527 - Noviembre 2012
1 Octubre 2012 - 28 Octubre 2012

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EL LLAMAMIENTO A UNA “NUEVA EVANGELIZACIÓN”

“Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?” (Mt 5,13a, Biblia de Jerusalén). Este dicho de Jesús tomado del Sermón de la Montaña nos ofrece la imagen empleada para la Escuela Oblata de Verano tenida en el “Wistaston Hall”, Crewe, del 20 al 26 de julio de 2012 con el tema de la “Nueva Evangelización”. El P. Eugene KING, anterior Vicario General, fue quien condujo a los participantes y quien escribió este resúmen de su experiencia.

El tema refleja la creciente inquietud en el ministerio de los Papas recientes, Juan Pablo II y Benedicto XVI, de que se necesita el empuje de una nueva Evangelización en el interior de la Iglesia si es que quiere cumplir su misión de ser testigo de la fuerza del Evangelio en el mundo moderno.

La escuela de verano se dividía en dos partes: una para subrayar el llamamiento a la nueva evangelización, la segunda era la misión de evangelizar. Ambas sesiones se desarrollaron en torno a cuatro cuestiones: 

  1. ¿Por qué todo este alboroto de nuestro tiempo sobre la nueva evangelización? ¿Ha decaído la magia del Evangelio? ¿Está creciendo un desierto espiritual allí donde antes florecía la fe cristiana?
  2. ¿Qué implica la experiencia de ser evangelizado? En los recientes Capítulos Generales, los oblatos han subrayado la convicción de que para evangelizar debemos, antes que nada, ser evangelizados. ¿Quién puede ser el defensor de la sal si nunca antes conoció los sabores encontrados de las movidas universitarias con y sin sal?
  3. ¿Qué implica la experiencia de evangelizar, de concienciar a los demás de las bondades de la sal en la tierra, en los alimentos y en los líquidos? Los oblatos y sus socios a menudo recurren a su experiencia y a sus prácticas misioneras, a sus doscientos años de existencia: el centro de su existencia es ser sal para la vida, sal para el alimento, sal para la sanación, sal para la vida eterna entre los pobres del mundo.
  4. ¿Qué podemos hacer para responder al llamamiento de la nueva Evangelización? Los talleres pretendían que volvieramos a concienciarnos del sabor del Evangelio, pretendían confirmar a todos en la convicción de nuestros talentos para la evangelización: el oído de un oyente lejano, el toque silencioso del sacristán siempre atento, la presencia cuidadosa del trabajador de la salud, la sonrisa compasiva del párroco... El taller terminaba con una recogida de ideas sobre una cosa, al menos, que los participantes estuvieran dispuestos a hacer para devolver el sabor a la sal del evangelio.

Pero hay una dificultad. Es la misma palabra “evangelización”. No se halla presente en el lenguaje habitual de los católicos. ¡Quién quiere decir a su familia o amigos que durante el taller se ha hecho evangelizador! Lo peor aún es que llevan el ADN de un evangelizador sin saberlo. Además, la palabra “evangelización” abre la puerta a otras palabras que tampoco son más agradables (evangélico, evangelístico, evangelismo) que suenan a fundamentalismo, conversión instantánea y preocupación por salvarse.

Nos dimos cuenta de que no deberíamos abandonar del todo estos términos y de que tenemos que aprender algo de otras iglesias que hacen suyas estas palabras.

¿Quedó resuelta nuestra dificultad? ¿Nos resulta más cómodo hablar de Evangelio, Buena Nueva? Lo importante es conocer el gusto de la sal y el sabor que da a la vida.


La belleza y la esperanza del taller residía en sus participantes, los que proporcionan la tierra buena, los que acogen la sal de la Buena Nueva de la que brota la vida eterna. Venían de Gales, Inglaterra, Escocia e Irlanda y algunos con visibles raíces en otras partes del mundo. Venían con la sabiduría de las batallas ganadas y perdidas, con la experiencia práctica de unas lecciones, de una oficina, de un férreo vecindario, con el celo y los pies del joven dispuesto a ser sal entre las masas amontonadas del mundo, con toda la vida para descubrir que las semillas de mostaza son hogar para el misterio y de que al final del día sólo es Dios “quien hace crecer” (1 Cor 3, 7b).

¿Por qué molestarnos con la “nueva Evangelización”? La alternativa es la insulsa desesperación. “Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres” (Mt 5, 13, Biblia de Jerusalén) (Oblate Connections, octubre de 2012)



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