L.J.C. et M.I.
Queridos asociados oblatos reunidos en Otawa,
¡Bendiciones! Es un honor para mí haber sido invitado por mi hermano oblato, Jack Lau, a escribirles un mensaje para este 17 de febrero de 2011, un día especial para nosotros Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Me gustaría bendecirles como hombres y mujeres reunidos en el espíritu del carisma oblato, y agradéceles su testimonio de vida, llena del regalo que san Eugenio ha dado a la Iglesia.
El carisma oblato, don que intentamos expresar a través de nuestras vidas, es un camino de conocimiento y seguimiento de Jesús, cuya vida parece un fracaso total si le miramos colgado en la cruz, abandonado por casi todos sus compañeros. Parece que como oblatos, tanto asociados como religiosos hermanos o sacerdotes con votos, tenemos una fuente de vida dentro de nosotros que surge de esta experiencia de desolación y abandono. En esta total oscuridad, aparece la expresión más fuerte de amor incondicional: es el amor de un hijo por su padre, y el amor de Dios por su pueblo. Fue la experiencia del joven Eugenio de Mazenod cuando entró en una iglesia un viernes santo de 1807. San Eugenio contempló a Jesús en la cruz ese viernes santo de una forma nueva, en la que no había percibido al Señor anteriormente. Toda su vida se removió cuando percibió que la sangre de Jesús, su vida entera, se entregó para darnos vida en abundancia.
Parte de la espiritualidad oblata es de alguna manera estar en contacto con Jesús como mi salvador, y ser abrumados por su amor incondicional por mí, por nosotros, por los pobres y abandonados, por la Iglesia y por todo el mundo. Esta experiencia de amor no es sólo para una vez, sino que nuestro crecimiento en la vida espiritual consiste en profundizar en esta experiencia, para transformarnos y cambiarnos. Al final, esta experiencia del amor de Dios por nosotros, incondicional, inmerecida, gratuita, nos hace personas libres.
Según vamos dejando actuar en nosotros este amor del Salvador para hacernos personas libres, vamos siendo empujados a la misión. Debemos lavar los pies de la gente. Debemos servir. Debemos anunciar la Buena Noticia del amor de Dios para todos. Al tiempo que anunciamos la Buena Noticia, también la recibimos desde lugares inesperados: ¡recibimos gracia de aquellos a los que servimos! Evangelizamos a los pobres (lema oblato) y los pobres nos evangelizan. Es la dinámica del Reino de Dios.
Podríamos contemplar la cruz oblata. Hay algunas preguntas que podemos hacernos:
¡Les deseo un 17 de febrero lleno de espíritu! Cuando se reúnan en la víspera de esta fiesta oblata, espero que puedan compartir su experiencia del carisma oblato y como lo están intentando llevar a sus vidas. De manera especial estaré unido a ustedes mientras estén reunidos. Que tengan un buen compartir, disfruten unos de otros de la compañía, ríanse mucho y siéntase amados por los demás y por Dios.
¡Que María Inmaculada les bendiga y les dé mucha alegría y gran esperanza!
Su hermano en el carisma oblato,