El Hermano Ernest MBEMBA, presidente del comité JPIC de la Provincia de Camerún, describe para nosotros su ministerio con refugiados pobres de guerra.
Pikba es un poblado de refugiados de guerra situado a unos 34 km de Poli. El pueblo forma parte del territorio de nuestra parroquia. Por falta de carreteras, el acceso al poblado sólo es posible en motocicleta, una situación que se hace aún más complicada durante la temporada de lluvias.
A principios de 2014, los refugiados de guerra (cameruneses) de la frontera con Nigeria en el lejano norte de Camerún fueron obligados a abandonar sus hogares por las incursiones terroristas de la secta islamista Boko Haram. Casi todas sus casas habían sido quemadas y sus propiedades saqueadas. Muchos han perdido familiares. Vinieron a vivir a este poblado en el que el Lamido (jefe musulmán), jefe de la zona, les concedió una pequeña parcela.
Es esta comunidad de desplazados la que yo visito una vez al mes, para compartir sus dificultades, asegurarles una presencia que les reconforte y, juntos, buscar soluciones para mejorar sus condiciones de vida como refugiados de guerra. Es una comunidad a la que le falta de todo: escuela, centro de salud, tierra cultivable, agua potable. Además, muchos de sus miembros carecen de papeles (certificados de nacimiento y carnet nacional de identidad). Ya me he dirigido varias veces a las autoridades –tradicional, administrativa y municipal– de Lagdo (a 80 km de Pikba), el distrito del que depende Pikba para todos estos problemas; para algunos de ellos, empezamos a lograr soluciones.
Sobre la escuela. Tras algunas consultas en Lagdo, pude obtener el reconocimiento oficial de una escuela que ya se había creado en nuestra área. Ha estado operando desde el inicio del año académico, el 4 de septiembre de 2017. Así, los 300 niños o más que hay en edad escolar (el número aumenta constantemente) por fin podrán ir al colegio. Sin embargo, hacemos frente a una carencia de personal. Contacté con dos profesores, jóvenes parroquianos que habían concluido su formación de magisterio y que han aceptado trabajar con el director, el único profesor que ha enviado la oficina central. Pero su llegada sigue planteando nuevos problemas. Con mi apoyo se han construido tres chozas de madera y paja que sirven de aulas.
En cuanto al agua, los refugiados obtienen sus suministros en estanques, que comparten con los animales domésticos. Como consecuencia, se producen numerosas enfermedades que se transmiten por el agua. Los refugiados desearían crear pozos, para lo que bastaría con perforar el suelo.
La inmensa
mayoría de los adultos y casi todos los jóvenes y niños carecen de certificado
de nacimiento o de carnet de identidad nacional (perdida o quemada durante los
ataques a sus casas). He iniciado negociaciones con las autoridades de Lagdo
para que puedan preparar los preciados documentos, pero los procedimientos
llevan mucho tiempo y requieren numerosos viajes entre las dos ciudades (Poli y
Lagdo). Esperamos que todo vaya bien, porque hay casi 450 refugiados en esta
situación.
En cuanto a la tierra de cultivo, me reuní con el Lamido del distrito de Gouna, al que pertenece Pikba, para discutir con él la situación de la tierra de cultivo. Prometió enviar a sus colaboradores al lugar para aumentar el terreno de cultivo con el que cuentan hasta ahora. Como dicen: "La tierra de cultivo es su principal recurso; si no plantan, tampoco podrán comer.”
Las condiciones de vida de estos refugiados mejorarían aún más si encontráramos una solución definitiva y duradera a los problemas antes mencionados.
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