541 - Febrero 2014
4 Enero 2014 - 28 Enero 2014

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CARTA DEL PADRE GENERAL POR EL 17 DE FEBRERO DE 2014

Agradecimiento a nuestros hermanos oblatos

L.J.C. et M.I.

Queridos Hermanos Oblatos,

¡Que el Señor nos bendiga para que tengamos una Feliz Fiesta! Este es un día grande para dar gracias por nuestra vocación. ¡Gracias por vuestras vidas misioneras llenas de dedicación y generoso servicio, vividas de tantas formas siempre desafiantes, dando a conocer la Buena Noticia por todo el mundo! Os doy las gracias por vuestra oblación, fuente de vida. Me gustaría reconocer también la rica colaboración y la mutua interacción entre los Oblatos con votos y los Asociados inspirados en el carisma de San Eugenio por todo el mundo.

En esta fiesta tan especial en el primer año de nuestro Trienio Oblato dedicado a “Un Nuevo Corazón en Comunidad Apostólica” y a la reflexión sobre el voto de castidad, me gustaría decir una palabra sobre la vocación de nuestros hermanos oblatos. Es un tema que enlaza con mi carta del 8 de Diciembre de 2013, sobre las vocaciones. El año pasado, el Gobierno Central empleó mucho tiempo en el estudio de la vocación de los hermanos oblatos. Con el objetivo de renovar nuestra vida religiosa, el Trienio Oblato nos invita a reconocer una dimensión esencial de nuestro carisma: la vocación del hermano oblato. Contar con hermanos en la Congregación no es sólo algo “realmente grande”; los hermanos son necesarios para lo que somos, como Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Si no hubiera hermanos oblatos entre nosotros la Congregación dejaría de ser lo que es.

Cuando la Iglesia se acercaba al Milenio, el Papa Juan Pablo II solicitó públicamente el perdón de muchos grupos de dentro de la Iglesia. No creo que nosotros hayamos pedido todavía perdón a los hermanos oblatos. En esta carta, como Superior General, me gustaría pedir perdón a nuestros hermanos oblatos por el maltrato, la falta de respeto, la discriminación y la opresión que, de muchas maneras, han sufrido en la Congregación a lo largo de décadas. Nosotros, sacerdotes, superiores y formadores, hemos faltado a menudo en humanidad y en caridad con los hermanos oblatos. Hemos pecado y os pido que nos perdonéis.

Aunque se ha evolucionado mucho en la forma de convivir, hermanos y sacerdotes, y también en cómo comprendemos la vocación de hermanos, todavía necesitamos un cambio de mentalidad. Existen incomprensiones e ideas que faltan el respeto a los hermanos, por ejemplo en lo referente al discernimiento sobre la vocación de hermano; en el acompañamiento de los hermanos; en la necesidad de los hermanos dentro de la Congregación; en la función que éstos desempeñan en una congregación clerical. Insto a cada uno de nosotros a examinar nuestras vidas y actitudes y a pedir la gracia de la conversión para poder apreciar mejor la persona y misión de los hermanos oblatos.

Cuando a finales de Noviembre de 2013 la Unión de Superiores Generales estaba preparando la visita al Papa Francisco, una de las preocupaciones que le expusimos fue precisamente ésta, los religiosos hermanos. Él lamentó la falta de una auténtica comprensión de esta vocación en la Iglesia de hoy. El Papa comparte con nosotros la preocupación por la rápida disminución del número de hermanos dentro de la Iglesia y la gran pérdida que esto significa. Cuando se anunció que el 2015 estaría consagrado a la Vida Religiosa, nos dijo que durante ese año se debería poner un especial énfasis al lugar del hermano religioso en la vida de la Iglesia.

En este día de fiesta os invito a todos a considerar un signo de conversión en relación con los hermanos oblatos. Podemos empezar expresando nuestra gratitud a los hermanos que viven entre nosotros, gratitud por su vida y misión. A la hora de organizar su ministerio vocacional, cada unidad podría planificar cómo animar a más jóvenes a la vocación de hermano oblato. Cada unidad podría estudiar cómo llevar a cabo el programa de formación para hermanos, para que ningún joven hermano sea abandonado con un programa de formación improvisado. Encontremos caminos para apreciar la memoria de los hermanos oblatos que han partido ya a la Casa del Padre del Cielo. Me gustaría que cada unidad oblata considerara cada año la Solemnidad de San José como un día especial para pedir, celebrar y concienciar sobre la vocación de los hermanos oblatos. Un signo sencillo de conversión podría ser dejar de utilizar el término “padres oblatos” para identificarnos. El término “misioneros oblatos” u otro por el estilo podría ser una válida alternativa. Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a redescubrir, comprender y afirmar la vocación de los hermanos oblatos en nuestra Congregación.

¡Feliz Fiesta!

Tu hermano oblato en Jesucristo y María Inmaculada,
Padre Louis Lougen, OMI

Roma, 17 de Febrero de 2014


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