Desde el inicio de su ministerio, Eugenio rechaza una posición diocesana prestigiosa para estar con los pobres, los obreros, la juventud, los enfermos y los encarcelados de Aix. Agobiado por los requerimientos y posibilidades de este ministerio, él comprende pronto la necesidad de reunir alrededor de su persona otros sacerdotes celosos para trabajar en equipo. La meta compartida: Despertar "la fe a punto de extinguirse en el corazón de muchos." En septiembre de 1815, Eugenio experimenta otro "impulso espiritual de afuera" lo cual lo orienta de modo definitivo hacia esta acción apostólica. Él se consagra en cuerpo y alma a la realización de un plan ambicioso: la fundación de una sociedad misionera. El 25 de enero de 1816, nace la sociedad de los Misioneros de Provenza.
Eugenio de Mazenod invita a sus compañeros a "vivir juntos como hermanos" y "a imitar las virtudes y los ejemplos de nuestro Salvador Jesucristo, consagrándose a predicar la Palabra de Dios a los pobres" Él mismo les instó a que se comprometieran de lleno al trabajo de las misiones, ligándose internamente por los votos religiosos. Ya en 1818, él escribía aunque debido a su pequeño número ellos tenían que limitar su celo a los pobres de los núcleos rurales del contorno, su anhelo debía "abrazar, en santos deseos, la vasta extensión de toda la tierra"
El 17 de febrero de 1826, el Papa Leo XII aprobó formalmente la recién fundada Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Su lema: "Me ha enviado a evangelizar a los pobres" expresa su carisma y el camino a seguir. |
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