521 - Abril 2012
22 Febrero 2012 - 24 Marzo 2012

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DISCERNIENDO NUEVOS CAMINOS EN EL MINISTERIO

Discurso del Padre General en la Convención de la Provincia OMI de Lacombe

Hemos publicado la primera parte del discurso del Padre General del 16 de noviembre de 2011 en la edición de Marzo de Información OMI. Hablando del llamamiento a la conversión hecho por el Capítulo General, el Padre General comenzó tratando la libertad interior necesaria para esta conversión. Lo que sigue es la continuación del discurso.

II Parte

B – VIVIR PARA LA GLORIA DE DIOS: Eugenio de Mazenod afirma una y otra vez que los oblatos han de ser “celosos por la gloria de Dios” y es bueno que pensemos en ello en relación a la misión de Dios en la que participamos. Nuestro documento del último Capítulo General nos pide discernir nuestras motivaciones cuando habla de “cruzar fronteras” (Actas del XXXV Capítulo General de 2010, “Conversión”, pág. 26 nº 7, edición en español). Mirar las motivaciones es esencial al asumir cualquier ministerio. La pregunta esencial es si estoy ejerciendo un ministerio en concreto para Dios y para los pobres, o bien o para mí mismo. Hace algunos años, los superiores mayores de la conferencia de religiosos de los EE.UU. se preguntaban si ejercíamos el ministerio como una respuesta al llamamiento del Señor o si era una forma de satisfacer nuestras necesidades. Éste es un llamamiento muy radical a la conversión: arrepentirnos de buscarnos a nosotros mismos por medio de nuestro ministerio para con los pobres, de modo que vivamos sólo para Dios como Eugenio de Mazenod nos llamaba a vivir.

Nuestra terminología actual en cierto modo suena de la siguiente forma: “Este ministerio realmente me da energías”, o bien: “Lo que estoy haciendo es un trabajo de entregar la vida”. La pregunta es: ¿por quién se está dando la vida? ¡Por mí! ¿A quién da energías este ministerio? ¡A mí! ¿Eso es todo de lo que se trata en este ministerio? No digo que sea malo. Por supuesto, es bueno encontrar vida y energías en lo que hacemos. Sin embargo, no es éso de lo que se trata principalmente en el ministerio. Ello ha de ser un subproducto de nuestro ministerio, por el que hemos de dar gracias si se da. Cuando nuestra motivación es servir a la misión de Dios y hacer de la gloria de Dios el centro de nuestra vida, entonces tenemos la libertad y la disponibilidad para decir: “Heme aquí, envíame”. Entonces podemos decir al responsable del personal: “Estoy listo para ser enviado a donde más se me necesite en la Provincia”.

Arrepentirse es pedir a Dios la gracia de poder reconocer que en la misión se trata de Dios, de vivir totalmente por Dios y de buscar la voluntad de Dios, admitiendo que a veces estamos envueltos en nuestro propio interés. ¡Sin duda que hemos hecho muchas cosas buenas, pero podríamos haber hecho mucho más!

C – COMUNIÓN: El arrepentimiento nos hace también un llamamiento en el campo de la comunión apostólica. Se supone que nuestras vidas han de reflejar el amor, la unidad, el compartir y la comunión del Dios Uno y Trino por medio de nuestra comunión. ¿Somos libres para vivir en comunidad y para trabajar junto a los otros?

Hay tendencias en la sociedad (v.g. individualismo, adicción al trabajo, consumismo, secularización, materialismo, narcisismo, etc) que nos influencian, apartándonos a los unos de los otros y destacando el individuo y sus logros. El Evangelio, nuestras CC. y RR. y los Capítulos Generales, por otro lado, nos han llamado continuamente a renovarnos en nuestra vida de comunidad apostólica como un signo de la mismísma vida divina. Hemos de tomar la iniciativa de revigorizar nuestra vida de comunidad apostólica, de comunión fraterna de vida, compartiendo profundamente nuestra fe, nuestras vidas, nuestro cuidado muto y el crear espacio y tiempos para la oración, comidas, encuentros y recreación. El compartir se da también en el campo de la economía poniendo todo en común. Necesitamos el aliento del Espíritu para tranformar nuestros corazones de modo que nos haga capaces de hacer la gran Pascua (“paso”) a una misión que sea fruto de nuestra comunión. Con todas nuestras limitaciones personales, que reconocemos y tenemos, y sabiendo de los desafíos que tenemos ante nosotros en este campo de nuestras vidas, estamos constantemente llamados a trabajar por crear comunidades apostólicas reales que se caractericen por unas relaciones con significado. Al tiempo que manteniendo profundos vínculos relacionales con amigos, familiares y cooperadores en el ministerio, nuestra vida oblata debería proporcionarnos relaciones significativas de fe, de vida misionera y religiosa que nos nutran y nos ayuden en crecer en santidad. El mandato del Fundador de vivir la caridad es un llamamiento a entregarnos generosamente al proceso de crear comunión oblata viviendo juntos. El voto de perseverancia compromete a cada uno de nosotros a entregarnos más y más (oblación) al proceso de cuidar de por vida de la comunión recíproca.

II – Miremos al Salvador: al confrontar nuestras vidas (bajo la mirada de la gracia de Dios) experimentamos la necesidad de un amigo que nos salve. Redescubrimos a Jesús una y otra vez como el amor compasivo del Padre que nos acoge en casa y nos salva. Esta es la raíz de nuestra identidad oblata y de nuestra espiritualidad. Esto implica, como escribió nuestro Fundador, auténticas lágrimas al descubrir íntimamente el amor de Dios hacia nosotros. Esta experiencia ha de ser profundizada y no olvidada, así como revivida una y otra vez. Crecemos en nuestro amor hacia Jesús en la oración, en el estudio y en la contemplación de la Palabra, en nuestras relaciones con los demás, especialmente con los pobres.

¿Cómo podemos predicar la Buena Nueva del Salvador y su Reino si no vivimos y permanecemos en su compañía? Seguimos a Jesús no como una idea, sino como a un amigo, a un hermano y como al Salvador. Somos misioneros que predican el Evangelio a los pobres, siendo una persona aquello por lo que estamos apasionados, Jesús, a quien proclamamos. Una vieja caricatura de “Family Circus” muestra a la familia en la iglesia y al pastor predicando. La pequeña Dolly, señalando al pastor, se inclina hacia su padre y pregunta: “Papá, ¿es de veras un amigo de Dios o sólo es su negocio?”. Una buena pregunta a hacernos es ¿somos los amigos de Jesús?, en el sentido más profundo de la palabra “amigo”.

El Llamamiento a al Conversión siempre está en relación con Jesús: ser liberado por Él, amado por Él, retado por Él e impulsados por Él con el Espíritu. En el centro del carisma de San Eugenio se encuentra Jesús: somos modelados por Jesús, para identicarnos con Él y permitirle vivir en nosotros, reproduciendo en nosotros el modelo de su vida (CC. y RR. OMI nº2).

III En tercer lugar, hemos de hacer después una elección. Hemos podido vernos a nosotros mismos con amor y valentía, hemos crecido en libertad y nuestras motivaciones son más sólidas. Ahora hemos de tomar una decisión. La gracia está con nosotros y se nos invita a hacer una elección, a salir en libertad. Este es el riesgo, el desafío, el reto a dejar atrás todo por seguir a Jesús, abandonar nuestras redes en la barca y dejar padre, dejar la caja de la ventanilla de recaudación de impuestos, desprenderse de ello y romper con ello. La elección radical se halla aquí y ahora.

Hemos dejado nuestro hogar muchos años atrás, pero hay muchos otros “hogares” que hemos levantado para nosotros mismos a lo largo de los años. Hemos de elegir dejar la comodidad de lo familiar, de lo seguro, del éxito personal, etc. Hemos decidir dejarlo y cruzar fronteras. Nuestros planes, nuestras agendas, nuestros modos de ver las cosas, nuestros puntos de vista, nuestros ministerios favoritos, el vivir del modo que nos gusta vivir, son elementos de un reino personal que necesita ser dejado a un lado para que tenga lugar la nueva vida en Cristo. Vemos que ésto ocurrió a menudo en la vida de San Eugenio: cuando decidió que entraría al seminario y viviría solo para Dios, cuando fundó a los Misioneros de Provenza, cuando decidió ir a Roma para recibir la aprobación de las CC. y RR., cuando dejó Aix para ir a Marsella a ayudar a su tío, cuando fue llamado a ser obispo, cuando tuvo que reajustar sus puntos de vista políticos a la realidad cambiante de Francia, cuando se le pidió que enviara a sus misioneros a nuevos países fuera de Francia. Todo fue consecuencia de su decisión de ser sacerdote y siervo de los pobres, e implicaba tras ello otras muchas decisiones de cruzar fronteras.

IV - En cuarto lugar, esto nos introduce en otra cultura de vida y, podría decirse, en un “lugar extraño” en que vivir. Verdaderamente hemos cruzado fronteras, para no sólo huir y vivir a nuestro modo. Hemos viajado a una tierra de libertad en que reina la lógica del Evangelio: los primeros son los últimos y los últimos los primeros, los que pretendan salvar su vida la perderán y aquéllos que pierdan su vida por causa de Jesús y del Evangelio la salvarán, los sabios e instruidos no comprenden los misterios del Reino y los pequeños y sencillos los comprenden, aquellos que son grandes se convierten en los más pequeños y los pequeños se convierten en los grandes, los poderosos son derribados de sus tronos y los humildes son enaltecidos, el Maestro es quien sirve y lava los pies, la pequeñez de la semilla de mostaza y la poca cantidad de levadura revelan el poder de la fe, cuando uno se vacía de sí mismo es colmado, cuando uno se exalta a sí mismo será humillado y los que se humillan a sí mismos son exaltados, cuando los demás tienen una mota en el ojo yo tengo una viga en el mío.

Entramos en esta tierra extraña si tenemos la valentía de dar el paso. En vez de subrayar la autosatisfacción y la autorrealización, nosotros abrazamos el Evangelio que nos llama a la autotrascendencia. Esta forma de ir más allá de nosotros mismos por causa del reino, de Jesús, de los pobres, nos trae inmensa satisfacción y gozo, amor y significado sin medida. Aunque es un paso duro, ¡no hay nada igual en el mundo!

Ahora estamos en proceso de conversión, ahora estamos esforzándonos por ser santos como Eugenio nos exhortaba. Ahora podemos ahondar en nuestra comunión de vida con los otros en comunidades apostólicas, no porque la comunidad satisfaga mis necesidades, sino porque en libertad escojo amar a aquéllos que son mis hermanos y hermanas. Ahora somos personas libres que pueden colaborar con los demás y que pueden cumplir juntos un plan con prioridades. Ahora podemos hacernos disponibles. Discernimos juntos y preguntamos a Dios: “¿Cuál es la misión que quieres de nosotros?”.

La conversión nos ha traído a una tierra extraña de libertad y de gozo donde todo al principio parece patas arriba. Estamos impulsados en libertad por el Espíritu de Jesús como profetas para anunciar su Buena Nueva. Somos capaces de hacernos disponibles para el discernimiento de la Provincia, que ha tomado decisiones sobre nuestro modo de participar en la misión de Dios.

Mis hermanos y hermanas, juntos en esta Convención para avivar la llama del Espíritu y discernir nuevos caminos en el ministerio, el Espíritu Santo es quien nos llama a participar, crecer, convertirnos, ser santos y compartir más íntimamente su comunión, de modo que podamos ser predicadores auténticos del Evangelio y misioneros de los más abandonados. La Trinidad nos llama, nos impulsa y nos envía. Sosteniendo nuestra vida y amándonos, la Trinidad nos invita a la santidad y a participar en la misión de Dios en el mundo. Nos estamos preguntando como comunidad provincial: “¿Qué quieres que hagamos, Señor?”. Con el ejemplo de San Eugenio, en libertad radical, en santidad de vida y en comunidad apostólica, discernamos en oración los caminos en que como Provincia OMI de Lacombe-Canadá llevemos el Evangelio a los pobres y abandonados a nuestra sociedad de hoy. Pidamos a María Inmaculada que nos ayude a escuchar y responder con todo nuestro corazón al llamamiento de Dios.



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36o Capítulo General 2016
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