568 - Julio, Agosto 2016
7 Junio 2016 - 30 Julio 2016

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AMÉRICA LATINA

Un acontecimiento “Lázaro”.

El P. Alfred CHARPENTIER es el Director del Hogar S. Esteban, en Les Cayes, Haití. Nos cuenta una hermosa experiencia que vivió recientemente.

Durante la cuarta semana de Pascua, a mediados de Abril de este año, (2016), todo iba bien en el Hogar S. Esteban para ancianos sin recursos de la ciudad de Les Cayes, Haití. Teníamos la casa llena de residentes (al menos así creíamos), 23 hombres y 17 mujeres. Manteníamos aún el clima de Pascua en todas las celebraciones y eventos de la temporada: ¡Cristo ha resucitado!

El viernes por la tarde, al volver de una visita rutinaria al Hogar, una delegación de una parroquia cercana me esperaba en la casa de la misión: el párroco, el P. Adam, y 3 miembros de su parroquia de Arniquet. Nunca podría haber imaginado lo que iban a compartir conmigo aquel día.

Estos buenos Samaritanos estaban muy preocupados con un anciano de más de setenta años al que, decían, recientemente habían expulsado de la plaza del pueblo, cerca de la iglesia y del cementerio a altas horas de la noche, y sorprendentemente, se las habían apañado para introducirse en el cementerio y vivir de cualquier forma entre dos criptas, cubierto sólo con hojas de palmera. La gente le observaba, a veces le llevaba comida y bebida, etc., pero no sabían qué hacer con él, hasta que alguien mencionó el Hogar S. Esteban para pobres ancianos de Les Cayes, el único Hogar de la zona que podía responder a estos casos. Tuve que decirles que nuestra casa estaba al máximo de su capacidad, pero que trataríamos de hacer un hueco lo antes posible; al menos no recibieron un "no” como respuesta.


Entonces comenzó la estación de lluvia, con intervalos regulares de lluvias intensas y lloviznas. Lo vi como una señal del cielo: ¡haz algo ya! El lunes, 25 de Abril, enviamos a nuestro explorador, Yvenel, a ver cómo estaba el residente del cementerio con una cámara para sacar fotos.

Después de ver las fotos y oír el informe de nuestro empapado explorador, llamamos a la parroquia y dijimos al P. Adam que en el Hogar había un lugar para su Lázaro. Pudieron traerle a primera hora del día siguiente. Fue fácil convencer a los residentes del ala de los hombres para que se apretujaran un poco e hicieran hueco a Lázaro, una vez que oyeron las razones. Precil, (ciego y enfermo) y Alphonse (incapaz de andar) se pusieron de acuerdo para tener a un tercer residente con ellos. Después de todo ambos habían sido a su vez rescatados de la calle años atrás en condiciones similares. Y así, nuestro Lázaro llegó finalmente en un lluvioso martes, en la furgoneta de un voluntario, acompañado por extraños (incluyendo a un sacerdote), todos ellos buenos Samaritanos.

Nuestro Lázaro se presentó como Nicolas Ajeun (en francés ajeun significa ayunar). En silla de ruedas, débil y perturbado, incapaz de caminar, con mucha hambre y aterido de frio. En las pocas semanas que estuvo bajo nuestro cuidado, ha recuperado su memoria, come como un caballo y, con terapia varias veces al día, logra moverse por la casa con su andador. Los doctores dicen que tiene ahora una salud relativamente buena. Pronto, si sigue esforzándose, podrá retomar su propia vida. Nicolás es ahora uno más con sus compañeros, a los que se da a conocer. Todo lo que sabemos de él es que procede de una parroquia oblata de la cosa sur, Les Anglais. Se mudó a un lugar llamado La Ferme, a pocos kilómetros de donde le encontramos; tiene 5 hijos (que no aparecen) y trabajaba en el campo.

En nuestra reciente celebración y fiesta de Pentecostés (tratamos de celebrar cuantas más fiestas y celebraciones como nos sea posible para romper la rutina y divertirnos juntos), por fin, empezó a sonreír. Sí, ¡Una vez más, Lázaro ha resucitado y ha salido de su tumba! Algún día quizás descubramos, ¿Por qué él? ¿Por qué nosotros? En este Año Santo de la Misericordia, el Señor nos llama a todos, incluso a los más pobres de los pobres, a ser misericordiosos con todos.




Alimentando cuerpos y espíritus.


El P. Stanislaw ZOWADA y el P. Jesse ESQUEDA

El P. Stanislaw ZOWADA ha sido recientemente nombrado párroco de esta enorme parroquia del sector La Morita de la ciudad de Tijuana, México, justo al sur de la frontera con Estados Unidos. Natural de Polonia, el P. Stan ha formado parte de la provincia de EE. UU. desde que fuera ordenado en 2000. El P. Jesse ESQUEDA es un joven oblato (ordenado en 2014) cuyo sueño era servir a los más pobres de los pobres. Ahora realiza este sueño en La Morita. El P. Jesse servía como joven asistente en una parroquia oblata de California antes de ingresar en la Congregación. En el boletín "Friends helping Friends” (Amigos ayudando a amigos) hablan de su labor, compartida con otros muchos oblatos.

Nuestra parroquia atiende un área donde viven unas 200 mil personas, incluyendo 15 capillas. Cada capilla tiene distintos ministerios, incluyendo un programa de educación religiosa y un grupo juvenil. En nuestra parroquia hay más de 260 catequistas y cientos de niños y jóvenes que asisten a esos programas. Hemos de desplazarnos a esas capillas para las misas, horas santas, confesiones, sesiones de estudio de la Biblia y otros encuentros parroquiales. A dos de esas capillas sólo se puede acceder con tracción 4x4, debido al terrible estado de las carreteras.

Cerca de dos años atrás una familia (la madre, nueve hijos y catorce nietos) dejaron su Estado natal de Sinaloa debido a que su padre, el principal sustento, había sido asesinado y el resto de los miembros familiares recibieron amenazas. Dejaron su casa, negocios familiares y todo lo que tenían y se trasladaron a Tijuana. Cinco de los hijos son sordos, por lo que les es imposible hallar trabajo para mantenerse a sí mismos y a sus hijos. Uno de los miembros familiares falleció recientemente de cáncer y el hermano mayor lucha ahora con la leucemia. Esta familia vive en la extrema pobreza y sufre gran dolor emocional. Situaciones como esta son habituales en nuestra comunidad. Muchas familias dejan sus Estados natales debido a la violencia o la pobreza. Vienen a esta ciudad fronteriza buscando una mejor vida. Nuestra parroquia proporciona cuidados médicos, alimentos y apoyo espiritual a las muchas familias que se desplazan a esta ciudad.


Tenemos la bendición de contar con buenos programas juveniles. En la actualidad más de 250 jóvenes y jóvenes adultos forman parte de nuestro ministerio juvenil. El centro de nuestro ministerio juvenil son los retiros de fin de semana. Dichos retiros de fin de semana proporcionan una experiencia transformante a los jóvenes. Tras los retiros, el joven recibe formación, orientación y preparación para ser líder. Muchos de ellos abandonan una vida de bandas y drogas, sirviendo ahora a sus comunidades de modo activo. Gran número de nuestros jóvenes adultos son ahora estudiantes universitarios con un brillante futuro por delante.


Giovanni, por ejemplo, se unió a una banda a una edad temprana. Tras haber sido asesinados 10 de sus amigos por la violencia de bandas, decidió dar un giro a su vida. Dos años atrás fue a uno de nuestros retiros juveniles de fin de semana. Ese retiro transformó su vida. Ahora es muy activo en nuestro ministerio juvenil y sus planes pasan por entrar en el seminario y hacerse sacerdote. ¡Recen por él, por favor!




Transformación en la cárcel

El hermano Blaise MACQUARRIE es un canadiense que ha trabajado durante muchos años en Chincha Alta, Perú. Nos cuenta aquí de su ministerio en la cárcel.


Nuestro obispo local oyó de nuestras visitas activas a la prisión y mostró mucho interés en este nuevo apostolado nuestro. Pidió sacerdotes voluntarios de las siete parroquias de nuestra zona. Monseñor Héctor es joven y le gusta la idea de ayudar a los reclusos en sus necesidades básicas y buscar el bienestar de sus almas. Así que algunos sacerdotes se ofrecieron voluntarios para ir a la prisión y celebrar la Santa Misa y oír toneladas de confesiones, confesiones que podrían ponerte los pelos de punta. El P. Jesui, sacerdote oblato, me dijo haber oído más confesiones en tres horas que todas las oídas en la parroquia en dos meses. Ahora hombres y mujeres laicos van con el P. Jesui cada jueves para ayudar en la evangelización, con gran éxito.

Marcos, Walter, Paulino y yo vamos a las prisiones los viernes. Hay un vínculo real entre el sacerdote y los laicos que van a la cárcel a celebrar la misa con nosotros, que vamos allí con los elementos básicos que necesitan los internos. Un grupo reza por las necesidades de los presos, tanto espirituales como materiales y nosotros ayudamos a hacer frente a dichas necesidades.


Podemos acceder a todas partes de esta enorme prisión, hablar con los internos y ver por nosotros mismos sus necesidades concretas. Una vez conocidas dichas necesidades, pasamos a la acción. Por ejemplo, visitamos cuatro talleres: una carpintería con maquinaria, pero sin madera, una sastrería con ocho aparatos, pero sin tela, una zapatería con maquinaria moderna pero sin cuero y un taller de artesanía con falta de materia prima. No podemos responder a todas sus necesidades, pero podemos tratar de hacer algo.

Roberto y Elena Rios son nuestro enlace con los internos. Hablando con este par de almas generosas vislumbramos un proyecto de comprar hormas de zapatos, cuero, cola, etc. Dado que conocen Lima y dónde hacer buenas compras, les di dinero para las adquisiciones. Con los productos en mano, mi equipo se dirigió a la prisión en nuestro viernes habitual para ofrecérselos a los reclusos. La reacción de los internos fue muy conmovedora: grandes abrazos seguidos de "gracias por acordarse de nosotros”.


Nos dirigimos a la sastrería. Preguntamos qué tela se necesita. Así que esa tarde Roberto y Elena vinieron a nuestra casa e hicieron otra lista para un proyecto. Recientemente dimos equipos a 40 reclusos para hacer bolsos de señora. Esto se volvió algo magnífico, pues Roberto y Elena vendieron los bolsos en la parroquia próxima tras la misa. El dinero reunido se destinará a comprar más material.

Nos hemos fijado ahora en la carpintería y pronto tendrán madera para hacer mesas y sillas.

Ello nos lleva a 27 internos, la mayoría mayores, en cadena perpetua y que no buscan amor alguno ni respeto. Supimos de otros reclusos que a este grupo le falta papel higiénico, pasta de dientes, cepillos dentales y jabón. ¿Por qué? Porque son violadores sexuales. Dije a mi equipo: "Mostremos amor por este grupo”. Así pues, otra gran pareja, Marcos y Teresa, fueron y compraron 27 enseres de higiene. Fuimos a la prisión. La reacción de los reclusos fue inmediata. Vinieron donde nosotros con abrazos y lágrimas en sus débiles ojos que expresaban todo lo que no pueden decir las palabras. Todos somos hijos de Dios, somos hermanos y hermanas.

¿Qué vendrá después? En la cárcel hay 1.400 bocas, compran 6.000 panecillos al día. Esta moderna prisión no tiene horno. Así que, hablando con Roberto y Elena sobre la situación, pregunté si podíamos establecer una panadería en la prisión. Surgieron buenas ideas y ahora se huele el pan en el aire. ("Oblate Spirit”, junio de 2016).




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36o Capítulo General 2016
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