ADMINISTRACIÓN GENERAL
Una invitación del Vicario General: “De un sólo corazón y una sola alma…”Estamos viviendo un tiempo de gracia. El pasado 25 de enero, celebrábamos los
195 años de existencia, y ello nos hace ver que estamos llegando al fin de la
segunda centuria de nuestra historia. Ahora nos estamos preparando para
celebrar la fiesta de San Eugenio, y este año será un gran evento, pues supone
los 150 años de su muerte. Cuando celebramos el aniversario de la muerte de nuestro
Fundador, lo que inmediata y espontáneamente acude a nosotros son sus últimas
palabras a los oblatos, a quienes amó con el corazón de un padre: “Entre
ustedes la caridad, la caridad, la caridad, y fuera, el celo por la salvación
de las almas”. El tiempo de gracia que estamos viviendo los oblatos se debe
también a nuestro reciente Capítulo, el cual terminaba llamándonos a una
conversión más honda, tanto personal como comunitaria.
Los oblatos individualmente hablando, así como las comunidades en sus distintos
niveles, han comenzado ya a responder a este llamamiento del Capítulo. Al mismo
tiempo, el Consejo General, reunido en sesión plenaria entre enero y febrero,
comenzó a trabajar en un programa de animación para toda la familia oblata.
Reflexionar sobre las vías de profundizar en nuestro compromiso como oblatos y
encontrar dichas vías es el mejor modo de responder al llamamiento del Capítulo
y de preparar todos los aniversarios que vamos a celebrar en los años
venideros.
Quisiera centrarme en el primer llamamiento a la conversión de nuestro
documento capitular. Trata de la comunidad. La primera cosa que se nos recuerda
es que nuestra vida y misión tienen su centro en la persona de Jesucristo. San
Eugenio consideraba la comunidad de los apóstoles con Jesús como el modelo de
la comunidad oblata; también tomó como otro modelo de comunidad oblata la
primera comunidad cristiana de Jerusalén, especialmente porque en aquella
comunidad eran todos de un solo corazón y una sola alma.
Siguiendo el ejemplo de esas dos comunidades, estamos llamados a dar una
calidad nueva a nuestra vida común. El corazón de la comunidad oblata es el
llamamiento de Jesús, que nos ha reunido por medio de las necesidades de
salvación que oímos en nuestro mundo de hoy. ¡Y aún oímos tantas!. Un modo de
dar calidad nueva a nuestra vida comunitaria es hacer más profunda nuestra
relación con Jesús por medio de la oración personal y comunitaria, así como
reflexionando sobre nuestro propio modo de vivirlo y evaluándolo. El reciente
Capítulo nos llama a hacerlo bajo la guía del Espíritu.
Los nueve puntos que articulan este llamamiento a la conversión en la vida
comunitaria son formas de centrar nuestra conversión en la persona de Jesús. El
testimonio de nuestra vida es un modo de compartir los valores de nuestra
consagración religiosa y una invitación a los demás a unirse a la familia
oblata. La calidad de nuestro modo de vida ha de ser periódicamente revisado en
sus áreas concretas y de un modo tal que sea transparente y que rinda cuentas
por parte de cada oblato y por parte de todos como cuerpo. Esta es la base para
la conversión real.
La vida comunitaria, cuando se la vive con intensidad, es también lugar donde
aprendemos las dificultades en nuestras relaciones y donde nos vemos heridos en
nuestra humanidad. Por ello es por lo que la comunidad es también un lugar para
el perdón y la reconciliación. A veces esto es el aspecto más difícil de la
vida comunitaria, y, a causa de ello, es, al mismo tiempo el modo más real de
testimoniar nuestra fe y amor como seguidores de Jesús.
En los
últimos años, nuestras comunidades se han hecho más ampliamente internacionales
e interculturales. Esto es un nuevo desafío para nuestra vida comunitaria, un
nuevo llamamiento a dar testimonio del Evangelio como discípulos de Jesús. Por
un lado, vemos que el mundo se convierte en una pequeña aldea; por otro,
experimentamos cada día las consecuencias de la violencia, que crea nuevas
barreras, nuevas fronteras, más ideológicas que geográficas. Por ello es por lo
que la vida comunitaria se ha convertido para nosotros en un modo privilegiado
de ser proféticos, mostrando al mundo que nos rodea que es posible vivir
juntos, incluso a personas que vienen de diferentes partes y culturas, más
distantes que el mero Norte-Sur, Este-Oeste (P. Paolo ARCHIATI, Vicario
General).
GOBIERNO CENTRAL: Consejero General nombrado obispo en ZambiaEl 15
de febrero, la Santa Sede anunció el nombramiento del P. Evans CHINYEMBA como
Obispo de Mongu, Zambia. El 30 de septiembre de 2010, el XXXV Capítulo General
lo había elegido como Consejero General para la Región de África-Madagascar. Sucede a Mons. Paul DUFFY, que había servido
como primer obispo de Mongu desde 1997. Mons. Duffy había presentado su dimisión en 2007 al
cumplir los 75 años, pero la Santa Sede le pidió continuar su ministerio
durante algunos años más.
El nuevo obispo nació en 1967en Lukulu, Provincia Occidental, Zambia. Su
primera profesión de votos tuvo lugar en 1994. Tras estar en el Escolasticado
Internacional de Roma fue ordenado en 2000. Antes de ser nombrado en 2009
Superior de la Delegación de Zambia, había trabajado en el ministerio
parroquial durante algunos años. Gran parte de su ministerio lo ha ejercido en
la formación, sirviendo como Director de Formación de la Delegación y como
director del prenoviciado de Lusaka. Además de hablar varias lenguas de Zambia,
habla inglés e italiano.
La diócesis de Mongu, establecida en 1997, cubre parte de los 87.000 kilómetros
cuadrados de la Zambia occidental, con una población de más de 620.000
habitantes, de los cuales, aproximadamente, un 10 % son católicos.
La presencia oblata en Zambia sigue creciendo. A comienzos de 2011, en esta
delegación de la Provincia de los Estados Unidos había 73 miembros, incluyendo
49 escolásticos.
Según las Constituciones y Reglas Oblatas, el Superior General en Consejo,
actuando colegialmente, escogerá un nuevo Consejero General para la Región de
África-Madagascar.
ESTUDIOS E INVESTIGACIONES OBLATAS: Marcello Zago y los acontecimientos de Asís de 1986El 1
de marzo de 2011 fue el 10º aniversario de la muerte del Arzobispo Marcello
ZAGO. En Italia, las conmemoraciones de este hecho tuvieron lugar en Villorba,
provincia de Treviso, su localidad natal. Las celebraciones fueron organizadas
por su familia, con la participación de la parroquia, la diócesis y los
Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
El sábado 26 de febrero, la conmemoración tuvo lugar en la parroquia. Tras la
proyección de un video sobre la Jornada Mundial de la Paz tenida en Asís el 27
de octubre de 1986, el P. Fabio CIARDI, Director de los Estudios e
Investigaciones Oblatas, dio una conferencia sobre el papel del P. Zago en la
preparación y realización de la Jornada. Ciertamente, este año es el 25º
aniversario de un acontecimiento que supuso un hito en el diálogo
interreligioso, hito que ha marcado la senda de la Iglesia y las religiones en
el mundo, “una imagen - como escribió el P. Zago - y un portento de lo que las
personas religiosas deben ser para la sociedad: intercesores ante Dios por la
paz, constructores de paz entre los hombres”, iconos de la unidad entre los
hijos de Dios, de la posibilidad real del diálogo, amistad y comunión entre
todos.
El domingo 27 de febrero, la Eucaristía estuvo presidida por el Arzobispo de
Treviso, Gianfranco Agostino Gardin. Entre los participantes estaba el Superior
General de los oblatos, P. Louis LOUGEN, junto a muchos compañeros y amigos del
P. Zago.
Con los eventos de Asís, el P. Marcello Zago dejo el Pontificio Consejo para el
Diálogo Interreligioso, cuando fue recientemente elegido Superior General de
los oblatos. Los resultados de Asís no terminaron aquí. Como profetizó en aquél
momento: “Para aquellos que quieran comprender la naturaleza y el curso del
diálogo interconfesional en la Iglesia y en el mundo, el encuentro de oración
de Asís del 27 de octubre de 1986 permanecerá como un paso crucial, y un
símbolo aún más importante”.
En aquella jornada, él vio por encima de todo la confirmación
del diálogo ecuménico e interreligioso. Lo que el Concilio había establecido en
sus documentos, en Asís fue “expresado de modo solemne y comprendido por todos,
retransmitido por los medios. En Asís, la acogida de los líderes religiosos y
sus presencia en la oración de las diferentes religiones fue, de algún modo, un
reconocimiento de la religión, y en concreto de la oración, reconocimiento de
que la religión y la oración no sólo tienen un papel social, sino también
efectividad ante Dios”. (Fabio Ciardi OMI).