566 - Mayo 2016
13 Abril 2016 - 10 Mayo 2016

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CARIDAD Y CELO

Caridad y Celo


P. Paolo Archiati, OMI, Vicario General

El "Mayo Oblato” está lleno de celebraciones: la novena por las vocaciones oblatas, el aniversario de las muertes del P. Albini y de S. Eugenio, la celebración litúrgica del Beato José Gerard. Este año es más especial si cabe ya que, a todas estas razones, debemos añadir el año de la misericordia, el 200 aniversario de nuestra fundación, la preparación para nuestro 36º Capitulo General… ¿Qué más necesitamos para sentirnos felices y agradecidos a Dios por tantos dones, frutos de su amor?

Pues bien, en realidad tenemos una razón más por la que dar gracias. Y es el corazón de la celebración de cada 21 de Mayo: el testamento de nuestro Fundador. ¡Cuántas veces lo hemos leído, meditado y comentado! Y sin embargo sigue siendo la piedra angular de nuestra fundación, de nuestra familia, de nuestra misión en la Iglesia. Es el corazón mismo de toda su vida.

Mantenemos en la memoria muchos acontecimientos relacionados con la vida de S. Eugenio, pero el 21 de Mayo sigue siendo especial para nosotros. En la tradición de la Iglesia este es su "nacimiento”, el dies natalis, el día que Dios eligió para llamar a su siervo a la gloria, ¡la gloria a la que consagró toda su vida!

Toda la vida de S. Eugenio queda de hecho perfectamente resumida con su testamento espiritual y nos ofrece a los Oblatos los dos elementos que yacen en el corazón de toda vocación y misión oblatas. También resumen los dos grandes deseos de Eugenio. Toda nuestra espiritualidad gira en torno a estos dos puntos.

En la Intercapitular de Bangkok de 2013, quisimos comenzar la preparación remota del Capítulo General de 2016 preguntándonos sobre el posible "tema” del Capítulo. Debatimos y profundizamos sobre los principales elementos propuestos en siete grupos de trabajo: Vivir y Dar testimonio – Pobreza evangélica; Nuevos Oblatos para una misión renovada y actualizada; Nuevo Espíritu, nueva misión… en un mundo cambiante; Identidad religiosa oblata – Nuestra misión con los pobres; Una nueva identidad misionera: dialógica, transparente, con los pobres.

Todos estos temas me hicieron pensar en la lucha interna del joven Eugenio Cuando trataba de encontrar su camino de servicio a Dios. Por un lado, se sentía llamado a retirarse en la soledad de un monasterio para entregarse a la contemplación y quedarse a solas con Dios, el Dios que le había mostrado toda su misericordia y al que quería consagrar toda su vida. Por otro lado, consciente de la deplorable situación en que se encontraba la Iglesia, aquellos que habían perdido su fe, especialmente los pobres y más abandonados, se sentía "culpable” de esconderse en un monasterio, lejos del lugar en el que podría mostrar su gratitud a Dios con una vida entregada a la predicación del Evangelio a los pobres. La lucha interna se prolongó en su vida durante un buen tiempo; entonces, poco a poco, logró integrar los dos aspectos. En su primera Regla, trasmitió a sus Oblatos la importancia de vivir ambos elementos, tan profunda y plenamente como fuera posible.

Su testamento espiritual dejado a los Oblatos, sus últimas palabras, dejaron el mejor mensaje posible, siempre en la misma línea. "Entre vosotros la caridad, la caridad, la caridad”. Esta llamada a regresar siempre al corazón mismo de nuestra vocación: vivir nuestra vida como un don a Dios en respuesta al don que Él nos hace. Somos todos pecadores redimidos, y esta es la razón de nuestro amor a Dios: la gratitud por su amor y por su perdón. Y la mejor forma de mostrarlo es viviendo la caridad en nuestras relaciones, dentro de nuestra familia, unos con otros. Es una llamada a redescubrir nuestra identidad como discípulos de Jesús, a renovarnos en el espíritu de nuestro carisma. Lo formula muy bien nuestra Constitución 2: "«Escogidos para anunciar el Evangelio de Dios» (Rom 1, 1), los Oblatos lo dejan todo para seguir a Jesucristo. Para ser sus cooperadores, se sienten obligados a conocerle más íntimamente, a identificarse con él y a dejarle vivir en sí mismos.

"Y fuera, el celo por la salvación de las almas”. La segunda parte del testamento de Eugenio resalta el otro aspecto de nuestra vida oblata: la misión, la evangelización, el celo, nuestra labor misionera. Esto es lo que evitó que el joven Eugenio se encerrara en un monasterio, que se entregara a Dios de una manera que le habría impedido seguir en medio del mundo, con la gente y entre los pobres. Había experimentado el poder de la sangre de Jesús, derramada por él y por sus pecados, y quiso ofrecer su vida entera para llevar la salvación que esa sangre nos trajo a tanta gente como le fuera posible, especialmente a través de sus Oblatos.

En las Notas de su Retiro del 8 de Octubre de 1831, Eugenio dejó extremadamente claro que el fin de su pequeña sociedad era que, viviendo juntos como hermanos, los Oblatos tuvieran como obra principal la evangelización de los pobres continuando, mediante una constante imitación, las virtudes y los ejemplos de su Salvador Jesucristo. Los dos aspectos de su vida están tan íntimamente unidos que no hay forma alguna de separarlos.

La misión en y a través de la comunidad, comunidad para la misión. Este ha sido el mensaje que nos han lanzado nuestros últimos Capítulos Generales. Una misión con nuevos tintes, como aquellos indicados por el Papa Francisco: las periferias, las fronteras, los nuevos pobres, los que llamamos: "los pobres en sus múltiples aspectos: a ellos van nuestras preferencias” (véase C. 5)




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36o Capítulo General 2016
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