Primera parte

Estoy muy contento de estar aquí entre ustedes en la Convención canadiense
oblata de Lacombe:
Avivar la llama: Discerniendo nuevas rutas en el ministerio.
Gracias, Padre John Malazdrewich, Provincial, y Sra. Sandy Prather, Presidenta
de la Convención, por invitarme. Vengo a esta gran Provincia que tiene su
origen en muchas otras antiguas provincias oblatas, cada una de las cuales
contribuyó significativamente a la historia y al desarrollo de la Congregación
y de Canadá durante más de ciento cincuenta años de intensa actividad
misionera. Es un gran honor para mí estar aquí con ustedes y me siento muy
agradecido por esta oportunidad.
Se me ha pedido hablar del sentido de la misión oblata y del Llamamiento a la
Conversión en el contexto del tema que tienen ustedes: Avivar la llama: Discerniendo
nuevas rutas en el ministerio. Creo que todos estamos creciendo en la
comprensión de lo que el Espíritu nos está pidiendo en este Llamamiento a la Conversión
de nuestro último Capítulo General y que estamos participando de ello.
Quisiera hablar del Llamamiento a la
Conversión como un proceso dinámico por el que nos esforzamos por
participar de la misión de Dios. Este proceso permite a la Canadá oblata de
Lacombe discernir nuevas rutas en el ministerio, tomando parte en la misión
divina como comunidad de hombres consagrados y Asociados.
Yo entiendo el Llamamiento a la Conversión hecho por el Capítulo General de
2010 como nada menos que el mismísimo llamamiento a abrazar de nuevo el
Evangelio mismo. El Evangelio de Marcos comienza inmediatamente con Juan
Bautista predicando un cambio de corazón y, apareciendo luego Jesús mismo
llamándonos a arrepentirnos y a creer en la Buena Nueva (Marcos 1, 1-15). El
XXXVº Capítulo General nos invita a aceptar la misma invitación evangélica al
arrepentimiento, abrir ampliamente las puertas de nuestras vidas y acoger la
Buena Nueva, Jesucristo, a acogernos mutuamente y a los pobres y marginados.
Este Llamamiento es profético (Mt 16, 21-23) y nos damos cuenta de que nos
puede llevar a donde no queremos ir (Jn 21, 15-19). Podrá ser el llamamiento de
ir de un campo de pecaminosidad en nuestras vidas a una vida más abierta a la
gracia. Este Llamamiento a la Conversión podrá ser también pasar de una vida
buena a una vida santa. En cierto sentido, todos nos vemos desafiados por este
Llamamiento a la Conversión. Si queremos responder a este Llamamiento y el
mismo Evangelio, San Eugenio y el Capítulo General lo exigen de nosotros,
nuestra participación en la misión divina estará llena de fuerza y nuestras
vidas estarán verdaderamente al servicio del Evangelio, de la Iglesia y de los
pobres.
¿Cómo es el Llamamiento a la Conversión parte real de nuestras vidas al
servicio de la misión? Parece haber un cuádruple movimiento por el que nos
movemos muchas veces en nuestra vida, más y más adentro en el misterio de la
gracia. Estos cuatro movimientos son: (I) Arrepentirse, (II) Encontrar a Jesús,
(III) Decidirse y (IV) Cruzar fronteras.
I – Antes que nada, la conversión
implica el arrepentimiento. La Conversión, esta gracia de Dios, nos lleva a
reconocer dónde están nuestras heridas por la debilidad y el pecado en nuestras
vidas y despierta en nosotros el deseo de ser transformados y renovados. El
arrepentimiento nos lleva a crecer en la libertad necesaria para seguir a Jesús
y para vivir el Evangelio. Hemos de lanzar una mirada rigurosa a nuestro modo
de vivir el ministerio a la luz del Evangelio, de nuestras CC. y RR. y, más
recientemente, los Llamamientos a la Conversión del Capítulo General en las
distintas dimensiones de nuestra vida: misión, vida comunitaria, formación
permamente, liderazgo y el uso de las finanzas... En estos campos encontramos
muchas cosas que necesitan crecimiento, cambio y arrepentimiento en nuestras
vidas.
Mencionaré tres campos concretos para nuestra consideración en este campo del
arrepentimiento: primeramente, necesitamos libertad
interior para hacer la voluntad de Dios; en segundo lugar, hemos de vivir sólo para Dios; en tercer lugar,
estamos llamados a crear, alimentar y hacer más profunda la comunión entre nosotros.
A – LIBERTAD
Estamos aquí juntos como misioneros para hablar de la misión de Dios y
nuestro lugar en esta misión. Hemos de preguntarnos si estamos libres o no para la misión de Dios. En una ocasión un
teólogo de Brasil hizo una reflexión acerca de los que están en formación
respecto al voto de obediencia y la libertad. Dijo que somos capaces de hacer
la voluntad de dios sólo cuando interiormente somos libres. Pasó a explicar que
sólo una persona libre puede ser obediente en el sentido más pleno. El
religioso que adolece de vida interior no puede ser obediente, pues su
obediencia es mera conformidad con las directivas.
Jesús apunta a la libertad interior radical en su enseñanza. Enseña que hemos
de perder nuestra vida para salvarla. ¿Puedo dejar que mi vida se vaya? Nos
enseñó que si nos vemos obligados a caminar una milla libremente hemos de
recorrer más: ¡camina dos! Si somos golpeados en una mejilla, hemos de ofrecer
la otra. Si toman a la fuerza nuestro abrigo, hemos de ofrecer con generosidad
la gabardina, el suéter, etc. La libertad radical de Jesús queda más
enérgicamente expresada cuando dice: “Por esto me ama el Padre, porque doy mi vida
para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita: yo la doy voluntariamente. Tengo
poder para de darla y poder para recobrarla de nuevo” (Juan 10, 17-18).
(Recuerden el gesto del obispo de Los Miserables cuando la policía le trajo al
hombre que le había robado la cubertería de plata).
Nos hemos congregado como Provincia para discernir el mejor modo en que podemos
participar de la misión de Dios. Es esencial que estemos en la senda de la
libertad para poder entrar en esta conversión. Nos hemos juntado como
comunidiad apostólica preguntando al Espíritu Santo cómo podemos estar al
servicio de la misión de Dios. Ésta es una búsqueda de la voluntad de Dios
colmada de gracia. Rezar, escuchar la Palabra de Dios en los otros, en las
Escrituras, en la Iglesia y en los pobres y tomar decisiones exige una gran
libertad interior, integridad, honestidad con uno mismo y con los otros.
Creo que es un campo de arrepentimiento
que necesitamos considerar. Nuestra falta de libertad interior y nuestro no ser
conscientes de la falta de libertad pueden hacer nuestro discernimiento
inferior a lo que debería ser. Estamos llamados a la conversión desde el
individualismo a la comunión de los Oblatos en la búsqueda de la voluntad de
Dios. Juntarnos para preguntar a Dios: ¿cuáles deberían ser las prioridades?,
así como para discernir en libertad cuál debería ser la respuesta a la
invitación de Dios a la misión son gracias tremendas del Espíritu. Ustedes han
escogido bien el hacerlo.
Preguntas:
- ¿Cuán libre soy y somos?
- ¿He venido aquí con mis planes, mis apegos y mis conceptos no negociables?
- ¿Estoy libre para escuchar la voz de Dios que habla de muchas maneras?
- ¿Soy capaz de la comunión, y del respeto, escucha y aceptación del otro?
Ciertamente, hemos venido con pasión y con convicciones sobre dónde y cómo
nosotros, como Oblatos, deberíamos servir a los pobres de hoy. Es importante
que compartamos nuestras convicciones con el grupo, como parte del
discernimiento. Hay una diferencia entre compartir abierta y honestamente
nuestras convicciones y pasiones, por un lado, y la insistencia obstinada en
salirnos con la nuestra por el otro.
Se requiere libertad de espíritu para participar en el discernimiento con
confianza y apertura y, luego, cuando se tomen las decisiones, dejar atrás mi
vida y estar disponible para lo que se haya decidido.
A continuación…