534 - Junio 2013
5 Mayo 2013 - 31 Mayo 2013

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CANADÁ—ESTADOS UNIDOS

El herrero de Dios está más cerca de la santidad

El hermano Antonio KOWALCZYK, oblato que pasó mucho tiempo de su vida en oración y servicio en Edmonton y que está enterrado en San Alberto, está a tan sólo un milagro de su beatificación. Kowalczyk, conocido como el Herrero de Dios, estaba en el puñado de católicos reconocidos por el Papa Francisco por sus virtudes heroicas el 27 de marzo, junto a tres mártires asesinados por los nazis y los soviéticos. Es susceptible de ser elegido para la beatificación, si se pudiera atribuir un milagro a su intercesión. Si se probara un segundo milagro, Kowalczyk se convertiría en el primer santo del oeste canadiense.

“Es un momento de orgullo para todos nosotros aquí en San Alberto, dice el Padre oblato Andrzej STENDZINA de la Parroquia de San Alberto. “El hermano Antonio es una figura aquí amada; la gente siempre viene a su tumba para traer flores y rezar”. Para los Oblatos en general, el reconocimiento de Kowalczyk es también un reconocimiento del trabajo misionero de la orden en Canadá y en el mundo, dijo Stendzina.

Kowalczyk, natural de Polonia, falleció en Edmonton el 10 de julio de 1947, tras haber pasado los últimos 36 años de su vida trabajando como jardinero y encargado de mantenimiento en la Facultad San Juan, ahora facultad de francés de la Universidad de Alberta.

Kowalczyk es el segundo de Alberta en ser declarado Venerable. En 1966 se reconoció a Mons. Vidal Grandin, de San Alberto.

“Estamos muy contentos de ello”, dijo el P. Garry LABOUCANE, superior del distrito oblato de Alberta y del Territorio del Noroeste. “Es un modelo para nosotros de lo que significa ser oblato; era muy humilde y devoto de la Bienaventurada Madre”.

El vicepostulador de la causa de Antonio, el padre oblato Miroslaw OLSZEWSKI de Toronto, contó a “The Catholic Register” que pronto comenzará la investigación de un joven americano que, inexplicablemente, fue curado de una enfermedad de la sangre potencialmente letal.

Para aquéllos que conocieron a Kowalczyk, él era la definición misma de la piedad. En una entrevista de 1997, el difunto padre oblato Anthony DUHAIME, vicepostulador de la causa del hermano oblato durante diecisiete años, describió a Kowalczyk como “un hombre muy santo que organizó su vida en torno al amor, la paciencia y el servicio”. Duhaime, que como joven estudiante del colegio cortó el pelo de Kowalczyk durante varios años, dijo que él es a la Iglesia lo que Wayne Gretzky es al hockey. “Gretzky es el héroe del hockey. El hermano Antonio es el héroe excepcional de la Iglesia Católica”.

El hermano Antonio fue el primer oblato polaco en ir a Canadá. Llegó en 1896 a los treinta años y pasó los restantes cincuenta y uno en Alberta. Tras pasar varios años en Lac la Biche, trabajó como encargado de mantenimiento en la Facultad San Juan durante el resto de su vida. A pesar de tener sólo un brazo, sirvió como encargado del mantenimiento, portero, herrero, fogonero, lavandero, encargado de tocar la campana y sacristán.También plantó su gran jardín y se encargó de la granja de trescientas gallinas, cerdos y caballos.

Nacido en Polonia en 1866, el hermano Antonio era el sexto de doce hijos de una familia de campesinos.Tras su tiempo de aprendiz de herrero, trabajó en las fábricas de Hamburgo y Colonia, Alemania. Se quedó ciego de trabajar en las fábricas, pero se dice que un día le volvió la vista rezando el Via Crucis. En 1891, dejó Alemania para ingresar en los Oblatos de María Inmaculada en Holanda.

En mayo de 1896, viajó a la misión oblata de Lac La Biche. Tras destrozarse la mano derecha cortando maderos y serle amputada sin anestesia, fue enviado a Saint Paul de Metis. En 1911, se le trasladó a la Facultad San Juan, en la zona de Edmonton’s Bonnie Doon.

Amigo de los estudiantes, les ayudaba a reparar sus palos de hockey, a afilar sus patines, arreglar sus relojes y las monturas de los anteojos. Consolaba también a los estudiantes que habían dejado su hogar por vez primera y se sentían solos. Su receta favorita para la añoranza del hogar era: “Diga un Ave [María]”.

Duhaime, fallecido en 2002, dijo que mucha gente pedía a Kowalczyk hacer pequeños milagros en su favor. Los milagros llegaban. Una vez un niño perdió su boleto de regreso para Winnipeg y pidió ayuda al hermano Antonio. El hermano inmediatamente cayó de rodillas en oración. Cuando el niño salio fuera, el boleto le estaba esperando en la nieve. En otra ocasión, la afiladora de patines dejó de funcionar, esperando los niños impacientemente sus patines. El hermano Antonio y los niños se pusieron de rodillas frente a ella, hicieron la señal de la cruz y comenzaron a rezar. La afiladora se puso inmediatamente en marcha por sí misma.

El Padre Maurice McMAHON, que estudió en la Facultad San Juan y fue amigo de Kowalczyk, describió en una ocasión al hermano como “un hombre muy santo que sólo tenía un brazo y que trabajaba por cuatro hombres”. Dijo que Kowalczyk estaba “siempre rezando” a la Virgen María. Levantó una gruta en su honor con rocas de la cercana garganta de Mill Creek. La gruta se yergue aún en excelente estado tras la facultad. Según McMahon, que ayudó a Kowalczyk en las tareas de lavandería, limpieza, jardinería, etc., el hermano santo siempre estaba contento y quería que los demás también estuvieran contentos.

“Un día estaba trabajando con él y yo estaba de mal humor, gruñón y cascarrabias. Me dijo: “Véte, el Señor no quiere descontentos trabajando para Él”. Estas palabras hicieron de McMahon una persona más paciente y resignada. “Fue una buena lección”.

Una leyenda local dice que, en 1945, encontraron un día en su habitación a Kowalczyk magullado y cubierto de sangre. Sentado al borde de su cama, “su cara estaba amoratada e hinchada, sus ojos ensombrecidos e inyectados en sangre”, dijo el Padre P.J. KLITA en una breve biografía de Kowalczyk. El hermano oblato reveló después que había estado luchando con el demonio toda la noche. Nunca fue el mismo tras este trauma y su salud declinó hasta fallecer dos años después. (Ramón González, publicado con permiso del “Western Catholic Reporter”, www.wcr.ab.ca, 15 de abril de 2013).



Construyendo el entusiasmo por la justicia social

Siguiendo un reciente sermón sobre la justicia social por parte del hno. Lucio CRUZ, más de ciento veinte parroquianos de la parroquia de Santa Rosa de San Fernando, California, se unieron a un comité parroquial de justicia social. El hno. Lucio ha estado trabajando con los parroquianos de las parroquias de Santa Rosa, María Inmaculada y San Fernando, en el área de San Fernando, con el fin de promover el ministerio de la justicia social, algo en cosonancia con el carisma oblato de trabajar con los pobres.

Sabedor de que el trabajo por la justicia social puede adoptar distintas formas, el hno. Lucio y un equipo de laicos entusiastas han organizado distintos encuentros para tratar las necesidades que se perciben en la comunidad. A inicios de marzo tuvieron un exitoso taller sobre el compromiso con la asistencia médica donde gente de distintas clínicas del condado y del hospital de la zona pudieron implicar a la gente en el sistema médico. Para mayo planean clases de ciudadanía con el fin de ayudar a la gente a solicitar la ciudadanía, proporcionar asistencia a las personas para rellenar los formularios y saber lo que se necesita para obtener la ciudadanía.

El ministerio de la justicia social es el término que, para el equipo del hno. Lucio, abarca todos los variados asuntos: desde la inmigración a la Integridad de la Creación, violencia doméstica y dignidad humana. El equipo trabaja con las organizaciones existentes de la zona que puedan ofrecer recursos con el fin de ayudar a tratar los problemas planteados por el equipo. El hno. Lucio trabaja duro por construír un núcleo en cada parroquia que trate los asuntos de la justicia social, soñando que algún día tengan una oficina para tal obra. (JPIC Report, primavera – verano de 2013)



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