¡GRACIAS, PADRE THÉOPHILE LE PAGE! (1927-2012)
La mañana del 10 de noviembre de 2012, el P. Théophile LE PAGE, largo tiempo miembro de la comunidad de la Casa General, se unió a la comunidad del cielo. ¡Probablemente no haya oblato vivo que no haya sido alcanzado por su ministerio de servicio, ya que, por muchos años, cada ejemplar enviado de nuestros boletines, cada copia de las Constituciones oblatas, cada publicación oblata de Roma pasó por sus manos de “Cartero General” de la Congregación!
No sabemos los motivos que llevaron al joven bretón, Théophile Le Page, a comenzar el noviciado de los oblatos de María Inmaculada en La Brosse-Montceaux (Francia) el 7 de septiembre de 1946. Justo diecinueve años antes, el 21 de septiembre de 1927, nació en la pequeña ciudad de Bolazec (diócesis de Quimper), que entonces tenía menos de mil habitantes.
Sabemos, sin embargo, lo que escribió al Padre Léo DESCHÂTELETS, Superior General, el 28 de octubre de 1953, poco después de su marcha a Camerún, su primera obediencia: “Desde Marsella, donde tantos recuerdos nos traen a la memoria la gran figura de nuestro venerado Fundador, acudo, antes de embarcarme para Camerún, para pedirle la última bendición para que mi ministerio en esta misión oblata, donde Usted me ha destinado, sea fructífera y según el corazón de Monseñor de Mazenod. Nuestra Señora de la Guardia, que ha sido testigo de la marcha de tantos hijos suyos oblatos, nos protegerá y sostendrá”. Había sido ordenado sacerdote el 15 de febrero del mismo año.
En 1964, a consecuencia de una seria enfermedad de la cual tuvo que ser tratado en Francia, los médicos dieron una opinión negativa a la posibilidad de su regreso a Camerún. Sin embargo, pasará algunos meses allí como secretario personal de Monseñor Yves PLUMEY, quien, el 4 de junio de 1964, escribió al Padre Jean DROUART, Asistente General: “El Padre Le Page pronto terminará su estancia en África, en Garoua. Debe regresar a Francia hacia el 20 de junio. Sobrellevó el clima con gran dificultad, pero aguantó con valentía gracias a una estricta disciplina”.
Así pues, el 15 de enero de 1965, recibió obediencia para la Casa General, acompañada por estas palabras del P. Deschâtelets: “Al enviarle hoy el documento oficial de su obediencia para nuestra Casa General, tengo la dicha de ofrecerle la más cálida bienvenida entre nosotros... Este cambio, así lo entiendo, exige grandes sacrificios de nuestra parte, porque le aleja de su apostolado en Camerún, el cual usted tanto amaba, pero pido las gracias celestiales para usted para que, en su nuevo cargo, pueda encontrar grandes consuelos para su vida religiosa, sacerdotal y misionera. Mantenga vivo su ideal misionero y sus anhelos de misión, pues viniendo a trabajar en el centro de la Congregación misionera, aún sigue usted siendo misionero...”.
En la Casa General trabajará, sobre todo, como Secretario General y, después, como Archivero. Más tarde él, que no sentía gran aprecio por las computadoras, formaría parte del así llamado “Comité de computadoras”. En los últimos años se ocupó de la correspondencia, especialmente de los boletines del Servicio General de Comunicaciones, al tiempo que seguía muy de cerca la corrección de los textos en francés.
Le conocí personalmente a finales de los setenta, estando yo en el Escolasticado Internacional. En los grandes pasillos de “Via Aurelia, 290”, me parecía que era un hombre tímido, a veces, incluso, gruñón, solitario. Las notas del Escolasticado de Solignac de diciembre de 1952 nos lo presentan, en realidad, como “educado y de buenas maneras (...), sensible, enérgico y determinado”, aunque también como “excesivamente tímido, se ha amoldado bien”. Por mi parte siempre sospeché que arrastraba alguna herida en alguna parte de su vida, una que nunca curó del todo.
En los últimos nueve años de mi presencia en el Servicio de Comunicaciones, pasé mucho tiempo con él, tanto por trabajo como por amistad; tantas veces juntos en la misma mesa, con otros hermanos que le pinchaban, le obligaban a reírse y le hacían mostrar su parte más brillante y vivaz; era desafiante e imparcial, capaz de morder antes de ser mordido, pero, en realidad, siempre buscando la verdad. El Padre Le Page leía, uno de los pocos en hacerlo, la mayor parte de las publicaciones oblatas, conocía los escritos del Fundador, la historia de la Congregación y, en particular, de la Casa General, de la cual fue un icono durante más de cuarenta y siete años. Tras muchos años, todo el que lo haya visto en estos últimos tiempos lo habrá encontrado cambiado, más abierto.
Antes del comienzo del verano de este año, tuvo una operación de cáncer de estómago. Durante los largos y dolorosos días en el hospital, mostró una paciencia y un aguante del dolor sorprendentes. Durante los meses siguientes pasados en casa no se encontraba bien, pero trataba por todos los medios de no ser una carga.
Permítanme mencionar un recuerdo personal que aún me llega al corazón. El 2 de octubre, debido a una obstrucción del conducto biliar, Théophile tuvo que ser llevado de nuevo al hospital. El P. Mauro CONCARDI y yo pensamos que el superior, P. Roberto SARTOR, iba a ir solo con él, y nos dijimos que iríamos allí a verse cuando “fuera útil algo de compañía”. Mientras trabajaba en mi oficina, recibí una llamada suya: “Bueno, allá voy”. Noté una petición de auxilio y decidí ir también a la sala de urgencias del hospital de San Felipe. Tuvo que esperar allí veinte y seis horas en la camilla antes de ser admitido. Pasó sus últimos días en “Villa Speranza”, una clínica de cuidados paliativos. Los miembros de la Casa General aseguraron una presencia allí constante y fiel. El P. Fabio CIARDI muchas veces celebró Misa para él. Falleció la mañana del 10 de noviembre, soltando sonriente un último callado suspiro, en presencia del superior y en brazos de Joelle Laure, una mujer de la familia francesa que se había convertido realmente en su familia.
Toda la Casa General se reunió en torno a su ataúd para una despedida final la mañana del 13 de noviembre. La atmósfera de profunda oración y las bellas palabras del P. Paolo ARCHATI, Vicario General, hicieron de ello un momento sagrado.
Gracias, Théophile. Tu historia nos recuerda que al atardecer de la vida se nos examinará del amor. (P. Nino BUCCA, Director, Servicio General de Comunicaciones Oblatas).
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