Fr. Louis LougenSuperior General
Fr. Louis Lougen - Escritos

JMJ - Charla 2
13 Agosto 2011 - Firmes en la fe - Málaga

La fe es un don precioso que necesita ser cultivado con atención. Así como una semilla necesita la justa cantidad de sol, de agua y de nutrientes para crecer saludable y fuerte, el maravilloso don de fe necesita ser nutrido y cuidado de forma especial. La fe puede morir o perderse. Podemos cambiarla por algo artificial o incluso falso. Estamos aquí en Málaga preparándonos para la Jornada Mundial de la Juventud. El tema nos invita a estar hondamente enraizados en la fe, a tener sólidos cimientos, a estar firmes en la fe. ¿Cómo puede un joven en nuestros tiempos edificar una sólida vida de fe en Cristo?.

Como la bicicleta tiene dos ruedas para moverse, así yo diría también que la fe necesita dos ruedas para crecer, desarrollarse y que se convierte en una fe sólida, hondamente enraizada y sólidamente edificada. Las dos ruedas son: el encuentro personal con Jesucristo y la vivencia de la fe en la comunidad de la Iglesia. Con estas dos ruedas, la bicicleta de la fe puede desarrollarse y crecer. Hablaré en primer lugar de la rueda del encuentro personal con Jesús y después de la rueda del aprendizaje de la fe en la comunidad.

La fe es un encuentro personal con Jesucristo en el que vengo a conocerle, amarle y creer en él. Si le abro mi corazón, Jesús viene a mí. Cada uno de nosotros descubre a Jesús de distintos modos en distintos momentos de nuestra vida. En el Evangelio de Marcos, vemos a un joven que acude corriendo a Jesús para preguntarle qué ha de hacer para tener parte en la vida eterna (Mc. 10, 21). El pasaje nos dice que Jesús le miró y le amó. Todos ustedes, jóvenes mujeres y hombres que han venido a la Jornada de la Juventud, son como el joven del Evangelio de San Marcos, que vienen a preguntar a Jesús cómo puede su fe ser más fuerte y firme, cómo pueden recibir el don de la vida eterna. Les aseguro que Jesús está mirando con mucho amor precisamente a sus ojos y a sus corazones para ahondar su fe, su amistad con Él. Pido a Jesús que a experiencia de ustedes de la Jornada Mundial de la Juventud junto al Papa Benedicto y con los demás les ayude a ver a Jesús mirando a sus ojos, sonriéndoles y amándoles, ahondando su fe en Él.

Este encuentro personal con Jesucristo es un don y un tesoro de parte de Dios. ¿Cómo puedo hacer espacio en mi vida y mi corazón para este don, de modo que se haga más hondo y más fuerte?.

El Papa Benedicto explicó algunos modos cuando escribió un bello mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud un año atrás: “Intentad también vosotros acoger cada día la Palabra de Cristo. Escuchadle como al verdadero Amigo con quien compartir el camino de vuestra vida. Con Él a vuestro lado seréis capaces de afrontar con valentía y esperanza las dificultades, los problemas, también las desilusiones y los fracasos”. De nuevo, el Santo Padre sugería: “Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica; hablad con Él en la oración, confiad en Él. Nunca os traicionará”.

La relación personal con Jesucristo es una de las ruedas de la bicicleta de la fe. Hay otra rueda que ha de girar al ritmo de la relación personal con Jesús. Es la rueda de la fe vivida en la comunidad de la Iglesia. Creo que todos ustedes viven y participan en una comunidad, una parroquia y una diócesis. Esta comunidad de fe es el Cuerpo de Cristo en el tiempo y el espacio y es ahí donde se vive, celebra, nutre y ahonda nuestra fe en Jesús.

El Papa Benedicto nos recuerda que nuestra fe en Jesús está ligada a la fe de la Iglesia. “No somos creyentes aislados, sino que, mediante el Bautismo, somos miembros de esta gran familia, y es la fe profesada por la Iglesia la que asegura nuestra fe personal. El Credo que proclamamos cada domingo en la Eucaristía nos protege precisamente del peligro de creer en un Dios que no es el que Jesús nos ha revelado: «Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros» (Catecismo de la Iglesia Católica, 166)”. La experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud es una bella expresión de estar sostenidos por una gran cadena de creyentes.

Hoy destacamos el individuo, sus derechos y libertades. La sociedad está dominada por un modo individualista de pensar y cuando hablamos de la fe a menudo olvidamos el papel de la Iglesia comunidad. Pensamos que podemos creer lo que queramos y del modo que queramos. Dado que la fe en Jesús nos viene de la Iglesia y se expresa en el Credo, hemos de comprometernos con ese Credo y la Iglesia nos revela la verdad de Dios. No podemos sin más escuchar y seguir lo que nos venga a la cabeza, sino que hemos de escuchar al Espíritu Santo en la sabiduría de la Iglesia. Es la llamada a la fidelidad, a ser auténticos y a ser íntegros en la fe.

Mis jóvenes hermanos y hermanas, comprométanse con Jesús y con sus parroquias o comunidades eclesiales locales. Al desarrollar su relación personal con Jesús, estudien la fe de la Iglesia para poder crecer en su comprensión y en la adhesión a ella con más convicción, haciéndola más y más propia. Entonces ustedes serán testigos sólidos de la fe y no revolotearán como las hojas en el aire. En la comunidad de la Iglesia, la fe se transmite, alimenta, ahonda y celebra. De este modo, podemos caminar en fidelidad, verdad e integridad.

Quisiera recordar a cada uno que en la Iglesia Católica los siete sacramentos son fundamentales para ahondar y fortalecer nuestra fe, porque en ellos se da tanto el encuentro personal con Jesucristo como el celebración comunitaria. Bautismo, Eucaristía, Confirmación, Penitencia, Matrimonio, Órdenes y Unción de Enfermos… cada uno es la celebración de la comunidad de la Iglesia que nos trae vida, sanación, fortaleza, unidad, perdón en una experiencia de Jesús muy personal y comunitaria. ¡Que los sacramentos sean centrales en sus vidas!.

Nuestra bicicleta de la fe tiene dos ruedas: la rueda de la amistad personal con Jesús y la rueda de la fe vivida en la comunidad de la Iglesia. ¿A dónde iremos con nuestra bicicleta de la fe?. Nuestra fe nos envía a la misión, al servicio. El joven que preguntó a Jesús por cómo tener la plenitud de vida dijo a Jesús que cumplía los mandamientos y preguntaba qué más debía hacer para ganar la vida eterna. Jesús les dijo que vendiera lo que tenía, lo diera a los pobres y luego le siguiera. La fe en Jesús ha de producir buenos frutos, lleva a la misión, a servir a los demás con generosidad. Al acudir para ayudar a los demás, especialmente a los pobres, encontraremos a Jesús y nuestra fe crecerá y se ahondará.

Ustedes, que son jóvenes, tienen un corazón compasivo, ideales infinitos y toneladas de energía. Ustedes se preocupan por aquellos que tienen hambre, que sufren la guerra y la violencia, a quienes se hace sufrir. Ustedes se preocupan por el medio ambiente y buscan protegerlo. Ustedes imaginan un mundo de paz y armonía. Dejen que la bondad de sus corazones, sus altos ideales y su vigor juvenil les ayuden a acudir a los necesitados y abandonados como hermanos y hermanas. Que su fe en Jesús y su compromiso con la Iglesia sea luz para nuestro mundo y aporte algo de “civilización del amor”. Firmemente enraizados en Jesús y edificados sobre él, ustedes se alzarán firmes para ser la luz y la frescura del Evangelio para nuestro mundo.

Pido a la Madre de Jesús, que es la Madre de todos los cristianos, que nos ayude a crecer fuertes en nuestra fe.

Las citas están tomadas del “MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD 2011”. Libreria Editrice Vaticana 2010.


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