Durante sus primeros años como un sacerdote, Eugenio tuvo que hacer un grand esfuerzo para encontrar el equilibrio adecuado entre la oración personal y el servicio a los demás.
Después de una serie de éxitos iniciales, le viene ahora un tiempo de purificación profunda y dolorosa. De 1827 a 1836, le suceden las pruebas: divisiones, defecciones, muertes, pérdida temporal de su ciudadanía francesa e incluso recelos de la Santa Sede. Los efectos inmediatos, además de una enfermedad personal seria son momentos de desaliento y depresión. Eugenio experimenta en carne propia el precio de entregare al Señor y de servir a la Iglesia. Se sentirá por ello profundamente herido, pero saldrá de ahí más humilde, más comprensivo frente a los demás y más fortalecido en su amor y fe. |


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