más profunda, con su voz, en los textos de la Santa Escritura, que ve en las incidencias en la vida de la Congregación.

Sagrada Escritura y Opción por los Pobres


Tomando nota de estos puntos que vienen del Sínodo, ahora nos preguntamos cómo se conectan con el carisma oblato de proclamar el Evangelio a los pobres y vivir una misión auténtica como “opción por los pobres.” Predicar el Evangelio y vivir a la luz del Evangelio hoy deben tomar nuevas formas, que se situarán bajo la luz de la promoción de una solidaridad global, fundada en la opción de la Iglesia por los pobres. Aceptarán también la luz de una actitud creyente frágil, asociada al concepto de secularidad. La opción por los pobres conoce hoy una nueva urgencia frente de los efectos negativos de la globalización, incluida una pobreza creciente de los pueblos y la crisis ecológica que los priva de un desarrollo sostenible y del derecho a vivir su herencia cultural, en comunión con la tierra, en comunidades duraderas.

Hubo un tiempo en que ser cristiano parecía, en varios países, imponerse por necesidad social. En el mundo occidental, muchos encontraban difícilmente su lugar en la sociedad, si se situaban fuera de las comunidades y organizaciones de fe. Cuando el Evangelio se predicaba en otros continentes, se presentaba como una obligación y una necesidad para evitar la condenación eterna. Los misioneros denunciaron las otras tradiciones de fe viva y debilitaron el corazón de varias herencias culturales. En la actualidad, por razones específicas a cada sociedad y cultura, la fe en Cristo no es más que una opción entre otras; incluso a los que no desean recibir este Evangelio, Cristo debe ser anunciado por lo que significa para nosotros, porque lo consideramos que revela amor de Dios, el perdón y su poder que salva. Tal como queda indicado por la enseñanza magisterial desde Vaticano II, Cristo debe ofrecerse como un regalo de Dios, como una invitación a una vida más completa, como una presencia viva y como una energía o una fuerza de esperanza en la construcción de un futuro humano, duradero y terrestre. Es por la fe en él y por la comunión en él, que la Iglesia cristiana puede convertirse en una presencia y una fuerza en el mundo, para la realización de un ‘reino divino’, un reino de amor, que trabaja por el bien de la humanidad y la redención del mundo. Toda actividad misionera, dondequiera esté en el mundo, debe, por el testimonio y la palabra, tomar la forma de una invitación viva de Dios que ama, para tener una manera de vivir que esté en comunión con la Palabra y el Espíritu, que lleve este amor a existir y a actuar en el mundo, respetando al mismo tiempo las otras creencias. Si la evangelización no es una propuesta persuasiva que ofrezca un fundamento para un futuro deseable en el amor y la solidaridad, será estéril. Del mismo modo, si no se presenta como una razón persuasiva de porqué vivimos como lo hacemos, ella no tendrá lugar en el diálogo entre las creencias y las culturas.

Hemos tenido en cuenta, a medida que la opción por los pobres toma forma en la vida de la Iglesia, por las vías que la Palabra atraviesa, cómo el Sínodo, siguiendo la experiencia a través del mundo, hiciera hincapié en la importancia de las pequeñas comunidades en la vida de la Iglesia. Alimentadas por la Palabra, representan una familia de creyentes; como comunidades, son una presencia evangelizadora, que aportan los recursos del Evangelio a todos los pobres en el mundo. Esto formó parte de los fundamentos de las estrategias pastorales de las Iglesias en África, Asia y América Latina desde los años 70 (véase la documentación en David Power, Mission Ministry Order, Nueva York & London, Serie 2009, págs. 9-65) su importancia se hace sentir cada vez más, mientras que la necesidad de cambiar la estructura de la sociedad resulta cada vez más clara, ante las economías que explotan a las comunidades humanas, al mismo tiempo que las energías de la naturaleza. Ante una injusticia colectiva y global, la Iglesia debe llegar a ser cada vez más consciente del servicio, que en nombre del Cristo debe prestar a las comunidades, para permitirles una existencia duradera, en economías duraderas; eso implica presentarles las orientaciones de las que tienen necesidad para construir sus vidas y su esperanza en el encuentro con Jesucristo, en la palabra viva de las Escrituras. En todo eso no estamos lejos del descubrimiento de un modelo alternativo de desarrollo, en un mundo injustamente globalizado. Necesitamos una fe dinámica y una visión que contribuya a hacer cambiar la estructura de la sociedad.

Las comunidades de fe no son sino receptoras del mensaje y objeto de la atención pastoral, ellas mismas son actrices de la vida eclesial y la evangelización. Deben ser ayudadas para que sean comunidades que se hagan vivas por el encuentro con Cristo, Palabra Viva, encendidas por la energía del Espíritu. Su vida y su misión deben arraigarse en el conocimiento de Jesucristo, dado en la Sagrada Escritura; viviendo la vida dentro de comunidades que buscan la paz y la justicia y las quieren trabajar en el bien común. Sin un conocimiento vivo de la Palabra Viva de Dios y sin atenerse firmemente a la enseñanza de las Escrituras, no es posible profundizar en una presencia pastoral dentro de la humanidad frágil, que vive en una tierra frágil. Los Oblatos, signos del Reino por su compromiso evangélico y pastores, no pueden ejercer su misión sin que ellos mismos tengan un conocimiento vivo de la Palabra y sin dejarse enseñar en su conocimiento y su fe, por el trabajo y la escucha de las comunidades en que trabajan. Todo un estilo de liderazgo pastoral y enseñanza se desarrolla con el trabajo y la orientación otorgada a las comunidades, confirmando su deseo de ser vivificadas en su comunión con Cristo, por la Palabra viva de la Sagrada Escritura.

Incluso en el diálogo interreligioso, con el pleno respeto a las otras creencias y trabajando sobre perspectivas comunes, deseamos hablar auténticamente de Jesucristo, empujados en nuestro encuentro con él, Palabra viva de Dios. ¿De qué tipo de Cristo hablamos cuándo lo conocemos así? No es de un Cristo que sería una obligación para la salvación o como un juez, excepto para los que se niegan a ser compasivos o a amar a su próximo, sino de un Cristo, que ha sido elevado, porque él mismo se dio hasta la muerte, por su enseñanza y su trabajo en medio de la gente durante su ministerio, es Dios que se revela a sí mismo vaciándose de sí mismo, como presencia entre los pobres, como sanador, como misericordioso y compasivo, como alguien en que el amor no está atado por las diferencias de clase, edad, situación, raza, cultura, como un padre que da sin reservas a su Hijo y su Espíritu. La oración para la preparación del Capítulo pide la gracia de una conversión radical: la conversión de la que tenemos necesidad es una conversión a Jesucristo, por una palabra viva, en una acción sacramental viva.

La Palabra Viva en Comunidades vivas


Sin verdadera atención a lo que se nos ofrece por la Palabra Viva, corremos el riesgo de perder la ocasión de dar testimonio de la presencia de Cristo. Marcel Dumais, en su documento, presenta numerosos textos de la Sagrada Escritura que dan una luz sobre la vida oblata y la misión, con claras consecuencias pastorales. Lo que tenemos necesidad de ver, cómo en la práctica, constantemente sacamos algo de las Escrituras, para nuestro trabajo con las comunidades de fe. Para eso les presento algunos ejemplos.

En la Cuaresma 2009, escuché algunos sermones en el primer y segundo domingo de Cuaresma en dos iglesias distintas (ninguna atendida por Oblatos). El domingo en que el Evangelio según San Marcos, cuenta el relato en que Jesús fue tentado por Satanás, en el desierto; el predicador hizo una exposición, seguramente útil a su manera, sobre cómo superar las tentaciones que vienen de las inclinaciones de cada uno al mal. No había ninguna llamada a la comunidad, ningún desarrollo sobre la forma en que el Evangelio de Marcos habla de la llegada del Reino de Dios, sobre sus condiciones y sus esperanzas. Marcos conecta la prueba en la cual Jesús es reconfortado por los ángeles con su proclamación que el Reino de Dios está muy cercano. Se ofrece ese domingo como una invitación a las comunidades de Iglesia a vivir con Cristo, en la búsqueda de este Reino. La presencia pacífica de Jesús con los animales salvajes en el desierto, es una señal de la restauración del reino de paz, como se menciona en el libro de Isaías. Pero Jesús no puede dar testimonio sino a través de la confrontación con Satanás y sus seducciones, que le hacen intentar otras maneras de instaurar un reino terrestre. Si una comunidad es exhortada a una reflexión común sobre este Evangelio, encontrará quizá una invitación a ir con Cristo hacia la Pascua, podrá reflexionar sobre su manera de servir el reino, podrá encontrar la esperanza en un Reino de paz. Cuando en el leccionario del Ciclo B, este evangelio se asocia a la alianza de Dios con Noé para la conservación de la tierra; se la vincula en la imaginación con una nueva esperanza frente a las pruebas de la sociedad y medio ambiente de hoy, que explota la tierra y arruina la vida humana en su superficie.

El segundo domingo de Cuaresma, el predicador eligió hablar de la divinidad de Cristo comparándolo, de manera un poco divertida, a Superman o Batman cuya verdadera naturaleza está obscurecida por las máscaras que llevan. De hecho, el Evangelio de la Transfiguración se refiere a la revelación de la filiación de Jesús y la ofrenda del Hijo al mundo, en su Pascua, en el repudio y la pasión que debe sufrir. El vínculo hecho en el Ciclo B de este texto con el relato de Abraham e Isaac tiene el mismo sentido que la víspera: Dios ofrece a su hijo como un padre cariñoso a la humanidad, para su redención. En el relato de Marcos, los discípulos confesaron una fe un poco débil en Cristo, Hijo de Dios, pero se niegan a ver su filiación puesta en evidencia en el camino de la Cruz. Es de eso que Jesús habla con Moisés y Elías; es sobre el camino de la Cruz que Pedro, Santiago y Juan pueden conocerlo, él, Hijo y Siervo. Pero la promesa de vida tarda y se quedan con la pregunta: “¿Que significa resucitar de entre los muertos?” Es con esta pregunta que una comunidad de fe debería quedarse en este día, como algo prometido a todos en la resurrección de Jesús, como una esperanza cuando se comprometen como hijos de Dios, en un servicio cariñoso, incluso hasta pagar con su sangre por amor a los demás. Los dos sacerdotes a quienes oí mostraban un sentido de compasión por la gente perturbada y un deseo de informar, pero carecían de la potencia para hacer un aporte con palabra de Cristo en las Escrituras, que están vivientes en estas comunidades de fe y servicio.

Los Misioneros Oblatos y la vida evangélica


Desde San Eugenio de Mazenod, los Oblatos tuvieron las palabras de Jesús Nazaret como expresión de su llamada misionera y su motivación; el sentido de estas palabras debe sin embargo, arraigarse cada vez más y de manera siempre nueva. Los estudios escrituristicos llamaron nuestra atención sobre algunos puntos que ayudan a profundizar nuestra llamada para identificarnos con Jesús, en la misión que el Padre le dio: llevar la buena nueva a los pobres. Al citar a Isaías, Jesús no sólo se refiere a un texto, sino que indica una manera de interpretar la profecía de Isaías en su conjunto, como algo que atraviesa el libro. Isaías hablaba al pueblo de Israel en un momento de pérdida, de despojo y ataque del exterior. La gente sabía de manera concreta lo que eso quería decir ser pobre, a raíz de la desdicha que vivía. Isaías les recuerda la promesa infranqueable de Dios, pero les recuerda también su propia vocación a vivir más fielmente esta alianza. Esta alianza implica promover la justicia para los pobres, dar al ciego y paralítico (los excluidos) su propio lugar en la comunidad, abrirse a las naciones, dándose cuenta que no están allí para alimentar la hostilidad, sino que están allí para ser un signo para las naciones. Isaías les recuerda aún la importancia, en su medio, en comunidades servidoras que viven de la imagen de el (o de ellos) de los que él hace el retrato bajo las características del Siervo Sufriente.

Jesús engloba todo esto como expresión de su misión y la misión en la cual quiere que sus discípulos colaboren. Su propia situación era muy concreta; en Galilea en particular creaba muchos pobres. A veces eran las faltas personales debido a su sentido riguroso de la pureza ritual y su manera excluir automáticamente a los enfermos (leprosos, ciegos, mendigos); su tendencia para excluir y condenar a aquéllos que, según la interpretación rabínica de la Ley, se asemejaban a los pecadores, porque no respetaban siempre la herencia de la tierra, o que faltaban en la observancia de las condiciones del año jubilar o del año sabático, por lo que se refiere al cuidado de las tierras y de sus recursos naturales. Había sin embargo, consecuencias en el empleo que venían del exterior (Herodianos, romanos y incluso los Sumos Sacerdotes) y lo que seguía, por ejemplo, la confiscación de las tierras, la carga de los impuestos de latifundistas ausentes, el consumo excesivo de los recursos de agua para las construcciones como Séforis y Tiberiades. Las parábolas de Jesús revelan algunas de las consecuencias del hundimiento de la vida normal y duradera: grandes agricultores ausentes, domésticos, esclavos, jornaleros, campos no cultivados figuran mucho en estas historias. Cuando Jesús dijo “felices los pobres” los que sufren la pobreza de la injusticia es en esos explotados que piensa. No obstante Jesús señala que ellos no consiguieron vivir como signo para las naciones cuando se dejaron dominar por la enemistad hacia los demás, cuando no abarcaron la total extensión del amor del próximo: sus historias a propósito de Elías y Naaman, contadas en Nazaret muestran este fracaso. Es lo que la misión de Jesús ilumina como misión a los pobres, cuando la Palabra va por la vías del mundo, aun es una llamada a los Oblatos que deben vivir su carisma fundacional.

San Eugenio pensó en la comunidad de Oblatos como una comunión que tiene como modelo la relación de los Doce con Jesús. Este punto puede desarrollarse incluyendo los textos que hablan del envío de los Doce o de los setenta y dos para que sean, por decirlo así las “figuras de Jesús” cuando llevan el Evangelio a los pobres (Lc 9,1-6; Lc 10,1-12). Todos los textos que hablan de esta relación dan materia para un ejercicio colectivo de la lectio divina.

Los Oblatos también pueden encontrar, que su propio compromiso evangélico emprende una nueva vida misionera cuando se pone en relación no sólo con la comunidad de los Doce, sino también con la regla de la comunidad de los discípulos dada en Mateo cap. 18-29. La invitación a una vida vivida según los consejos evangélicos, llega a su cima cuando se oye en la escucha de esta regla comunitaria. La invitación resuena de manera siempre nueva, en el encuentro con Jesucristo, por la Palabra. La regla habla de la Iglesia como presencia y signo del reino, que vive de la Palabra de Dios y es transformada por el poder de Dios que salva y redime. Los signos del Reino, en primer plano son: el perdón de los pecados, la comunión en la caridad, la primacía de los niños pequeños y últimos de la sociedad, la fidelidad en el amor perseverante de las personas casadas, la vida en la pobreza y para algunos, la adopción de un método de vida contracultural, en la elección de la virginidad. En el servicio de este Reino, algunos son invitados a la virginidad, que junto a la fidelidad en el matrimonio, es posible para el amor transformante de Cristo, como vida de servicio, de modo que estas dos elecciones de vida sean juntas, signos del Reino.

Todos son invitados a la pobreza que alimenta la caridad y la vida común; todos son invitados al céntuplo del reino. La promesa hecha a los pobres y a los que se convierten en discípulos es en primer lugar y sobre todo, el céntuplo de la comunidad de los discípulos, ya que es en su interior que se conocen las bendiciones de los pobres y de los humildes. Ninguna actividad misionera se puede emprender si no es por los que forman parte de este céntuplo.

Durante la historia algunos monjes, pastores y apóstoles eligieron especiales formas de vida como manera de conservar esta invitación viva en medio del pueblo de Dios. Hoy muchas comunidades laicas, incluyendo familias, redescubren nuevas maneras de vivir la pobreza evangélica, en la vida en común. Sin embargo, la manera de los discípulos a la cual Jesús invita, va dirigida a todos y reflexionando sobre estos textos en pequeñas comunidades, los Oblatos podrán ver las implicaciones para ellos mismos y apreciar la propia llamada a ser testigos y a evangelizar su medio. Estas personas son agentes del Evangelio al lado quienes los Oblatos trabajan ahora. Si la pobreza predicada y hecha concreta por Jesús en las Escrituras nos aleja del mundo en vez de estar a su servicio, pierde su sabor. Cuando los Oblatos releen su llamada evangélica en el modelo escriturístico de la vida evangélica y en la historia de Jesús de Nazaret, ven más plenamente cómo vivir su llamada en medio de otros, que también respondieron a la invitación de Cristo y que dan prueba del Reino de Dios en marcha por el mundo.

Transcendencia


Entre los cristianos y en la Iglesia Católica, parece que se preocupan mucho en estos días de la “transcendencia” y en consecuencia de una llamada a filosofías transcendentales. Esta problemática nace a menudo, de los esfuerzos para responder al “secularismo.” Si, como auditores de la Palabra debemos hablar del Dios trascendente, debemos hacerlo en términos de la Palabra encarnada, del regalo vivo que viene de lo alto, que vive y habla en nuestro medio, escándalo o locura que pueda ser para muchos. Comprender mejor el discurso escatológico y apocalíptico puede ayudar a entender el sentido de Dios trascendente que entró en la historia humana; estos discursos en efecto, personifican visiones puestas de manifiesto al pueblo de Dios y al mundo en tiempo de catástrofe, que sean naturales o más especialmente fruto de las acciones humanas; pues bien, son estos últimos los que nos aburren más en este tiempo.

Siempre podemos lanzarnos en debates filosóficos sobre este tema; se sacarán seguramente algunos frutos, pero se encontrarán también los límites culturales y prácticos. En la Edad Media en Europa, existió un determinado diálogo entre cristianos y musulmanes, sobre el uso de filosofías de Platón y Aristóteles, pero se llegó a un callejón sin salida y que quizá tuvo dos vías abstractas para presentar la visión cristiana como transcendencia divina y como presencia divina en la creación. Lo que cuenta en la predicación del Evangelio es ver cómo la transcendencia se percibe en el misterio del Cristo. Ya que una cosa es el presente en la forma de un don, don que el Padre hace al mundo y el don del Espíritu y si la referimos a un acto de ser es el don de ser y la forma de este don dado en Jesucristo. Por otra parte se lo puede también prever bajo la forma del discurso escatológico. Ante todas las tragedias, calamidades, catástrofes, esperamos el don de la nueva creación de Dios y encontramos que la acción humana se somete al juicio expresado en la visión del Hijo del Hombre que llama a los elegidos juntos, pero ante la presencia de quienes, por sí mismos se sustraen al amor, que no se puede mostrar.

Comprometidos en el diálogo intercultural e interreligioso, sabemos mejor hacer las cosas que ser exclusivistas, así no afirmamos un concepto de transcendencia que condena a otros. Para un enriquecimiento mutuo, hasta podemos aprender el sentido del transcendencia en islam, en el judaísmo, el hinduismo, el budismo, en las religiones tradicionales de África y el Pacífico o de los Pueblos indígenas a través del globo, pero es a partir de nuestra propia tradición de fe en el don de Dios de la Palabra y el Espíritu, conocido por nosotros en nuestra recepción de las Escrituras, es por ella que entramos en el intercambio y en el discurso. No podemos buscar simplemente principios filosóficos comunes. Construir puentes, construir la paz, preocuparse exactamente de una humanidad justa y pacífica, debe significar una reunión de distintas tradiciones y creencias honradamente declaradas.

Conclusión


El Sínodo sobre la Palabra de Dios nos invitó a renovar nuestra capacidad de escucha y anuncio de la palabra de Dios al servicio del pueblo y en medio de los pobres. Algunos de los ejemplos dados aquí no son más que un esfuerzo para mostrar cómo el regreso a las palabras de la Sagrada Escritura forma parte del interior de la renovación de vida y la misión evangélica vivida como servicio apostólico, en un mundo donde la urgencia de declarar el amor de Cristo aún se hace más viva por la conciencia de la fragilidad del mundo en el cual vivimos y por las nuevas formas tomadas por la llamada a servir a los pobres.

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