La globalización de la pobreza y la concentración de la riqueza han hecho precaria la vida de muchos de nuestros contemporáneos principalmente en el sur, pero también en el norte. La miseria es una cuestión teológica. ¡Dios, en su imagen que es el hombre, está condenado a vivir en condiciones infrahumanas! ¿Cómo tolerarlo? ¿Cómo no ir en su auxilio? ¿Cómo no empeñarnos en cambiar las "estructuras de pecado" que son la causa? Otro gran campo es el diálogo interreligioso. El encuentro con el budismo, el hinduismo y el islamismo plantea problemas inéditos a Occidente. Si los políticos descubren ahora el problema, hace mucho tiempo que nuestros hermanos, sobre el terreno, trabajan en crear puentes para evitar en lo posible suspicacias y confrontaciones. A este respecto, ¿cómo no mencionar a nuestro Padre Marcello Zago, ya fallecido, antiguo superior general, y arzobispo y secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, alma del encuentro histórico de Asís, en 1986, entre los jefes religiosos del mundo? Fue una inmensa apertura, pero lo que queda por hacer es enorme y estimula la labor nuestra.
¡Ahí nos tienen, pues, ante situaciones inéditas e interrogantes nuevos, tanto internos como externos! ¡Es el tiempo de la audacia!
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