577 - Mayo 2017
1 Mayo 2017 - 31 Mayo 2017

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CARTA DEL SUPERIOR GENERAL

Carta del Superior General para la Fiesta de San Eugenio de Mazenod


Gracias a nuestros Oblatos mayores

Queridos hermanos oblatos y todos los que forman parte de la familia oblata.

Con alegría y agradecimiento celebramos el día en el cual nuestro Fundador y padre, San Eugenio de Mazenod, entró en la Casa del Padre. ¡Feliz fiesta!

Los capitulares del 36 Capítulo General dirigieron un mensaje a todos los oblatos y los hermanos y hermanas de la familia Mazenodiana en el que se declara: "Miramos al pasado con agradecimiento, comenzando por S. Eugenio de Mazenod y cada uno de nuestros predecesores, y llegando hasta nuestros hermanos ya mayores, a los que saludamos de un modo especial". (ACTAS pg. 9). El Capítulo, impregnado por un gran sentido de comunión fraterna, destacó de una manera muy especial la intensa relación con nuestros ancianos. En esta día de fiesta me gustaría expresar nuestro gran amor y agradecimiento por cada uno de ustedes.

En 2001, el entonces Padre General, Monseñor Guillermo Steckling, dirigió una carta a los Oblatos mayores de la Congregación. Esta carta continúa inspirándonos hoy tanto como cuando se escribió hace 16 años. Ustedes pueden encontrarla en el sitio web OMI en los escritos del Superior General Padre Steckling, el 8 de septiembre de 2001.

En esta fiesta de San Eugenio, también yo quisiera dirigirme a ustedes a los que consideramos como nuestros ancianos. En la biografía "Eugenio de Mazenod", Leflon escribe que hasta Diciembre de 1860, a los 78 años de edad, De Mazenod muestra una sorprendente energía y claridad mental, incluso lleva una vida de prácticas penitenciales austeras. "Él alardeaba complacido que sus colegas no podían seguir los pasos de su juvenil vigor..." (Vol IV, pg.299) Ese vigor fue lentamente desapareciendo después del descubrimiento de un tumor, seguido de tres operaciones, complicaciones médicas y cuatro meses de sufrimiento hasta su muerte en mayo de 1861.

Usaré la edad de los 78 años que San Eugenio tenía en 1860, antes que su enfermedad diera la cara, para hacer una observación sobre nuestra situación presente: tenemos 766 oblatos con 78 años o mayores, dentro del número total de 3696 miembros, ¡cerca del 20% de la Congregación! El número de oblatos por debajo de los 50 años es de 1718, ¡en torno al 46% de la Congregación! Celebremos estas buenas noticias: somos bendecidos por nuestros ancianos y nuestros jóvenes.

No osaría definir quién de entre nosotros entra en la categoría de "oblato anciano". Es una cuestión delicada, incluso peligrosa. De hecho, esta expresión no suena demasiado bien en los oídos de algunas sociedades, especialmente en el Occidente, que trata de encontrar expresiones más amables para describir una persona anciana: alguien en sus años de madurez, uno mayor, uno en la tercera edad, un anciano, un sabio, uno en la edad de oro. Otras culturas, en el Sur y en el Este, tienen una alta estima y veneración por una persona anciana porque representa la sabiduría y la plenitud de la vida. Es un gran honor y una bendición cuidar de un anciano. ¡Tenemos mucho que aprender de esta manera de abordar el tema!

Para los Oblatos, cuando avanzar en edad significa irse retirando del misterio, al ser misioneros, tenemos un problema. He encontrado tres razones principales por las que no queremos dejar el ministerio: porque es nuestra vida; porque los Oblatos amamos a la gente; porque queremos sentirnos útiles.

La misión es nuestra vida.

Para los Oblatos predicar el Evangelio no es un oficio. Comunicar las Buenas Noticias de Dios a través del testimonio de nuestra vida es una pasión que lo consume todo. Con cuánta frecuencia el Fundador se opuso a los espectáculos de predicaciones que exaltaban al predicador y su ego más que edificaban a la gente. Es la vida, el testimonio, la integridad del predicador lo que interesa. Desde el mismo comienzo de su sociedad, el deseo de Eugenio de avanzar hacia la vida consagrada fue para asegurar que los misioneros fueran hombres santos. De este modo sus predicaciones serían coherentes con sus vidas.

Cuando hablé con la gente de un lugar que los Oblatos abandonaron pregunté cómo le iba a la comunidad. La gente me dijo que ahora tienen "ministros profesionales" que solo están disponibles durante las horas establecidas de oficina. Uno se puede retirar de este tipo de empleo u oficio. Pero esto está muy lejano de un modelo Oblato de vida misionera que se define por las necesidades de la gente a la que servimos. Aunque debemos aprender a controlar nuestra actividad cuando envejecemos, no se retira uno de ser misionero porque aqaes un estilo de vida.

Los oblatos aman a la gente

Nuestro amor por la gente está estrechamente unido a la misión como nuestro estilo de vida. Un aspecto muy especial de nuestro carisma es nuestra profunda conexión con el pueblo de Dios, especialmente los pobres y por eso encontramos que es una terrible pérdida no poder continuar sirviéndoles. Coherentes con nuestro carisma estamos cercanos a la gente con la que trabajamos (C. 8) y esa relación es una fuente de vida para nosotros. Somos amados por el pueblo de Dios.

La misión oblata consiste en trabar relaciones, dándonos a la gente y quedando enlazados en sus vidas. Este es un elemento esencial de nuestro carisma. La visita del Fundador a una señora anciana en la calle L'Echelle es muy conmovedora para nosotros. Sus animados intercambios en el mismo tono de broma usado por las esposas de los pescadores en los muelles del puerto de Marsella, inspira nuestra vida misionera. Porque la misión es un estilo de vida que nos sitúa cerca de la gente no podemos retirarnos de esta realidad sin un grandísimo sentimiento de pérdida. Necesitamos ayudarnos los unos a los otros a hacer duelo por la pérdida de esas muy significantes relaciones cuando la edad o la enfermedad nos fuerza a ello.

Actualmente en muchos lugares donde hay una falta de sacerdotes y agentes de pastoral, los Oblatos de edad avanzada, presbíteros y hermanos, están sirviendo generosamente parroquias, comunidades religiosas de Hermanas y Hermanos, atentos al teléfono para visitar hospitales, acompañando familias con pérdidas de un ser querido, enterrando los muertos y prontos a dar cualquier servicio pastoral. Ustedes están disponibles y son generosos, incluso cuando tienen dificultades en moverse y quizás no deberían hacerlo. ¡Gracias!

Los Oblatos quieren sentirse útiles.

Tenemos genes misioneros; nos gusta trabajar y tendemos a sobrepasarnos. Somos hombres de acción y queremos morir con las botas puestas. Este espíritu insaciable viene del mismo Eugenio que poseía un corazón pastoral, ansioso de responder a las necesidades del pueblo de Dios. Los Oblatos encuentran difícil el hecho de tener que ir más despacio, incluso cuando estamos enfermos y cuando el proceso de envejecimiento indica que se debe hacer un cambio. ¡Tratamos de impedir a cualquier precio el traslado a las enfermerías o las residencias de retirados! ¡Cuántas de nuestras residencias están construidas con el cementerio justo a sus espaldas!

Dejar los ministerios a tiempo pleno nos resulta extremadamente difícil. No nos vemos como misioneros auténticos cuando no tenemos un encargo ministerial. El trabajo es importante y necesario para la vida misionera y es muy gratificante ver todo lo que hemos logrado y cuánto nos ama la gente. Pero el ministerio activo no determina si somos o no misioneros. Ser misionero supone algo más profundo y exigente: nuestra oblación, vivida por el voto de obediencia, define al verdadero misionero. Quizás la obediencia más dura de aceptar es la de abandonar el ministerio o trasladarse a una residencia de retirados.

Su vida, su ser ofrecido al Padre siguiendo a Jesus que fue obediente, es el signo auténtico de su vida misionera. Quiero confirmar que ustedes, nuestros ancianos, son plenamente misioneros, no importa si están actualmente comprometidos en algún ministerio o no. La gracia de aceptar sus limitaciones con serenidad y alegría es una gracia heroica, gracia que hay que pedir ardientemente. No mencionaré la dificultad de reconocer cuándo no puedo continuar manejando un carro... ¡Una de las tareas más difíciles es la de ayudar a un Oblato a que se de cuenta que ya no es capaz de manejar!

Aportando como los demás

Conectado a sentirse útiles está el tema sobre el que muchos de ustedes me han escrito: están muy preocupados porque ya no pueden aportar financieramente a la Congregación como los demás. Tienen una gran preocupación por la sostenibilidad de la Congregación. Quiero que sepan que cuando ustedes no pueden aportar un salario a la Congregación, nosotros los apoyamos agradecidos. ¡No son una carga! Nuestro cuidado por ustedes es una expresión de nuestros lazos familiares que proviene del corazón de San Eugenio.

En el contexto de algunas Unidades, debido al costo del cuidado de la salud, mantener residencias Oblatas para asistir una atención permanente o especializada para nuestros mayores es ahora un lujo que no siempre podemos permitirnos. Uniéndonos con otros religiosos, sacerdotes y laicos en residencias compartidas, podemos proveer una buena asistencia sanitaria a un costo sostenible. Es una nueva manera de vivir el voto de pobreza con un estilo de vida sencillo y quizás algo que nunca imaginamos.

Los apreciamos.

Queridos hermanos Oblatos, nuestros ancianos, ustedes son una parte muy importante de la Congregación y la familia oblata ampliada. Los apreciamos y tenemos una gran estima por sus vidas y su compromiso apostólico. Ustedes fueron formadores, mentores, profesores, compañeros... La mayoría de ustedes eran muy jóvenes cuando la Congregación experimentaba un periodo robusto de expansión en el que parecía que el único límite estaba en el cielo. Ustedes acogieron el Concilio Vaticano segundo y su espíritu de aggiornamento. Ustedes guiaron la Congregación en un periodo de cambios revolucionarios, maravillosas esperanzas y algunas tempestades. Muchos Oblatos abandonaron la Congregación y una tristeza inmensa fue expresada por los Padres Deschatelets y Jetté. La perseverancia forma parte de nuestro carisma Oblato. ¿Hay algo más bello que permanecer fieles? ¡Gracias por su testimonio de fidelidad!

Ustedes nos ayudaron a redescubrir la humanidad y la santidad de Eugenio de Mazenod. Comenzaron a articular esa realidad misteriosas llamada carisma oblato. Ustedes acentuaron la visión de la Congregación como un cuerpo misionero para evangelizar a los pobres y construir la Iglesia a través de sus opciones misioneras proféticas y la inspiración tan maravillosamente expresada en esos documentos fundamentales que continúan guiándonos y retándonos. ¡Estamos llenos de admiración y agradecimiento!

Sus vidas nos interesan

Probablemente con frecuencia lo damos por supuesto y no les decimos lo mucho que significan para nosotros. Pudieran sentirse desplazados, fuera de lugar y relegados a un lugar olvidado para la vida de su Unidad. Hemos aprendido de ustedes el valor del trabajo y la acción por encima de otros aspectos importantes de la vida y pudiera parecer que los olvidamos. ¡Pero no es así! El cuidado que la Congregación ofrece es un signo de nuestra estima y afecto por ustedes. Frecuentemente fallamos y no vamos visitarlos. Por favor, perdónennos.

Su amor por la Congregación nos bendice.

Su interés misionero por la Congregación nos estimula. Allá donde he ido por el mundo he disfrutado estando con ustedes y descubriendo un espíritu misionero enorme. Quieren escuchar sobre la Congregación y sobre las misiones que están comenzando. Nos llaman a responder a las necesidades urgentes que se nos presentan como son las situaciones de los emigrantes y refugiados. Su amor por la Congregación se expresa en su preocupación y oración por las vocaciones y por los que están en formación. Esta preocupación por la vida y la misión oblata es una expresión de su amor por esta maravillosa familia iniciada por San Eugenio.

Su misión es la oblación.

En cuanto Padre General me atrevo a sugerirles que su misión actual es aceptar con amor las limitaciones que vienen a causa de la edad y la enfermedad. Esa es la más perfecta oblación que pueden ofrecer en nombre de la Congregación. Ustedes viven de la fe y la esperanza cuando acogen cada día con un espíritu valiente creyendo que su vida tiene sentido cuando es entregada libremente al Señor. Las palabras de Jesús son muy significativas: "nadie toma mi vida, yo la entrego libremente" (Jn 10,17-18). Actualmente quizás sólo puede entregar al Señor un poquito de trabajo, pero está entregando algo mucho mayor, se está entregando usted mismo. En San Pablo encontramos muchas insinuaciones que les pueden animar: "hermanos, les pido por la misericordia de Dios que ofrezcan sus cuerpos como un sacrificio vivo que Dios acepta, una ofrenda espiritual" (Rom 12,1). Ustedes no entregan sólo su ministerio a Dios, entregan su verdadero ser a Dios, ayudando a completar los sufrimientos de Cristo (Col 1,24).

Gracias por su ánimo y fuerza en medio del sufrimiento. Me gusta su espíritu de alegría y sus risas cuando estoy en sus comunidades. Este es para nosotros un regalo precioso, un signo de la manera en que están integrando una vida de misión a la vez que se sumergen profundamente en el misterio de Dios. Por favor, compartan su fe con nosotros e inspírennos con su esperanza. Muéstrennos una vida que lo comparte todo con alegría, incluso cuando el sufrimiento está presente, una vida que ha descubierto el perdón y que ha sido nutrida por la bondad y la generosidad. Muchos de ustedes irradian esto. ¡Gracias!

Téngannos presentes en su oración.

Además de su misión principal de ofrecer su vida a Dios, quiero confiarles la misión de rezar e interceder por el mundo, la Iglesia y la Congregación. Crezcan en una profunda intimidad con la Santa Trinidad y téngannos en sus corazones delante del misterio de Dios. Oren por nuestra fidelidad al carisma para que abracemos los llamados del Capítulo General y los desafíos de nuestro mundo con la audacia de De Mazenod.

¡Prometemos visitarlos!

La Congregación está comprometida en rezar por ustedes, pero debemos hacer algo más. Pido que todos nosotros examinemos nuestro compromiso hacia los oblatos mayores que están enfermos y/o retirados. Hagámonos intencionalmente presentes y vayamos a visitarlos. Nuestra presencia de calidad es un signo de nuestros lazos familiares y una expresión del legado de la caridad que San Eugenio de Mazenod nos ha dejado.

¡Feliz fiesta de San Eugenio!

Su hermano Oblato, con mis oraciones y amor, en Jesucristo y María Inmaculada,

P. Louis Lougen, OMI




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