Fr. Louis LougenSuperior General
Fr. Louis Lougen - Escritos

JMJ - Charla 3
13 Agosto 2011 - Ser testigos en el mundo - Málaga

El ejemplo de los 22 Misioneros Oblatos de María Inmaculada martirizados en España es un fuerte y refulgente testimonio de confesar la fe en Jesucristo. Por la única razón de que esos hombres eran creyentes en Jesús y habían consagrado su vida a Él, fueron odiados y brutalmente ejecutados. Eran hombres jóvenes, conscientes y sabedores de que, por causa de su fe, la muerte violenta les estaba aguardando. Les hicieron sufrir duramente para que abandonaran su fe y salvar así sus vidas. De modo heroico, fueron fieles a Jesús y a la fe católica hasta el punto de sus muertes cruentas.

¿Qué podemos aprender de estos testimonios?. Les propongo cuatro cualidades:

1- El don del Espíritu de ánimo y fortaleza.

2- El amor por Jesús y la Iglesia Católica.

3- El poder espiritual del Amor, Perdón, Oración y Alegría.

4- El don de sí: la Oblación.

Lo primero que aprendemos de los mártires: El don del Espíritu de Ánimo y Fortaleza para ser fieles:

Estos hombres jóvenes sabían lo que estaba pasando en España en aquél tiempo. Eran públicamente amenazados y la gente les gritaba: “¡Muerte a los frailes!”. En las calles, la gente hacía gestos con cuchillos, como cortándoles el cuello, para indicar lo que habría que hacer con los religiosos. Desde su residencia, los Oblatos podían ver el humo de las iglesias incendiadas y los conventos destruidos por parte de aquellos que odiaban la Iglesia. Entre sí, los Oblatos se preguntaban cómo escaparían de la residencia en caso de que ésta fuera incendiada. Incluso en este clima de hostilidad, fueron fieles a sus oraciones, estudios y trabajos hasta el mismo momento de su encarcelamiento.

En la cárcel, les trataron sin piedad, con escaso alimento, humillaciones, maltrato psicológico, frío espantoso, lamentables condiciones higiénicas para sus necesidades fisiológicas y con parásitos. El hacinamiento de la cárcel y el gélido frío a veces les obligaba a dormir de pie.

La respuesta de estos hombres fue la de un ánimo y una fortaleza incansables. Aguantaron las condiciones de la cárcel en espíritu de oración. Permanecieron estrechamente unidos, cuidándose mutuamente y animándose mutuamente, manteniendo el espíritu de serenidad e incluso de alegría, confiando en Dios.

Las palabras exactas de Clemente Rodríguez Tejerina, de 18 años, fueron recogidas por su hermana: “Estamos en peligro y tememos que nos separen; juntos, nos damos ánimo unos a otros. Con todo, si hay que morir, estoy dispuesto, seguro de que Dios nos dará la fuerza que necesitamos para ser fieles” (pág. 58).

Los jóvenes mártires oblatos de España nos enseñan que Dios siempre da el Espíritu de Ánimo y Fortaleza a los fieles ante sufrimientos tremendos.

Lo segundo que aprendemos de los mártires: Amor a Jesús y a la Iglesia Católica: A estos hombres se les hizo sufrir y fueron asesinados porque eran sacerdotes y hermanos católicos. Para salvarse tan sólo tenían que renunciar a su fe y renegar de sus creencias. ¿Qué más da?. ¿A quién le importa?. Para qué sufrir tanto?. ¿Para qué causar dolor a sus familias?.

En el sufrimiento que llevó a su ejecución, ante los escuadrones de la muerte, ellos profesaron su fe en Jesucristo, su amor hacia la Iglesia Católica y a su vocación misionera. Uno de los mártires, Publio Rodríguez Moslares, de 24 años, dio a su madre un pequeño crucifijo y le dijo: “Bésalo muchas veces y, venga lo que venga, piensa que todo lo que suframos por Él, por mucho que nos parezca, será poco para lo que Él nos ama y sufrió por nosotros” (pág. 36). Cuando les ejecutaron, gritaron su profesión de fe: “¡Viva Cristo Rey!”.

Gregorio Escobar García, ejecutado a los 24 años de edad, escribió: “Siempre me ha conmovido hasta lo más hondo los relatos del martirio que siempre han existido en la Iglesia, y siempre al leerlos, me asalta un secreto deseo de correr la misma suerte que ellos Ese sería el mejor sacerdocio a que podríamos aspirar todos los cristianos, a ofrecer cada cual a Dios su propio cuerpo y sangre en holocaustos por la fe ¡Qué dicha sería la de morir mártir!” (pág. 24).

Hoy día raramente somos amenazados de muerte por creer en Jesús y ser católicos, aunque a veces sigue pasado en algunas partes del mundo. Podemos expresar nuestro amor por Jesús y la Iglesia viviendo fielmente el Evangelio y con integridad. Seguir a Jesús no es fácil cuando estoy totalmente comprometido a hacer de la fe una relación viva con Dios que conforme el resto de lo que hago, cómo me relaciono con los demás y lo que creo que es correcto o inadecuado.

Los jóvenes mártires Oblatos de España nos enseñan que nuestra fe en Jesucristo vivida en la Iglesia Católica es el bien más precioso que tenemos y que debe ser nuestra fe lo que más influya y configure nuestras vidas.

Lo tercero que aprendemos de los mártires: Es el poder espiritual del Amor, Perdón, de la Oración y la Alegría:

El Padre Francisco Esteban Lacal, Provincial, ejecutado a los 48 años, recibió un abrigo de su familia para mantenerse caliente. Sin pensar en sus propias necesidades o bienestar, inmediatamente se lo dio a otro compañero de prisión que sufría mucho a causa del gélido frío (pág. 11).

Se oyó decir al P. Francisco a sus guardianes: “Sabemos que nos matáis por católicos y por religiosos. Lo somos. Tanto yo como mis compañeros os perdonamos de todo corazón” (pág. 8).

Uno de los supervivientes de este trágico período dijo: “En nuestro interior, lo único que transcendía era el espíritu de perdón una y otra vez …” (pág. 55).

Los familiares de aquéllos que estaban en prisión oyeron que los Oblatos se esforzaban por rezar juntos a escondidas el Rosario cuando salían al patio, e incluso en sus celdas (pág. 11).

Publio Rodríguez Moslares (24 años) junto con uno de los sacerdotes entretenía en la cárcel a los seminaristas con comedias en verso. Un testigo escribió de Publio: “Supo soportar con entereza y alegría las cárceles de Madrid y cuando provisionalmente le dieron libertad, fue sobre todo él quien hizo de enlace entre sus compañeros de calvario y sus Superiores, yendo de un sitio para otro” (pág. 36).

Aunque eran conscientes de la muerte que pendía sobre ellos, estos oblatos escogieron vivir el mandato evangélico de amar a sus enemigos, perdonarlos y orar por los que les perseguían, así como de alegrarse por sufrir por causa del nombre de Jesús. En la sociedad hoy, el placer, lo fácil y la comodidad son los fines últimos de la vida. Podemos ver un desafío y un mensaje profético en las vidas de estos oblatos. Ellos cuestionan nuestras vidas y nos llaman a ser verdaderos testigos de nuestra fe cristiana.

Los jóvenes mártires oblatos de España nos enseñan que incluso ante la tortura, el sufrimiento y la muerte, estamos llamados, como Jesús nos enseñó, a perdonar, amar a nuestros enemigos, orar por ellos y alegrarse de ser perseguidos por el Nombre de Jesús.

La cuarta cosa que aprendemos de los mártires: La donación de sí – Oblación.

Estos hombres eran Misioneros Oblatos de María Inmaculada. La palabra “Oblato” significa una oblación, una entrega. Por medio de nuestro modo de vida, nosotros, los Oblatos, nos esforzamos por ofrecer nuestra vida a Dios por medio de María, Madre de Jesús. Hacemos un don de nosotros mismos para servir al pueblo de Dios, especialmente los pobres. La pasión y muerte de estos 22 Oblatos de María Inmaculada fue el don total de sus vidas por causa de Jesucristo, su Señor; fue el don de sus vidas para el bien del pueblo español; fue el don de sus vidas por el bien de la misión de la Iglesia y de los Oblatos de todo el mundo. Muchos de ellos estaban llenos de celo oblato, y se preparaban para ponerse al frente de las misiones que la Provincia de España tenía en Argentina y Uruguay. No llegaron a sus destinos misioneros, pero su ejecución violenta fue la oblación consumada, don total de sí ofrecido a Dios para el bien de la misión de Cristo.

Uno de los oblatos que no fue ejecutado nos dio su testimonio: “Lo único que transcendía era el espíritu de perdón, por una parte, y por otra, el deseo de ofrecer la vida por la Iglesia, la paz de España y por aquellos mismos de los que pensamos que nos iban a fusilar. El único móvil que nos guiaba era sobrenatural, ya que humanamente lo perdíamos todo” (pág. 55). Esta es la expresión perfecta de la oblación, ofrecerse a sí mismo por los demás.

Otro oblato testigo constató: “La reacción de los Siervos de Dios ante la previsión del martirio fue de mucha serenidad, dominio de sí y oración al Señor. El móvil que los guiaba era el deseo de consumar su oblación” (pág. 63).

Cada uno de nosotros está invitado a ofrecer su vida a Dios en servicio del Evangelio, a vivir nuestra fe y a ser testigos. Por razón de nuestros Bautismo y Confirmación, somos enviados como seguidores de Jesús a ser la luz del amor de Dios para el mundo. Somos llamados a hacer un don de nuestras vidas, a ser “oblatos” en nuestras familias, en los estudios, en el trabajo, cuando practicamos deporte y en nuestras relaciones. Jesús nos lo mostró bien cuando lavó los pies de sus discípulos como gesto de servicio y humildad. Tal es el sentido de ser “oblato”.

Los jóvenes mártires de España nos enseñan que nuestra vida tiene su significado más hondo y último cuando vivimos para los demás y hacemos de nuestra vida un don, una ofrenda, una oblación.

Al experimentar la comunión de los santos en esta tierra bañada por la sangre de estos 22 jóvenes oblatos españoles, que el Espíritu Santo fortalezca nuestros corazones para que, como jóvenes católicos, testimoniemos también nuestra fe en Jesucristo con espíritu de oración, amor, perdón y alegría, haciendo de nuestras vidas una oblación a Dios.

Que Dios les bendiga. Gracias.

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Las referencias de las páginas están tomadas de la publicación “MÁRTIRES OBLATOS” de Joaquín Martínez Vega, O.M.I. , Postulador General, Roma.


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