Conversión: Nuevo corazón, nuevo Espíritu, nueva Misión
La Comisión precapitular pidió a una serie de Oblatos que escribieran una reflexión sobre algunos aspectos del tema elegido para el 35º Capítulo general. En los próximos meses, OMI Documentación publicará estas reflexiones. Se las puede también encontrar en el vínculo
Capítulo general de
www.omiworld.org así como en el vínculo
Documentación, sobre la misma página.
Estos textos se proponen ser útiles para la reflexión personal y común de los Oblatos y de sus Asociados laicos. Un Capítulo general no es un acontecimiento que sólo compromete a los capitulares electos y “ex officio”. Compromete a todos los que comparten el carisma de San Eugenio de Mazenod.
Centrados en la persona de Jesucristo, la fuente de nuestra misión, nos comprometemos a una conversión profunda y comunitaria.
Conversión
P. Eugene King, O.M.I.
Vicario General
Introducción:El tema de la conversión para el Capítulo de 2010 salió a la palestra en las discusiones del Gobierno Central y los provinciales durante el Encuentro Intercapitular de Sudáfrica en 2007. No confío en mi memoria sobre cómo surgió el tema, pero recuerdo una intervención inspiradora del entonces Provincial de la Provincia de Jaffna, Selvaratnam Saminathar; en ella apuntaba a una profunda conversión personal como componente esencial de todo programa o proceso de renovación personal y común que la Congregación fuera a emprender.
Ello pareció sonar de acuerdo a la experiencia de los participantes, formulando con palabras la intuición que se buscaba y que necesitaba ser expresada. Hay algo más importante que una lluvia de actividades de renovación. Casi todos los presentes llevaban años, si no décadas, de experiencia en obras de reestructuración, tomando parte en los esfuerzos de renovación de sus Iglesias locales, buscando asesores o programas que pudieran despertar el entusiasmos y la esperanza en un invierno de declive (numérico) de muchas unidades de la Congregación. Finalmente, se formuló el tema con una frase más larga, que sugería lo que necesitaba tratarse en la preparación para el Capítulo. Había nacido el tema del Capítulo. Rezaba así:
Centrados en la persona de Cristo, la fuente de nuestra misión, queremos comprometernos a realizar una profunda conversión personal y comunitaria.
Desglosado en sus elementos, el tema parece algo obvio. Evidentemente, la conversión debe ser cristiana, personal, comunitaria, profunda y la fuente de la que brota nuestra misión, misión enraizada en el bautismo y el carisma oblato. Obvio, pero va al centro de la cuestión.
Aprendiendo de la experiencia:Se espera que los oblatos estén familiarizados con la experiencia de conversión; ciertamente se nos puede reclamar que seamos expertos en conversión. Ya en el Prefacio de nuestras Constituciones y Reglas hallamos la inspiración que movió a San Eugenio de Mazenod a responder al llamamiento de la Iglesia a sus ministros a que “se esfuercen en reavivar con la palabra y el ejemplo, la fe a punto de extinguirse en el corazón de buen número de sus hijos”. La estrategia de San Eugenio fue la de reunir y formar compañeros a los que describe del siguiente modo: “...
en una palabra hombres apostólicos que, convencidos de la necesidad de su propia reforma, trabajasen con todas sus fuerzas por la conversión de los demás”. Aparece la palabra “conversión”.
No todos en la familia oblata se encuentran a gusto con la palabra “conversión”. En distintos contextos a lo largo del mundo, ciertos oblatos, o sus socios en misión, hallan el término “conversión” como extremadamente peligroso o, si no peligroso, algo embarazoso, y si no peligrosa o embarazoso, inútil hasta el punto de dejar de usarlao
Mi propósito con esta reflexión no es proponer un debate sobre la idoneidad del “término” o del concepto teológico, que es tema de otra conversación, propicio para otra ocasión. Mi intención es más bien centrarnos en la experiencia de la conversión cristiana, con la esperanza de que pueda ayudar a alguien en la preparación al Capítulo, facilitando las decisiones que el Capítulo haya de tomar respecto al liderazgo, gobierno, vida y misión en nuestro tiempo y nuestro mundo.
Contando la historia de la conversión: Comienzo con la premisa de que todos los oblatos han experimentado en alguna medida la conversión cristiana. De una forma u otra, una Iglesia local nos ha acompañado durante los sacramentos de iniciación. Y presumo que nuestra atracción hacia la pertenencia a la vida y misión oblatas se enraíza en la conversión cristiana. Aún más, presumo que la conversión significa cambio, para el bien, observable en cierta medida por la misma persona o por sus compañeros. ¡Prefiero pensar en la conversión no ya en términos morales, sino como la atracción de la perla de gran valor, el tesoro incalculable descubierto, la esperanza que crea la buena noticia!
Es más fácil discutir sobre doctrinas que definir la conversión cristiana, entrar en la comprensión teológica de tales doctrinas que formular con palabras la experiencia de la conversión. En parte porque hemos sido formados para discutir y razonar, más que para compartir la experiencia. En parte porque algunas culturas subrayan que la conversión es una cuestión muy íntima, un asunto de nadie más que yo. Y aún así, estamos llamados a una comunión cada vez más honda.
Pero la razón más obvia y fundamental es nuestra dificultad humana de formular con palabras cualquier campo de nuestra experiencia. Necesitamos la ayuda de los maestros de la palabra de nuestra cultura, de las historias clásicas de la cultura humana que trascienden fronteras. En los dramaturgos, poetas, artistas y los clásicos, populares u otros, encontramos la ayuda para reconocer nuestra propia experiencia y verbalizarla. Mi humilde definición de clásico es aquellas expresiones del espíritu humano que superan la prueba del tiempo y siguen ayudando a la gente a expresarse, sean algo tan universal como las palabras de Shakespeare o tan particular como las de las tradiciones familiares que evocamos en momentos concretos, nacimientos, defunciones y matrimonios, entre otros.
Gente a la que prestar atención:
En el marco de esta breve reflexión, quisiera señalar algunos clásicos que puedan ahondar la conciencia de nuestra experiencia personal de conversión, y luego a otra fuente para reconocer cómo es de comunitaria/común nuestra experiencia cristiana. Muchos oblatos siguen hallando en los escritos de San Eugenio elementos de su propia experiencia de conversión, o bien pueden enlazar elementos de la historia de San Eugenio con las vidas de la gente con que se encuentran en su misión. La Comisión Capitular ha proporcionado un texto fundamental de las notas de retiro de San Eugenio de 1814 que revelan el alcance de su relación íntima con Cristo (cfr. San Eugenio de Mazenod, “
Spiritual Writings, 1812 – 1856”, pág. 81).
Al igual que muchos de de nosotros en su día, San Eugenio era católico desde la cuna, de estirpe de viejos católicos, un católico practicante según las categorías del momento, y un joven adulto aburrido de todo y cínico respecto a las ironías de la historia. En los últimos años de su tercera década de vida años, se hallaba con una familia rota, sin grandes fortunas y con dos intentos fallidos de compromiso matrimonial. Entonces, cierto Viernes Santo, ante la imagen de Cristo crucificado, cae en la cuenta de cuán amado es por su Dios salvador. Algo le ocurre. Fue comenzar a ver la realidad con ojos nuevos, los ojos de Dios. Fue tan sólo el comienzo; le llevará años recoger los frutos de la experiencia de conversión en ciernes de aquél Viernes Santo. Las notas que tenemos de sus instrucciones en la iglesia de la Magdalena de 1813 han de acompañar las notas de retiro que hablan de su conversión. Las instrucciones de la Magdalena revelan la extensión de su mundo transformado, del cual brotan su llamamiento al sacerdocio y, posteriormente, el reunir un grupo de compañeros, los primeros Misioneros de Provenza, futuros Oblatos (cfr. San Eugenio de Mazenod, “
Spiritual Writings, 1812-1856”, págs. 35ss.)
Hay clásicos mucho más celebres de experiencia de conversión cristiana en la vida adulta que conservan un valor perenne, tales como las de San Pablo, San Agustín o Santa Teresa de Ávila. Y en los tiempos actuales, y quizá más accesibles, encontramos las historias de contemporáneos como C.S. Lewis (“Sorprendido por la alegría”), Dag Hammarskjold (“Marcas en el camino”), Thomas Merton (“La montaña de los siete círculos”).
Es posible que al leer las historias de conversión de personas y quedarnos sólo con el momento clave o el suceso, si es que lo hubo, terminemos con la idea equivocada de que la experiencia de conversión es muy privada y que no es asunto de nadie sino del sujeto en cuestión. Pero, en realidad, es un proyecto vital, necesitado de cuidados en cada etapa de la vida. Así como todas las demás dimensiones de la vida se desarrollan en el organismo de la cultura, la sociedad, comunidad y compartir, así también la experiencia de la conversión cristiana. Los hombres suelen crecer y madurar en el toma y daca de la familia, comunidad local y sociedad.
Ritos comunitarios de conversión: En gran medida, la experiencia comunitaria de conversión cristiana estuvo ampliamente olvidada en occidente o en las antiguas iglesias latinas. El catecumenado de adultos y el rito adulto de iniciación cayó en desuso (los adultos se bautizaban según el ritual de niños). La experiencia de primera conversión en los adultos se convirtió en algo privativo. Todo cambió con el Concilio Vaticano II que, entre otras muchas reformas, restauró el catecumenado de adultos (1972). El redescubrimiento del rito de adultos fue para muchos una sorpresa. Lejos de ser la recuperación de algo esotérico, el rito restaurado en plenitud revelaba el rico proceso de una comunidad cristina que incorpora a sí a nuevos miembros adultos y que los acompaña en todo su itinerario de conversión. El descubrimiento revelaba que el mejor acompañamiento lo proporcionaba una comunidad cristiana que fuera consciente y seria sobre su propia conversión continua. De ahí que dirija la atención a la práctica y la experiencia de las parroquias donde se ha restaurado una práctica integral de iniciación de adultos, para captar la dinámica y las mejores disposiciones que promuevan una conversión comunitaria.
No es éste lugar para resumir el proceso de iniciación, señalar su dinámica, explicar sus etapas y ritos. Basta decir que el rito restaurado se compuesto a partir de la rica experiencia de los primeros siglos de fe cristiana y de la práctica misionera de las Iglesias jóvenes de siglos recientes. Un rasgo de dicho proceso puede ayudar a los oblatos en su propósito de conversión personal y comunitaria: el lugar y papel de la palabra bíblica de Dios, proclamada, escuchada, mascada y compartida en la liturgia de la Palabra.
Los que son conducidos a la comunión cristiana son catequizados mediante la participación en una comunidad cristiana activa que se hace con la Palabra de Dios al reunirse para la Liturgia de la Palabra en el Día del Señor. ¿Qué hace la comunidad? (éste será el único elemento de la conversión comunitaria que quiero subrayar aquí): recuenta la(s) historia(s) bíblica(s) al corazón de lo que constituye su vida y experiencia actuales, permitiendo que se manifiesten la gracia y el amor de Dios. La conexión entre la historia bíblica contada y la vida se hace normalmente por medio de la homilía, lo cual constituye el fin primario de la homilía. Este fin de la homilía puede lograrse, desarrollarse y complementarse con otras actividades de
lectio divina, personales o de grupo, la meditación personal de la palabra de Dios, compartiendo la palabra en pequeños grupos con el fin expreso de conectarla con la experiencia.
Durante años he venido practicando este último proceso en grupos parroquiales y he sido testigo de los milagros que obra la palabra de Dios en la vida de la gente, gente que jamás había abierto una biblia, no tenía estudio formal de cuestiones bíblicas, no sabía si el Rey David precedía o seguía a Moisés en la historia, pero que tenían una fe sedienta, corazones abiertos y la capacidad del sentido común de escuchar a los otros. Una y otra vez salía evangelizado de estos encuentros, a veces por los ricos, otras por los pobres. Humilla oír a una persona decir, por ejemplo, que el Salmo 138 fue escrito teniendo en mente su experiencia y, entonces, oír su historia. “
Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares” (Sal 138 (139), 1-3). ¡No tengo el monopolio de la experiencia de Dios!.
Tales experiencias me han llevado a la convicción de que es difícil exagerar la importancia que deberíamos dar al ministerio de la Palabra como parte integrante del carisma y misión oblatas. Si en los días pasados esto podría haber estado estrechamente asociado a los sacerdotes y la predicación de misiones (sea cuanto fuera de bíblica), en nuestro tiempo la predicación de la palabra es la misión de todo cristiano, todo socio oblato en misión, todo hermano oblato, según lo específico de su experiencia personal y los dones de comunicación.
Conclusión: Conversión es lo que sucede cuando la palabra de Dios echa raíces, incluso siempre de forma tan delicada, en la tierra de nuestra experiencia. No es que tengamos que conocer la palabra “conversión”, o comprenderla o usarla. Ofrezcamos nuestros corazones como tierra al Espíritu en la palabra, sembrar la semilla con abandono y Dios dará el crecimiento. Comprobemos la experiencia de San Pablo en 1 Cor 3, 5-9 (“Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento”, v.6).
En preparación al Capítulo, haría una recomendación y formularía un sueño.
La recomendación. Que cada uno repase, leyendo, escuchando o viendo un filme, su historia favorita de conversión. Repasar y escuchar, no con mente crítica de un adversario o de un erudito, sino con el ojo atento del granjero que contempla su campo o jardín tras haber sembrado. Percibe entonces lo que refleja o toca de tu experiencia personal. Y espera a que Dios de el crecimiento. ¿Qué está diciendo hoy Dios?.
Mi sueño es este. Que cada parroquia en el mundo, y he dicho cada una, recupere el catecumenado de adultos como parte integrante de su misión. Que cada parroquia oblata pueda ser conocida en su Iglesia local (diócesis) por lo que sus miembros, laicos, religiosos y ordenados, hacen con la palabra de Dios. Los oblatos pivotan en torno a lo que sucede con la palabra de Dios en el suelo de la experiencia común. ¿Y cual es el secreto oblato?. El suelo de los pobres no conoce desventaja alguna cuando el socio en este asunto es el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo.
“Ningún ministerio, sin embargo, nos es ajeno, a condición de que nunca perdamos de vista el fin principal de la Congregación: la evangelización de los más abandonados” (R. 7b).
Tres espiritualidades de la conversión:
bíblica, oblata, y hindú
Swami Joseph A. Samarakone, OMI
IntroducciónEl próximo XXV Capítulo General de nuestra Congregación anunció el siguiente tema:
“Conversión: Un Nuevo Corazón, un Nuevo Espíritu, una Nueva Misión”. Este artículo es un intento de recordar la conversión de nuestro Fundador, San Eugenio de Mazenod, y revivir su experiencia de conversión a la luz tanto de la tradición bíblica como de la espiritualidad india, e interiorizar la experiencia. En la tradición bíblica la palabra que más nos sacude es “Metanoia”, cambio de corazón, arrepentimiento (cfr. Mt 3, 2; Mc 1, 4; Lc 3, 3). Dios nos habla por medio del Profeta Ezequiel y nos dice que hará cuatro cosas para suscitar una conversión plena:
“Les reuniré”: la misma misión de Jesús: “reunir a los que están dispersos”. La dispersión tiene lugar en uno mismo, de ahí la necesidad de reunión: “el Reino de Dios está en ustedes” proclama Jesús. Durante las herejías y cismas de la Iglesia antigua, la prueba de fuego para distinguir la obra de los verdaderos evangelizadores en el nombre de Jesús de la de los falsos era que el Espíritu siempre producía la
unidad de corazón y mente de gentes de toda lengua y cultura (cfr. Hch 2, 37-38; 44-45).
“Les rociaré a ustedes con agua pura”
“Quitaré de los corazones de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne”
“Infundiré en ustedes un espíritu nuevo, mi espíritu (en términos hindúes “
Atman”)” (cfr. Ez 36, 24-28)
Dios afirma por medio del Profeta Jeremías: “Yo pactaré (...) una
nueva alianza... pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (cfr. Jer 31, 31-33). Un estado de
libertad perfecta en que la consciencia de la persona participa de la
Consciencia Divina, en términos hindúes “
turiya”, el
cuarto estado de consciencia, es decir, cuando uno se identifica con la voluntad de Dios y se hace totalmente libre (cfr. Jn 8, 28-32). El gran teólogo Karl Rahner dice que, cuando uno se identifica con la voluntad de Dios, consigue la
Libertad perfecta.
La conversión de nuestro Fundador: su Experiencia del Viernes Santo.
La Experiencia del Viernes Santo de nuestro Fundador cambió totalmente su vida. Se separó de todo lo que se oponía a la Voluntad Divina y
se volvió (
“con + vertere” – conversión) a Jesús y, por medio de Jesús, a Dios, el Misterio Divino. En términos bíblicos, Jesús se apartó de
mammon, que expresa no sólo riqueza, sino todos los factores desintegradores, y se volvió a
ABBA, el Padre, nuestro verdadero centro, nuestro Hogar (cfr. Mt 6, 24).
Al reflexionar sobre la vida de nuestro Fundador, podemos definir los eventos que le llevaron a su Conversión:
El joven Eugenio regresa del exilio a Francia desde Palermo, Italia. Pronto se acuerda un matrimonio con una joven rica. Aparece aquí un punto de inflexión en la vida del joven Eugenio: ¡su prometida fallece repentinamente!. Este suceso hará pedazos definitivamente todo lo que Eugenio había planeado para su vida. La secuencia de sucesos es muy trágica: un largo período de exilio, huida de una ciudad a otra, lo que en sí mismo es una experiencia inestable y desestabilizadora. regresa a casa con planes de establecerse y devolver el honor a su familia. En esta coyuntura su prometida fallece, un suceso descorazonador, que sumerge a Eugenio en gran dolor y honda frustración.
Podría decirse que era en este tiempo (
kairos) cuando el Señor lo buscó y lo encontró. Cuando todo alrededor de él era de total oscuridad,
de pronto surgió la luz desde Jesús crucificado en la cruz en aquél Viernes Santo rico en vivencias:
Eugenio tuvo un darshan de Jesús. La palabra
darshan/darshana, que pertenece a la tradición espiritual hindú, describe bien el estado de Eugenio en aquél momento. Tenemos un ejemplo similar en nuestra tradición cristiana, la conversión de San Pablo... “Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor...” (Hch 9, 1); dado que percibió a los cristianos como una amenaza a lo que consideraba lo mejor y lo más excelso en el mundo, que se llamaba “la religión y cultura judías”. ¡Saulo tuvo un
darshan de Cristo Resucitado!.
Darshan significa que se suspenden temporalmente las facultades físicas y que la persona ve y oye con sus “
facultades internas”. Es algo real, y no un fantasma de la imaginación, pero los otros alrededor suyo no ven u oyen nada
[1]. En inglés usamos la palabra “
vision” (visión) o “
appearance” (aparición).
En la tradición Tamil Saivite, tenemos la palabra
Thaduthadkolluthal, que significa que una persona es tomada desprevenida o, más literalmente, una persona es detenida en su camino y tomada totalmente por la Divinidad, guiándolo Dios mismo y actuando por medio de él, como dice San Pablo tras su encuentro con el Señor Resucitado: “No vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2, 20). El resultado final, tanto en la tradición cristiana como en la tradición Hindu-Saivite, es exactamente la misma: la experiencia de encuentro transformante con la Divinidad. Otro punto a destacar aquí es que la persona así transformada no siente inclinación a otra cosa que
a AQUÉL a quien ha visto (“
contemplata”). San Pablo dice: “las tengo [todo, especialmente su religión y cultura] por basura para ganar a Cristo” (cfr. Fil 3, 7-11, especialmente el v. 8).
Nada más convertirse, san Pablo “sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre...” se fue “a Arabia” (Gal. 1, 16-17), donde tuvo su “
experiencia de desierto” durante un largo tiempo antes de comenzar su ministerio activo. Del mismo modo, Jesús, poco después de su bautismo, “era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días” (cfr. Lc 4, 1-13). “Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu” (Lc 4, 14).
En la tradición espiritual hindú, encontramos a muchos de nuestros sabios yendo a los bosques en total silencio y prendiendo las “
tapas” (el fuego del sacrificio, dentro de su corazón más que algo exterior). El premio Nobel Rabindranath Tagore diría que constituye un gran punto de inflexión, no sólo en la historia de la India, sino del mundo entero, cuando una religión externa es interiorizada y el bosque se convierte en las catedrales donde encontrar la Divinidad. Algunas de nuestras Sagradas Escrituras, al igual que los
Aranyakas (escritos del bosque) y
Upanishads como la
Brihadaranyaka Upanishad, vieron la luz en el bosque. El corazón de los sabios se convirtieron en los depositarios de la Palabra de Dios que habían oído (
Sruti), viniendo gente de toda condición de vida para oír la Palabra de Dios y ser transformados.
En la vida del joven Eugenio, su conversión, como hemos dicho antes, es un suceso desgarrador que provoca una ruptura repentina y total con el pasado, un apartarse firme y decididamente del
Mammon y volverse hacia
Abba. Estos dos opuestos irreconciliables nunca pueden conciliarse en la vida de una persona que ha experimentado la gracia de la conversión en lo hondo de su corazón. Tras su Experiencia del Viernes Santo, nuestro Fundador exclama: “He buscado la felicidad fuera de Dios, y fuera de Él he sólo hallé aflicción y desgracia (...). Qué ocupación más gloriosa que la de, en todo y por todo, actuar sólo por Dios, amarlo sobre todo, tanto más cuanto tan tarde vine a amarlo”. San Agustín, poco después de su conversión, tuvo la misma experiencia:
“¡Tarde te amé!. Nuestro corazón está hecho para Ti, oh Dios, y no tendrán reposo hasta que no descansen en Ti”. Para comprender la hondura de la conversión de nuestro Fundador, es importante que reflexionemos sobre la “Conversión de Jesús” que se describe en los Evangelios sinópticos como la Tentación de Jesús.
La Tentación de Jesús.
Los Evangelios sinópticos (Mt. 4, 1-11; Lc 4, 1-13; Mc 1, 12-13) presentan a Jesús como “llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo” (Mt 4, 1). Las tentaciones no son sino la lucha de Jesús durante toda su vida contra
mammon. Los evangelistas anotan esto no sólo para recordar un hecho pasado. El pueblo mesiánico del Antiguo Testamento, que se vio ante una tentación similar en el desierto, perdió la confianza en Yahveh y se volvió al “becerro de oro”, auténtica idolatría, “ansiando las ollas de carne de Egipto”. Se está previniendo al nuevo pueblo mesiánico del Nuevo Testamento, que se enfrenta ya a una tentación similar, de sucumbir a esta tentación. Jesús es tentado de usar su “poder mesiánico y volver las piedras en pan”. El nuevo Mesías no sucumbió a ello, sino que mostró entonces que hay algo más grande que el alimento: la “Palabra que sale de la de Dios” (Mt. 4, 4) que puede alimentar nuestra hambre y sed más hondas. “La raíz sánscrita
sru (
oír) de la que se deriva
sruti (
Revelación) y
sravaka (
discípulo, oyente de la Palabra) es un concepto clave en las religiones hindúes clásicas”
[2]. Karl Rahner dice “
la escucha de la Palabra” es parte constituyente de la revelación. Jesús no buscó su “seguridad material” en las cosas, sino que encontró su seguridad última en el Padre.
En segundo lugar, Jesús es tentado a que busque el reconocimiento de la gente como Mesías, que
una persona se ponga en el centro del escenario. Jesús rechaza esta tentación sutil y afirma la supremacía del Padre: confía en la Divinidad, “no tentarás al Señor, tu Dios”. Y finalmente, Jesús es tentado a asumir el poder. La respuesta firme y resoluta de Jesús fue: “¡Apártate, Satanás (...). Al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él darás culto”. Pedro recibió la misma reprensión cuando trató de hacer de Jesús el Mesías Rey (cfr. Mc 8, 33). Todo discípulo de Jesús está seguro de recibir la misma reprimenda de Él cuando trata de captar el poder, “incluso por la gloria de Dios”; Jesús halló el mismo
fundamento último de su ser en Dios, el
ABBA – Padre.
Psicólogos como Abraham Maslow y otros dicen que la persona busca primero cubrir las necesidades básicas,
necesidades de supervivencia, como la comida, vestido y alojamiento, y después, sube lentamente la escala, sediento de amor y luego de
reconocimiento y finalmente de
poder/dominación. Este es el camino normal de la
realización de sí mismo, que todos desean. Pero hay algunas personas muy integradas, autosacrificadas, como Jesús, Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Madre Teresa y otros que nos han enseñado otro camino: ellos
trascendieron el “
sí mismo”: el “sí mismo” más bajo de su ser, y se sometieron al Otro/otros, hallando su realización en el Otro o los otros. El filósofo Hegel dice: “La esencia de una persona es
someterse uno mismo al otro y hallar
cumplimiento precisamente en el otro”. El llamamiento de Jesús a sus discípulos “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por Mí, la encontrará” (Mt 16, 24-25). Jesús está invitando a sus discípulos
a seguirlo en su Camino transformante de la Cruz.
Jesús mismo sometió el “sí mismo” inferior de su ser al Padre y halló su verdadera
realización de sí precisamente en el Padre: “
El Padre y Yo somos UNO” (Jn 10, 30). En términos hindúes esta es la experiencia
Advaitica (no dualista) del Hijo y el Padre. Swami Abhishiktananda, el monje benedictino francés Dom Henri Le Saux OSB, que vino a la India y se zambulló en la tradición
Advaidica dice: “Es el misterio de la
Saccidananda, no dualidad o
advaita del Hijo y del Padre, en lo hondo de lo cual se encuentra la
Ananda, el Éxtasis o Espíritu y este misterio de la
Advaita o no dualidad es
la raíz y paradigma de todo lo que es real”
[3]. Jesús nos invita ahora a todos a la misma experiencia: “Aquél día ustedes comprenderán que yo estoy en mi Padre y ustedes en mí y Yo en ustedes” (Jn 14, 20). Esta es la Comunión Trinitaria a la que todos nosotros somos invitados y a la que los Padres de la Iglesia llamaban la
theosis y a la que los místicos se refirieron de distintas maneras. San Juan de la Cruz dice que “lo que Dios es por naturaleza, nosotros nos convertimos en ello por participación”. San Agustín, en su homilía de Navidad, dice a la gente: “
Deus homo factus est, ut homo fieret Deus”, Dios se ha hecho hombre para que el hombre pueda hacerse Dios.
Tal es el fin último de la Conversión.
En la terminología de San Ignacio de Loyola, “el sometimiento del poder de uno a los pobres y el sometimiento de la voluntad de uno a Dios” aparecen como “pobreza de hecho” y “pobreza espiritual”, respectivamente (Ejercicios 98, 146, 147). “Si se toman en el sentido dinámico de la lucha espiritual (...), la
pobreza es, de lejos, el término más abarcante para describir el
ethos del
hecho Jesús (...); comprender esto es conocer a Jesús, practicarlo es seguirle”
[4].
La conversión vista por medio del Prisma de la Tradición Espiritual Hindú. Composición de la Persona Humana.
Una persona humana se compone tanto de la realidad pasajera como de la realidad eterna. La realidad pasajera se llama el
Pancha-Kosas de envolturas y la realidad eterna es el
Atman, la presencia inmanente de la Divinidad. El
Atman mora en la cueva del corazón, o centro, envuelta por el
Pancha-Kosas. Se las llama envolturas o
kosas, pues ocultan bien la verdadera naturaleza del ser humano, que es el
Atman. El fin de todo ser humano es realizar el
Atman, la
Realización del Atman. En el diagrama de abajo, se represente el
Atman como el símbolo místico
(pronunciada OM), y el Triángulo representa la Trinidad. Los cinco círculos concéntricos alrededor de los símbolos representan los cinco estratos de la cuestión. Los cinco estratos o
pancha-kosas son:
1. Anna-maya kosa (envoltura del alimento)
2. Prana-maya kosa (envoltura del aire vital)
3. Mano-maya kosa (envoltura de la mente)
4. Vignana-maya kosa (envoltura intelectual)
5. Ananda-maya kosa (envoltura del gozo)
Estas cinco
kosas se las llama al tomarlas en conjunto
Ahamkar (literalmente “
Yo hacedor”), es decir,
el sentido del falso yo. Se los llama
maya, es decir, son transitorios por carácter o ilusorios.
1. Envoltura del alimento: Es el cuerpo físico. Los cinco sentidos de la percepción y los cinco órganos de acción son parte de ello. Se llama envoltura del alimento, pues lo origina la comida, lo mantiene el alimento y termina como alimento.
2. Envoltura del aire vital: Es el sistema de energía en una persona y tiene cinco capas: son las cinco facultades que operan en la persona. Se corresponden a las cinco funciones psicológicas. Se llaman los cinco
Pranas. Se les da este nombre porque están directamente relacionados con el aire que uno respira.
Hay 72.000
Nadis (o finos canales) por los cuales fluyen los
pranas, trayendo vida y vitalidad a cada parte del cuerpo. La envoltura del aire vital es más sutil que la envoltura del alimento. Cuando tus
pranas funcionan adecuadamente, tu cuerpo físico se mantiene saludable y fuerte.
3. Envoltura de la mente: es la Mente. La Mente consiste en pasiones y emociones, sentimientos e impulsos. La envoltura de la Mente controla las envolturas del Aire Vital y el Alimento. Por ejemplo, cuando se perturba la mente, las funciones fisiológicas (
pranas) y el cuerpo físico se ven afectados.
4. Envoltura intelectual: es el intelecto. Funciona reflexionando, razonando, separando, juzgando, etc. Analiza y distingue entre pares de opuestos. Investiga y trata de comprender lo desconocido, capta nuevas ideas y suscita nuevos pensamientos. Controla las otras tres envolturas anteriores.
La mente y la función intelectual están tan unidas, que se llama a ambas envolturas juntas el “
complejo mente-intelecto”.
5. Envoltura del gozo: Esta envoltura del Gozo nunca ha de ser confundida con el “
Gozo Absoluto”, que es el fin último de la
Realización Atman o
Autorrealización. Cuando una persona en la meditación se mueve en círculos concéntricos de una envoltura a otra, calma cada una de estas envolturas, llamadas cuerpo, respiración, mente e intelecto. Ello origina cierto sentimiento de “paz”. Dado que cesa la agitación frenética, especialmente en el complejo mente-intelecto, esta persona que se encuentra en la envoltura del Gozo experimenta “paz”, una especie de “
ignorancia llena de gozo”. Pero es un
maya, una paz ilusoria. En el momento en que un estímulo externo, como el ruido de una persona hostil yendo hacia él, a quien no ha perdonado realmente desde lo profundo, ¡todo su ser se agita y esta persona se ve a sí mismo hecho “pedazos”!. Este fenómeno que provoca agitación se llama
vasanas y las
vasanas residen en este
Anandamaya kosa o envoltura del Gozo
[5].
¿Qué son, entonces, las Vasanas?Vasanas son las tendencias innatas o inclinaciones que son causadas por acciones pasadas o experiencias, moviendo en el presente al complejo mente-intelecto a operar del modo en que actúa. Son las cosas no manifestadas en una persona, pero que son responsables de su comportamiento externo. Cuando decimos acciones pasadas no han de ser obligatoriamente las de la persona misma. Pueden ser causadas por otros, por ejemplo, una persona nacida de una violación lleva violencia en sí misma y de pronto comienza a actuar violentamente, como disparar indiscriminadamente a la gente. Los psicólogos dicen que estas
vasanas pueden ser tan antiguas que pueden tener 700 u 800 años. Los psicólogos occidentales, como Sigmund Freud, Carl Jung y otros, llaman a estos fenómenos el “
Subconsciente colectivo o Inconsciente”. Es lo que dice San Pablo en Rom 7, 14-25: “No hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero (...). No soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí”. San Pablo llama a las
Vasanas el “
pecado que habita en mí”.
Los psicólogos occidentales han desarrollado muchas formas de sanar una persona de sus
vasanas. Pero los sabios del Oriente tienen un potente instrumento comprobado en el tiempo, por el que una persona puede ser liberado de todas las
vasanas. De ahí el lugar de honor que se concede al “
Dhyanam” o
Meditación en las tradiciones espirituales orientales, especialmente en las tradiciones budistas/hinduístas.
Durante la Meditación uno avanza en círculos concéntricos y fácilmente cruza las cuatro envolturas, pero cuando llega a esta
Anandamaya kosa, encuentra imposible cruzarla. Como el Señor Buda dijo, “es fácil pasar de una a otra etapa, pero cuando uno llega a la última, ¡se encuentra con un muro impenetrable!. Pero ha de perseverar hasta que el muro se parta”. Los esfuerzos repetidos y la Gracia incondicional de Dios concurren y el muro se fractura, y tiene lugar el milagro de la transformación/armonía. Todas las “
vasanas” (en palabras de San Pablo, “el pecado que habita en mí”) simplemente se desvanecen y uno entra ahora en la etapa final del
Gozo Absoluto o Realización
Atman o
Atmabodha, el
despertar del Atman, o en palabras de Jesús: “
El Padre y Yo somos Uno” (Jn 10, 30).
A medida que la persona avanza en la vida, se encuentra en una de estas cinco envolturas o
kosas. Así pues, la persona se encuentra en el centro de su falso yo, un centro disgregador, y se siente bastante feliz. Cuando llega el momento de la gracia, se da cuenta de que está en el centro de su falso yo. Entonces se vuelve hacia
Abba y se aparta de
Mammon. Es el momento de la
Conversión. La persona indefectiblemente se mueve hacia el verdadero centro – Dios o
Abba – y percibe la Divinidad, o en términos hindúes, alcanza la
Atmabodha. Así, el Santo Peregrinaje de la vida –
Tirtha Yatra – es el itinerario de Conversión de toda la vida, del
Ahamkar(ego) a
Atmabodha. Una vez que la persona alcanza este estado, no se queda aquí; su “tercer ojo”
(
Divyam Cakshuh or
Divine Eye) se abre, y ve ahora todo y a todos a través del ojo de Dios, como dicen nuestra Constitución: “
A través de la mirada del Salvador crucificado vemos el mundo” (C.4) y comienza a
servir a todos sin el menor rastro de búsqueda de sí, con una abnegación de sí total. De este modo, pues, se le concede la “Amplia Visión de la Realidad”,
Vishva Rupa Darshana Yoga. Es una
espiritualidad integral. En Srimad Bhagavad Gita, el Bhagavan, hablando del estado espiritual de una persona así, dice: “Ve el
Atman (la
Divinidad en Sí) en el corazón de todos los seres y ve todos los seres en el
Atman (...). Entonces nunca le dejo y él nunca me deja. Él, que está en la unidad de amor, me ama en todo lo que ve; dondequiera que viva su persona, en verdad esta persona vive en mí. Y es el mayor
Yogi (...) cuando el placer y el dolor de los demás es su propio placer y dolor” (6 / 29 – 32). Como dice San Pablo: “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Resumiendo, podemos decir:
- Todos somos gente fracturada viviendo con distintas compulsiones que nacen de nuestro falso yo.
- Es en el “desierto” donde podemos ser sanados de nuestras fracturas, nuestras compulsiones, y donde somos transformados. De ahí la necesidad de todos de entrar en el
desierto.
- Es de esta transformación de sí de donde brota el verdadero ministerio.
“Vishva Rupa Darshanam” –Una Amplia Visión de la Realidad
Hermenéuticas hindúesEsta es una forma clásica de interpretación de la Escritura, en la que uno permite al texto del Evangelio, en este caso la Narración de la Tentación (Mt 4, 1-11 y paralelos) entrar en las corrientes espirituales y liberadoras de la Tierra y sentarse en el “
Sangaman”, el punto de confluencia, e interpretar el texto y “
beber a fondo de la Palabra de Dios enriquecida”.
Ahora permitimos al texto de la tentación de Jesús entrar en las
Pancha Kosas (las cinco envolturas) en la Matriz con la Divinidad en el Centro:
En la primera Tentación, Jesús hace frente al nivel de la envoltura del “Cuerpo-
Prana”, la
necesidad de alimento, una necesidad muy básica. La segunda se encuentra en el complejo mente-intelecto, la
necesidad de reconocimiento, y la tercera en un nivel más hondo, la
anandamaya kosa,
con todas sus vasanas, captar el poder/dominar sobre los otros y ser el Legislador Supremo, ¡la tentación de Lucifer!. En todas estas tentaciones, Jesús se sometió al Padre y encontró su “verdadero Sí” en el Padre. La autoidentificación que se crea en el nivel de las “
kosas” o “instintos básicos” se opone directamente a la identidad que Jesús crea en relación a su Padre. El Evangelio de Mateo describe el estado de la íntima unión de Jesús con el Padre al decir que “
se acercaron unos ángeles y le servían” (Mt 4, 11).
Entonces, Jesús advierte a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Mt 16, 24). Sólo en la
Auto-trascendencia uno descubre
su verdadero yo – Dios. Gurudev Rabindranath Tagore dice: “Sólo cuando una persona se libra de su
ahamkar, el sentido del ego, entra en su verdadera heredad”. A partir de este yo transformado, Jesús “por la fuerza del Espíritu” (Lc 4, 14) comenzó a proclamar el “
Reino”, la única palabra que resume todo el ministerio de Jesús.
En la Escritura Hindú más popular, Srimad Bhagavad Gita, Arjunan, el discípulo, pregunta a Bhagavan Krishna: “¿Qué poder es, Krishna, el que lleva al hombre a obrar pecaminosamente, incluso involuntariamente, como si no tuviera fuerzas?” (3:36), la misma cuestión que plantea San Pablo. Bhagavan/Señor responde: “Es el deseo ambicioso y la ira, nacidas de la pasión del gran maligno, la suma de la destrucción: este es el enemigo del alma” (BG 3:37). Henry Nouwen llega a la misma conclusión: en su “
Espiritualidad del Desierto”, citando a Thomas Merton, dice: “La
Codicia y la Ira son el hermano ya la hermana de un falso yo (ego) fabricacado por las compulsiones sociales de un mundo no redimido”.
Habiendo hecho el diagnóstico de que la
codicia y la
ira son los grandes enemigos del alma, Bhagavan/Señor Krishna da un pronóstico: “... por medio del poder de los sentidos; la envoltura del Cuerpo es grande, mayor que la de los sentidos es la Mente; mayor que la mente es el
Buddhi, razon y mayor que la razon es Él, el Espíritu (
Atman) en la persona y en todo.
Conóce, pues, a
Aquél que está por encima de la razón y déjale dar su paz” (BG 3:41-43). San Pablo llega a la misma conclusión: “¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?. ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor!” (Rom 7, 24-25). “
Conocerle” aquí tiene el sentido bíblico: un conocimiento experiencial de la Divinidad lograda por la meditación o contemplación que lleva a la persona a su hogar verdadero, como Jesús dice en el símbolo de la viña y los sarmientos: “
Ustedes permanezcan en mí, como yo en ustedes” (Jn 15, 4).
La Visión de nuestro Fundador, San Eugenio de Mazenod. Habiendo experimentado el poder de la Divinidad que surgía en lo hondo de él durante su
Conversión desgarradora, que bien podría llamarse su “
Experiencia de Desierto”, se convenció de que este era el único camino de convertirse integralmente en persona, una persona totalmente transformada que “lo deja todo para seguir a Jesucristo” (cfr. C.2). El “
Prefacio” que nuestro mismo Fundador escribió brota de su
experiencia de conversión. Su audacia y compromiso total pueden juzgarse por la frase: “
Lil liquendum inausum...”. No es de extrañar que el Fundador ponga la dimensión contemplativa en el mismo centro de la vida del oblato. Aún me recuerdo como novicio a la edad de 17 años oyendo nuestras Constituciones durante el desayuno. Esta frase concreta me impactó: “Los oblatos permanecerán seis meses al año en
contemplación/meditación y seis meses en el ministerio activo”. ¡No puede cambiarse el orden!. Nuestro ministerio activo ha de brotar de nuestra experiencia de la Divinidad en la cueva de nuestro corazón.
El Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, subraya este imperativo en su carta encíclica “Repemptoris Missio”: “El misionero ha de ser un “contemplativo en acción” (...). El misionero, si no es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble. El misionero es un testigo de la experiencia de Dios...” (RM 91). De ahí que la experiencia del Señor se encuentre en el centro de nuestra misión. La contemplación es en sí misma parte integral de nuestra misión. Santo Tomás de Aquino, hablando de nuestro apostolado, dice: “
Apostolatus est contemplare et aliis tradere”, “contemplar y transmitir a otros”. Una lectura reflexiva del Nuevo Testamento, especialmente de las cartas de Pablo, muestra claramente que la palabra “
Apóstol” se aplica a una
persona que ha tenido experiencia de Cristo Resucitado. El Apóstol comunica su experiencia a los otros y nace una nueva comunidad eclesial con el Apóstol en el núcleo de la comunidad. San Ignacio de Loyola hizo una bella síntesis de Contemplación y Acción: “Sometió ambas, oración y acción, a la prueba de fuego de la autenticidad, llamada
abnegación de sí, que es la prueba positiva del verdadero amor (...). Toda espiritualidad auténtica brota del espíritu de
Cristo Crucificado (y exaltado) (...). Busca a Dios en la total
abnegación de sí y tocarás lo hondo de la humanidad, tuya y de los demás. A la inversa, comprométete a la liberación humana sin búsqueda alguna de sí, y habrás experimentado ya a Dios. Sin abnegación de sí, tanto la oración como la acción son desilusión, con la introversión centrada en sí haciendo ostentación de
interioridad y la extroversión incesante haciendo ostentación de
compromiso político”
[6]. San Pablo ve que la acción expresa el amor de uno hacia el prójimo como resumen y sustancia del único mandamiento de Dios (cfr. Gal 5, 14)
[7]. La dicotomía entre Contemplación y Acción o Fe y Justicia está integrada en los paradigmas de la misión, tal y como se expresa en la jerga teológica moderna:
el monje en el mercado.
No sorprende, entonces, que nuestro Fundador adopte para nuestra Congregación el de Jesús mismo: “Me ha enviado a proclamar la
Buena Noticia a los
pobres” (Lc 4, 18-19). Este ha sido el santo y seña de nuestra Congregación y, en todas las épocas, los oblatos se han unido a los pobres, sirviendo a “los
pobres en sus múltiples aspectos” (C.5). Para estar efectivamente con los pobres, nuestro Fundador quería que sus hijos se transformaran en Dios, que se manifestó en Jesús como el pacto entre Sí y los pobres. Nuestro Fundador escribió a sus primeros seguidores: “Si hubiera querido intelectuales y predicadores elocuentes, los hubiera buscado en otra parte, quizá en las universidades. Pero lo que quiero de ustedes es que en primer lugar sean
santos, hombres llenos de Santidad”. Como las Escrituras Hindúes dicen repetidamente: “
El que ve a Dios se convierte en Dios”. Un buen ejemplo de ellos es San Antonio del Desierto. Entra en el desierto a los dieciocho años de edad; tras diez años de intensa lucha en el desierto, en silencio, regresa a su gente, un hombre muy saludable en cuerpo, mente y espíritu, como dice su biógrafo San Atanasio. La gente acudía a tocarlo, porque venían en él a la Divinidad radiante;
se había convertido para ellos en sacramento del Señor Resucitado. Los acogía a todos en el
desierto de su corazón y los sanaba a todos.
Conclusión.
Jesús tuvo una
Atmabodha – Experiencia de Abba única. Este tema aparece a lo largo de todo el Evangelio de Juan. “El Padre y Yo somos
Uno” (Jn 10, 30). Él nos invita a la misma experiencia:
él es el Camino. Usa bellos símbolos (todos femeninos) para explicarnos su
Experiencia de Abba, por ejemplo, el símbolo de la vid y los sarmientos. El Padre es la
raíz que no se ve: el Hijo emerge de la raíz como el
tallo y el Espíritu Santo es la
savia que corre de la raíz al tallo y a las ramas. No hay dos ramas idénticas; son las ramas las que traen fruto. El árbol todo es tomado en su conjunto y se le llama el
Árbol Único. Ésta es la experiencia
Advaitica (no dual) de nuestra vida en la
Comunión Trinitaria. Jesús lo considera como la “Única cosa necesaria” (cfr. Lc 10, 38-42) que, únicamente ella, nos dará la fuerza para “
lavarse los pies unos a otros” (Jn 13, 12-15). Así pues, la Espiritualidad Cristiana es la participación contemplativa en la única
Atmabodha o Consciencia Abba de Jesús.La
Upanishad Karha dice: “Dios no puede ser aprendido por uno que no lo ha alcanzado; y no puede ser alcanzado con mucho pensar. El camino a él es por medio del
Guru (Maestro)
que lo ha visto; Él es más alto que los pensamientos más altos, más alto en verdad que todo pensamiento” (II, 8). En la tradición cristiana el Evangelio de Juan dice: “
A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único que está en el seno del Padre, Él lo ha contado” (Jn 1, 18).
La Familia Oblata, desde sus mismos inicios, a lo largo del tiempo ha custodiado
el Prefacio de nuestro Fundador como incalculable Patrimonio que nuestro Fundador nos ha legado. En “el Prefacio es donde nuestro Fundador invirtió gran parte de sí y de su Carisma y lo entregó a sus seguidores”
[8]. Añadiría sin dudar que fue su primera y más importante
experiencia de Conversión lo que quiso entregar a cada Misionero Oblato, con la experiencia de que, a su vez,
experimentara esta conversión en lo hondo de sí y lo viviera a fondo.
Swami Joseph A. Samarakone, OMIAanmodaya Ashram
De Mazenod Nagar
Enathur, Kancheepuram – 631 561 – Tamil Nadu – INDIA
Email:
asamarakoneomi@yahoo.co.in27 de diciembre de 2009, Festividad de la Sagrada Familia.
[1] Hch. 9,7: “Los hombres (...)
oían la voz, pero
no veían a nadie...”. Hch. 22, 9: “Los que estaban conmigo vieron
la luz, pero
no oyeron la voz del que me hablaba”. Ambos versículos están escritos por el mismo “sistemático incorregible” en términos contrarios. Es lo mismo que con las apariciones de la resurrección. El Señor Resucitado no viene en forma perceptible a los sentidos; el Señor es visto, oído y tocado por las facultades interiores de aquellos que reciben el
darshan.
[2] Cfr. Aloysius Pieris, SJ,
God’s Reign for God’s Poor, Kelaniya, Sri Lanka, 1998, 16, nota a pied de página nº 17
[3] Felix Wilfred,
Beyond Settled foundations, Universidad de Madras, Madras 1993, 56
[4] Aloysius Pieris, S.J.,
An Asian Theology of Liberation, Claretian Publications, Ciudad Quezon, Filipinas, 1988, 16
[5] A. Parthasarathy,
Vedanta Treaties, Bombay, 1989, 141-144
Sr. Corona Mary, OSM,
Towards God-Consciousness, Jegamatha Ashram, Thirucharapalli, 1990, 6-12
[6] Cfr. Aloysius Pieris, S.J.,
An Asian Theology of Liberation, op. cit., 8-9
[7] Cfr. Aloysius Pieris, SJ,
God’s Reign for God’s Poor, op. cit., 17.
[8] cfr Fabio Ciardi, OMI, (ed), Diccionario de Valores Oblatos
, Rome, 2000, “
Audacia”
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