L.J.C. et M.I.
Queridos Hermanos Oblatos,
¡Les deseo a todos una Feliz Fiesta! En un día como éste de 1826, el Papa León XII aprobó nuestras Constituciones y Reglas. Nos sentimos llenos de gozo y de agradecimiento por la gracia de nuestra vocación de Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Este año la Iglesia nos ha convocado para celebrar en todo el mundo un “Año de la Vida Consagrada”. Es una oportunidad más para apreciar el don de nuestra vocación como consagrados y como misioneros, y para celebrar nuestro carisma, tal y como lo expresan las Constituciones y Reglas OMI, y como es vivido por nosotros hoy.
Hoy quiero reiterar la petición que hice a cada uno durante la Sesión Intercapitular de 2013: que nos comprometamos a acudir regularmente a las Constituciones y Reglas OMI para rezar y para reflexionar con ellas y sobre ellas. Invito a cada oblato a descubrir la riqueza de significados que contienen unas declaraciones tan hermosas y sencillas, y que expresan nuestro modo de vida de una manera tan positiva. Si lo hacemos nos alimentaremos espiritualmente y nuestro celo misionero arderá más y más. Al meditar sobre las distintas constituciones, espero que las interioricemos y las vivamos más fielmente. Esto nos ayudará a ser dóciles al Espíritu que nos forma permanentemente en toda nuestra vida, estando abiertos a la gracia de una profunda conversión personal y comunitaria a Jesucristo tal y como nos invitaba el 35 Capítulo General de 2010.
San Eugenio concluía el manuscrito de 1825 de su Prefacio a las Constituciones y Reglas con estas palabras:
“No basta, con todo, que estén convencidos de la excelencia del ministerio a que son llamados. El ejemplo de los santos y la razón misma prueban claramente que, para el feliz éxito de tan santa empresa y para mantener la disciplina en una sociedad es indispensable fijar ciertas normas de vida que aseguren la unidad de espíritu y acción entre todos los miembros. Esto es lo que da fuerza a los organismos, mantiene en ellos el fervor y les asegura la permanencia.”
“Por tanto, dichos sacerdotes, al consagrarse a cuantas obras de celo puede inspirar la caridad sacerdotal, especialmente a la obra de las misiones que es el fin principal que los reúne, intentan someterse a una Regla y unas Constituciones aptas para procurarles los bienes que, al reunirse en sociedad, se proponen alcanzar para su propia santificación y para la salvación de las almas.”
Eugenio contemplaba este Código de Vida Oblata como una forma de llevarnos hasta la unidad de pensamiento y de acción por el bien de la misión. Esta unidad era también necesaria para sostener el fervor del cuerpo misionero si éste quería perseverar en su disponibilidad a las necesidades misioneras más acuciantes de la Iglesia. Mantener una visión común de la vida y de la misión tal y como está expresada en las Constituciones y Reglas, y estar comprometidos a encarnar esta visión, aseguraría que los Oblatos siguiéramos como un grupo robusto de apóstoles, cooperadores del Salvador al servicio de la predicación del Evangelio a los pobres. Un cuerpo misionero sano unido por esta Regla de Vida respondería a los signos de los tiempos y no se estancaría ni quedaría presa de la inercia o de la mera rutina en unos ministerios personales o cómodos. El Fundador concluía este Prefacio de nuestras Constituciones y Reglas resumiendo que son un camino hacia la santidad para los mismos misioneros y un medio de salvación para el pueblo de Dios. Gracias a nuestra Regla de Vida, los oblatos estamos siempre disponibles a las misiones más remotas y difíciles, aportando la alegría de la salvación a los más pobres y abandonados del mundo.
Al celebrar el Año de la Vida Consagrada, la Congregación para la Vida Consagrada nos recordaba la llamada que el Vaticano II hizo a todas las congregaciones religiosas para que el Evangelio fuera nuestra primera regla de vida. Las Constituciones y Reglas OMI no reemplazan el Evangelio, sino que especifican de qué manera los Oblatos de María Inmaculada somos llamados a vivir el Evangelio. Podríamos verlas como nuestro propio evangelio de familia que nos comprometemos a vivir con celo a través de nuestra oblación. Esta Regla Oblata de Vida nos expresa hoy la experiencia de Eugenio de Mazenod y el carisma que el Espíritu le inspiró a encarnar en una familia religiosa misionera. Creemos que las actuales Constituciones y Reglas son una expresión verdadera y fidedigna de cómo los oblatos viven el Evangelio a través de su vocación misionera en la realidad de hoy. Es importante, si queremos renovarnos, que las estudiemos seriamente, que reflexionemos con ellas, que hablemos sobre ellas y oremos con ellas.
De hecho, nuestras actuales Constituciones y Reglas lo expresa así en la C. 163:
“Las Constituciones y Reglas indican a cada Oblato el modo de caminar siguiendo las huellas de Jesucristo. Se inspiran en el carisma que vivieron el Fundador y sus primeros compañeros; además han recibido la aprobación oficial de la Iglesia. Permiten así que cada uno evalúe la calidad de su respuesta al llamamiento recibido y llegue a ser santo.”
Podemos ver aquí un elemento importante, a saber, que este evangelio de familia es una herramienta que nos ayuda a evaluar la calidad de nuestras vidas oblatas. Al meditar sobre las Constituciones y Reglas, les permitimos que nos cuestionen y nos inviten a cambiar de forma de pensar para seguir más fielmente tras los pasos de Jesús. Confrontar nuestras vidas con este Código de Vida debería inspirarnos a vivir más plena y generosamente nuestro compromiso a favor de los pobres y más abandonados; a entregarnos más desinteresadamente a nuestros hermanos oblatos en comunidad apostólica; a dedicarnos de manera más profunda a una vida de oración contemplativa y todos los demás aspectos de nuestra vida de fe; y a comprometernos de manera más auténtica con un testimonio profético de cada uno de los votos.
La C. 163 nos dice que nuestras Constituciones y Reglas nos asisten en el camino de la santidad, un deseo expresado también por el Fundador al final del manuscrito del Prefacio de 1825. Reconocemos esta santidad en algunos hermanos oblatos que han dado testimonio silencioso de una vida de servicio generoso a favor de los pobres. Conocemos la santidad de algunos oblatos que han vivido de manera ejemplar la caridad y la paciencia para con sus hermanos en comunidad apostólica, incluso en medio de dificultades y con personas de trato ciertamente difícil. Hemos descubierto una santidad real en oblatos que vivieron un hermoso testimonio de vida de oración y cuya vida era y es toda una invitación a rezar. Hemos conocido la santidad de algunos oblatos que se entregaron totalmente a una vida de pobreza evangélica sin ningún tipo de vanagloria. Para nosotros la santidad está profundamente encarnada en lo ordinario de cada día siempre que ésta sea vivida con alegría, bondad, transparencia, entrega y perdón.
Hermanos míos, ¡este es un día para reconocer el gran don que el Espíritu nos ha otorgado a través del carisma recibido a través de S. Eugenio de Mazenod! La Iglesia ha bendecido nuestro estilo de vida y aún hoy seguimos, como Congregación, realizando la gran obra misionera de predicar el Evangelio de salvación a los más pobres y abandonados. Hoy nos alegramos y damos gracias por nuestra vocación plasmada en nuestras Constituciones y Reglas. Que sean objeto de nuestra reflexión regular, que redescubramos en ellas su riqueza, que las interioricemos de manera más profunda y las vivamos con mayor coherencia. ¡Nunca es demasiado tarde! Nuestra unidad al vivir las Constituciones y Reglas Oblatas, expresión fiel del Carisma Oblato, dará nuevas fuerzas a la Congregación y harán de nosotros unos misioneros de los pobres más efectivos en el mundo de hoy.
Me gustaría terminar esta carta citando la C. 168, una maravillosa conclusión para nuestro evangelio de familia:
“Por su oblación, cada Oblato asume la responsabilidad del patrimonio común de la Congregación expresado en las Constituciones y Reglas y en nuestra tradición de familia. Se le exhorta a dejarse guiar por estas normas con una fidelidad creativa a la herencia legada por San Eugenio de Mazenod.”
Nuestro futuro como Congregación, llena de vida, depende de la decisión de cada oblato de vivir nuestra oblación en plenitud. Optemos por la vida de nuestra Congregación comprometiéndonos a vivir unidos por estas Constituciones y Reglas. Estamos convencidos de que si tratamos de vivir este evangelio de familia en nuestras vidas misioneras, discerniendo siempre en comunidades apostólicas y con nuestros superiores, viviremos con fidelidad creativa el carisma recibido de S. Eugenio. Por favor, sigan rezando para que estemos abiertos a la gracia de una profunda conversión personal y comunitaria a Jesucristo, y para que el Capítulo General de 2016 sea para nosotros una fuerte experiencia del Espíritu Santo.
Estamos seguros de que María Inmaculada está con nosotros, como estuvo en el Cenáculo orando por los discípulos de su Hijo, para que tengamos la libertad interior necesaria para dejarnos impulsar por el aliento del Espíritu de vida nueva entre nosotros.
¡Feliz Fiesta!
P. Louis Lougen, OMI
Superior General,
Roma, fiesta de la Conversión de San Pablo, 25 de enero 2015