Fr. Louis LougenSuperior General
Fr. Louis Lougen - Escritos

JMJ - Charla 1
13 Agosto 2011 - San Eugenio - Málaga

El Fundador de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada era un sacerdote de Francia llamado Eugenio de Mazenod. Nació en 1782 y este año hace ciento cincuenta años que murió. Todos nosotros aquí en Málaga, en preparación para la Jornada Mundial de la Juventud, tenemos dos cosas en común: somos católicos y a todos nos ha tocado este santo hombre: San Eugenio de Mazenod.

¡Resulta increíble cuando lo piensas!. Todos los presentes nos hemos congregado porque estamos unidos a los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. De algún modo misterioso, un francés que murió 150 años atrás es la razón de estar juntos en Málaga. Y hay miles y miles de jóvenes por todo el mundo que no han podido venir a Málaga pero que también han sido tocados por este santo, cuya vida estuvo marcada por un amor apasionado a Jesucristo, a la Iglesia y a los pobres.

Si San Eugenio estuviera hoy, ¿qué les diría a ustedes, este vasto y hermoso mar de rostros jóvenes sentados ante mí en Málaga en este momento?. Tendría mucho que decirles, pero sólo les mencionaré tres cosas.

En primer lugar, les diría que ustedes son amados por Jesucristo, por lo que abran ustedes su corazón a dicho amor. El joven Eugenio era miembro de una familia noble. Tuvo que marchar de su casa y tierra natal cuando tenía diez años, debido a la Revolución Francesa. Corrió con su familia de ciudad en ciudad, ante los ejércitos que querían matar a la nobleza francesa. Fue una vida inestable y sin amigos. Pasó la mayor parte de estos años con su padre y sus tíos. Sus padres terminaron divorciándose y, aunque intentó juntarlos, no lo logró. Fue una gran tristeza para él. Tenía 20 años cuando pudo regresar a su país natal y fue a vivir con su madre, abuela y hermana. Iba a fiestas y bailes, pero con el tiempo sintió que algo le faltaba. Quiso casarse con una joven rica para no tener preocupaciones económicas, pero no funcionó. La vida de Eugenio estaba muy vacía y erraba sin significado alguno.

Entonces, el Viernes Santo de 1807, el joven Eugenio fue a la iglesia y, ante la cruz en la que colgaba el Salvador Crucificado, su corazón quedó profundamente tocado y se vio sobreabrumado por el infinito amor de Dios hacia él. Se derrumbó en un mar de lágrimas, sintiéndose totalmente indigno y viendo su pecaminosidad de un modo muy vivo, experimentando el amor de Dios infinito, tierno y personal. Esto cambió su vida.

San Eugenio les diría a todos ustedes, jóvenes amados de Dios reunidos aquí en Málaga y en todo el mundo, que Jesús conoce los corazones de ustedes y todo lo que hay en ellos: sus alegrías y preocupaciones, sus esperanzas y temores, sus fortalezas y heridas, sus sueños y pesadillas. Jesús mira a los ojos de ustedes y los ama tal y como son, en este momento, en la maravilla de sus existencias. San Eugenio les diría que Jesús les quiere llenar de un hondo sentido de ser amados por Dios, de ser sanados por el amor de Dios y de ser liberados para poder ser testigos suyos.

Esto sería la segunda cosa que San Eugenio les diría: “Sean testigos de Jesús”. Cuando San Eugenio entró en contacto con el amor de Jesús, su vida comenzó a seguir un rumbo nuevo, con sentido y felicidad. En lugar de estar centrado en sí, replegado en sí mismo y en sus propios intereses, cambió y comenzó a estar centrado en los demás y a servir a la gente, especialmente a los pobres y a los jóvenes. Comenzó a enseñar el catecismo, comenzó a visitar a los presos y a buscar lo que Dios quería para ellos. Dado que tenía experiencia del amor de Dios en la cruz de Jesús, se vio empujado a compartir este amor, fue llevado a testimoniar la bondad de Dios y a contar a los demás la Buena Nueva. Su corazón se dirigió a los jóvenes, a los más desfavorecidos y a los pobres. Se sintió empujado a decirles que, a pesar de su vida dura y de sus problemas, eran incondicionalmente amados por Dios, que les confería su dignidad de hijos e hijas de Dios sin importar el trato o maltrato que recibieran.

San Eugenio les animaría a todos ustedes, mis jóvenes hermanas y hermanos, a ser testigos del amor de Dios, a pensar en los demás y a servirles, especialmente a los pobres.

Finalmente, hay algo muy urgente en la vida de San Eugenio una vez que descubrió a Jesús: deseaba con todo su corazón ser santo. Si San Eugenio estuviera aquí hablándoles, les diría: “¡Sean santos!”. “¡En el nombre de Dios, sean santos!. En medio de todo su trabajo de sacerdotes, fundador y obispo, el centro de su vida fue ser santo, ser transformado por la gracia de Dios. Sé que estaría aquí, mirándoles a ustedes con mucho amor y llamándoles a desear la santidad en las vidas de ustedes y a hacer todo lo que puedan para que la Gracia de Dios actúe en sus vidas y les haga a ustedes santos.

¿Qué significa ser santo?. ¿Es el santo una persona justa y perfeccionista, un “santurrón”?. A veces pensamos que ello significa ser excepcionalmente extraordinario o distinto, una especie de raro o de estrafalario, quizá triste o aburrido. ¡En absoluto!. Ser santo es ser un testigo del amor y de la bondad de Dios. Es alguien que piensa en los demás y los respeta. Es alguien que está enamorado de Dios y permite a la gracia de Dios que transforme su vida. Cada persona vive la santidad de un modo distinto. Los santos siguieron los mandamientos de Dios y vivieron las Bienaventuranzas. Ellos oraban, leían la Palabra de Dios, participaban en la Eucaristía y en la comunidad. Confesaban con humildad sus pecados y escuchaban la voz de Dios que les hablaba en las cosas ordinarias de la vida. Ellos hablaban a Dios, contaban a Jesús lo que pasaba en sus vidas y le pedían ayuda para nosotros.

Ser santo es crecer en amistad con Dios, ver dónde necesito que Dios me transforme para que mi vida se una vida de bondad, amor, generosidad y alegría. ¿Debería preocuparme más de los demás?. ¿Debería ser más generoso?. ¿Debería acercarme más a los demás?. ¿Me necesita mi familia?. ¿Puedo dar algo de mi tiempo para ayudar a alguien?. ¿Qué estoy haciendo en mi parroquia o comunidad?. ¿Debería tomar más responsabilidades en mi grupo juvenil?. ¿Hiero a las personas que son distintas de mí o me río de ellas?. ¿Guardo resentimientos?. ¿Hay gente a la que no he perdonado o no puedo perdonar?. ¿Soy responsable, fiel transparente y honesto?.

Hoy oigo a San Eugenio decirles a ustedes, a cada joven: “Dios les ama; Dios les envía como testigos; Dios les quiere santos”. ¡Que su Madre, María, les ayude a ustedes a abrir sus corazones al Señor en esta peregrinación de la Jornada Mundial de la Juventud!.


36o Capítulo General 2016
36o Capítulo General 2016
Oblate Triennium
Oblate Triennium
Vocaciones OMI
Vocaciones OMI
Oblatio
Oblatio
Aix-en-Provence
Aix-en-Provence
Otros sitios oblatos
Otros sitios oblatos
Newsletter