550 - diciembre de 2014
1 Noviembre 2014 - 5 Diciembre 2014

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LA FORMACIÓN COMO UN PROCESO PARA TODA LA VIDA: TRIENIO OBLATO – 2º AÑO

P. Cornelius Ngoka, Asistente general.

El Trienio oblato pretende ser un instrumento que abra nuestras vidas a la gracia de Dios, con el fin avivar la llama de la vida y la misión oblatas en preparación para el 200º aniversario de la Congregación y para el Capítulo general de 2016. El Trienio oblato es un peregrinar en la gracia adentrándonos en el “Llamamiento a la conversión” del Capítulo general de 2010 según las cinco dimensiones de la vida y misión oblatas.

El 1er Año del Trienio Oblato estuvo dedicado a “Un nuevo corazón: Vida apostólica en comunidad” y al voto de Castidad. El 2º Año, que comienza el 8 de diciembre de 2014 y durará hasta el 7 de diciembre de 2015, se centra en “Un nuevo espíritu: La formación como proceso de toda la vida” y en el voto de Pobreza. Recordemos que hay dos pilares del Trienio oblato: compartir la fe entre nosotros en comunidades apostólicas y signos concretos de conversión, compromisos tanto personales como comunitarios a la luz del centro de cada cada año.

La formación primera y la permanente son partes de un único itinerario, un compromiso lleno de vida. Nuestras CC. y RR. establecen en la C. 47 que “La formación tiende al crecimiento integral de la persona. Es tarea de toda la vida. Lleva a cada uno a aceptarse como es y a irse realizando según lo que está llamado a ser. Implica una conversión constante al Evangelio, y nos mantiene siempre dispuestos a aprender y a modificar nuestras actitudes para responder a las nuevas exigencias”. La Formación durante toda la vida es una interacción maravillosa entre nuestra humanidad y la gracia de Dios, de modo que crezcamos como proponía San Eugenio: como humanos, cristianos y santos. La formación durante toda la vida nos ayuda a hacernos testigos alegres del Evangelio y misioneros generosos, audaces. La C. 69 nos interpela: “La formación permanente abarca todos los aspectos de la vida personal del Oblato. Renueva y desarrolla su vida espiritual y sus recursos interiores, favorece el crecimiento de su madurez emocional y afectiva y perfecciona su habilidad pastoral. En

todas las etapas de su desarrollo, le ayuda a verificar cómo se realiza la unidad entre su vida y su misión”.

El Segundo año del Trienio oblato nos está llamando a comprometernos con el proceso de la formación durante toda la vida y a una nueva vivencia del voto de pobreza. Reconocemos que estamos en proceso de crecimiento, de cambio y de maduración en medio de los servicios a la misión de Dios en un mundo en constante cambio. La formación durante toda la vida es una dimensión de nuestro voto de perseverancia, siendo la capacidad, como hizo María, de vivir “con fidelidad siempre creadora” (C. 46) durante nuestras vidas, de modo que crezcamos como religiosos y misioneros efectivos. “La obra de formación es esencial para la vida y la misión del Instituto” (C. 49), de modo tengamos la sabiduría y la santidad de poder conectar el Evangelio con la vida de la gente en la realidad de hoy, en las distintas culturas y situaciones. Demos decir que necesitamos la formación para la transformación.

Este segundo año del Trienio oblato es tambien el del llamamiento a la conversión en el campo del voto de pobreza. La pobreza evangélica es la clave de la evangelización. Comenzando por Jesús, ello fue siempre válido en la historia de la Iglesia. La vemos abrazada por los Primeros Cristianos (cfr. Hch. 2,42-47; 4, 32-37; 5,1-11) y fue un valor constante durante la historia de la vida religiosa. La pobreza evangélica “nos induce a vivir en más íntima comunión con Cristo y con los pobres, impugnando así los abusos del poder y de la riqueza y proclamando la llegada de un mundo nuevo liberado del egoísmo y dispuesto a compartir” (C. 20). La renovación de nuestra vida del voto de pobreza causará una explosión de nueva vida y de ardor misionero por la Congregación que no podemos imaginar. ¿No oímos el llamamiento? ¿No lo creemos?

El Capítulo general de 2010 nos llama a una profunda conversión personal y comunitaria a Jesucristo. Él es el centro y la razón de nuestras vidas misioneras. El segundo año del Trienio oblato se centra en esta relación con Jesús, tanto como personas individuales como comunidades, por el bien de la misión. La formación durante toda la vida y el compromiso con una vida pobre son el medio que nos ayudará a conocer a Jesús “más íntimamente, a identificarse con Él y a dejarle vi-

vir en sí mismos” (C. 2). Como nos pedía Eugenio de Mazenod en su Prefacio de 1825, estamos invitados en este segundo año del Trienio oblato a permitir a Jesús que nos forme en la piedad, nos llene del Espíritu y nos envíe como misioneros audaces y alegres a predicar el Evangelio a los pobres y a los más abandonados.



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