564 - Marzo 2016
9 Febrero 2016 - 11 Marzo 2016

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COMUNIDAD – MISIÓN – COLABORACIÓN A TRAVÉS DEL PRISMA DE LAUDATO SI’

Comunidad – Misión – Colaboración: a través del prisma de Laudato Si’

P. Raymond Warren omi, Provincial de la Provincia Angloirlandesa

La encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de nuestro hogar común dice verdades que expresan los dones del Espíritu al tiempo que muestra también peligro, atención, precaución y desafío. Este año 2016 confluyen tres eventos muy significativos: cómo asumimos el desafío de Laudato Si’, el Año Jubilar de la Misericordia para la Iglesia y el mundo y el bicentenario oblato de nuestra fundación. En un primer momento podríamos sentirnos abrumados por estos tres eventos, sin lograr centrarnos en ninguno de ellos. Pero, en realidad, ellos son una convergencia armoniosa de una teología de la Misión y de la gracia del Espíritu.

Los asuntos planteados en Laudato Si’ no son sólo tópicos o temas populares; son los temas del Evangelio y de la vida misma. Ellos exigen una respuesta, siendo ahora el tiempo de actuar. Leyendo Laudato Si’ como una suerte de prisma por el que ver mi propia vida religiosa, quisiera compartir algunas de mis reflexiones con ustedes.

¿Qué está pasando con nuestra Casa común?

¡No poseo ningún título en el campo de las ciencias o la ecología, ni nada que tenga que ver con ello! Creo que el cambio climático se ha dado como parte de un proceso natural evolutivo, pero también hay un cambio climático causado por la sobreproducción, industrialización desmesurada, la codicia y el abuso. Contemplando la vida religiosa como expresión de mi «casa común», me doy cuenta de los efectos naturales de los cambios surgidos en la medida de la evolución de la vida religiosa. Con pesar veo también los efectos dañinos: disfuncionalidad, percepción de cierto anquilosamiento o momificación por las resistencias a crecer en la vida personal, momentos de ruptura de relaciones o, simplemente, no construir y mantener las relaciones. Considerando mi comunidad religiosa como «nuestra casa común» he de preguntarme: ¿me está sosteniendo, alimentándome? Y una cuestión muy importante: ¿cómo contribuyo a su bienestar?

Mi «casa común» puede darme cierto sentido de pertenencia y de seguridad saludable. Pero quizá por algunas malas experiencias que puedan darse, podemos sentirnos inseguros, volviéndonos así incapaces de comprometerme sanamente en mi comunidad. Puede que dé respuestas poco consistentes a temas importantes porque yo mismo estoy en crisis. Hay raíces humanas comunes a todos esos problemas.

«Si el ser humano no redescubre su verdadero lugar, se entiende mal a sí mismo y termina contradiciendo su propia realidad»[1].


Vida religiosa: Estamos comprometidos en la renovación de la vida comunitaria como fuente de la misión oblata[2].

¿Pero qué significa en realidad para mí? ¿Qué estoy dispuesto a abandonar o a asumir para renovar mi vida religiosa? El «Evangelio de la Creación», como se presenta en la Laudato Si’, nos ofrece gran sabiduría al reflexionar sobre mi presente actitud respecto a cómo vivo mi vida religiosa.

«Si tenemos en cuenta la complejidad de la crisis ecológica y sus múltiples causas, deberíamos reconocer que las soluciones no pueden llegar desde un único modo de interpretar y transformar la realidad. También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad (...). Es un bien para la humanidad y para el mundo que los creyentes reconozcamos mejor los compromisos ecológicos que brotan de nuestras convicciones»[3].

La vida religiosa es un don a la creación, y nuestra vida religiosa oblata ha contribuido a alabar al Señor por medio de la misión y el ministerio, pero ¡siempre en comunidad! De modo quizá simplista, contemplo mi vida religiosa por medio del prisma de Laudato Si’ sustituyendo la palabra «tierra» por «comunidad», lo cual hallo de gran ayuda:

«Cada comunidad puede tomar de la bondad de la comunidad lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras. Porque, en definitiva, "la comunidad es del Señor” (Sal24,1), a él pertenece "la comunidad y cuanto hay en ella” (Dt10,14). Por eso, Dios niega toda pretensión de propiedad absoluta»[4].

Al comienzo del Año Jubilar de la Misericordia, creo que este año nos supone una invitación muy enérgica a considerar el modo en que aportamos y tomamos de nuestra comunidad oblata. Hay también en ello una invitación a «garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras». Es, sin duda, una invitación a intensificar nuestra oración y el trabajo en favor del don de las vocaciones.

Durante este gran Año Jubilar de la Misericordia se nos invita a tomar en cuenta el modo en que vivimos en comunidad la misericordia entre nosotros. Laudato Si’ no es un documento que nos invite a tópicos piadosos y vagas generalizaciones. Nos llama a mostrar la misericordia con nuestra creación sufriente, una misericordia plenamente activa y totalmente comprometida. Apela a nuestra actitud para con nuestro planeta y también al modo en que llevamos nuestra vida como oblatos y religiosos.


Misión en la periferia.

La «Misión en la periferia» es, por supuesto, el llamamiento fundamental de nuestra Congregación de salir con el Evangelio a los pobres. Es algo siempre presente en todas las generaciones y algo no negociable.

Yo me siento hondamente interpelado por este llamamiento. Puede que me sienta incapaz o siempre temeroso de los desafíos y dificultades que afectan a mi mundo o a mi ambiente social, pero no he de permitirme quedarme paralizado. A menos que supere mis miedos y me una a otros en busca de apoyo y fortaleza, nunca podré construir el bien que se da o interpelar la innecesaria destrucción que me rodea. Una vez que comience de veras a comprometerme, el mandato de salir a la periferia se me vuelve real, no siendo ya meras palabras y promesas vacías.

«Para que pueda hablarse de un auténtico desarrollo, habrá que asegurar que se produzca una mejora integral en la calidad de vida humana, y esto implica analizar el espacio donde transcurre la existencia de las personas. Los escenarios que nos rodean influyen en nuestro modo de ver la vida, de sentir y de actuar. A la vez, en nuestra habitación, en nuestra casa, en nuestro lugar de trabajo y en nuestro barrio, usamos el ambiente para expresar nuestra identidad. Nos esforzamos para adaptarnos al medio y, cuando un ambiente es desordenado, caótico o cargado de contaminación visual y acústica, el exceso de estímulos nos desafía a intentar configurar una identidad integrada y feliz»[5].

Cada uno de nosotros tan sólo puede hacer lo que puede, de acuerdo a nuestras fuerzas y capacidades. Algunos de nosotros, por razón de edad y enfermedad, puede sentirse incapaz de participar, pero creo que hay un papel que desempeñar para cada uno, sin importar lo pequeña que pueda ser nuestra contribución o cuán poco sea el esfuerzo que podamos hacer. La vida religiosa no nos separa de la sociedad, sino que nos enraíza en ella, en su mismo centro.

Colaboración.

Hablamos de que el «liderazgo laical y la participación activa es esencial a la misión de Cristo en el mundo». Decimos que «nos comprometemos con la formación de una fe adulta y la formación de líderes en los próximos años» [6].

Laudato Si’, cuando trata los puntos de vista y acción en el cuidado de nuestra casa común, habla de diálogo y transparencia en la toma de decisiones. Se me presentan, en los términos más rotundos, la absoluta necesidad del diálogo. Nuestros modelos de liderazgo y de autoridad en la Iglesia están en cambio y en crisis en distintos grados y en todos los niveles.

Aquí sustituyo la palabra «medio ambiente» por «Iglesia» para subrayar la importancia del diálogo:

«Un estudio del impacto eclesial no debería ser posterior a la elaboración de un proyecto productivo o de cualquier política, plan o programa a desarrollarse. Tiene que insertarse desde el principio y elaborarse de modo interdisciplinario, transparente e independiente de toda presión económica o política (...). Siempre es necesario alcanzar consensos entre los distintos actores sociales, que pueden aportar diferentes perspectivas, soluciones y alternativas. Pero en la mesa de discusión deben tener un lugar privilegiado los habitantes locales, quienes se preguntan por lo que quieren para ellos y para sus hijos, y pueden considerar los fines que trascienden el interés económico inmediato. Hay que dejar de pensar en "intervenciones” sobre la Iglesia para dar lugar a políticas pensadas y discutidas por todas las partes interesadas.La participación requiere que todos sean adecuadamente informados de los diversos aspectos y de los diferentes riesgos y posibilidades»[7].

Las comunidades de vida religiosa como mi casa común son, al igual que tantos otros grupos o instituciones del mundo, lugares en tremendo cambio. Para vivir bien este cambio, primero se me llama a cambiar yo mismo, a una conversión. Laudato Si’ termina con el llamado a un nuevo estilo de vida, a una conversión ecológica y a un llamado a educarnos en una alianza entre el medio ambiente y la humanidad.

«Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración»[8].

Finalmente, se me devuelve al origen de la Creación, a la comunidad de la Trinidad. Por medio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, soy introducido en la red y la fuente de toda vida, la interconectividad de todas las cosas:

«Las Personas divinas son relaciones subsistentes, y el mundo, creado según el modelo divino, es una trama de relaciones. Las criaturas tienden hacia Dios, y a su vez es propio de todo ser viviente tender hacia otra cosa, de tal modo que en el seno del universo podemos encontrar un sinnúmero de constantes relaciones que se entrelazan secretamente.Esto no sólo nos invita a admirar las múltiples conexiones que existen entre las criaturas, sino que nos lleva a descubrir una clave de nuestra propia realización. Porque la persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación. Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad» [9].

Y ahora, ¿dónde está tu casa común?



[1]LaudatoSi’ 115

[2] Visión, mandato y dirección de la Provincia Angloirlandesa 2015-2018.

[3]LaudatoSi’ 63/64

[4]LaudatoSi’ 67

[5]LaudatoSi’ 147

[6] Visión, Mandato y Directorio del Consejo provincial, Provincia Angloirlandesa, 2015-2018.

[7]LaudatoSi’ 183

[8]LaudatoSi’ 202

[9]LaudatoSi’ 240




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