Hacia el fin de su larga vida, Eugenio había logrado una gran libertad interna. Frente a la perspectiva de ser nombrado Cardinal que le había sido prometida y que ahora se le quitó de entre las manos por consideraciones políticas, él respondía así: "Al acabarse todo, es igual si le entierran a uno con sotana de color rojo o purpúreo; lo principal es que el obispo alcance llegar al cielo".
Poco antes su muerte el 21 de mayo de 1861, fiel a su temperamento, el anciano obispo enfermo dirá a los que lo rodean: "Si me adormezco o me agravo, despertadme, os lo ruego, quiero morir sabiendo que muero!"
A los Oblatos les dejará como última voluntad este testamento que es el resumen de su vida: "Practicad entre vosotros la caridad, la caridad, la caridad; y, fuera, el celo por la salvación de las almas." San Eugenio se murió el domingo del Pentecostés mientras se entonaba la Salve Regina, último saludo en la tierra a la que él consideraba como "la Madre de la misión". |
|