AMÉRICA LATINA
Aparecida, ¡ya vamos!“Del 18 al 22 de Julio de 2013, celebraremos en Aparecida (Brasil), el programa oblato de preparación para la Jornada Mundial de la Juventud, ¡doscientos años después de que el Fundador creara la Asociación de la Juventud! Creemos que ésta es una bendita coincidencia. La Provincia de Brasil nos invita a participar; están preparando el programa con gran entusiasmo y energía” (Información OMI, nº 523, junio de 2012). El P. Miguel PIPOLO comparte con nosotros ahora algo de la historia oblata: “Eugenio de Mazenod y los jóvenes”. La provincia de Brasil ha preparado también una fantástica invitación a la Jornada Mundial de la Juventud Oblata en forma de video: http://goo.gl/YYZNf. También hay una página web con más detalles sobre el evento: http://www.jomibrasil.com/.
Eugenio de Mazenod, ordenado en 1811, asumió los jóvenes como una de sus principales actividades. Fueron su desvelo y objeto de cuidado hasta 1816, cuando fundó la Congregación junto al Padre Tempier. Los jóvenes siguieron siendo objeto de su atención y de sus energías hasta 1823, cuando se trasladó a Marsella.
Tras analizar la situación de la juventud bajo Napoleón, Eugenio concluyó que los jóvenes serían su campo de acción: “Trataré de apartarles de los males que los amenazan (...) infundiéndoles el amor por la verdad, el respeto a la religión, el amor a la piedad y el horror al vicio”. Las organizaciones juveniles habían sido ilegalizadas por Napoleón, pero Eugenio optó por ellas. “No me asusta, pues pongo mi confianza en Dios...” escribió al Padre Duclaux, su director espiritual en el seminario, que respondió: “Pon todos tus esfuerzos en ello, gasta todo tu celo para formarlos bien. Dales una regla y reglamentos”. Y Eugenio se puso este objetivo a alcanzar.
El 25 de abril de 1813, comenzó la “Santa Asociación de la Juventud Cristiana” con siete miembros, de los cuales dos se convertirían en oblatos. En dos años, la asociación tendría más de cien miembros; en 1817, más de trescientos. Muchos de ellos se hicieron religiosos en otras congregaciones o sacerdotes diocesanos.
Eugenio definió el objetivo principal de la asociación: “Formar un cuerpo de jóvenes muy piadoso”. Cada miembro trataría de cumplir dos objetivos: responder a la falta generalizada de religiosidad y lograr su propia santificación. Los medios serían tres: un estilo de vida que sea modelo para los demás, aconsejar y guiar a los demás, y la vida de oración. Eugenio los presentó con tres principios: crecer en la estima de la santidad de su vocación de pertenecer a la religión de Jesucristo, esforzarse por configurar sus vidas con la del modelo divinio, profesar una tierna devoción a Jesús en reconocimiento de la bondad que les había mostrado. Los encuentros consistían en catequesis, oración y deporte, junto con una fuerte devoción a María. Al final cantaban en provenzal: “Sea por siempre Jesús alabado, y María Inmaculada haga a su Hijo aún más alabado”
Es digno de notar el increíble número de reglamentaciones: ¡más de quinientas! Eugenio se jactaba ante su amigo Forbin-Janson: “He elaborado para ellos algunas reglas que son una pequeña maravilla, las cuales cumplen con admirable prontitud”. Las condiciones para ser miembro de la asociación eran muy exigentes, dándose el caso de expulsiones de miembros. Se preguntaba a cada candidato si habían nacido “de padres honestos y rectos”, culidades consideradas necesarias para sacar provecho del buen ejemplo que pudieran recibir en la asociación. El candidato debía presentar una lista de amigos para que el director la valorara y decidiera con quién seguir y a quién rechazar. Estaba prohibido ir al teatro y al baile y debían apartarse de las malas compañías. Había un período de discernimiento por ambas partes, tras el cual los candidatos profesaban: “Por el presente documento, declaro firmemente que reconozco a Nuestro Señor Jesucristo como Señor y Salvador, Señor Soberano y Maestro, cuyos discípulos fieles queremos ser durante nuestra vida”.
Veintiséis años después de la fundación de la asociación, Eugenio pudo decir: “Me rodeé de jóvenes... Formé un buen número de ellos en la virtud. Tuve más de doscientos ochenta en torno a mí... Y ellos se adhirieron a los principios que traté de inculcarles”.
En Aparecida, celebraremos los doscientos años del ministerio de Eugenio con los jóvenes. La Juventud de los Oblatos de María Inmaculada toda junta: ¡Eugenio sigue vivo!