ASIA-OCEANÍA
Hacer realidad un sueñoAunque no
es raro que algunos oblatos adquieran la ciudadanía del país en el que predican
la Buena Noticia, el P. Vicenzo BORDO, de origen italiano, expresa vivamente en
este artículo sus propios sentimientos cuando adquirió una nueva "identidad” y
un nuevo nombre como ciudadano de Corea.
El gran sueño de un misionero es ir a un país lejano, vivir como la gente de allí, hablar su idioma, vestirse como ellos, comer la misma comida que ellos, estudiar y apreciar su cultura y, con humildad y dedicación, servir a los pobres de esa nación. Llegar a ser como ellos, ser uno de ellos. Y después, descansar en paz en ese rincón del planeta.
Mirando atrás en mi vida, en el umbral de los 60 años, creo que puedo decir que, gracias a Jesús, muchos de estos sueños se han hecho realidad. Vivo en un país que amo y aprecio, y trabajo por lo pobres. Hablo su idioma; comparto sus mismas comidas; me visto como ellos. Y tal vez por esto, el Gobierno, viendo mi sinceridad, mi largo y arduo itinerario de compartir, decidió por un decreto presidencial honrarme con la ciudadanía coreana. Durante la ceremonia de entrega del pasaporte, tras realizar el juramento de lealtad a la República, cuando el Ministro me entrego la bandera de Corea, dulces lágrima de alegría recorrían mis mejillas. Sí, ya soy ciudadano de Corea. Mi sueño se ha hecho realidad.
Así, cuando vengas aquí a verme, no preguntes por Vicenzo Bordo, porque esta persona ya no aparece en el registro de Corea. En su lugar, pregunta por KIM HA JONG. En los documentos, este es mi nuevo nombre. "Kim” es el sobrenombre del primer sacerdote coreano. Fue una persona maravillosa, enamorada de la vida, de Dios y de su pueblo. ¡Murió mártir con tan solo 24 años! "Ha Jong” significa "Siervo de Dios”. Sí, siguiendo las huellas de Jesús, aprendí a elegir a los pobres y a ser siervo de estos hermanos y hermanas indigentes. Así, el pequeño sueño de un joven se convirtió en una hermosa misión de fraternidad y amistad entre dos pueblos: Italia y Corea. Son naciones que han podido encontrarse, conocerse y estimarse mutuamente en la riqueza de sus culturas ancestrales, gracias a este puente de bambú pequeño, frágil y bamboleante que también yo he ayudado a construir.
P. Vincenzo Bordo
(izquierda) después de la ceremonia de entrega del certificado de nacionalidad
coreana 19 de de noviembre de 2015.
A lo largo de estos años también he aprendido que los miedos a lo nuevo son simples excusas que enmascaran nuestro pequeño egoísmo, escondido detrás de una legítima búsqueda de seguridad. Que la desconfianza de otros es sólo un fantasma, causado por la estúpida ignorancia y la presuntuosa arrogancia de los que no tienen nada que aprender.
Y mientras tanto, me he dado cuenta que una vida de acogida, escucha, compartir y diálogo conduce a una mente abierta a nuevos y maravillosos conocimientos, un espíritu de infinitos horizontes, y abre nuestros corazones a increíbles sensaciones nunca antes sentidas. Lo diferente no es una amenaza sino una riqueza insondable.
Ahora me estoy preparando para la última pieza de este gran mosaico que ha sido mi vida en oriente: descansar en paz entre las suaves colinas y hermosos bosques de este país. Y para ello, me he inscrito como donante de órganos. Este será, cuando Dios quiera, la última pieza del encantador SUEÑO que el Señor ha hecho realidad en este rincón del mundo. (P. Kim Ha Jong Vincenzo)
Además de celebrar su 50 aniversario, la delegación Tai-Lao ha celebrado, junto con el resto de la congregación de los Oblatos, el 200 aniversario de nuestra fundación. El 19 de Noviembre de 2016, los miembros de la Delegación se reunieron en la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en Din Daeng, Bangkok, para dar gracias a Dios por su gracia infinita para con la Delegación. El acontecimiento quedó realzado con la celebración de los 50 años de profesión religiosa del P. Pricha THAMNIYOM y del H. Bernard WIRTH; además del 25 aniversario de sacerdocio del P. Claudio BERTUCCIO.
La misa fue presidida por Mons. Phibul Wisitnonthachai, obispo de la diócesis de Nakhorn Sawan. También concelebraron el arzobispo Mons. Paul Tschang In-Nam, Nuncio de S.S. en Tailandia; el P. Gerry DE LOS REYES, Superior de la delegación; el P. Lauro DE GUIA, Provincial de la Provincia de Filipinas; y otros 30 sacerdotes: miembros de distintas comunidades religiosas, sacerdotes de diócesis varias y oblatos de la Delegación.
Antes de la bendición final, Mons. Phibul quiso dar un mensaje a los Oblatos, animándoles a seguir dando testimonio a los pobres mediante el ejemplo. Subrayó el servicio que prestan los Oblatos en su diócesis en su ministerio con el pueblo Hmong, pidiéndoles que no cejaran en su compromiso con este ministerio.
Mis Hermanos
y Hermanas en el Señor:
En verdad ¡Éste es el día en que actuó el Señor! Les presento los saludos llenos de afecto de nuestro Santo Padre, saludos de paz y alegría en el Señor.
En su Carta Apostólica respondiendo favorablemente a la solicitud de los obispos de beatificar a los 17 Mártires de Laos, el Papa Francisco los llama "testigos heroicos del Señor Jesús y de su Evangelio de paz, justicia y reconciliación.” Instruye a la Iglesia de Laos a celebrar su fiesta cada año, el 16 de Diciembre.
Hoy es sobre todo una celebración del amor perseverante de Dios, amor de Dios por el pueblo de Laos, amor de Dios especialmente para con nuestros 17 Mártires. Ellos, como respuesta al amor fiel de Dios, entregaron sus vidas por la causa de Jesús. Por esto el Beato José Thao Tiên y sus 16 compañeros son héroes de la fe. Ofrecieron sus vidas al servicio del Señor y al servicio de sus hermanos y hermanas en la fe. Creían por eso hablaron de Jesús (véase 2 Cor 4, 13) no sólo con palabras, también con sus vidas.
Debemos contar una y otra vez a cada generación sus historias personales llenas de heroísmo. Sus nombres están inscritos para siempre en los anales de la Iglesia de Laos: un sacerdote diocesano, 5 sacerdotes de la sociedad de las Misiones Extranjeras de París, 6 sacerdotes de la congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, 5 miembros laicos que incluyen a un joven catequista de 19 años y un estudiante-catequista de 16. Un catequista, José Outhay, había nacido en Tailandia y se había hecho catequista en Laos tras la muerte de su mujer y de su hijo.
El sacerdote diocesano de Laos, el Beato José Thao Tiên, y los laicos catequistas eran jóvenes. Las palabras de S. Pablo bien podrían haber resonado en sus corazones: "Que nadie menosprecie tu juventud. Procura, en cambio, ser para los creyentes modelo en la palabra, en el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza.” (1Tim 4, 12). Sus vidas heroicas, sin duda, han sido un ejemplo de fidelidad perseverante al Señor. Sus historias personales son de los más inspiradoras y edificantes.
Sus muertes violentas abarcan un período que va de 1954 a 1970. Los últimos Mártires, el joven catequista Kmhmu’, Luc Sy, y su compañero Maisan Pho Inpeng, murieron por la causa de Jesús en 1970, hace sólo 46 años. Sin duda, nuestro mismo obispo, Mons. Ling, joven diácono en aquel momento atesora numerosas memorias de sus heroicos compañeros. Mons. Ling y Mons. Banchong también soportaron grandes sufrimientos después por su fe en Jesús. Muchos de ustedes, ahora con 70 años podrán recordar a nuestros héroes de la fe y las circunstancias de sus muertes violentas. Quizás algunos de ustedes fueron parientes o amigos suyos.
Fieles a Jesús hasta el final, cada uno de ellos, sacerdotes, misioneros religiosos extranjeros, y laicos laosianos, podrían exclamar sin dudar con el salmista: "He escogido el camino de la lealtad, a tus juicios me conformo. A tus dictámenes me mantengo adherido, Señor”. (Sal 119, 30-31)
¿Por qué están decididos a comprometer sus vidas al Señor? Porque amaron al Señor sin límites. Desde la fe se comprometieron ellos mismos, como sacerdotes y catequistas, al servicio de sus hermanos y hermanas. Por la fe, compartieron los sufrimientos de Cristo. Suyas fueron las palabras del Apóstol Pablo: "Yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo… la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gal 2, 19-20)
Por su fe en Jesús y su amor a Jesús, por sus servicios a las comunidades de fe de las distintas ciudades y aldeas de Laos, el Señor les concedió el don de la vida eterna, y ahora contemplan con amor y alegría la gloria de Dios (véase Juan 11, 40; 3, 36).
Ustedes, querido Pueblo de Dios, son un muy "pequeño rebaño” en medio de un pueblo de millones de laosianos. Pero sin duda, si "la sangre de mártires es la semilla de la Iglesia” (Tertuliano, Apologeticus, capítulo 50), entonces ciertamente podrán ver el fruto de su sangre derramada:
- en los distintos lugares de Laos donde ellos ofrecieron sus vidas;
- entre sacerdotes y religiosos y religiosas;
- entre laicos de distintas vocaciones, casados y solteros, padres y viudas;
- y entre los jóvenes.
El grano de trigo ha caído en terreno y ha muerto. Con total certeza, dará fruto (véase Jn 12, 24) en el número de católicos, en la cualidad de su fe, en el número de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, en un mayor dinamismo de los jóvenes, en la energía espiritual de movimientos y comunidades de laicos.
Hoy, el Espíritu del Señor nos invita a seguir la vida y el camino de nuestros 17 Mártires. Son testigos heroicos de la obra del Señor, obra de justicia y misericordia, de paz y reconciliación. Por estos valores del Evangelio, ellos entregaron su vida.
Nosotros les honramos no sólo rezándoles, puesto que están definitivamente en el Cielo. Les honramos viviendo nuestra fe en la forma en que ellos la vivieron, amando al Señor de la forma en que ellos le amaron – en nuestras luchas de cada día por perseverar en la fe y en las inseguridades de cada día en la vivencia de nuestra fe. Las palabras del profeta Isaías en la primera lectura de hoy nos inspiran: "¡Sed fuertes, no temáis!” (Is 35, 4). San Pablo nos anima de la misma manera: "Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes” (1 Cor 16, 13).
Hermanos y hermanas en el Señor, como nuestros 17 héroes de la fe, también nosotros podemos ser testigos de Jesús proclamándole y contando su historia no con palabras, sino por la forma en que vivimos. S. Juan Pablo II nos dice que los fieles que viven un vida cristiana ofrecen el testimonio más silencioso y a la vez más elocuente de Jesús, (véase Ecclesia in Asia, nº. 23).
"Confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros… animad a los débiles” (1 Tes 5, 11.14), especialmente en tiempos de grandes pruebas por nuestra fe. Que María, nuestra amorosa Madre sea nuestra compañera siempre en el viaje hacia una vida de fe profunda y de amor vibrante. Que nuestros 17 Mártires nos ayuden a amar y servir a los otros, especialmente a los pobres y necesitados para que la justicia, la paz y la reconciliación de Dios reine siempre en su hermoso país de Laos.
El Santo Padre, el Papa Francisco les concede su paterna bendición apostólica.
N.B. tras las Oraciones Después de la Comunión
En mi propio nombre expreso mi más sentida gratitud a Mons. Juan KHAMSE VITHAVONG y a la Conferencia de Obispos Católicos de Laos por su cálida acogida y hospitalidad.
En nombre del Santo Padre, el Papa Francisco, doy las gracias al Gobierno de los Pueblos de la República Democrática de Laos por su gentileza al hacer posible esta celebración. El Papa Francisco reza para que prevalezca la harmonía en el pueblo de Laos. Reza por los responsables del gobierno para que dirijan siempre al pueblo de Laos hacia la paz y la justicia, hacia el progreso y el desarrollo.
Gracias y Dios les bendiga. (Vientán, Laos – 11 de Diciembre de 2016)
El 22 de noviembre de 2016, el diario italiano La Stampa publicó este artículo en su blog, Vatican Insider. Fue escrito por Luciano Zanardini.
Ser minoría no significa no poder anunciar a Cristo. Y para hacerlo no es necesario pensar inmediatamente en las construcciones materiales (no hay autorizaciones estatales), sino que lo importante es vivir la cotidianidad de las personas. Este es el testimonio de Andrzej Madej, misionero polaco de los Oblatos, superior de la "Missio sui iuris” en Turkmenistán. Vive con otros dos religiosos (el padre Rafal CHILIMONIUK y el padre Pawel SZLACHETA) en una pequeña casa de dos pisos (en alquiler) en Asgabat, cerca de la frontera con Irán y con Afganistán. En el 82% de la superficie del país se extiende el desierto de Karakum, por lo que el mayor problema es el del agua. Se narra que «una gota de agua es como una pepita de oro». No hay otras congregaciones ni más sacerdotes.
«Por el momento —dice— somos la única presencia de la iglesia. A menudo, cuando voy de vacaciones a Polonia me dicen "¿Por qué no te quedas aquí en tu patria con toda la necesidad que tenemos de sacerdotes?”. Entonces yo respondo que en Polonia hay alrededor de 30 mil sacerdotes, mientras que en Turkmenistán solo hay tres».
Apasionado de la poesía romántica, durante su ministerio estuvo primero en Polonia y después en Kiev, en donde, durante cuatro años, proclamó el Evangelio en una parroquia que había sido cerrara y transformada en una sala para conciertos. Logró recobrarla parcialmente como iglesia. «Durante mi formación en los años sesenta bajo el régimen soviético había que aprender a fuerzas el ruso, de esta manera el Espíritu Santo me preparó a esta bella experiencia misionera en el ex imperio soviético». En 1997 viajó a Asgabat, la capital de Turkmenistán. «La comunidad católica —explicó— es de unos 200 fieles, pero nuestros contactos se extienden a los cristianos de otras confesiones y a las personas y familias musulmanas que acogen de buen grado nuestras visitas. La característica de nuestra casa es ser un verdadero punto de encuentro no solo para cuestiones de fe, sino también para muchas relaciones humanas. Después de 19 años, me gustaría construir una pequeña iglesia y la sede de la Nunciatura apostólica».
La religión dominante en el país es el islam, pero tienen presencia, aunque sea muy pequeña, los cristianos (católicos, ortodoxos y evangélicos). «Hay doce parroquias ortodoxas. Tratamos de mantener relaciones de fraternidad con todos. Tenemos muy buenas relaciones con algunos evangélicos: con ellos, los domingos, compartimos la experiencia de la Palabra de Dios en nuestra capilla. Nos reunimos también para otros momentos de oración y de alabanza». Durante el Jubileo «vivimos una experiencia espiritual, sobre todo mediante la liturgia. Tratamos de estar cerca de las personas que están solas, enfermas, que son ancianas o que tienen cualquier otra dificultad. La primera ordenación sacerdotal de un joven turkmeno, que entró a nuestra Congregación, fue una gracia especial de este Año de la Misericordia. Otros dos jóvenes están en camino y estos son signos de esperanza para una Iglesia tan joven».
Cada día, los Oblatos dedican algunas horas a la oración y a la celebración de la Eucaristía, visitan a las familias no solo de religión católica y tratan de seguir espiritualmente a los enfermos. Uno de ellos, en Slavomir (a 700 kilómetros de la capital) hizo un pedestal de madera con, oculta, la cruz que esculpió como gesto de agradecimiento por su curación. «Me reveló que mientras estaba trabajando, los que veían la cruz lo regañaban: "No queremos ver este monstruo, escóndela”. Y es cuando entendí mejor la palabra de San Pablo, cuando dice que Jesús Crucificado será hasta el fin del mundo un escándalo para los que no creen».
Más allá de las tensiones internacionales, hay una convivencia pacífica con los «hermanos musulmanes. Participamos en las fiestas musulmanas a las que nos invitan. Nuestra voluntad es la de construir relaciones con todos y contribuir para cancelar el prejuicio de que los cristianos o los occidentales solo están interesados en la guerra o en la imposición de su civilización». Es otra cosa lo que le da miedo: «Cuando veo las iglesias vacías en Europa me preguntó qué está pasando, mientras en otras partes del mundo los cristianos hacen esfuerzos notables para ser fieles y ofrecer testimonio de su fe…». (Luciano Zanardini en http://www.lastampa.it/2016/11/22/vaticaninsider/es/en-el-mundo/)